lunes, 22 de noviembre de 2010

LUCES Y SOBRAS DE LA IGLESIA

LUCES Y SOMBRAS DE LA IGLESIA

INTRODUCCIÓN


Este libro quiere ser una respuesta a algunos temas polémicos, que siempre suelen sacarse a la luz, cuando se quiere denigrar

a la Iglesia por sus errores del pasado. Evidentemente, los hombres de la Iglesia, a lo largo de su historia bimilenaria, han

cometido errores y pecados, pero éstos, sin querer justificarlos, hay que comprenderlos dentro del contexto de su época y de

la mentalidad de aquellos tiempos, para no magnificar las cosas y no acusar a la Iglesia de sanguinaria, oscurantista,

retrógrada o cosas parecidas.

La Iglesia, ha dicho alguien, es sancta et meretrix, santa y pecadora. Está compuesta de personas humanas con sus

deficiencias. Incluso, ha habido Papas pecadores; pero, a pesar de las sombras del pasado, su luz sigue brillando como nunca

y sigue iluminando las sendas del mundo con los rayos de la sabiduría y de la verdad. La Iglesia católica es la Iglesia

fundada por Cristo, y Él prometió que nunca será destruida por las fuerzas del mal (Mt 16, 18). Ha pasado muchos momentos

difíciles, en los que parecía que iba a sucumbir ante el crecimiento de las herejías o ante el poder de los reyes o ante la

creciente incredulidad de los fieles. Pero siempre ha salido a flote y siempre estará presente en el mundo para guiarlo por

el camino de la paz y de la verdad.

Este escrito quiere ser una pequeña aportación para conocer mejor a nuestra Iglesia católica y amarla como se ama a una

Madre, con todos sus defectos y virtudes, y saber defenderla de aquellos que la ofenden y quisieran su desaparición. La

Iglesia, con sus luces y sombras, con sus santos y pecadores, es la Iglesia de Cristo.

Ojalá que todos los católicos estén plenamente convencidos de la verdad de nuestra fe y sepan compartirla con los demás como

buenos misioneros del reino de Dios. Les dedico este libro a todos los que buscan la verdad con sinceridad.



1.- LA INQUISICIÓN


El tema de la Inquisición es un tema recurrente, cuando se quiere manchar el prestigio de la Iglesia. Se habla de que la

Iglesia católica ha sido intolerante y sanguinaria, matando a miles de personas por el único pecado de no tener la misma fe.

Se habla de las torturas y de las hogueras de la Inquisición y se inflan los datos y se inventan tormentos, que sólo

existieron en la imaginación de sus enemigos. Hay, ciertamente, una leyenda negra que trata de presentarnos a la Iglesia como

una institución despiadada, donde los sacerdotes mataban sin compasión a los herejes y a las brujas. Pero nada más lejos de

la verdad.

Por eso, vamos a estudiar la historia en su verdadera dimensión para que la verdad hable por sí misma. Para ello nos

serviremos de los últimos estudios sobre la Inquisición, dados a conocer a través de las Actas del Simposio internacional

sobre la Inquisición, tenido en el Vaticano del 29 al 31 de octubre de 1998. Estas Actas presentan los estudios de treinta

especialistas de todo el mundo, de distintas creencias, con investigaciones sacadas de los archivos vaticanos de la

Congregación del Santo Oficio (antigua Inquisición) y de los archivos inquisitoriales españoles y portugueses o de otros

países. Estas Actas han sido publicadas para conocimiento de todo el mundo el año 2003 por la Editorial Vaticana. El profesor

Agostino Borromeo, profesor de historia en varias universidades, ha sido el encargado de editar esta obra, que fue comenzada

por iniciativa del Papa, que quería separar los mitos y leyendas de la realidad. Ahora ya se conoce la historia, nadie podrá

decir, a partir de ahora, que no sabía, a no ser que acepte ser un ignorante de la historia.


INQUISICIÓN MEDIEVAL

Los herejes cátaros o albigenses eran considerados enemigos del Estado y de la Iglesia, como si fueran criminales públicos o

terroristas, que se oponían al orden establecido. Decían que los espíritus eran creados directamente por Dios, mientras que

el mundo y todo lo material había sido creado por el diablo. Cristo, según ellos, no había podido ser hombre ni nacer de la

Virgen María, pues eso hubiera significado nacer pecador, pues la carne era creada por el demonio. Los creyentes, para

salvarse, debían ser puros ( cátaro significa puro) y debían vivir pobremente y renunciar al mundo y a las relaciones

sexuales que eran malas. Por eso, rechazaban el matrimonio, pues el procrear era colaborar con Satanás. Para ellos, era

preferible fornicar, que tener relaciones con la misma esposa. Además, invitaban al suicidio individual, dejándose morir de

hambre o asfixiarse, después de haber recibido de los jefes de la secta lo que ellos llamaban consolamentum, o dispensa de

todos los pecados, para ir directamente al cielo. Según ellos, no valía la pena vivir en esta tierra pecadora, obra del

diablo. Y ridiculizaban a los ricos y a los eclesiásticos, que vivían con lujos y comodidades.

Pero el problema no quedaba en tener ideas diferentes. Apoyados por algunos nobles, que se oponían a la Iglesia y al rey,

empezaron a destruir iglesias, matar sacerdotes y profanar objetos religiosos. Incluso, mataron al delegado papal, Pedro de

Castelnau en 1203. La predicación pacífica para convertirlos, llevada a cabo por el obispo español Diego de Osma y de santo

Domingo de Guzmán con predicadores dominicos y cistercienses, que llevaban una vida pobre y ejemplar, no dio muchos

resultados. Por eso, el Papa Inocencio III, en 1209, decretó una Cruzada contra ellos, que se habían hecho fuertes en algunas

ciudades del Languedoc (Francia) como Narbonne, Toulouse, Carcassonne, Beziers y otras. Todos ellos fueron vencidos por las

armas, aunque los cruzados actuaron, en muchas ocasiones, con crueldad.

Sin embargo, no desaparecieron y permanecieron muchos focos organizados en diferentes lugares. Y, no solamente de cátaros,

sino también de valdenses, josefinos, patarinos, arnaldistas y otros herejes. Los reyes eran despiadados con ellos, les

confiscaban los bienes, los metían en prisión, los privaban de cargos públicos e, incluso, muchas veces, los llevaban a la

hoguera.

Para evitar abusos y errores, en 1231, el Papa Gregorio IX organizó la Inquisición. Nombró delegados papales como

inquisidores que visitaran los distintos lugares del sur de Francia para que, en unión con los obispos locales, pudieran

determinar con imparcialidad quiénes eran realmente herejes y entregarlos a la justicia civil. Primero, se les concedía un

tiempo de gracia de unos 30 ó 40 días para que pudieran presentarse espontáneamente. Después, se pedía la colaboración de los

ciudadanos para denunciarlos y se les sometía a juicio. En 1252, el Papa Inocencio IV, de acuerdo con las costumbres de la

época, publicó la bula Ad extirpanda, con la que aceptaba que se pudiera usar la tortura para sacar la información a los reos

como hacían los tribunales civiles.

Al principio, no había normas claras y, para evitar abusos, el Papa, en 1262, ordenó que, cuando había tortura, debían

asistir los inquisidores para controlar a los empleados civiles que la ejecutaban. La tortura era solamente un medio para

conseguir información, no un castigo. De modo que, si el asunto era claro, no había lugar para realizarla. No obstante, todas

las informaciones, conseguidas bajo el tormento, no podían ser tenidas por válidas hasta que no se confirmaran por otros

medios.

Además, había normas claras para que no hubiera derramamiento de sangre ni mutilación como en los tribunales civiles. Y el

tiempo era limitado a una hora; mientras que en los tribunales civiles el tiempo era ilimitado. En cuanto a este punto,

digamos también que los tribunales de la Inquisición no inventaron ningún tormento ni instrumento nuevo. Asistía un médico

para vigilar la salud del reo y en todo eran mucho más benignos que los tribunales civiles.

Los inquisidores tenían como misión detectar a los herejes y conseguir su reconciliación con la Iglesia y, sólo en caso de

contumacia, entregarlos a las autoridades civiles. Si los hubieran entregado directamente a los tribunales civiles, hubieran

estado sujetos a muchos errores y abusos, y quizás a venganzas políticas, sin tener la posibilidad de eximirse de los

castigos con el arrepentimiento.

Por otra parte, como dicen los especialistas: Hay que recalcar que el empleo de la tortura, en esta época, es más bien rara

y el principal medio de coerción es la prisión . Y esto, porque el Papa Clemente V había determinado en 1311 que los

inquisidores no podían imponer la tortura sin el consentimiento del obispo del lugar, lo que la hacía más difícil. De ahí que

es digno de resaltar que en los fragmentos del proceso inquisitorial, que han llegado hasta nosotros, las alusiones a la

tortura sean raras .
Hubo abusos, pero, en general, se puede decir que se actuó con honradez y ecuanimidad, pues los inquisidores eran personas

honestas. Según los especialistas: De los procesos que se van publicando y también de biografías de inquisidores que van

apareciendo, se puede constatar que éstos eran, en general, personas con una formación jurídica elevada y que sus actuaciones

fueron muy mayoritariamente conformes a derecho, aunque hubiese sin duda abusos. Muchos de estos inquisidores escribieron

tratados de derecho inquisitorial de primer orden .

El derecho inquisitorial es un derecho privilegiado, como bien ha escrito el profesor Enrique Gacto, ya que contiene

sanciones más benignas que las del derecho penal ordinario o secular, en el que el delito de herejía es reprimido

inapelablemente con la pena de muerte. En cambio, el reo de herejía, rescatado por la jurisdicción inquisitorial, tiene

abierta una vía que le permite escapar a esta sanción máxima y, en efecto, la evita, siempre que confiese y manifieste su

arrepentimiento de forma suficiente .

Y ¿cuántos murieron por la Inquisición medieval en el sur de Francia? Según el registro del inquisidor Bernard Gui, la

Inquisición de Toulouse entre 1308 y 1323 envió a la muerte a 41 personas (de ellos 30 cátaros). No son, pues, miles y miles

como algunos alegremente hacen creer sin fundamento histórico .

En Inglaterra, donde nunca hubo Inquisición, en el siglo XIII, los cátaros eran arrestados y marcados con fuego al rojo vivo

y sus casas destruidas y confiscados todos sus bienes como primera medida. Y desaparecieron en pocos años.

Desde mediados del siglo XIV y durante el siglo XV, fueron muy raras las condenas a muerte, pues el período álgido de la

Inquisición medieval fue el siglo XIII. Y, prácticamente, sólo permaneció como Inquisición episcopal, dependiente de los

obispos, en Aragón y algunos puntos del sur de Francia.

¿Qué podemos decir de la Inquisición medieval? El gran historiador peruano Rubén Vargas Ugarte dice: La Inquisición, como

todas las instituciones que han perdurado a través del tiempo, nació de una necesidad social que hoy, tal vez, no somos

capaces de sentir, pero en los siglos XII y XIII no pudo menos de conmover a las multitudes y atraer la atención del poder

civil. La herejía... incitó a las masas a rebelarse contra los poderes constituidos y, especialmente, contra la Iglesia. La

inquisición fue el fruto de la reacción producida en los ánimos por el ataque lanzado contra la fe y las costumbres

tradicionales .


INQUISICIÓN MODERNA

La Inquisición medieval estaba prácticamente desaparecida, cuando en el siglo XVI, con el problema de los judaizantes

y moriscos, falsos convertidos del judaísmo y del islam, comienzan a presentarse nuevos problemas, acentuados con la

propagación de luteranismo en toda Europa. Por eso, se establecen las Inquisiciones portuguesa, romana y española con el fin

de controlar el desborde de estos herejes o apóstatas, que ponen en peligro la unidad nacional.


a) INQUISICIÓN PORTUGUESA

La Inquisición portuguesa fue creada en 1536. El Papa nombraba al inquisidor general, presentado por el rey, y el inquisidor

general con su Consejo, nombraba a los demás inquisidores. En Portugal había cuatro tribunales principales: Evora, Coimbra,

Goa para la India, y Lisboa para el sur del país y para Brasil. No se conocen cifras exactas de sentenciados a muerte, aunque

la mayoría fueron falsos judíos convertidos. Prácticamente, esta Inquisición, al igual que la española, actuaba con total

independencia. Por eso, no faltaron, de vez en cuando, algunos conflictos con el Papa. Fue suprimida en 1822.


b) INQUISICIÓN ROMANA

En cuanto a la Inquisición romana, instituida en los Estados Pontificios y otros lugares de Italia, comenzó oficialmente el

21 de julio de 1542 con la bula Licet ab initio del Papa Pablo III, con la finalidad de atajar el avance del protestantismo

en Italia. Se constituyó un tribunal central de seis cardenales como inquisidores generales, con la facultad de degradar a

los clérigos herejes y con la facultad de pedir la ayuda de las autoridades civiles para imponer las sentencias. Al

principio, se llamaba Santa, Romana y Universal Inquisición. El 29 de junio de 1908 se le cambió el nombre por Congregación

del Santo Oficio hasta 1965, en que se le dio el nombre actual de Congregación para la Doctrina de la fe.

Uno de los puntos importantes de esta Inquisición fue la censura de libros, que se había establecido poco después de la

implantación de la imprenta. Ya en 1544 la universidad de París había establecido el primer Índice de libros prohibidos. La

universidad de Lovaina lo hizo en 1546. Después, las Inquisiciones de España y Portugal establecieron sus propios Índices. En

ellos, generalmente, se establecía la prohibición de imprimir, vender y difundir libros prohibidos bajo penas pecuniarias y

pérdida de privilegios. Normalmente, se prohibieron los libros de herejes y de otros que incluían citas heréticas. Se

prohibió la impresión de libros espirituales de dudosa espiritualidad e, incluso, de Biblias que no tuvieran buena

traducción. No se prohibieron los libros científicos.

El primer Índice de la Inquisición romana es de 1548. El concilio de Trento preparó un nuevo Índice parecido al anterior. Pío

V instituyó expresamente una Congregación romana que se encargara del Índice en 1571. Esta Congregación fue suprimida por

Benedicto XV, al publicarse el código canónico de 1917, y sus atribuciones pasaron a la Congregación del Santo Oficio. La

última edición de libros prohibidos fue en 1948 y estuvo en vigor hasta 1966.

La Inquisición romana tenía jurisdicción en los tribunales de los Estados Pontificios, en la República de Génova, República

de Venecia, reino de Nápoles y en los ducados de Mantova, Módena, Parma, Saboya y Toscana; en el Estado de Milán y en las

ciudades de Besançon, Carcassonne, y Toulouse en el sur de Francia; uno en Malta y otro en Colonia, en Alemania.

Los archivos del Santo Oficio, que recogen toda la documentación relativa a estos tribunales, comprenden actualmente unos

4.500 documentos hasta 1903, aunque algunos se han perdido. En ellos, hay procesos a falsos místicos y a seguidores del

molinismo y quietismo, que eran desviaciones de la fe católica. También hay referencias a cuestiones de magia, brujería y,

por supuesto, a herejes protestantes. El único caso en que se trató de un científico es el caso de Galileo.

No se tienen cifras exactas de las sentencias de muerte en todas las sedes que dependían de Roma. Según el especialista

Andrea de Col, en las tres sedes de las que hay datos fidedignos, que son Roma, Venecia y Aquileia-Concordia, el total de los

ejecutados fueron 128. De ningún modo, miles y miles de que habla la leyenda negra .

Según el especialista Adriano Garuti: La pena capital era reservada al herético pertinaz, al reincidente. Contrariamente a lo

que se piensa frecuentemente, sólo un pequeño porcentaje de procedimientos inquisitoriales se concluia con la condena a

muerte .

El profesor Tedeshi afirma: Tengo la convicción de que las futuras investigaciones demostrarán que la pena de muerte fue

usada con menor frecuencia y con más respeto por la dignidad humana en los tribunales del santo Oficio (Inquisición) que en

los civiles .

Decía el cardenal Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI: Hace muy poco, un profesor italiano liberal,

estuvo investigando en unos cuantos procesos (en los archivos de la Inquisición), durante algún tiempo, y él mismo declaró

que le había defraudado bastante. En vez de encontrar grandes luchas entre la conciencia (de los reos) y el poder (de la

Iglesia), que era lo que él buscaba, lo que allí había eran procesos criminales ordinarios. Eso se debe a que el tribunal de

la Inquisición romana era bastante moderado. Los mismos procesados por algún delito civil, añadían cualquier factor religioso

como brujería, profecía, etc., a su delito, para que les enviaran ante el tribunal de la Inquisición .

Veamos ahora los tres casos más sonados y lamentables de la Inquisición romana por ser personajes importantes.

1. Jerónimo Savonarola (1452-1498)

Era sacerdote dominico, prior del convento de san Marcos de Florencia. Era muy rígido en moral y pedía que quemaran en la

hoguera a todos los que llevaban una vida libertina y eran gente de malas costumbres. El 7 de febrero de 1497 organizó en la

Plaza de la Signoria una hoguera de las vanidades, en la que ardieron objetos que simbolizaban los vicios: instrumentos

musicales, imágenes, joyas, naipes e, incluso, los libros de Boccacio y Petrarca por su contenido impúdico. Savonarola era

considerado como profeta por los florentinos y ejerció una enorme influencia en la población con sus ideales de pobreza y con

prédicas contra la corrupción, el lujo, el derroche y el afán de placeres de ricos y eclesiásticos de su tiempo.

Pero fue muy imprudente en sus denuncias de los abusos que se cometían. Profetizaba que Dios iba a mandar un salvador para

arreglar la situación de corrupción reinante y buscó la intervención del rey de Francia, Carlos VIII, para invadir la

república de Florencia y reformar la Iglesia y las costumbres, pero fue rechazado y se creó muchas antipatías ante la gente,

que antes lo seguía como a un profeta.

El Papa Alejandro VI tomó cartas en el asunto y el 7 de noviembre de 1496 le ordenó incorporarse a la nueva provincia

dominica toscano-romana, pero desobedeció. Por eso, el 13 de mayo de 1497, le llegó el decreto de excomunión, al que

respondió, reanudando sus prédicas y negando la validez del decreto de excomunión. Pero en la misma Florencia, sus opositores

asaltaron el convento de san Marcos, donde se encontraba, y lo hicieron prisionero. Fue condenado al patíbulo. Su cadáver

quemado, y sus cenizas echadas al río Arno. Murió con otros dos frailes, seguidores suyos, el 23 de mayo de 1498. Sus libros

fueron puestos en el Índice, pero fueron rehabilitados por el Papa León XIII en el siglo XIX.

Actualmente, ya no se le acusa de cismático o hereje por sus escritos e, incluso, hay quienes dudan de que la bula de

excomunión fuera válida. No fue un santo ni un hereje, fue un imprudente y desobediente, que, incluso, proyectaba un concilio

que juzgase y depusiese al Papa. Sin embargo, como en otros casos, se usó la violencia para imponer la verdad y la

obediencia, lo que realmente es de lamentar.


2. Giordano Bruno (1548-1600)

Fue un hombre genial, pero contradictorio. Rechazaba todo principio de autoridad. Irreverente hasta el punto de considerar a

los monjes como santos burros. Para él las religiones no eran más que supersticiones útiles. A Jesús lo veía como una

especie de mago y la Eucaristía como una blasfemia. Creía en la reencarnación y su filosofía personal era casi panteísta,

pues confundía a Dios con la naturaleza.

Viajó por toda Europa: Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. Y fue excomulgado por calvinistas y luteranos. A los luteranos

los consideraba la peste del mundo y deseaba su represión violenta y su exterminio por parte de los Estados. Expulsado de

todas partes, regresó a Italia, donde fue arrestado en Venecia y llevado a Roma. Tras ocho años de prisión, fue condenado por

la Inquisición como hereje contumaz, que no quería abjurar de sus errores. Murió en la hoguera el 17 de febrero de 1600 a los

52 años de edad.

Con motivo del jubileo del año 2000, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, en una carta enviada al

Congreso que, sobre este pensador, se celebró en la Facultad de Teología de Italia meridional, en Nápoles, manifestaba su

profundo pesar por la condenación de Giordano Bruno..., que fue un triste episodio de la historia cristiana moderna..., pues

la verdad debe ser testimoniada en el respeto absoluto de la conciencia y de la dignidad de cada persona.


3. Galileo (1564-1642)

Con relación al famoso caso Galileo, la mayor parte de la gente sólo conoce las cosas de oídas y, por falta de información,

muchos creen que fue condenado a la hoguera o poco menos. Pero veamos cómo sucedieron las cosas en la realidad.

Copérnico (1473-1543) era un sacerdote polaco que tenía un rudimentario observatorio en una torre de la catedral de

Frauenburg. Él fue el primero que afirmó que la tierra daba vueltas en torno al sol (sistema copernicano) y no, como hasta

entonces se afirmaba, que era el sol el que daba vueltas alrededor de la tierra. Su obra fundamental, Las revoluciones de los

mundos celestes, publicada en 1543, estaba dedicada al Papa Pablo III y su obra tenía el imprimatur (puede imprimirse) de un

cardenal dominico. Hasta la llegada de Galileo, se sucederán once Papas, que no sólo no desaprobaron esta teoría

heliocéntrica de Copérnico, sino que la alentaron como una hipótesis.

La teoría de Copérnico se enseñaba en las universidades de la Iglesia, al igual que la teoría de Tolomeo. Pero Galileo, que

seguía la opinión de Copérnico, la afirmaba con total seguridad, como verdad absoluta. Y tenía expresiones de desprecio para

quienes no compartían su teoría. En sus cartas hay expresiones como imbécil, con la cabeza llena de pájaros, apenas digno de

ser llamado hombre, alguien que se ha quedado en la niñez, una mancha en el honor del género humano, etc. Por eso, cuando le

pidieron pruebas objetivas, sólo dio una, que era totalmente equivocada y lo es todavía, la prueba de las mareas oceánicas.

Decía que las mareas eran provocadas por la sacudida de las aguas a causa del movimiento de la tierra. Ahora sabemos que el

flujo y reflujo del agua del mar se debe a la atracción de la Luna. Al no dar pruebas convincentes de su teoría y, según

algunos de sus jueces, ir en contra del texto bíblico de Josué 10, 12: Detente, sol en Gabón, según el cual parece ser que el

sol era el que daba vueltas alrededor de la tierra, como siempre se había creído, fue condenado el 22 de junio de 1633. ¿A

qué fue condenado?

No fue condenado a muerte ni a prisión ni a ser torturado. Fue obligado a no presentar su teoría como verdad absoluta sino

como hipótesis. El texto de la sentencia decía que era temporal donec corrigatur, es decir, mientras no sea corregida la

doctrina propuesta como absoluta y se presente como hipótesis, pero él no estuvo ni un día en prisión ni le pusieron un dedo

encima. Sólo tuvo arresto domiciliario y, muy pronto, se le levantó la prohibición de alejarse de su villa. Sólo le quedó la

obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, que sólo duró tres años. Según algunos, esta

obligación la cumplió por él su hija religiosa.

No perdió la estima y amistad de obispos y científicos, que venían a su casa a visitarlo y siguió trabajando. Su principal

obra Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, la escribió después del proceso. Y murió a los 78 años

en su casa, siendo miembro de la Academia Pontificia de Ciencias. Al final de sus días, pudo escribir: En todas mis obras no

habrá quien pueda encontrar la más mínima sombra de algo que recusar de la piedad y reverencia a la santa Iglesia . La

famosa frase que, según algunos, dijo al ser sentenciado: Eppur si muove (Y, sin embargo, se mueve), es una de tantas

fábulas inventadas por los anticatólicos. Esta frase fue inventada en Londres en 1757 por Giussepe Baretti .

Sobre el caso Galileo, debemos decir, en primer lugar, que es un caso único en la historia de la Iglesia, en que se haya

condenado a un científico. Por eso, hacer un mito del caso Galileo está fuera de contexto. También hay que tener en cuenta

que nunca fue condenado por el Papa, sino por un tribunal eclesiástico (siete jueces contra tres). No hubo, ni podía haber,

una sentencia infalible, porque el Papa sólo es infalible, cuando habla ex cáthedra, es decir, con toda solemnidad para

imponer una verdad de fe y costumbres. El Papa no tiene autoridad sobre temas científicos.

El error de los jueces del tribunal estuvo en interpretar literalmente la Biblia y creer que el texto de Josué defendía el

sistema de Tolomeo. El error grave de Galileo fue querer imponer como verdad absoluta algo que no podía probar. Por eso, la

misma sentencia le impone que enseñe su opinión como hipótesis, lo que no era un error para aquellos tiempos. La primera

prueba experimental, indiscutible, de la rotación terrestre data de 1748, un siglo después. Y, desde 1741, la teoría

heliocéntrica había sido reconocida oficialmente por el Santo Oficio.

Algunos científicos del siglo XXI podrían decir que Galileo tampoco tenía razón, porque el sol también se mueve y no está

fijo como creía Galileo. El sol se mueve en torno al centro de la galaxia y la galaxia en torno al centro de un conjunto de

galaxias. Todo el Universo se mueve.

Ahora bien, decir que la Iglesia, por este caso, va en contra de la ciencia es ir demasiado lejos. De hecho, el primer gran

observatorio astronómico, el más antiguo del mundo, y que funciona desde 1579, es el del Vaticano. Y las primeras

universidades europeas y americanas fueron fundadas por la Iglesia.

¿Qué hubiera pasado, si Galileo hubiera estado en territorio protestante? El astrónomo protestante Kepler, por seguir su

misma opinión, fue expulsado del colegio teológico de Tubinga por sus compañeros protestantes y tuvo que abandonar Alemania y

refugiarse en Praga. De allí recibió una invitación para enseñar en territorio pontificio en la universidad de Bolonia.

Si hubiera vivido en Ginebra, probablemente, hubiera sido decapitado; simplemente por ser concubino y no estar casado con su

esposa, como hacía Calvino con los concubinos.

Lutero mismo decía sobre el sistema copernicano: La gente le presta oído a un astrólogo improvisado, que trata de demostrar

en cualquier modo que no gira el cielo, sino la tierra. Para ostentar inteligencia, basta con inventar algo y darlo por

cierto. Este Copérnico, en su locura, quiere desmontar todos los principios de la astronomía .

En resumen, podemos decir que hay que diferenciar bien los campos de la fe y de la ciencia. Ambas se complementan y nos

llevan a Dios. No puede haber contradicción entre ellas. Si apareciera alguna contradicción, algo anda mal en alguna de las

dos partes. O no es verdadera fe lo que se propone como tal, o no es verdadera ciencia. La verdadera ciencia nos lleva a la

fe, y la fe nos ayuda a investigar las maravillas de Dios dentro de los límites de respeto a los derechos humanos.

La lección que debemos aprender es que hay que evitar los fundamentalismos al interpretar la Escritura de un modo literal,

pues, como decía el cardenal Baronio: La Biblia nos enseña cómo se va al cielo y no cómo van los cielos, es decir, nos habla

de Dios y de cómo ser buenos para ir al cielo, pero no habla de verdades matemáticas o científicas. Y la Iglesia sólo tiene

autoridad en cuestiones de fe y costumbres.

De todos modos, el Papa Juan Pablo II en 1981 nombró una comisión de expertos para estudiar el tema de Galileo y sus

conclusiones se dieron a conocer el 31 de octubre de 1992. Galileo no fue rehabilitado, porque no había nada de qué

rehabilitarlo. Simplemente, después de estudiar exhaustivamente el tema con los documentos que se conservan en los archivos

vaticanos, el Papa Juan Pablo II reconoció el error de algunas autoridades de la Iglesia en este caso.


c) INQUISICIÓN ESPAÑOLA

La Inquisición española fue fundada por el Papa Sixto IV en 1478, y dos años más tarde ya estaba definitivamente establecida.

En la bula de fundación se establecía, entre otras cosas, la obligación de los reyes, de luchar contra los musulmanes, que

amenazaban Europa y estaban dentro de las fronteras españolas. También era preocupante el problema de los falsos conversos

judíos o judaizantes, que seguían viviendo su fe y predicándola a otros. Todo lo cual iba en contra de la unidad nacional. La

Inquisición nunca se entrometió con los judíos y musulmanes que vivían su fe, sino con los que se habían convertido a la fe

católica para obtener ventajas sociales y no la practicaban. Además, hay que tener en cuenta que los judíos eran mal vistos

por la población, debido a los altos intereses que imponían en sus préstamos. En varias oportunidades, había habido

linchamientos de judíos por parte del pueblo. En cuanto a los moriscos o convertidos del islam, que no vivían su nueva fe,

eran un peligro constante, porque se podían aliar con los piratas musulmanes, que asolaban las costas españolas. Incluso, se

rebelaron contra el Estado y hubo que reprimirlos con las armas hasta que fueron expulsados.

Los judíos fueron expulsados en 1492; pero, mucho antes, habían sido expulsados de otros países. En Inglaterra en 1290, en

Alemania en 1375, en Francia en 1394, en Portugal lo fueron en 1496 y así en otros países. Muchos de estos judíos expulsados

fueron recibidos en los Estados pontificios, país que nunca los expulsó.

El tribunal de la Inquisición española era mitad civil y mitad eclesiástico. El rey proponía al inquisidor general, que era

aprobado por el Papa, y el inquisidor general con su Consejo (llamado la Suprema), nombraba a los demás inquisidores.

El primer inquisidor general de España, nombrado por el rey y aprobado por el Papa, fue el famoso Torquemada, del que tanto

se ha hablado maliciosamente, en contra de la verdad. Según las investigaciones actuales, era un hombre bueno, humano y

austero. Hizo más suaves los procedimientos. Se esforzó en todo lo posible en evitar los errores y abusos cometidos por los

primeros inquisidores... Y no pueden ser tachadas de hipocresía las actas de Torquemada en las que recomendaba justicia y

misericordia, pues estos documentos, destinados a ser estrictamente confidenciales, permanecieron ignorados durante siglos .

No existe ningún documento fidedigno, donde pueda sustentarse que fuera inhumano y cruel. El colaborador de los Reyes

Católicos era un observante fraile dominico. No era un fanático ni un intransigente. Era un hombre recio y sano, exponente de

una edad eminentemente cristiana, donde todo el mundo creía y, por consiguiente, donde no tenía vigencia la heterodoxia

condenada por todas las leyes civiles de aquella sociedad .

Sus detractores, que desean convertirlo en el símbolo del fanatismo católico, lo han considerado como a un hombre piadoso y

tenebroso, de una piedad tenebrosa. Fue sin duda un hombre riguroso, pero no un perseguidor implacable; un hombre ferviente,

pero no inhumano. Esto es lo que podemos deducir a través del solo examen de sus instrucciones, que él mismo hizo publicar .

En esto, como en muchas otras cosas, la leyenda negra inventa y calumnia sin piedad, pero la verdadera historia aclara la

verdad.

El tribunal de la Inquisición no sólo veía el caso de herejía y apostasía, también veía otras cosas para evitar el deterioro

moral como blasfemias, bigamia, supersticiones o prácticas contrarias a la verdadera religión, brujería, hechicería o magia

negra, bestialismo, pecados homosexuales, idolatría..., pero de este tribunal estaban exentos los indígenas americanos.

Con relación a los tribunales españoles, de España y América, hay que decir que las prisiones eran más limpias y holgadas, y

con mejor trato que las civiles. A los que se condenaba a cadena perpetua, sólo estaban como máximo unos ocho años. Cuando se

utilizaba la tortura, como ya hemos dicho, sin derramamiento de sangre ni mutilaciones, debía estar presente un médico para

supervisar que no se pusiera en peligro la vida del reo. El tiempo máximo de tortura era de una hora. Los reos tenían un

abogado defensor de oficio, para ayudarles en su defensa. Y, además, los reos podían buscar a dos testigos de abono, para que

hablaran en su defensa.

Según el historiador inglés Henry Kamen: La humanidad y benignidad de la Inquisición española contrasta agudamente con las

invariables ejecuciones de los acusados por los tribunales seglares . Las historias espeluznantes de sadismo, imaginadas por

los enemigos de la Inquisición, sólo han existido en la leyenda .

Los herejes, dejados en manos del poder civil, hubieran llevado muchísima peor parte, pues la intolerancia era la norma

general y hubiera habido más fácilmente venganzas y manipulaciones políticas. Otra cosa importante es que la tortura de la

Inquisición española quedó abolida cien años antes de que fuera abolida en los tribunales civiles de España y de otros países

. De este modo, la Inquisición dio los primeros pasos en este punto de respeto de los derechos humanos.

En cuanto a la prohibición de libros heréticos o prohibidos por ir en contra de las buenas costumbres, se ha satanizado

también mucho a la Inquisición y se ha dicho que era intolerante y que reprimió el desarrollo cultural y científico español.

Esto es una gran mentira, pues el siglo XVI, el siglo de mayor actividad del tribunal de la Inquisición, es el siglo de Oro

de las letras y del adelanto español. La Inquisición no centró la censura en obras científicas, sino en obras de herejes o

que contenían frases heréticas. Como diría el profesor Julián Juderías: Los tres siglos de Inquisición corresponden,

precisamente, al período de mayor actividad literaria y científica que tuvo España y la época en que más influimos en el

pensamiento europeo. Todo eso, que se suele decir, de que nuestra intolerancia levantó una barrera entre España y Europa, son

cosas que ya no creen ni los niños de la escuela .

Por otra parte, en aquellos tiempos, se consideraba tan importante conservar la fe católica, para salvaguardar la unidad

nacional, que, de vez en cuando, se tenían autos de fe, que eran fiestas religiosas en las que se hacía una gran

manifestación de fe. En ellas, desfilaban las máximas autoridades en procesión y había una misa con sermón importante para

enfervorizar al pueblo, que asistía en masa, para autoafirmar la fe. También asistían los condenados con sambenitos. La mayor

parte de las veces, no había condenados a muerte. Si ocurría esto, después de la ceremonia, eran llevados a otro lugar,

donde se los quemaba o se les daba muerte por los empleados civiles, por no haber querido retractarse, pues hasta el último

momento tenían esta oportunidad. Según Henry Kamen: Se celebraron centenares de autos de fe sin que encendiera una gavilla .

Y ¿cuántos fueron muertos o quemados por la Inquisición española? En los tres siglos y medio de existencia (1478-1834), según

los especialistas, aunque no hay cifras exactas, serían entre 1.500 y 2.000. En la América española existían tres tribunales

de la Inquisición. En Lima (1569-1820) murieron 32; en México (1571-1820), según unos, fueron 20 o, según otros, unos 30; en

Cartagena de Indias (1610-1819) solamente 5 muertos.

Supongamos que fueran un total máximo de 2.000 los muertos por la Inquisición española. De éstos, según Bernardino de Llorca,

solamente fueron sentenciados a muerte 220 protestantes.

Por eso, como dice el historiador peruano Fernando Ayllón: El número de condenados a muerte por el tribunal de la Inquisición

no fue tan exagerado como decían sus detractores... En todo caso, el número de condenados fue mucho menor que en los demás

países europeos en que las guerras religiosas y las quemas de brujas multiplicaron por decenas, cuando no por miles de veces,

esta cifra. La leyenda negra contra el tribunal, conforme lo sostienen la mayoría de los investigadores hoy en día, resulta

por demás insostenible .

En los Estados, en donde el protestantismo había calado profundamente, no existía es verdad la Inquisición; pero, en su

defecto, existía algo peor: el capricho y la voluntad omnímoda de los reyes y príncipes o de los jefes confesionales, como

sucedía en los cantones suizos... El mundo protestante fue mucho más cruel e implacable en la persecución de quienes

profesaban doctrinas diferentes de las profesadas por ellos. En suma, las llamadas crueldades de la Inquisición no eran ni

pecado de la Inquisición ni culpa de España, sino naturales consecuencias del criterio dominante en asuntos procesales y

penales. Por ello, podemos terminar este epígrafe, diciendo que la Inquisición fue en todo mejor que la fama que dejó de sí .


LA QUEMA DE BRUJAS

Dice Gustav Henningsen, un especialista en el tema, que muy en contra de lo que comúnmente se cree, las persecuciones de

brujas no se debieron a la iniciativa de la Iglesia, sino que fueron manifestación de una creencia popular, cuya bien

documentada existencia se remonta a la más temprana antigüedad... Puede comprobarse lo mucho que tienen en común las

creencias brujeriles europeas, asiáticas y africanas. Las ideas, por ejemplo, de juntas secretas de brujas que, en sus

aquelarres nocturnos, celebraban banquetes a base de la carne de sus propios parientes; y la de que la brujería sea un poder

innato para dañar a otro, transformarse en animales y volar por los aires, las comparten los tres continentes... Para una

mente teológica, la brujería, tal como la concebía el pueblo, resultaba absolutamente inaceptable. Por eso, la Iglesia

desechó, desde el principio, dichas creencias como supersticiones paganas... De acuerdo con dicha postura reacia de la

Iglesia, no encontramos nada sobre las brujas en los primeros manuales del Santo Oficio .

No fue la Inquisición quien inició la persecución de las brujas, sino la justicia civil en los Alpes y en Croacia... Parece

ser que la legalización de la caza de brujas se debió a exigencias del pueblo ante las que sucumbieron, primero los

tribunales civiles y, poco a poco, tuvo la Iglesia que adaptarse a esta corriente. En realidad, la Inquisición no aparece

involucrada en este tipo de persecuciones con anterioridad al siglo XV... La exagerada suposición de que el Santo Oficio

(Inquisición) en el siglo XV y XVI hubiera quemado a 30.000 brujas, hace tiempo que ha dejado de tenerse en consideración por

la ciencia .

Sin embargo, la prensa populista todavía sigue hablando de millones de brujas quemadas por la Iglesia. Con

frecuencia, se saca a relucir un libro de 1486, escrito por un inquisidor alemán, Heinrich Institoris, llamado Malleus

maleficarum (martillo de las brujas). Este libro se imprimió en varias lenguas y tuvo muchas ediciones, pues en él se

reproducía la bula papal de Inocencio VIII, donde apoya la persecución de las brujas. Quizás este libro tuvo alguna

influencia negativa, según Henningsen, en algunos lugares del sur de Alemania y del sur de Francia, pero no lo tuvo, en

absoluto, en las Inquisiciones de España (1478), Portugal (1531) ni en la Romana (1542).

En España, el 14 de diciembre de 1526, el inquisidor general y el Consejo de la Suprema (supremo tribunal

inquisitorial) dio unas instrucciones, que no tienen parangón en el mundo entero. Dice Henningsen: ¿Dónde, en el resto de

Europa, encontramos paralelos a ordenanzas como éstas?:

- Cualquier bruja, que voluntariamente confiese y muestre señales de arrepentimiento, será reconciliada y readmitida en

el seno de la Iglesia, sin confiscación de bienes, sino recibiendo penas menores.
- Nadie será arrestado en base a confesiones de otras brujas.
- Los casos referentes a esta delicada materia, deberán ser siempre remitidos al inquisidor general y a su Consejo, la

Suprema (anexo, doc 4).

Con estas instrucciones se consiguió librar a España de la quema de brujas durante la mayor parte de un siglo, con la

excepción de algún caso que otro, en que se procedió sin consultar la causa y su sentencia con la Suprema, como estaba

ordenado… Cuando la quema de brujas volvió a introducirse en 1610 en el norte de España, el inquisidor general Alonso de

Salazar recorrió todo el país vasco español, portando un edicto de gracia… La actuación de Salazar contribuyó a que se

dejasen de quemar brujas en todo el imperio español .

Precisamente, el doctor Henningsen ha escrito un libro sobre el inquisidor Alonso de Salazar, titulado The witches

advocate (el abogado de las brujas).

Podríamos preguntarnos: ¿por qué no se publican y difunden estas instrucciones de los inquisidores generales

españoles, que son un ejemplo a nivel mundial y salvaron miles de brujas? En Portugal hubo muchísimos menos casos que en

España. La inquisición romana, en Italia, también tomó una postura crítica frente a acusaciones de brujería y exigió la

presentación de pruebas fehacientes. Estas instrucciones de la Inquisición romana son de 1624.

Veamos las cifras exactas. Según las investigaciones de Gustav Henningsen, presentadas en el Simposio Internacional sobre la

Inquisición, las cifras de la quema de brujas por la Inquisición, por inesperadas, resultan asombrosas. Para Portugal es 4,

para España 59 y para Italia 36 . Realmente, esto es asombroso, si lo comparamos con los países que no tuvieron la

Inquisición. Según el mismo Henningsen, en Polonia quemaron 10.000; en Francia 4.000; en Suiza 4.000; en Inglaterra 1.500; en

Dinamarca – Noruega 1.350; en Checoslovaquia 1.000; en el condado de Lichtenstein 300, sobre un total de 3.000 habitantes; y

en Alemania, mayoritariamente protestante, 25.000.

En los tres países en que había Inquisición (Portugal, Italia y España) los tribunales civiles quemaron en total 1.300.

Solamente unas cien, como hemos dicho, fueron debidas a sentencias de la Inquisición. Por eso, dice Henningsen: La

Inquisición fue la salvación de miles de personas acusadas de un crimen imposible .

Por este servicio a la humanidad y a la verdad (de librar de la muerte a miles de acusados de brujería, pues hubo unos 20.000

juicios llevados a cabo en los tribunales inquisitoriales), la Inquisición española merece la gratitud de todos los hombres

civilizados . Y lo mismo podemos decir de la Inquisición portuguesa o romana.

Como vemos, la leyenda negra ha creado el mito de que la Iglesia quemó miles de brujas sin piedad, lo que es totalmente

contrario a la verdad. Pero no faltan los incautos que lo siguen creyendo por ignorancia, y lo siguen repitiendo sin

fundamento alguno, aceptando así las insinuaciones maliciosas de los enemigos de la Iglesia en contra de toda verdad

histórica.


REFLEXIONES SOBRE LAS INQUISICIÓN

En primer lugar, debemos observar que los tribunales de la Inquisición introdujeron mejoras en el derecho penal, que para

aquellos tiempos eran novedades. Debía haber un médico para controlar la tortura, tenían derecho los reos a un abogado de

oficio y testigos de abono a su favor. El tiempo de tortura era limitado a una hora y no podía haber derramamiento de sangre

ni mutilaciones, como en los tribunales civiles.

Por otra parte, si no hubiera existido la Inquisición, los tribunales civiles habrían enviado a la muerte sin compasión a

miles de herejes, considerados como enemigos del Estado. No era casualidad que los corsarios y piratas, que asolaban las

costas de España y América, eran protestantes, ingleses y holandeses. En ese caso, habría habido más crueldad y más errores

al no distinguir bien quién era y quién no era hereje. Y, por supuesto, habrían podido entremezclarse venganzas políticas o

personales.

Hemos anotado que en España, en tres siglos y medio, hubo un máximo total de 2.000 muertos. ¿Cuántos muertos habría habido,

si no hubiera existido la Inquisición? En Francia, las consecuencias de las guerras religiosas, fueron terribles. El 30 de

setiembre de 1566, los protestantes hicieron una masacre de católicos en la noche de san Miguel, que, por eso, se llamó

Miguelada. Y los católicos hicieron otra masacre de protestantes en la noche de san Bartolomé, en París, donde mataron unos

3.000, y otros tantos en provincias.

En Inglaterra, Enrique VIII se constituyó jefe de la Iglesia y, según el historiador Raphael Holisend, hizo matar a 72.000

católicos. Su hija Isabel I, en muy pocos años y también en nombre de un cristianismo reformado y, por tanto, purificado,

causó más víctimas (y con métodos más atroces) que la Inquisición (española, romana y portuguesa juntas) a lo largo de su

existencia . En 1649, los ingleses mataron en Irlanda, concretamente en Drogheda y Wexford, a miles de católicos; algunos

dicen hasta 40.000. Y negaron los derechos civiles a los irlandeses hasta 1913. Les prohibían poseer tierras, ejercer

profesiones liberales y el derecho al voto. No podían casarse con personas protestantes y tenían pena de muerte, si recibían

a un sacerdote o religioso.

Con relación a Calvino, enviaba mensajes al rey de Inglaterra, desde Ginebra, donde fue dictador religioso y civil durante 23

años, para exterminar a los católicos. Y le escribía: Quien no quiera matar a los papistas es un traidor, salva al lobo y

deja inermes a las ovejas .

El mismo Calvino, entre 1542 y 1546, en sólo cuatro años, envió a la muerte a 40 personas y 78 al destierro. Lutero mismo

consideraba normal la pena de muerte y él mismo incitó a los príncipes a la matanza de los campesinos, en la llamada guerra

de los campesinos, donde murieron unos 150.000.

Y podíamos seguir hablando de otros países protestantes o de lo que hacían los musulmanes con los cristianos, que

los esclavizaban y los mataban, si no aceptaban su religión. Por esto y por mucho más, podemos preguntarnos seriamente:

¿Hubiera sido mejor que no hubiera existido la Inquisición? A pesar de las muertes y torturas y de todos los errores y

excesos que pudo haber, ¿habría habido menos muertes sin la Inquisición? En los países que no tuvieron Inquisición como

Francia, Inglaterra, Alemania…, ¿no hubo muertos por cuestiones religiosas? ¿Cuántos habrían muerto en guerras de religión en

España y Portugal sin la Inquisición? ¿Y cuántas brujas habrían muerto? Por ello, sinceramente, creemos que el balance

general es muchísimo más positivo que negativo y que, por consiguiente, hablar de la Inquisición como de una institución

sanguinaria, cruel e inhumana, es lo menos acorde a la verdad. Sin ella, el mundo habría lamentado muchos más miles de

muertos.

Pero la enseñanza que debemos sacar de todo esto, es que la tolerancia religiosa debe ser una norma de vida y que nunca

debemos imponer la verdad por la fuerza de la violencia. La verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma

verdad . Por ello, el Papa Juan Pablo II pidió perdón el año 1982 y el 2000 por los excesos, errores e intolerancia de la

Inquisición.


2.- LAS CRUZADAS

Han sido descritas por algunos autores como guerras santas, en las que, en nombre de la religión, se cometieron muchas

masacres. Y esto suele decirse con el propósito de recalcar que la Iglesia siempre ha tratado de eliminar a sus enemigos en

nombre de su fe. Pero las cosas no son tan sencillas como parecen a primera vista. La historia es mucho más compleja de lo

que algunos creen y no se pueden poner clichés fáciles de intolerante, oscurantista, retrógrada, o cosas parecidas.

Según el historiador medievalista Franco Cardini, en un artículo aparecido en Avvenire, con el título Cruzadas, no guerras de

religión, las Cruzadas no fueron guerras para suprimir a los infieles o convertirlos a la fuerza. Los excesos y violencias,

que existieron, no se justifican. Pero no hay que olvidar que los seguidores del Islam destruyeron toda sombra cristiana en

Jerusalén entre 1009 y 1020. Los cristianos fueron perseguidos y sus casas saqueadas. La persecución duró unos diez años.

Después pudieron realizarse de nuevo peregrinaciones y se fueron reconstruyendo los lugares santos. El año 1078, los turcos

seléucidas conquistaron Jerusalén y de nuevo vinieron las persecuciones. Poco a poco, fueron cayendo las principales sedes

cristianas de Oriente. Incluso, Constantinopla estaba en peligro y pidió ayuda al Papa y a los reyes cristianos. En este

ambiente de defensa de la cristiandad y de Constantinopla en particular, comenzó un movimiento generalizado de querer

reconquistar los santos lugares. Este movimiento fue concretado en el concilio de Clermont en 1095 con el apoyo y el aliento

del Papa Urbano II, que fue el promotor de la primera Cruzada. Esta primera Cruzada, con todas sus vicisitudes, buenas y

malas, tuvo como resultado la conquista de Jerusalén el 15 de julio de 1099 por Godofredo de Bouillon. Durante cien años, los

cristianos estarán en Jerusalén; después serán expulsados y tratarán de reconquistarla sin éxito.

Según el historiador Thomas Madden, profesor de historia de la universidad de San Luis (USA) y autor del libro A concise

history of the crusades, hay muchos mitos con relación a las Cruzadas. Uno de ellos es que fueron guerras de agresión contra

un mundo musulmán pacífico. Esta es una afirmación completamente equivocada; pues, desde los tiempos de Mahoma, los

musulmanes intentaron conquistar el mundo cristiano. En el siglo XI, ya habían conquistado dos terceras partes del mundo

cristiano (Palestina, Egipto, Asia Menor, Norte de África, España…).

Otro mito es que, en la conquista de Jerusalén en 1099, masacraron a todos sus habitantes. Ciertamente, mataron a

muchos de ellos después de conquistarla, pero hay que recordar que, en aquellos tiempos, en todas las civilizaciones europeas

y asiáticas, la captura de una ciudad por la fuerza (por no haber querido rendirse) daba derecho a todos sus bienes e,

incluso, a sus habitantes. Lo mismo hacían los musulmanes. En cambio, en las ciudades musulmanas que se rindieron, los

cruzados respetaron a la gente y pudieron continuar libres profesando su propia fe.

Quizás parezca cruel el actuar de los tiempos medievales, pero hoy día se mata a un número muchísimo mayor en las

guerras, incluidos niños y mujeres inocentes, en bombardeos indiscriminados (recordemos Dresde, Hiroshima, Nagasaki…) y nadie

dice nada.

En cuanto a la Reconquista en España, tuvo carácter de Cruzada. Por ello los reyes españoles no participaron en las

campañas de Tierra Santa. Sin esta Cruzada de la Reconquista, España sería todavía musulmán y no habría dado al mundo tantos

misioneros y tantos santos.

Según el historiador Cardini: Las Cruzadas, entendidas como guerras santas contra los musulmanes, es una exageración.

En realidad, lo que interesaba era ayudar a los hermanos en Cristo, amenazados por los musulmanes.

Vittorio Messori dice: ¿Quién fue el agredido y quién el agresor? Cuando el año 638 el califa Omar conquista Jerusalén, ésta

ya era desde hacía más de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores del profeta invaden y destruyen las gloriosas

iglesias, primero de Egipto y luego del norte de África, llevando a la extinción al cristianismo. Toca luego a España, a

Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamará Turquía, donde las comunidades fundadas por san Pablo mismo, se convierten en

cúmulos de ruinas. En 1453, tras siete años de asedio, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El

rodillo islámico alcanza los Balcanes y, como por milagro, es detenido y obligado a retroceder ante los muros de Viena...

Todavía hoy, ¿qué país musulmán reconoce a los otros, que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto?

¿Quién se indigna ante el genocidio de los armenios ayer y de los sudaneses cristianos de hoy? El mundo, según los devotos

del Corán, ¿no está dividido en territorio del Islam y territorio de la guerra, esto es, todos los lugares todavía no

musulmanes que deben serlo, por las buenas o por las malas? Un simple repaso a la historia, incluso, en sus líneas generales,

confirma una verdad evidente: una cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión musulmana, desde los

inicios hasta hoy... ¿Deberán ser quizás los católicos quienes se hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel

intento de tener al menos abierta la vía de la peregrinación a los lugares de Jesús, que fue el ciclo de las Cruzadas? .

Evidentemente, no se justifican los abusos, excesos y masacres de los cruzados, sobre todo, en la conquista de

Constantinopla. Pero considero que nadie debe concluir de esto que la Iglesia es una institución que fomenta la violencia y

no la paz. Precisamente, no hay en el mundo entero una Institución que promueva más la paz que la Iglesia católica. Ya hace

muchos años, desde el concilio Vaticano II, la Iglesia ha hablado claro en favor de la libertad religiosa. Pero en muchos

países, los cristianos siguen siendo perseguidos y masacrados en pleno siglo XXI. Y no sólo en países comunistas como China y

Corea, también en países musulmanes y de mayoría budista e hinduista. Y ya sabemos que no faltan algunos musulmanes

extremistas que, en nombre de su religión, se creen con derecho a matar sin piedad en atentados terroristas. Por todo ello,

podemos concluir con algunas preguntas:

¿Fueron inútiles las Cruzadas? De ninguna manera. Desde el punto de vista comercial fueron extraordinariamente fecundas. Se

abrieron nuevas rutas comerciales. Los productos de Oriente se dieron a conocer en Europa y prosperó la industria. Se

desarrollaron las ciencias; cobró auge la geografía, la náutica, la medicina, las matemáticas, la astronomía, la

filosofía..., al contacto con los sabios bizantinos, judíos y musulmanes.

Por otra parte, no olvidemos que, como dice el historiador de la Academia francesa René Grousset: La catástrofe de 1453

(conquista de Constantinopla por los turcos) estuvo a punto de haber tenido lugar en 1090, y fue retrasada tres siglos y

medio .

Si eso no hubiera ocurrido, quizás ahora Europa sería musulmana y apenas habría cristianos en el mundo y menos en América. De

todos modos, creo que nadie puede dudar de que los últimos Papas han hecho y siguen haciendo más que cualquier otro líder

político o religioso del mundo por la paz. Con toda seguridad, sin la presencia de la Iglesia, el mundo sería mucho más

violento y peligroso. Ella es la mejor defensora de los derechos humanos. Sobre todo, con sus obras de caridad, de educación

y de ayuda a pobres, enfermos y necesitados del mundo entero.


3.- LA ESCLAVITUD

Éste es otro tema en el que gente sin escrúpulos y con supina ignorancia nombra a la Iglesia como causante de todos sus

males. Olvidan, o quizás no saben, que, incluso, antes del descubrimiento de América, ya los Papas habían hablado en contra

de la esclavitud. Por citar algunos Papas que la condenaron: San Gregorio Magno, Adriano I, Alejandro III, Inocencio III,

Gregorio IX, Pío II (año 1462), Leon X, Pablo III, Pío V (1568), Benedicto XIV (1714), Pío VII, Gregorio XVI y Leon XIII en

1888 con la encíclica Catholicae Ecclesiae.

La esclavitud era una práctica que se usaba desde muy antiguo y que los romanos habían legalizado. Pero, con el avance

musulmán sobre Europa, fueron muchos los miles de cristianos que tuvieron que soportar una dura esclavitud. Por esto, en la

Iglesia surgieron muchos grandes misioneros y santos, como san Juan de Mata, san Félix de Valois, san Pedro Nolasco, que

fundaron Órdenes religiosas como los Trinitarios y Mercedarios, para liberar a los cautivos.

Al descubrirse América, Colón, en su segundo viaje de 1496, llevó 300 indios esclavos a España, pero la misma reina Isabel la

Católica ordenó su regreso, imponiendo la libertad a todos sus súbditos americanos. En 1501, los Reyes Católicos dieron

rigurosas instrucciones al comendador Nicolás de Ovando para que los indios no fuesen tratados como esclavos sino como

hombres libres. Fueron muchas las cédulas reales y leyes para imponer esta norma de libertad para los indios. En los primeros

años de la conquista, no fue fácil imponer estas leyes puesto que tanto los indios como los españoles, pensaban que era

legítima la esclavitud como derecho de guerra. Según algunos historiadores, como fray Bernardino de Sahagún, los aztecas

hacían esclavos en las guerras y después los sacrificaban vivos a los dioses o se los comían. Los misioneros españoles

tuvieron mucho que hacer contra esta costumbre de los indígenas americanos y contra los mismos españoles. Incluso, las leyes

fueron duras para los que no acataban la ley, como ocurrió con Cristóbal Colón y con el mismo Hernán Cortés, que tuvo que dar

libertad a todos los esclavos que tenía trabajando en sus tierras y que había conseguido en la guerra.

Con relación a los indios, su esclavitud fue prohibida y los indios fueron dados en encomienda, como era el sistema usado en

España. Y la encomienda dio paso a la reducción de los indios en pueblos para ser mejor evangelizados. De este modo, como

dice el historiador Pereña, la corona española se adelantaba varios siglos a la abolición de la esclavitud en el mundo .

Con relación a la esclavitud de los negros, la situación fue totalmente distinta. Los Papas se opusieron rotundamente, pero

muchos teólogos y eclesiásticos la apoyaban en la práctica y hasta tenían esclavos negros en sus haciendas como trabajadores.

Los reyes españoles lo permitieron desde el principio como mano de obra, tanto para las minas como para las haciendas. El

tráfico de negros desde África fue realizado por compañías privadas, aunque con el beneplácito de los gobiernos. Los negreros

casi nunca fueron españoles. Eran la mayor parte portugueses, ingleses, holandeses, franceses y, por períodos más o menos

cortos, daneses, suecos, alemanes y norteamericanos. Normalmente, los españoles compraban los negros a los ingleses de

acuerdo a convenios. Los principales puertos españoles de América que los recibían eran Cartagena de Indias en Colombia y

Veracruz en México. Por Cartagena pasaron un millón de esclavos. No se sabe cuántos por Veracruz.

Según estadísticas, en 1872 había en Brasil 1.510.000 esclavos y 4.245.400 negros libres. En USA en 1860, 4.000.000 de

esclavos y 488.000 negros libres. En Cuba, en 1861, 370.000 esclavos y 232.000 negros libres. En Puerto Rico, en 1860,

41.000 esclavos y 240.000 libres. En México fueron liberados los 3.000 esclavos en 1810 y en Chile sus 4.000 esclavos en

1823. Perú lo hizo en 1824 y así en los demás países de habla hispana, que abolieron la esclavitud con la independencia.

Brasil fue el último país en abolirla en 1888.

Pero una cosa debemos observar, según el historiador inglés Henry Kamen: No se puede dudar que la legislación española para

los negros, como para los indios, era la más progresista del mundo en aquella época . Según varios historiadores de renombre

como Gilberto Freyre, Frank Tannenbau, Herbet S. Klein, Frederick Bower y José Antonio Saco, la crueldad no fue el signo

distintivo de la esclavitud de los negros en las posesiones españolas .

Una de las principales razones era, porque la mayoría de los negros habían sido catequizados y los consideraban como

cristianos con la misma dignidad ante Dios. Los eclesiásticos recomendaron constantemente la liberación de los esclavos.

Bower, por ejemplo, informa que, entre 1524 y 1650, fueron liberados incondicionalmente en Lima el 33.8% de los esclavos y en

ciudad de México el 40.4%. Por otra parte, es evidente que los españoles y portugueses no tuvieron prejuicios para asimilar

a la población negra y, por eso, había muchos matrimonios mixtos, lo que no ocurría en USA y en otras colonias británicas,

donde estaban prohibidos estos matrimonios.

Por poner un ejemplo, en 1830, en Surinam, Antillas holandesas, el gobernador ordenó que ningún negro fumara, cantara o

silbara en las calles de la ciudad; que, al acercarse un blanco a cinco varas, todo negro se descubriera y que no se

permitiera a ninguna negra llevar ropa alguna encima de la cintura. En USA, el liberador de los negros, el presidente

Abraham Lincoln, en un discurso en Charleston, Illinois, en 1858, dijo: No soy partidario de la igualdad social y política

entre la raza blanca y la raza negra. Existe una diferencia física entre ellas, que les impedirá siempre vivir juntas en

igualdad social y política. Existe, naturalmente, una situación de superioridad e inferioridad y mi opinión es asignar la

posición de superioridad a la raza blanca .

En USA se abolió la esclavitud en 1863, pero todavía tuvieron que pasar unos cien años hasta que los negros pudieran

disfrutar de sus plenos derechos civiles. Durante muchos años sufrieron discriminación. Martin Luther King (1929-1968), el

defensor de la resistencia no violenta a la represión racial, premio de la paz de 1964, fue asesinado por defender los

derechos de los negros en 1968. En Sudáfrica existía el apartheid... Pero lo peor de todo es la esclavitud en el mundo

musulmán.

En Zalzíbar, a fines del siglo XIX, había 200.000 esclavos en una población de 300.000 habitantes. En Mauritania, la

esclavitud fue abolida en 1982, y en algunos países, donde existe la sharia o ley extraída directamente del Corán, está la

esclavitud todavía vigente en pleno siglo XXI. Según Mahoma, el creyente puede suavizar la esclavitud, pero no abolirla y,

todavía hoy, las víctimas de las razzias de los árabes musulmanes tienen, como siempre, su meta los negros. Y en los países

donde conviven árabes y negros, como en el Sudán, los negros son sometidos a la fuerza a un trato cruel y permanente. En

cambio, la Iglesia ha rechazado oficialmente la esclavitud y, a través de sus misioneros, ha evangelizado a los negros como

no se hizo en los países protestantes. San Pedro Claver (1580-1654) en Cartagena de Indias bautizó y catequizó a 300.000.

También fueron grandes misioneros de los negros el Padre Alonso de Sandoval (1576-1652) y Diego de Avendaño (1594-1688). En

el Perú destacó Santo Toribio de Mogrovejo que trató a los negros como hijos y los liberó. El P. Francisco del Castillo fue

el infatigable apóstol de los negros en el Perú. Los eclesiásticos siempre aconsejaron la liberación de los esclavos y el

buen trato. Y, actualmente, la Iglesia sigue empeñada en liberar a los esclavos de la droga o del alcohol o de la pornografía

o de otros vicios.

La agencia de noticias Fides ha revelado el año 2004 que, cada año, un millón de niños son vendidos en los mercados de la

prostitución o son comprados para engrosar las filas de los ejércitos de países destrozados por la guerra, o, lo que es mucho

peor, son asesinados para extraer sus órganos vitales a precios astronómicos. En Tailandia, entre 1993 y 1995, la

prostitución infantil representaba entre el 10 y 16 por ciento del producto bruto. Un hígado de un niño, asesinado para

extraer sus órganos, alcanza en el mercado negro los 30.000 euros. Y muchos miles de niños son obligados a trabajar en

condiciones infrahumanas. Por eso, la Iglesia sigue levantando su voz a favor de los nuevos esclavos y ayudando a través de

sus obras sociales a todos los que puede.


4.- EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA

Otro de los puntos repetitivos de la leyenda negra son los abusos, injusticias y masacres cometidos en la conquista de

América por españoles y portugueses. Por supuesto que no faltaron abusos como en toda empresa humana, sobre todo, en las

guerras. Pero no hay duda de que los reyes españoles tomaron muy en serio la tarea de la evangelización y que ésa fue su

primera meta, sin descartar, por supuesto, otros intereses. La reina Isabel La Católica en su testamento, redactado en Medina

del Campo el 23 de noviembre de 1504, dice claramente: No permitan que los indígenas de las islas y tierra firme,

conquistadas o por conquistar, sufran el menor daño en sus personas y en sus bienes y, por el contrario, mando que sean

tratados con justicia y humanidad y que sean reparados todos los daños que hayan podido sufrir. El mismo Hernán Cortés dice:

Exhorto y ruego a todos los españoles que en mi compañía fuesen a esta guerra, que su principal motivo e intención sea

apartar y desarraigar de las dichas idolatrías a todos los naturales de estas partes y reducirlos, o a lo menos desear su

salvación y que sean reducidos al conocimiento de Dios y de su santa fe católica, porque si con otra intención se hiciese la

dicha guerra, sería injusta .

Ahora bien, es cierto que, con frecuencia, los españoles no se comportaron como buenos cristianos, sino como conquistadores

sin escrúpulos. Pero los incas y aztecas también lo eran y se mantenían en el poder gracias a la opresión violenta de los

pueblos sometidos. Cuando Pizarro llegó al Perú, los incas acababan de matar a 20.000 miembros de tribus rivales . Los incas

practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía o una epidemia. Las víctimas, a veces, eran niños,

hombres o vírgenes, que eran estranguladas o desolladas y, en ocasiones, se les arrancaba el corazón a la manera azteca .

Atahualpa, para subir al trono, exterminó a toda la familia real de su hermano Huáscar, a quien asesinó con centenares de sus

familiares. Su cráneo lo guardaba para beber y su pellejo lo usaba como tambor. Según informa el jesuita José Acosta

(1539-1599) en su Historia natural y moral de las Indias, Huayna Capac, padre de Atahualpa, era adorado como un dios y, a su

muerte, mataron mil personas de su casa para que fuesen a servirle en la otra vida (VI, 22).

Las mujeres eran propiedad del Estado y ciertos funcionarios las seleccionaban y distribuían. Tenían esclavos, que eran

prisioneros de guerra o de origen hereditario. Según dice el historiador Guamán Poma de Ayala (1534-1617) en su Nueva

Crónica y buen gobierno, el régimen incaico estaba basado en el miedo y en la obediencia total.

El imperio incaico, dice Pedro Voltes, era un coloso con pies de barro. Por eso, pudo ser conquistado por Pizarro con 170

hombres. En el Perú antiguo no se pensaba en otra cosa que en obedecer y, preso y muerto Atahualpa, se siguió obedeciendo a

quienquiera que mandara. Y así lo hizo el último obrero y lo hizo el astrónomo y lo hizo el cirujano que practicaba

trepanaciones y el constructor que levantaba obras, que hoy siguen pasmándonos con sus misterios técnicos insolubles en sus

picachos de vértigo .

Según Guamán Poma de Ayala, al referirse a las ceremonias fúnebres de los Antisuyos, escribe: Son indios de la montaña que

comen carne humana. Y así, apenas tienen al difunto, que luego comienzan a comerlo, que no dejan carne sino todo hueso .

En cuanto a los aztecas, se sabe que hacían continuas guerras para tener esclavos que sacrificar a sus dioses. En 1485

habían sido sacrificados al dios Hvitzilopoctli más de 84.000 indios . Según fray Toribio de Motolinía, franciscano y gran

educador de los indios: Después que los españoles anduvieron de guerra y ya ganada México hasta pacificarse la tierra, los

indios amigos de los españoles, muchas veces, comían de los que mataban, porque no todas las veces los españoles se lo

impedían, sino que, algunas veces, por la necesidad que tenían de los indios, pasaban por ello, aunque lo aborrecían .

De modo que, no sólo hacían miles de sacrificios humanos, sino que se comían a los vencidos. Sin embargo, hay muchos que

hablan de que los conquistadores aniquilaron su cultura. Pero, cuando llegaron los españoles a América, encontraron que

ignoraban la rueda, la bestia de carga, la bóveda, la escritura, la moneda... y desconocían las técnicas que hacen posible

amplios cultivos agropecuarios. Por supuesto que la conquista, no fue obra exclusiva de los españoles. Apenas si llegaban a

América, cuando más, unos quinientos españoles por año. Hubiera sido imposible que tan pocos hubieran conquistado tan grandes

imperios, si no hubieran tenido el apoyo de tribus amigas, que querían liberarse del yugo de sus opresores. Según dice Hernán

Cortés en su III carta al Emperador, la conquista de México, el 13 de agosto de 1521, fue obra de 900 españoles contra más de

150.000 hombres, pero ayudados por las tribus amigas. Por eso, el gran historiador Arturo Arnáiz pudo afirmar: La conquista

de México la hicieron los indios y la independencia los españoles. Pues la conquista fue fundamentalmente lucha entre tribus

rivales y la independencia fue obra de los criollos, descendientes de españoles. Sin embargo, la gran despoblación de América

no se debió a las guerras sino a los efectos devastadores de las epidemias. Los españoles contagiaron enfermedades

desconocidas en América, como la viruela y el sarampión, que ocasionaron millones de muertos. Pero también los españoles

murieron en grandes cantidades, debido a las enfermedades tropicales.

En cuanto a los abusos de los españoles, la mayoría de los historiadores actuales reconoce que fray Bartolomé de las

Casas, cuando habla de ellos en su escrito Brevísima relación de la destrucción de las Indias (año 1542), está exagerando

mucho. El Padre Las Casas había sido encomendero y, al convertirse, su celo desmedido a favor de los indios le llevó a

exagerar en contra de los españoles. Él dice, por ejemplo, que los aztecas no mataban en México al año en sacrificios humanos

ni a cincuenta, pero historiadores como Alfonso Trueba dice: En el imperio azteca se sacrificaban veinte mil hombres al año .

El primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, un hombre prudente y honesto, afirma en una carta de 1531, dirigida al

capítulo franciscano reunido en Tolosa, que los indios tenían la costumbre de sacrificar 20.000 hombres cada año .

Sin embargo, todas sus exageraciones sobre los atropellos cometidos, fueron recibidas en la corte y se dieron las normas

oportunas. El mismo emperador Carlos V lo defendió contra sus detractores y lo nombró obispo de Chiapas. Sobre él, escribió

fray Toribio de Benavente, Motolinía, al emperador en 1555: Todos sus negocios han sido con algunos desasosegados,

escribiendo cosas con su apasionado espíritu contra los españoles .

En cuanto a las encomiendas, no fue un sistema de esclavitud ni un invento de los conquistadores para explotar a los indios.

Era una institución establecida en España desde hacía varios siglos y que los españoles transplantaron a América como el

mejor medio de educarlos. Después, la encomienda dio lugar a las reducciones en pueblos, pero fue oficialmente suprimida en

1718.

Recordemos que los españoles tuvieron que luchar contra la esclavitud que practicaban los indios y que era una costumbre

ancestral entre ellos. Dice fray Toribio de Benavente: En esta provincia de Tlaxcala, el año pasado (1536), libertaron más

de veinte mil esclavos y pusieron grandes penas para que nadie hiciese esclavo ni lo comprase ni lo vendiese, porque la ley

de Dios no lo permite .

Sobre la poligamia, anotemos que Moctezuma, en Tepic, tenía en su palacio mil mujeres y algunos afirman que tres mil entre

señoras y criadas y esclavas; de las señoras, que eran muchas, tomaba para sí Moctezuma las que bien le parecía . Y de los

principales señores de esta tierra hubo algunos que tuvieron a ciento, a ciento cincuenta y hasta doscientas mujeres. Entre

los señores y principales se repartían la mayor parte de las mujeres casaderas, dejando muy pocas para los pobres, que apenas

tenían, con quien casarse. Además, los señores robaban a las niñas para agregarlas más adelante al número de sus mujeres .

Y no sólo hablamos de México. Según el gran estudioso Salvador Madariaga en su libro El auge y ocaso del imperio español en

América, era normal la poligamia, la esclavitud y el canibalismo en América antes de la llegada de los españoles.

Por eso, los misioneros tuvieron una gran tarea en la evangelización. En México, en cada convento, había escuela y hospital.

En el siglo XV en México, había 300 conventos, que tenían escuelas externas para los niños del pueblo común y otra interna

para los hijos de los indios principales. En 1540, fray Toribio de Benavente escribe: Hay tantos alumnos indios que, en

determinados monasterios, hay 300, 400, 600 y hasta mil alumnos .

En Lima, en 1549, el obispo Loayza fundó un hospital, exclusivamente para indios, y él mismo vivía en el hospital y los

cuidaba. Por otra parte, los religiosos misioneros prestaron un inmenso servicio para la preservación de las lenguas

indígenas. Entre 1524 y 1572, escribieron 109 obras de bibliografía indígena; se esforzaron en aprender las lenguas de los

indios y predicarles en su propia lengua; y eran los primeros que se oponían a las autoridades políticas y militares,

luchando para que los tributos fueran justos y se evitaran los abusos de los encomenderos. Algunos escribieron importantes

libros sobre la cultura, religión, historia, medicina, arte, etc., de los indígenas. También fundaron las primeras

universidades de América como la universidad de San Marcos de Lima, en 1551, para españoles, indios y mestizos.

Un capítulo aparte y especial es el que se refiere a las Reducciones del Paraguay. Fueron dirigidas por los jesuitas, que

tuvieron que defenderlas de los peligros del contacto externo con comerciantes españoles. Por eso, estuvieron prácticamente

aisladas, pero también tuvieron que defenderlas de las excursiones de los paulistas que, desde Brasil, hacían razzias para

llevarse indios como esclavos (la esclavitud de indios estaba permitida en Brasil). Entre 1628 y 1630 los paulistas se

llevaron 60.000 cristianos de las Reducciones como esclavos. Por este motivo, los misioneros tuvieron que armar un ejército

que, con permiso de las autoridades españolas, tenían hasta armas de fuego. Sólo así pudieron defenderse. Algunos autores,

dicen que habitaban en las Reducciones paraguayas unos 150.000 a 200.000 indios. No eran, pues, unas pequeñas reservas

indias, sino una verdadera nación fuerte y organizada. Como referencia, pensemos que, en 1725, Buenos Aires sólo tenía unos

5.000 habitantes.

En 1700 había unos 250 jesuitas a su cargo. Los visitantes se admiraban de la prosperidad, al ver allí relojes, órganos y

toda suerte de instrumentos musicales, fabricados completamente por los indios. En algunos lugares, tenían astilleros para

construir sus propias embarcaciones. Había imprentas para imprimir textos, gramáticas, catecismos y libros espirituales.

Hablaban en guaraní, lo que fue decisivo para que esta lengua se conserve hasta hoy. Los castigos impuestos por los

misioneros eran muy benignos: unos días de cárcel o algunos azotes. Entre 1608 y 1768 vivieron en las Reducciones unos 1.500

jesuitas y, entre ellos, hubo 32 mártires.

Voltaire, el famoso filósofo francés, blasfemo y anticristiano, decía sobre las Reducciones: Cuando se arrebataron a

los jesuitas las misiones del Paraguay en 1768, los indios habían llegado al grado más alto de civilización que un pueblo

joven puede alcanzar… En las misiones se respetaba la ley, se llevaba una vida limpia, los hombres se consideraban como

hermanos, florecían las ciencias útiles y aún algunas de las artes más bellas y en todo reinaba la abundancia .

Según el historiador francés Clovis Lugon: Ninguna región de América conoció en la época una prosperidad tan general ni un

desarrollo económico tan sano y equilibrado . Algunos autores hablan de estas Reducciones como de las comunidades utópicas,

ideales, más perfectas y duraderas de la historia humana. Al momento de su extinción, estaban en plena prosperidad. Y su

extinción provino de causas externas. El gobierno español, infiltrado por masones e ilustrados racionalistas, decidió la

expulsión de los jesuitas de los territorios españoles de la península y ultramar. En ese momento, año 1767, en las

Reducciones había 769.869 cabezas de ganado bovino; 38.141 ovino; 139.634 caballos, mulas y burros, para darnos una idea de

su prosperidad .

Al ser expulsados, había en toda América 2.700 jesuitas, de los que 420 murieron durante la travesía hasta Cádiz, debido a

malos tratos, pues iban como prisioneros. A principios del Siglo XIX, lo poco que quedaba de las Reducciones fue arrasado en

las guerras de la independencia. Ahora sólo quedan, en la selva, unas ruinas ciclópeas de iglesias misionales, restos de

casas, talleres, graneros, como triste testimonio de la victoria de la Ilustración, es decir, del dominio de la Razón, sobre

Dios y el Evangelio.

Más datos sobre el esfuerzo de España en la evangelización de América: En 1623 había en la América hispana 70.000 iglesias, y

cada año partían a América unos 130 a 150 misioneros. En ese año, había más de 11.000 religiosos y muchísimos sacerdotes

diocesanos, trabajando en América. Muchos de ellos murieron mártires a manos de los indios o por otras causas, como

aquellos 40 jesuitas, asaltados en su viaje a América por piratas holandeses y que fueron asesinados por el delito de ser

papistas, en junio de 1570.

Por supuesto que entre los sacerdotes también hubo algunos que no fueron dignos. Y también a ellos los condenaba la

Inquisición. Pero hubo más de 30 santos y un gran número de mártires, que brillaron en la América hispana como una luz de

Dios en las tinieblas. Entre ellos, podemos citar a san Juan Diego, el de la Virgen de Guadalupe, los 3 niños mártires de

Tlaxcala y los beatos Juan Bautista y Jacinto de los ángeles (indígenas). El Venerable Francisco de la Cruz y Antonio Roa,

san Roque Gonzáles, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, beato Sebastián de Aparicio, san Felipe de Jesús, mexicano mártir

en Japón. San Pedro de san José Betancourt, venerable Antonio Margil de Jesús, beato Junípero Serra, santo Toribio de

Mogrovejo, san Juan Macías, san Martín de Porres, santa Rosa de Lima, santa Mariana de Jesús, beata sor Ana de los Ángeles y

Monteagudo, san Francisco Solano, san Luis Beltrán, san Pedro Claver (1580-1654), venerable Vicente Bernedo, beato José de

Anchieta (1534-1597), y tantos otros más .

En resumen, podemos decir con Lewis Hanke, historiador norteamericano: La conquista de América por los españoles fue uno de

los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y

sanguinaria .

Pero, a pesar de todo, pareciera que algunos hubieran deseado la conquista de América por los países protestantes, para

quienes los indios eran de raza inferior y no podían mezclarse con ellos en matrimonio. Ya es conocido lo que pasó en USA,

donde los indios fueron exterminados. En USA los indios que sobreviven son unos cuantos miles, mientras en América Latina la

mayoría de la población es india o mestiza. Pierre Chaunu, un historiador calvinista y, por tanto, nada interesado,

reconocía que la leyenda antihispánica en su versión norteamericana ha desempeñado el saludable papel de válvula de escape.

La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la

frontera oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró liberarse de este modo de su crimen, lanzándolo

de nuevo sobre la América católica . Desde 1636 se inició la guerra de exterminio contra los indios norteamericanos, porque

los indios eran considerados por los puritanos ingleses como Satán. Así lo dice el especialista norteamericano Roy H. Pearce:

Allí donde el indio se oponga al puritano, es considerado como Satán que se opone a Dios .

Las matanzas de indios eran promovidas por los autoridades. En 1703 el gobierno de Massachussets pagaba 12 libras esterlinas

por cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la caza de indios, organizada con caballos y jaurías de perros, no tardó en

convertirse en una especie de deporte nacional, muy rentable. El dicho: El mejor indio es el indio muerto, puesto en

práctica en USA, nace no sólo del hecho de que todo indio eliminado constituia una molestia menos para los nuevos

propietarios, sino también del hecho de que las autoridades pagaban bien por su cuero cabelludo. Se trataba de una práctica

que, en la América española, no sólo era desconocida sino que, de haber tratado alguien de introducirla de forma abusiva,

habría provocado, no sólo la indignación de los religiosos, siempre presentes al lado de los colonizadores, sino también las

severas penas establecidas por los reyes para tutelar el derecho a la vida de los indios .

Si por un imposible, España con Portugal se hubieran pasado a la Reforma, habrían aplicado los mismos principios que los

puritanos de Norteamérica. Un inmenso genocidio hubiera borrado del mapamundi la totalidad de los pueblos indios. Los

historiadores no se hubieran tenido que molestar en elaborar interpretaciones llamativas sobre la encomienda, la

evangelización... Les hubiera bastado, como a los sociólogos, con agenciarse el aparato fotográfico del turista ingenuo para

ver las reservas indias, un pobre rebaño de supervivientes testigos .

Por ello, decía el gran historiador Maltby: Fueran cuales fuesen los efectos de su gobierno, en la historia no hubo ninguna

nación que igualara la preocupación de España por la salvación de las almas de los nuevos súbditos . Y mientras en Europa,

desde el siglo XVI, seguían matándose en las terribles guerras de religión entre católicos y protestantes, en América se

vivía en paz. Por eso, el historiador mexicano Octavio Paz decía en 1974: Desde la segunda mitad del siglo XVI hasta finales

del siglo XVIII, la Nueva España fue una sociedad pacífica y próspera .

¿Valió la pena la conquista y evangelización de América Latina por los españoles? ¿Hubiera sido mejor que hubieran seguido

con sus prácticas crueles y con su atraso cultural? ¿Hubiera sido mejor la colonización al estilo norteamericano? Al menos,

todos podrán concordar que, con todos los errores y abusos, la colonización española fue la menos mala, por no decir la

mejor.


5.- ¿INTOLERANCIA CATÓLICA?

Hay algunos que todavía ven a la Iglesia católica como la causa de todas las desgracias de la humanidad. Niestsche, en su

obra El anticristo, acusa a la Iglesia de ser la causante de todas las calamidades del mundo moderno. Para él, que no tenía

fe, nada era más vergonzoso que ser cristiano. Aunque Niestsche lo decía, hablando directamente de la Iglesia protestante de

Dinamarca, algunos se lo aplican también a la Iglesia católica o piensan de la misma manera. Para muchos, la Iglesia católica

es la institución más intolerante que ha existido. Pero no olvidemos que los ateos, agnósticos o racionalistas de la

Revolución francesa, que se proclamaban los defensores de la libertad y de los derechos humanos, destruyeron por puro

vandalismo tesoros culturales y artísticos de muchas bibliotecas eclesiásticas y los monasterios de Cluny, Longchamp, la

abadía de Lys, los conventos de Saint Germain-des-Prés, Montmartre, Marmoutiers, la catedral de Macon, la de

Boulogne-sur-Mer, la Sainte Chapelle de Arras, el castillo de los templarios de Montmorency, los claustros de Conques y otras

innumerables obras de arte y de cultura antigua. En 1815, veintiséis años después del 1789, Europa era un campo desolado por

las guerras napoleónicas y las nuevas ideas revolucionarias.

Aquellos, que habían derrocado a Dios y habían colocado en su lugar a la diosa Razón y tanto hablaban de los derechos del

hombre, cometieron el más grande genocidio de la historia moderna en la Región de la Vendée. El historiador Secher habla de

genocidio de todo un pueblo en un territorio de 10.000 kilómetros cuadrados, donde masacraron unas 120.000 personas. Incluso,

destruyeron sistemáticamente casas, cultivos y ganado para matar de hambre a los supervivientes. El general jacobino

Westermann, que fue quien venció a los rebeldes, que no aceptaban las nuevas ideas, escribió al gobierno de París: La Vendée

ya no existe, ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños. Acabo de enterrar a un pueblo entero en las

ciénagas y los bosques de Savenay. Ejecutando sus órdenes, he aplastado a los niños bajo los cascos de los caballos y

masacrado a las mujeres que así no parirán más bandoleros. No tengo que lamentar ningún prisionero. Los he exterminado a

todos .

Y la deshumanización de estos revolucionarios llegó hasta tal punto que, con las pieles curtidas de los vencidos,

hicieron botas para los oficiales. Y hervían los cadáveres para extraer grasa y jabón. Algo superado sólo por las cámaras de

gas de los nazis, otro régimen ateo que persiguió a la Iglesia sin compasión. Y no digamos nada de los regímenes ateos de

Rusia o Laos o Vietnam. En Rusia, ¿cuántos millones fueron enviados a Siberia por el único delito de ser opositores

políticos? ¿Cuántos sacerdotes y religiosos encarcelados y asesinados por el único delito de creer en Dios? ¿Y las purgas de

Stalin? ¿Y los asesinatos en China y en otros países comunistas? Según el premio Nóbel de literatura Alexander Solzhenitzyn,

entre 1917 y 1959 hubo 60 millones de víctimas del comunismo en Rusia, de los cuales 20 millones lo fueron por motivos

religiosos. Los comunistas rusos mataron a 150 obispos, 100.000 sacerdotes y 100.000 monjes, casi todos ortodoxos, pero

también católicos. Según el informe de la KGB, la policía secreta soviética, dado a conocer en 1994, entre 1928 y 1952 fueron

asesinados 92 millones de rusos. El número se amplía inmediatamente, si se mira al conjunto de naciones, donde estuvo vigente

el comunismo: el total se acerca a 100 millones . En España, en la guerra civil de 1936, mataron a 6.500 sacerdotes. Los

revolucionarios franceses a 3.000.

En 1794, mataron los revolucionarios franceses a Antoine Laurent Lavoisier que fue uno de los principales

protagonistas de la revolución científica, que condujo a la consolidación de la química, por lo que se le considera como el

padre de la química moderna. Cuando el jefe del tribunal revolucionario pronunció la sentencia para ser guillotinado, dijo:

La República no necesita sabios. Los revolucionarios de la libertad, al igual que los ateos y agnósticos, que tanto hablan

contra la Iglesia por el caso Galileo, parecen no recordar el caso Lavoisier o Duhem o de otros científicos, a quienes ellos

liquidaron por no tener sus mismas ideas. El 10 de noviembre de 1793 los revolucionarios consagraron la catedral de Notre

dame a la diosa Razón. Se transportó desde la Opera un escenario y lo colocaron delante del altar. Su pieza central era una

montaña en cuyo pico se alzaba una estatua de la Filosofía. Por el nuevo templo desfiló una joven actriz, Mademoiselle Aubry,

vestida con una larga túnica blanca y un manto azul y armada con la lanza de la Ciencia. Estaba acompañada de un coro de

bailarinas, vestidas de blanco, y quemaron incienso ante el altar. La multitud cantó: “Tú, santa libertad, ven a vivir en el

templo y sé la diosa de los franceses”. Esta profanación despertó tal entusiasmo que, casi inmediatamente, dos mil

trescientas cuarenta y cinco iglesias fueron transformadas en templos de la Razón .

En 1789, la Asamblea nacional francesa reconoció que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Pero eran

derechos sin ninguna referencia a Dios, sólo porque así lo querían ellos y lo proclamaban. Por eso, podían dar leyes en

contra de Dios y de los derechos de los creyentes. Porque los derechos humanos, según ellos, sólo se fundamentaban en la pura

razón, que puede opinar de diferentes maneras, según convenga.

Por otra parte, consideraban que el poder procede del pueblo. Por tanto, cualquier autoridad que no venga del voto popular,

no tiene validez. Con esto estaban declarando la guerra abierta a la Iglesia, pues el Papa no es elegido por voto popular, la

Iglesia no es una sociedad democrática, sino jerárquica. De ahí que en 1790, en la Constitución civil del clero, se daban

normas para que las elecciones de obispos o párrocos fueran hechas por voto popular, incluso de no católicos y ateos. De la

misma manera, habría que votar para definir un dogma de fe. Como si todo lo legal fuera bueno o como si todo lo que se vota

por mayoría de votos fuera automáticamente bueno. En ese caso, ¿qué podríamos decir de las leyes del aborto o de la

eutanasia? Las autoridades deberían ser también automáticamente buenas, por haber sido elegidas por mayoría y ya sabemos por

experiencia que lo democrático no es siempre lo mejor, ni lo legal defiende siempre los derechos humanos.

Cuando la ONU elaboró la declaración de los derechos humanos en 1948 decía: Todos los seres humanos nacen libres e iguales

por dignidad y derechos. Ellos están dotados de razón y conciencia y deben actuar los unos hacia los otros con espíritu de

fraternidad. Aquí tampoco aparece Dios por ninguna parte. Por eso, la Iglesia no pudo firmar esta declaración. Y el Papa

Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris del 11 de abril de 1963, tuvo que aclarar bien los derechos humanos,

fundamentados en el Creador. Dice: Hemos de valorar la dignidad (de la persona humana), porque los hombres han sido redimidos

con la sangre de Jesucristo, hechos hijos y amigos de Dios por la gracia sobrenatural y herederos de la gloria eterna (No.

10) Y el Papa hace la conexión entre los derechos y los deberes del hombre y afirma que el orden espiritual, cuyos principios

son universales, absolutos e inmutables tiene su origen único en Dios verdadero, personal y que transciende la naturaleza

humana (No. 38).

Al respecto, es bueno saber que sólo gracias al cristianismo, ciertamente, se extendió el respeto a los seres humanos, en

cualquier situación. Es interesante saber, por ejemplo, que cuando el emperador Constantino reconoció el cristianismo, se

sintió obligado, desde el primer momento, a introducir cambios en las leyes dominicales, de modo que fuese fiesta para todos,

y a preocuparse de que los esclavos también pudieran disfrutar de algunos derechos .

Y en cuanto a los protestantes, ¿han sido más tolerantes que los católicos a lo largo de la historia? Comencemos diciendo que

Lutero odiaba a los judíos y escribió un libro en 1543 Sobre los judíos y sus mentiras, donde aconseja que quemen sus

escuelas y sinagogas, destruyan sus casas y les confisquen sus bienes. Incluso, afirma que quienes los toleren y protejan

tendrían que dar cuenta a Dios de sus abominaciones. En su libro Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos,

incita a los príncipes a matarlos por sus desmanes en la llamada guerra de los campesinos, donde mataron a unos 150.000

campesinos. A los teólogos de la universidad de París los llama grandes burros y a la Facultad teológica, Madre de todos los

errores de la cristiandad y la mayor prostituta del espíritu. No podía soportar a sus oponentes como Münzer, Karlstadt,

Schurf, Karg, Agrícola, Osiander, Flacius, Ecolompadio, Zwinglio... El 10 de diciembre de 1520 quemó públicamente en

Wittenberg todos los libros de leyes de la Iglesia: Decreto de Graciano, Decretales de Gregorio IX, Libro sexto de Bonifacio

VIII, Las Constituciones clementinas, el Derecho canónico, la bula Exsurge Domine, la Summa Angelica de Angelo Carletti, el

Chrysopassus de Eck y otras muchas obras más.

Calvino mismo perseguía a sus contrarios como Castellion, Alciato, Bolsec, Grocio y Servet, a quien quemó en la hoguera. La

tortura que se aplicaba en Ginebra, siendo Calvino dictador, no tenía límite de tiempo como en la Inquisición. A Gruet lo

torturaron durante un mes entero, mañana y tarde, desde el 28 de junio al 25 de julio de 1547 por ser su adversario personal

.

En la universidad de Oxford, hasta 1871, se exigía, para poder estudiar, la declaración de aceptación de la profesión de fe

anglicana. En cambio, la universidad católica de Padua, del siglo XVII, fue la primera universidad que aceptó estudiantes de

otras religiones.

Y podemos seguir hablando de la intolerancia de los musulmanes, que es evidente en nuestros propios días del siglo XXI. Hay

países como Sudán, Egipto o Arabia Saudita, donde, si un musulmán se convierte a cristiano, tiene pena de muerte. En otros

países, los cristianos son perseguidos y les hacen la vida imposible. Por eso, entre 1975 y 1995, el 40% de los cristianos

del Líbano abandonaron el país. Los países cristianos conceden libertad para edificar sus mezquitas, pero ellos no lo

conceden en sus propios países.

A los no musulmanes se les niegan sus derechos civiles y, en algunos países musulmanes, la persecución es respaldada por la

ley. Está la ley de la blasfemia, en virtud de la cual cualquier ciudadano puede acusar a un cristiano de haber hablado mal

del profeta. Está la Sharia o ley musulmana, que impone a todos sin excepción las normas del Corán. Precisamente, los

musulmanes no se distinguen en cuestión de tolerancia. A Salman Rushdie le impusieron la pena de muerte por publicar un libro

en el que decía algunas frases no muy correctas sobre el profeta Mahoma. Algo parecido le ha sucedido a Jean Claude Barrau,

el ensayista católico, que ha escrito la obra De l’Islam en general et du monde moderne en particulier. Los musulmanes

franceses quieren matarlo. Y no le perdonan por más que haya pedido perdón. Eso sí es intolerancia. Y más cuando se acude a

actos terroristas para imponer sus ideas. Y esto sin olvidar que en 1915, los turcos masacraron a 1.500.000 cristianos

armenios, un verdadero genocidio de todo un pueblo.

Podríamos hablar también de la intolerancia de los aliados en la segunda guerra mundial y de las masivas masacres, producidas

por las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en el Japón o de los bombardeos masivos contra ciudades alemanas. Sobre todo,

es dramático, como un ejemplo de horror, el caso del bombardeo de Dresde entre el 13 y 14 de febrero de 1945. Murieron

250.000, la inmensa mayoría civiles, indefensos e inocentes. Por eso, podemos preguntar: ¿quiénes son más intolerantes? ¿los

católicos, los protestantes, los ateos, los musulmanes? Que cada uno saque sus propias conclusiones, sin caer en las palabras

fáciles o aprendidas de memoria. Porque, como decía Jesús: El que esté sin pecado que tire la primera piedra (Jn 8,7).


6.- LA PENA DE MUERTE

Muchos anticlericales siguen considerando a la Iglesia como agresiva y violenta por haber permitido la tortura y la pena de

muerte en tiempos pasados. Ciertamente , la Iglesia a lo largo de los siglos consideró un derecho normal del Estado el

aplicar la pena de muerte a ciertos criminales.

En la actualidad, hay 90 países en el mundo que mantienen todavía en sus leyes la pena de muerte. Y no necesariamente en

países católicos, sino especialmente entre los musulmanes como Irak, Irán, Yemen o Arabia Saudita, donde pueden matar a

menores de 18 años. En otros países musulmanes, en donde está vigente la sharia, ley musulmana, hasta por adulterio se

condena a la pena de muerte, como a la señora Zafía de Nigeria. Y estas muertes, en países musulmanes, pueden ser por

degollación o lapidación.

Por supuesto que los países comunistas no se quedan atrás. Pero lo que más llama la atención es que en USA, el país de la

libertad, es donde más se viola el derecho a la vida, aceptando la pena de muerte en 38 Estados. Los medios para hacerlo

pueden ser inyección letal, cámara de gas, silla eléctrica o la horca. Pero antes de que se ejecute la sentencia, hay muchos

sentenciados a muerte que pasan años en el corredor de la muerte, con la consiguiente tortura y angustia mental.

El total de ejecutados desde 1977 a 1998 ha sido de 487 reos. Actualmente, hay más de 3.500 condenados a muerte. El año 1997

fueron ejecutados 74 en todo el país. Y lo más grave es que muchos eran inocentes. Según la revista Newsweek de USA y, de

acuerdo a investigaciones realizadas en 1998, de los últimos 487 ejecutados en ese país, 75 eran inocentes.

Y ¿qué dice la Iglesia en la actualidad sobre la pena de muerte? En el catecismo de la Iglesia católica, en la edición de

1997, en el N° 2267 se afirma: Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir

eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquel que lo ha cometido sin quitarle las posibilidad de redimirse, los casos en

los que sea absolutamente necesario suprimir al reo sucede muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos.

Y en la encíclica Evangelium vitae decía: La medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente sin

que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo, salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la

defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la

institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir, prácticamente inexistentes (No. 56). El Papa, en la noche de

Navidad de 1998, hablaba del recurso innecesario a la pena de muerte.¿Alguien le hace caso al Papa?

Sobre este punto de la pena de muerte, podríamos alargarnos, hablando del aborto, de la eutanasia, de la clonación,

de los anticonceptivos, de la fecundación artificial en laboratorio y de otros temas afines de bioética como los

experimentos con embriones humanos, en los que mueren miles y miles. Se fecundan los óvulos en el laboratorio y los embriones

sobrantes se congelan y se guardan en bancos de embriones, que después de cierto tiempo se desechan o sirven para suministrar

médula ósea y otro tipo de células compatibles para familiares enfermos. A esto se le llama progreso. Esta matanza de tantos

miles de seres humanos en laboratorio tiene la ventaja sobre el holocausto nazi en Auschwitz de que se hace en nombre de la

ciencia y está legalizado ya en muchos países. Y nadie protesta, porque se hace a ocultas sin mucha propaganda, aunque

realmente sea un verdadero genocidio de los seres humanos más indefensos, de los todavía no nacidos. Para algunos es muy

fácil decir que no son seres humanos hasta el momento de la implantación en el útero o hasta que tengan determinado

desarrollo. Pero ¿quién decide cuándo un embrión es un ser humano o no lo es? Quizás algún día el avance de la ciencia pueda

decir con claridad que la Iglesia tenía razón y que el ser humano comienza con la fecundación y que, desde ese momento, es

sujeto de derechos humanos y que no se le puede eliminar con la excusa de investigaciones científicas.

Es una contradicción que haya quienes estén en contra de la pena de muerte y sean partidarios del aborto. ¿Cuántos

millones de seres humanos inocentes mueren cada año por el aborto? Más de sesenta millones. Legalizar el aborto es declarar

legalmente la pena de muerte para millones de seres humanos no nacidos y, además, sin derecho a defensa.


7.- PÍO XII, LOS NAZIS Y LOS JUDÍOS

Antes de la muerte de Pío XII, en 1958, ya hubo algunos que lo acusaron de haber sido favorable al nazismo y de no haber

hablado en contra de las masacres de judíos. Esta acusación volvió a aparecer en 1963 con la publicación de El Vicario, una

pieza teatral de Rolf Hochhuth, un escritor alemán de izquierda. En esta obra polémica, sostiene que Pío XII estuvo más

preocupado por las finanzas vaticanas que por el exterminio de los judíos. Después de tres décadas, volvió a resurgir el tema

y, actualmente, hay muchos libros escritos sobre ello.

Comencemos por decir que en los años previos a la guerra, se produjo un constante acoso contra católicos y judíos por parte

del III Reich. Las persecuciones contra sacerdotes o seglares, enviados a campos de concentración, y las prohibiciones de

peregrinaciones, clausurando publicaciones católicas y escuelas, fueron constantes. Incluso, se intentaron múltiples

procesos a religiosos por abusos sexuales o tráfico de divisas. El más espectacular de estos procesos tuvo lugar en abril de

1936 contra 276 monjes y religiosas de Westfalia y Renania. En cuanto a los judíos, no podemos olvidar la noche de los

cristales (Kristallnacht) del 9 al 10 de noviembre de 1938 con la quema de negocios judíos y sinagogas.

Heydrich, jefe de la Gestapo, ya en 1935, en su escrito Metamorfosis de nuestro combate, (Wandlungen unseres Kampfes),

hablaba de las dos grandes amenazas contra Alemania: el judaísmo y el catolicismo. ¿Qué hizo la Iglesia? Pío XI, en 1931, en

la encíclica Casti Connubii había condenado la ley de esterilización obligatoria que entró en vigor en 1934. En 1941, la

valiente denuncia de algunos obispos, especialmente del obispo de Münster Mons. Clemens August Graft von Galen reveló

detalles de cómo fueron asesinados 800 enfermos en casas, especialmente preparadas para ello y la manera cómo comunicaban

noticias falsas a sus seres queridos sobre su fallecimiento. El obispo condenó con fuerza estos atropellos y denunció que ese

programa de eutanasia llevaría a la muerte a personas discapacitadas para el trabajo, a enfermos graves, ancianos y a los

soldados heridos, que regresaban del frente. Los tres sermones del obispo sobre este tema causaron mucha conmoción entre la

población civil y entre los soldados alemanes del frente. Por eso, los jefes nazis decidieron suprimir el programa y aplazar

el ajuste de cuentas con la Iglesia después de la victoria. No querían que los católicos se soliviantaran en el preciso

momento en que acababa de comenzar la guerra con la URSS.

En 1937, el Papa Pío XI publicó la encíclica Mit Brennender Sorge, en la que tuvo mucha influencia su secretario de Estado el

futuro Pío XII, y donde se habla claramente contra el nazismo y sus ideales racistas. El efecto de la encíclica, lejos de

calmar a los nazis, significó una asfixiante represión, volviéndose a las hostilidades por parte de las SS. y de la Gestapo .

El año 1939, al poco tiempo de asumir el Pontificado, Pío XII publicó la encíclica Summi Pontificatus, donde hablaba de la

necesidad de la paz y que su tarea sería buscar la paz entre los beligerantes. El periódico New York Times publicó un

artículo sobre la encíclica en primera página, el 28 de octubre de1939, donde decía: El Papa condena a los dictadores,

violadores de los tratados y al racismo. Fuerzas aéreas aliadas arrojaron miles de copias de la encíclica en tierra alemana

en un intento de avivar los sentimientos antinazis.

Entre el otoño de 1939 y la primavera de 1940, el Papa en persona aceptó hacer de intermediario entre los ingleses y los

militares alemanes que conspiraban contra el nazismo... Un grupo de generales estaba proyectando un golpe de Estado para

deponer a Hitler. Los conspiradores querían el retorno de Alemania a una democracia moderada y conservadora. Sin embargo,

antes de actuar, necesitaban la garantía inglesa de que las democracias occidentales no intentarían imponer a Alemania una

paz Wilsoniana. El Papa tendría que proporcionar estas garantías... Para el Papa se trataba de un plan sumamente arriesgado,

podía verse envuelto en una conspiración para eliminar a un tirano, lo que no sólo significaba exponerse él y exponer a sus

colaboradores, sino poner en grave peligro la vida católica en Alemania, Austria, Polonia e, incluso, Italia. Se trataba,

pues, de un hecho absolutamente desconcertante en la historia del Papado. El Papa fue consciente de ello y se tomó un día

para reflexionar y decidir. Al final, el Papa aceptó decidiendo, al mismo tiempo, mantener al margen a los responsables

oficiales de la política de la Santa Sede, es decir, a la Secretaría de Estado... Pero, poco a poco, la iniciativa

diplomática se desinfló, convirtiéndose en una desilusión para Pío XII .

El Papa hizo que el 23 de febrero de 1940, el Santo Oficio condenara la esterilización; y el 27 de noviembre de 1940 condenó

el homicidio eugenésico como proponían los nazis.

En 1940 envió telegramas de solidaridad a los soberanos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, cuya neutralidad había sido violada

por los alemanes (los habían invadido). Los telegramas causaron un gran revuelo y las violencias nazis contra L´Osservatore

Romano, que publicó los telegramas del Papa, mostraron las dificultades con que tropezaba cualquier intento de hablar por

parte del Vaticano .

En la crisis político diplomática con Hitler y Mussolini, provocada por los telegramas, el Papa declaró al embajador italiano

ante la Santa Sede que no tenía ningún temor a terminar en el campo de concentración o en manos hostiles .

En enero de 1940, el Papa dio instrucciones a radio vaticana para que revelara la espantosa crueldad de la tiranía salvaje

que los nazis estaban aplicando a los judíos y católicos polacos. Sobre estas transmisiones, el New York Times escribió una

editorial, donde decía: Ahora el Vaticano ha hablado con una autoridad indiscutible y ha confirmado los peores presagios de

terror, que emergen de las tinieblas de Polonia. En Inglaterra, el Manchester Guardian elogió al Vaticano como el más

enérgico defensor de la Polonia torturada.

Ese año, más de la tercera parte del clero secular alemán y la quinta del regular, o sea, más de 8.000 sacerdotes fueron

sometidos a medidas coercitivas, 110 murieron en campos de concentración, 59 fueron ajusticiados, asesinados o perecieron a

causa de los tratos recibidos .

El 20 de julio de 1942, una carta pastoral de los obispos de Holanda fue leída en todas las iglesias, donde se condenaba el

despiadado e injusto trato reservado a los judíos. La respuesta fue inmediata: la deportación de todos los católicos hebreos,

unos 40.000, llevados a la muerte.

Sor Pascualina Lehner, la franciscana alemana que durante cuarenta años, fue ama de llaves del Papa, dice: Cuando llegó la

noticia de lo que había sucedido en Holanda, yo recuerdo ver al Santo Padre entrar a la cocina a la hora del almuerzo,

llevando en sus manos dos folios escritos. Dijo: Contiene mi protesta contra la cruel persecución de los judíos y estaba a

punto de mandarla a publicar en L´Osservatore Romano de esta tarde. Pero ahora pienso que, si la carta de los obispos de

Holanda le ha costado la vida a cuarenta mil personas, mi protesta, que tiene un tono aún más fuerte, podría costarle la vida

quizás a doscientos mil judíos. No puedo asumir una responsabilidad tan grande. Es mejor permanecer en silencio ante el

público y hacer en privado, cuanto sea posible .

En el mensaje de Navidad de 1942, el Papa hizo mención de los centenares de miles de personas que, sin ninguna culpa de su

parte, y, a veces, por el solo hecho de su nacionalidad o su raza, han sido llevados a la muerte o a un progresivo

exterminio.

Este mensaje fue tomado en serio por las autoridades alemanas, que encargaron al embajador ante la Santa Sede decir que por

algunos síntomas, da la impresión de que el Vaticano esta dispuesto a abandonar su actitud de normal neutralidad y a tomar

decisiones contra Alemania, que, en tal caso, no carece de medios de represalias.

El 10 de setiembre de 1943, las tropas alemanas entraron en Roma. El 20 de setiembre, Herbert Kappler, representante de la

Gestapo en Roma, exigió a los judíos italianos que entregaran, en las 24 horas siguientes, cincuenta kilos de oro bajo pena

de deportación inmediata. El gran rabino de Roma, Eugenio Zolli, que después de la guerra se hizo católico, acudió al Papa,

porque sólo habían podido recoger 35 kilos y el Papa, con la ayuda de las comunidades católicas de Roma, le prometió los 15

kilos restantes, que después no fueron necesarios. Sin embargo, el 16 de octubre de 1943, las SS. por orden directa de

Himmler, arrestaron a 1.259 judíos, que fueron llevados a Alemania, donde la mayoría murió en las cámaras de gas.

Pero el Papa no permaneció inactivo, a pesar de tener en Roma a los alemanes que lo vigilaban. Desde setiembre, había

dado órdenes de que en todos los conventos, incluso de clausura, se recibieran judíos para evitar su arresto. Sólo en Roma,

155 conventos, (algunos de clausura), dieron asilo a cerca de 50.000 judíos. Al menos 30.000 encontraron refugio en la

residencia veraniega papal de Castelgandolfo. Sesenta judíos vivieron durante nueve meses en la universidad Gregoriana y

varios centenares en el mismo Vaticano. El cardenal Boetto de Génova salvó al menos ochocientos; el obispo de Asís escondió

trescientos judíos durante más de dos años; el obispo de Campagna salvó a 961 en Fiume. En total, más de 85.000 judíos

italianos fueron salvados por la acción directa de la Iglesia católica.

La gravedad de esconder judíos en conventos y edificios de la Iglesia era evidente dada la neutralidad vaticana,

pues esto podía ser considerado como un acto hostil contra los alemanes. La noche del 26 al 27 de noviembre de 1943, las SS.

y los fascistas irrumpieron en algunas instituciones católicas de Florencia e hicieron arrestos y deportaciones. El 21 de

diciembre, una irrupción también en Roma, en el Seminario Romano, en el Lombardo y en el Russicum preocupó mucho a la Santa

Sede, pues podía ser acusada de favorecer a los enemigos del Reich, pero la cosa no fue a mayores.

Mientras tanto, el Papa se preocupaba del abastecimiento de víveres de la población de Roma y usaba toda la

diplomacia para conseguir de ambos bandos en guerra, que Roma no fuera campo de batalla y así fuera protegido el gran tesoro

artístico y cultural de la ciudad. Por esto, después de la liberación, el Papa Pío XII fue considerado como el defensor de la

ciudad por los italianos. En cuanto a los judíos, mientras el 80% de los judíos europeos hallaron la muerte durante la

guerra, el 80% de los judíos italianos se salvó.

Por otra parte, el Papa, desde 1939, organizó un sistema de comunicaciones para entregar información a los familiares

de judíos, prisioneros o desplazados durante la guerra. Los datos sobre estas informaciones han sido sacadas del archivo

secreto del Vaticano y han sido publicadas en dos volúmenes, titulados Inter Arma Caritas, donde se puede observar la red de

asistencia a las víctimas de la guerra con listas de prisioneros, civiles y militares. Al principio, había 100 empleados para

atender las peticiones de información. En 1943, eran ya 600 empleados y se atendía a decenas de miles de peticiones diarias.

Según Pinchas Lapide (que prestó servicios de cónsul de Israel en Milán y entrevistó a los judíos italianos

sobrevivientes), en su libro Three Popes and the Jews dice que Pío XII contribuyó sustancialmente a salvar a 700.000 judíos,

y tal vez a 860.000, de la muerte segura a manos de los nazis. Y sigue diciendo: La Iglesia católica salvó más judíos durante

la guerra que todas las demás iglesias, instituciones religiosas u organizaciones juntas. Esto en contraste con lo conseguido

por la Cruz Roja o las democracias occidentales .

Sin embargo, a pesar de todo lo que hizo el Papa, muchos siguen diciendo que no fue valiente para hablar de los

horrores nazis y que debía haber hablado con más claridad y con más fuerza para descubrir los horrores que estaba perpetrando

el régimen nazi contra los judíos. Lo acusan de demasiada prudencia, de sus silencios culpables y de actuación insuficiente.

Lo que sí es cierto es que no se le puede tachar de pro-nazi ni de antijudío, ni de cobarde, pues, varias veces, manifestó

estar dispuesto a morir. Su secretario, el jesuita Robert Leiber, manifestó claramente, después de la guerra, que Pío XII no

conocía la realidad de los hechos (de la solución final judía) y que no era cierto que poseyera material informativo

absolutamente fiable y cuya fiabilidad considerase personalmente incontestable . Cierto que nunca en sus discursos pronunció

la palabra nazis o judíos. Habló en general. Decidió actuar mucho y hablar poco. Quizás para algunos debería haber hablado

más y con más fuerza contra los nazis. Pero olvidan que los aliados hablaron mucho menos que el Papa, porque tenían miedo de

aceptar a miles de refugiados judíos en sus propios países. Ellos estaban mejor informados y no quisieron hablar.

La Cruz Roja internacional y otras naciones neutrales como Suecia y Suiza optaron también por no protestar, dado que temían

que sus actividades humanitarias pudieran ser interrumpidas en los países bajo control alemán . Pero, si el Papa hubiera

denunciado a los nazis con fuerza, ¿hubieran éstos dejado de seguir con su política anticatólica y antijudía? No es oportuno

denunciar a un asesino que tiene a las víctimas a su merced, si no se tienen los medios de alejarlo inmediatamente de la

oportunidad de hacerles daño. Documentos nazis, publicados en 1998 y recogidos en el libro Pio XII e gli ebrei de Margherita

Marchione, revelan la existencia de un plan alemán, denominado Rabat-Fhon, que hubiera debido llevarse a cabo en enero de

1944 y que preveía que soldados de la octava división de caballería de las SS., disfrazados de soldados italianos,

conquistaran el Vaticano y eliminaran a Pío XII con todo el Vaticano. La causa de la represalia aparece explícitamente: la

protesta del Papa a favor de los judíos.

El diario de Goebbels confirma la información que ya se temía por aquella época de que Hitler pensó varias veces en

arrestar al Papa y hacerlo prisionero en Lichtenstein o en Munich. Si el Papa hubiera hablado fuerte, los nazis habrían

tenido el motivo apropiado para su propaganda de que el Papa era antialemán y lo habrían arrestado, los conventos hubieran

sido privados de su inmunidad y el Papa no habría podido salvar a tantos miles de judíos italianos con su acción directa.

Asimismo hubiera dado motivo para una sangrienta masacre de sacerdotes y seglares católicos en el III Reich. Si el Papa

hubiera hablado más, hubiera expuesto a la represalia la vida de millones de católicos en los territorios ocupados.

Una deliberada condena de Hitler y una condenación pública ¿hubiera arreglado algo? Pinchas Lapide dice: Ninguno de

nosotros quería que el Papa hablase abiertamente. Nosotros éramos todos refugiados. La Gestapo habría aumentado e

intensificado las persecuciones .

El obispo católico Jean Bernard, internado en el campo de Dachau, dice en sus Memorias que los sacerdotes temblaban

cada vez que llegaba una protesta de una autoridad religiosa, especialmente del Vaticano.

Robert Kempner, delegado de los Estados Unidos en el Consejo del tribunal de crímenes de guerra de Nuremberg,

escribió: Cualquier tentativa de propaganda de la Iglesia católica contra el Reich de Hitler, no sólo hubiera sido un

suicidio provocado, como ha declarado actualmente Rosenberg, sino que habría acelerado la ejecución de un número mayor de

sacerdotes y de judíos .

Los nuncios en Eslovaquia, Croacia, Rumania y Hungría consiguieron también evitar muchas muertes de judíos. El 14

de febrero de 1943, el nuncio en Bucarest recibía del presidente de la Comunidad judía de Rumania su agradecimiento por la

asistencia y protección de la Santa Sede a favor de los judíos. Mons. Roncalli, futuro Papa Juan XXIII, delegado apostólico

en Turquía, el 22 de mayo de1943, enviaba al Vaticano una comunicación en la que informaba que el secretario de la Agencia

judía para Palestina, Sr. Ch. Sarlas, había agradecido el apoyo de la Santa Sede a favor de los judíos de Eslovaquia. El

rabino jefe de Jerusalén, Herzog, manifestaba el 19 de julio y el 22 de noviembre de 1943 los sentimientos de sincero

agradecimiento y profundo aprecio por la actitud benévola hacia el pueblo de Israel y por el validísimo apoyo prestado por la

Iglesia católica al pueblo hebreo en peligro.

En 1943, Chaim Weizmann, que llegaría a ser el primer presidente del Estado de Israel, escribió: La Santa Sede está

prestando su poderosa ayuda donde es posible para aliviar la suerte de mis correligionarios perseguidos. En setiembre de

1945, Leon Kubowitzky, secretario general del Congreso judío mundial, agradeció personalmente al Papa sus intervenciones y

donó 20.000 dólares al Óbolo de San Pedro como signo de reconocimiento por la obra desarrollada por la Santa Sede, salvando a

los judíos de las persecuciones fascistas y nazis.

En 1955, la Unión de comunidades judías italianas proclamó el 17 de abril jornada de agradecimiento por la asistencia

recibida por el Papa durante la guerra.

El más ilustre de los judíos, Albert Einstein, dijo en Time magazine el 23 de diciembre de 1940: Las universidades como los

periódicos fueron reducidos al silencio en pocas semanas. Sólo la Iglesia católica permaneció sólidamente firme e hizo frente

a la campaña de Hitler, que suprimía la verdad. Yo no he tenido ningún interés en la Iglesia, pero ahora tengo un gran afecto

y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido el coraje y la constancia de defender la verdad intelectual y la verdad moral.

Yo debo confesar que lo que, alguna vez, he despreciado, ahora lo debo elogiar sin reservas.

Por eso, en 1954, el judío León Poliakov escribió que los extraordinarios esfuerzos humanitarios hechos por la Iglesia tras

el terror de Hitler, jamás podrán ser olvidados .

Francis Osborne, ministro pleniplotenciario británico ante la Santa Sede, no católico, que estuvo alojado en el Vaticano

desde junio de 1940 hasta el otoño de 1944, y que conoció bien al Papa, dice en una carta al Times de Londres, el 20 de mayo

de 1963: Pío XII era muy benigno, gentil, generoso, comprensivo. Una persona que he tenido el privilegio de encontrar a lo

largo de mi vida. Sé que, por su naturaleza sensible, estaba constantemente afligido por el trágico sufrimiento humano

causado por la guerra y, sin duda, él hubiera estado listo para ofrecer su vida por aliviar a la humanidad de las tragedias

del conflicto. Pero ¿qué cosa podría haber hecho más eficazmente?. Domenico Tardini, un cercano colaborador del Papa, dice

que en los meses de guerra, redujo su alimento y multiplicó sus penitencias hasta prescindir, entre otras cosas, de la

calefacción de sus habitaciones durante el invierno.

El general Montgomery escribió en el Sunday Times de Londres, del 12 de octubre de 1958, a los tres días de su muerte: He was

a great good man and I loved him (él fue un gran hombre y un buen hombre, y yo lo quería).

Golda Meir, primer ministro de Israel, con motivo de su muerte, envió un mensaje que decía: Cuando el terrible martirio se

abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó por las víctimas. Lloramos por un gran servidor de la paz . Al conocer

la muerte del Papa, el gran director de orquesta, el judío Leonard Bernstein, detuvo su batuta y pidió un momento de silencio

para honrar al Papa que había salvado la vida de tantas personas sin distinción de raza, nacionalidad o religión .

De hecho, al final de la guerra, los sobrevivientes y los primeros historiadores celebraron con unanimidad la solidaridad de

la Iglesia y de Pío XII con los judíos y su resistencia al nazismo .

¿Es preciso decir más? ¿Ochocientos mil judíos salvados no fueron suficientes? ¿Hubiera sido mejor hablar más alto y fuerte?

Entramos en un terreno de suposiciones, pero lo más probable hubiera sido que las represalias hubieran sido inmensamente

mayores y con muchos miles de muertos más. Por eso, estamos de acuerdo con el rabino David Dalin, que en un artículo

publicado, en The Weekly Standard, dice que Pío XII debe ser reconocido como justo en virtud de cuanto hizo por salvar a los

judíos del Holocausto .

En el verano del 2001 dijo: Si se leen atentamente los doce tomos publicados por la Santa Sede, si se consideran los

testimonios y los reconocimientos de los hebreos durante y después de la segunda guerra mundial y, si se leen los discursos

pronunciados por Pío XII en aquellos años, la conclusión es una sola: Pío XII ha estado tan cerca de los judíos como ellos

podían esperar .


8.- LOS TESOROS DEL VATICANO

No falta gente mal intencionada que habla de los tesoros del Vaticano, como si el Papa, y quienes viven con él, vivieran a

todo lujo como grandes multimillonarios, que se aprovechan de la ignorancia de la gente. Pero nada más falso. El Papa es un

trabajador que nos da ejemplo a todos de esfuerzo y sacrificio, que trabaja hasta altas horas de la noche, a pesar de sus

años. Quienes hablan de tesoros parecen imaginar cuartos llenos de lingotes de oro, de cofres llenos de joyas o de millones

de dólares. ¿Podrían decirnos cuáles y cuántos son estos tesoros y dónde están? Si se refieren a los tesoros culturales que

hay en el Vaticano, les diremos que estos tesoros, como cuadros, imágenes, ornamentos y libros antiguos, no tienen ningún

valor comercial. Están expuestos en museos, que todos pueden admirar. ¿Acaso hay alguna persona inteligente que cree que,

vendiendo todas las obras de arte del Vaticano o de las iglesias del mundo entero, se acabaría la pobreza del mundo?

¿Serviría para algo regalar todo el dinero recaudado? ¿Se solucionaría la pobreza del mundo, dando el dinero a los pobres?

Si no hay madurez personal, si no hay justicia social, no habrá desarrollo, sino más vicios y gastos en cosas inútiles.

Cuando el Papa Juan Pablo II hizo su primer viaje a Brasil, visitó a una familia en una favela. Conmovido, les dejó su anillo

de Papa, pero no lo vendieron. Lo conservan en la capilla del barrio como una muestra del amor del Papa por los pobres. Hay

que aclarar bien que no hay relación ninguna entre las supuestas riquezas del Vaticano y la pobreza en el mundo. No hay

relación de causa-efecto. A nivel oficial, la Iglesia recoge en todas las iglesias del mundo el óbolo de San Pedro, unos 70

millones de dólares, y los destina, exclusivamente, a lugares pobres del tercer mundo. Por otra parte, no hay que olvidar que

la Iglesia atiende a miles y miles de alumnos pobres, de enfermos (la mitad de los enfermos del Sida), leprosos y

discapacitados en todo el mundo, Tiene muchas instituciones dedicadas a la caridad. Recordemos las cuatro mil religiosas de

la Madre Teresa de Calcuta, por poner sólo un ejemplo. ¡Cuántos institutos religiosos dedicados a la educación de la

juventud como los Salesianos! ¡Cuántas instituciones para promover una vida más digna para los pobres!

No está de más recordar que la Iglesia fue quien comenzó a construir hospitales y universidades en Europa, quien promovió la

educación durante siglos, quien luchó contra la esclavitud y quien se preocupa más que nadie de los inmigrantes, huérfanos,

minusválidos o niños de la calle.

El Vaticano, como Estado independiente, tiene un presupuesto, que, en el año 2003, según Monseñor Sergio Sebastián,

presidente de la Prefectura de Asuntos Económicos, tuvo déficit, debido a obras de restauración de edificios dentro del

territorio vaticano.

Su presupuesto, en 1989, era menor que la mitad del que tiene el Parlamento italiano. Los católicos del mundo entero ofrecen

donaciones anuales menores a las que ofrecen a su iglesia los dos millones de americanos adventistas, o los testigos de

Jehová o los de la secta de Unificación o secta Moon, que invierten sus capitales en todo el mundo y, a veces, en cosas no

muy lícitas. Por eso, hablar de riquezas del Vaticano parece ridículo.

Y no olvidemos que las famosas riquezas vaticanas en obras de arte, fueron acumuladas por los Papas a lo largo de los siglos

y ahora son patrimonio de la humanidad. De hecho, en Roma, casi la mitad de la gente vive de los ingresos del turismo,

surgido precisamente por las inversiones de los Papas. Si se vendieran esos tesoros, sólo servirían para el disfrute de unos

pocos millonarios que las podrían comprar; ahora están al servicio y para el disfrute de todos, y lo mismo digamos de los

archivos y bibliotecas vaticanas con libros muy antiguos.

En cuanto al presupuesto de la Santa Sede como organización eclesial, el año 2003, según Mons. Sergio Sebastiani, tuvo un

déficit por tercer año consecutivo. El año 2003, el déficit fue de 9.5 millones de euros. Sus ingresos fueron de 203 millones

y sus gastos fueron casi 213 millones de euros.

En conclusión, nadie, en su sano juicio, podrá proponer que el Vaticano venda sus tesoros artísticos para regalar el dinero a

los pobres, pues el mundo perdería estos tesoros para beneficio de la humanidad, y los pobres no dejarían de ser más pobres.

El hecho de que, a lo largo de la historia, haya habido y pueda haber eclesiásticos, apegados a los poderosos y amantes del

lujo y la riqueza, no quiere decir que todos sean iguales. En la Iglesia ha habido, y siempre habrá, santos y pecadores.


9.- ESCÁNDALOS DE LA IGLESIA

La Iglesia, como institución humana, formada por seres humanos, ha sido, es y seguirá siendo, una institución imperfecta y

llena de errores y pecados. Felizmente, Cristo ha prometido que el poder del mal no la podrá destruir y, por tanto, que

permanecerá en pie hasta el fin de los tiempos (Mt 16,18).

Ya desde los primeros tiempos de cristianismo, aparecen muchas señales de debilidad humana. San Pablo habla de uno que vivía

con la mujer de su padre (1 Co 5,1). Habla de discordias (1 Co 1,11) y de falsos hermanos (2 Co 11, 26). Y dice: Cuando os

reunís en común, cada uno come primero su propia cena y, mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para

comer y beber? ¿Es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¡Qué voy a deciros! ¿Alabaros? En

esto no os alabo (1 Co. 11, 20-22).

Si leemos la historia del pueblo de Israel del Antiguo Testamento, observaremos igualmente la debilidad humana por todas

partes. El pueblo, con frecuencia, se alejaba de Dios y caía en la idolatría, que era una especie de infidelidad a la alianza

prometida. Y Dios enviaba profetas para hacerles volver al camino del bien y al cumplimiento de la Ley. Asimismo, a lo largo

de la historia de la Iglesia, siempre Dios ha enviado santos eminentes para reformar las costumbres y volver al pueblo al

camino de Dios.

Sin embargo, ciertamente, hay muchas cosas que lamentar en la Iglesia. Muchos de sus hijos actuaron con violencia y crueldad,

tuvieron costumbres indignas y apoyaron la mentira y la corrupción. Y no sólo los laicos, muchos sacerdotes llevaron vidas no

conformes a su estado, no respetaron sus compromisos y abusaron de los débiles. Incluso, no faltaron obispos, en ciertas

épocas, que compraban sus cargos al señor feudal, que era quien los elegía, pues los obispos eran en la práctica señores

religiosos, políticos, y militares. Por eso, la política se mezclaba con la religión.

Lo peor ocurrió en el siglo de hierro, siglo X, cuando familias poderosas de Roma, intervinieron en la elección del Papa y

nombraron Papas indignos. Los Papas eran también reyes de los Estados Pontificios, donados por Pipino el Breve el año 756. En

aquellos tiempos, el Papa era elegido por el voto popular de los romanos. Y ellos exigían normalmente italianos, que fueran

de su agrado. Ahí venía la actuación de las familias poderosas para imponer sus candidatos, como la tristemente famosa

Marozia.

Ella mandó matar a León VI el año 928, en que fue elegido. Esteban VII fue elegido ese mismo año por presiones de ella. Y,

después de dos años, también lo mandó matar. Entonces, Marozia decidió que debía ser elegido su hijo con tan sólo 25 años,

que se llamó Juan XI (931-935) y que murió en la cárcel.

Uno de los escándalos más tristes fue el de Esteban VI (896-897). Mandó desenterrar el cadáver de su antecesor Formoso y lo

juzgó ante un tribunal y echó sus cenizas al Tíber. Poco después, a Esteban VI lo asesinaron en la cárcel.

El cisma de Aviñón fue uno de los momentos más lamentables de la Iglesia y también en los que Dios manifestó más su poder. No

sólo con grandes santos, sino también no permitiendo que el cisma se prolongara indefinidamente. A la muerte de Gregorio XI,

el pueblo romano presionó a los cardenales a elegir un Papa italiano, gritando: Elegid un italiano o moriréis. Los

cardenales eligieron a Urbano VI, arzobispo de Bari, y comunicaron la elección a toda la cristiandad, pero Urbano VI resultó

ser un Papa austero, que quiso poner orden en la vida relajada de los cardenales y otros altos eclesiásticos. Entonces, un

grupo de cardenales, disgustados, declararon que la elección había sido nula por la coacción del pueblo romano y eligieron a

Clemente VII, que fijó su residencia en Aviñón. Muchos católicos, que no conocían las circunstancias, no sabían cuál era el

verdadero Papa y la cristiandad se dividió en dos bandos, según las simpatías. Por fin, en el Concilio de Constanza, después

de haber renunciado el verdadero Papa de Roma, fue elegido Martín V. Era el año 1417.

Ciertamente, ha habido Papas pecadores, pero Cristo no prometió la impecabilidad, sino la infalibilidad: Lo que ates en la

tierra será atado en el cielo y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo (Mt 16,19).

En cuanto a los escándalos, siempre hay que tener un mínimo de comprensión histórica del asunto y, sobre todo, no creer todo

lo que dicen los anticatólicos, que siempre exageran y fabrican leyendas negras. Ellos sólo ven lo malo. Y una historia,

donde sólo aparece lo malo, es falsa. Por eso, decía san Agustín que las medias verdades son mentiras enteras.

Un escándalo, suscitado en 1982, tuvo lugar con la quiebra del Banco Ambrosiano, cuyo principal accionista era el Banco del

Vaticano, que ahora se llama IOR (Instituto para Obras Religiosas). Parece que el encargado de las finanzas vaticanas,

Monseñor Paul Marcinkus, llevó una mala gestión. Pero hay que decir con claridad que los acreedores afectados del Banco

Ambrosiano, recibieron del Vaticano todo lo que se les debía por voluntad expresa del Papa Juan Pablo II. Algunos hablan de

500 millones de dólares en pérdidas. El escándalo fue mayor por motivo de que el gerente del Banco Ambrosiano, el Dr. Calvi,

se suicidó.

A raíz de esos sucesos, fue destituido Mons. Marcinkus y el Papa nombró un consejo rector de las finanzas vaticanas, dirigido

por cinco banqueros católicos de distintos países, y ahora el banco del Vaticano o IOR sólo invierte en obligaciones de

Estado.

Otro escándalo, suscitado en estos últimos años, es el de los sacerdotes pedófilos en Estados Unidos. Los medios de

comunicación han tenido la oportunidad de airear a toda página y durante mucho tiempo este tema que ha desprestigiado a la

Iglesia, como si fuera la única institución perversa del mundo, donde todo es apariencia y mentira. Han hablado de miles de

casos, implicando, a veces, a empleados de colegios o parroquias u otras instituciones eclesiales.

Según un estudio serio de la universidad de Pensylvania, publicado el 2001, titulado Pedophiles and priests, serían

60 los sacerdotes suspendidos por abusos sexuales en 17 diócesis. Según datos de la Santa Sede, citados por ellos, en los

últimos 23 años, ha habido 56 casos de abuso sexual comprobado.

Según el instituto de criminalística John Jay de la universidad de Nueva York, durante 52 años (1950-2002), se presentaron

10.667 denuncias contra sacerdotes y diáconos. Sólo se tomaron en cuenta 6.700, de las que 1.000 fueron desestimadas y 3.200

no pudieron ser investigadas por muerte del supuesto agresor. La mayoría de estas denuncias fueron presentadas a partir de

1993, pero, según los expertos, es muy difícil comprobar las acusaciones por falta de pruebas. De hecho, los tribunales

norteamericanos sólo han condenado en estos 52 años a unos cien sacerdotes y diáconos entre los 109.694, que vivieron durante

ese tiempo. Lo cual quiere decir que la inmensa mayoría de sacerdotes ha sido y sigue siendo fiel a su ministerio y que no se

puede desprestigiar a una institución por unos pocos.

Sin embargo, lo importante de todo esto es que la Iglesia ha tomado las cosas en serio y el presidente de la

Conferencia Episcopal norteamericana ha podido decir públicamente que, después de las medidas tomadas, actualmente ya no hay

ningún sacerdote o diácono acusado que esté ejerciendo el ministerio pastoral. Otro punto a notar es que, según los

cardenales norteamericanos reunidos el 24-4-2002: Se ha destacado el hecho de que prácticamente todos los casos han visto

implicados a adolescentes, por lo que no puede hablarse de pedofilia auténtica. La inmensa mayoría de estos casos, se refiere

a sacerdotes homosexuales. Por eso, el Papa Benedicto XVI ha prohibido ser sacerdotes a quienes practican la homosexualidad,

presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay.

Pero lo triste del asunto es que el problema del abuso de menores es un problema social en USA. Según Charol Shakeshaft, el

15 % de los alumnos de colegios estatales sufren abusos sexuales por parte de profesores y personal del centro en algún

momento de su vida escolar. Esto sin contar que la mayoría de los abusos sexuales los sufren los niños y niñas en sus propios

hogares por sus mismos padres, padrastros, familiares... Incluso, según investigaciones recientes, el 10% de los

sicoterapeutas cometen estos mismos abusos. Y lo mismo ocurre con ministros de otras religiones. Por eso, según estudios, se

puede decir que, entre los sacerdotes católicos, el porcentaje de abusos es mucho menor que en cualquier otra profesión.

Otro caso, que se ha difundido por todo el mundo, es el de los sacerdotes pedófilos de Brasil. La revista brasileña

ISTOÉ publicó el 16 de noviembre del 2005 un informe en el que se decía que en Brasil, según una investigación del Vaticano,

había 1.700 sacerdotes comprometidos en crímenes sexuales. Sin embargo, nunca se ha realizado ninguna investigación por parte

del Vaticano sobre esto. Además, esos datos fueron tomados irresponsablemente de una encuesta, organizada por la Conferencia

episcopal brasileña, en la que se pedía información a 1.700 sacerdotes; sacerdotes encuestados, no culpables de ningún abuso.

Por eso, el cardenal Geraldo Majella, presidente de la Conferencia episcopal, envió una carta a la revista ISTOÉ para que

rectificara la información, diciendo que esa gravísima afirmación, que se publica como algo seguro, es una afirmación

calumniosa, carente de todo fundamento. ¿Algún medio de información a nivel mundial, de los que propagaron la noticia, ha

rectificado, diciendo que fue una calumnia de la revista? Pareciera que existe a nivel mundial una campaña manipulada para

desprestigiar a la Iglesia, y que por unos pocos se quiere manchar la honra de todos.

Para terminar este capítulo, nos referiremos también el escándalo protagonizado por Monseñor Emmanuel Milingo,

ex-arzobispo de Lusaka (Zambia), conocido sanador y exorcista, que provocó el desconcierto de millones de católicos del mundo

entero y ocupó las portadas de los periódicos durante varios meses por casarse con la divorciada doctora coreana María Sung

en la secta Moon. Había conocido a su esposa cinco días antes de la ceremonia, que se realizó en el hotel Hilton de Nueva

York, el 27 de mayo del 2001. Este matrimonio, no reconocido por las leyes italianas ni norteamericanas, duró dos meses.

Monseñor Milingo, en su libro El pez rescatado del fango, donde es entrevistado, dice: Fui de alguna manera,

obnubilado por los honores que me ofrecían, por los elogios de la gente que me escuchaba. Tal vez me manipularon

sicológicamente . Tenían, incluso, la idea de desarrollar su presencia en África gracias a mi nombre y a mis capacidades,

fundando una Iglesia católica paralela, aunque con abundante financiación, por lo que pude saber. Yo habría sido la cabeza de

la nueva Iglesia .

Cuando el Papa me recibió (después de todo el suceso) no discutió conmigo, no me acusó de nada… Juan Pablo II me edificó, vi

en él a un padre, que trataba de captar lo bueno que había en el hijo, porque era él mismo quien sentía que podía transformar

su corazón. Sólo me dijo: Vuelve a la Iglesia católica. Y yo volví. En ese momento, tomé conciencia de todos mis errores, las

cosas absurdas que había hecho, el perdón que tenía que pedir. Era como si se me hubiesen caído escamas de los ojos .

El infierno es terrible. Me salvé al borde del abismo . A todos los que me han conocido antes del profundo agujero negro,

pero también a quien me ha conocido únicamente a través de los medios de comunicación, quiero pedirles perdón, como ya lo

hice con las cartas al Papa .

¿Qué podemos decir sobre estos y otros tantos escándalos que han azotado y seguirán azotando a la Iglesia a través de

los siglos? ¿Justificarlos? No, cada protagonista tendrá su propia responsabilidad ante Dios. Nosotros debemos comprender,

orar y perdonar. Es muy fácil criticar; a veces, sin ponernos en el lugar del otro, sin comprender la mentalidad de la época.

¿Qué fácil les resulta, por ejemplo, a muchos evangélicos decir: la Iglesia católica está corrompida, ha habido Papas

pecadores, hay muchos sacerdotes pecadores. Por tanto, no puede ser la Iglesia fundada por Cristo. Pero Cristo no fundó una

Iglesia santa. Desde el principio, tenemos Judas. Por otra parte, podemos decirles a los hermanos protestantes que, hasta el

siglo XVI, los pecados de la Iglesia son pecados también suyos, pues ellos aceptan la Iglesia hasta la Reforma protestante.

Y, si ellos no se consideran parte de esa Iglesia primitiva-medieval con todos sus defectos, ¿dónde estaban ellos? ¿Pueden

contarnos su propia historia santa, sin ningún pecado?

Es fácil criticar el pasado. Veamos el presente de la Iglesia y comparémoslo con otras instituciones actuales, a ver si hay

alguna perfecta y con menos escándalos, proporcionalmente hablando. No olvidemos que la Iglesia tiene 1.100 millones de

fieles en todo el mundo. Y todos los escándalos de los católicos se los achacan a ella. Lamentablemente, muchos millones de

católicos son no-practicantes, católicos de nombre, que no aceptan las enseñanzas de la Iglesia en puntos importantes como el

aborto. ¿Serán ellos los que la acusarán? ¿No tendrá la Iglesia muchas más razones para avergonzarse de ellos? ¿La acusarán

los ateos y agnósticos? ¿Dónde ha habido regímenes ateos perfectos? ¿Pueden ellos gloriarse de su historia?

En la Iglesia católica, los santos abundan más que en ninguna otra institución y siempre ha sido así. Entre los Papas, ha

habido más de 80 santos, más de la tercera parte. Y lo mismo podemos decir entre obispos, sacerdotes y religiosas. La Iglesia

es un instrumento de Dios en el mundo, y nos proporciona los medios para llegar a la santidad. El ser santo o pecador

dependerá de la respuesta personal. Por eso, quisiera terminar con unas palabras de san Francisco de Asís.

Una vez, un hermano, muy susceptible a los escándalos, le preguntó: Hermano Francisco, ¿qué harías tú, si supieras que el

sacerdote que está celebrando la misa tiene tres concubinas a su lado? Francisco, sin dudar, un solo instante, le dijo muy

despacio: Cuando llegara la hora de la sagrada comunión, iría a recibir el cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del

sacerdote.

San Francisco quiso dejar en claro que, por muy pecador que sea el sacerdote, sigue siendo un ministro de Cristo. Al

confesar, perdona los pecados, y, al celebrar la misa, Cristo se hace presente a través de él. Por eso, debemos lamentar los

pecados de nuestros hermanos, debemos ayudarlos a corregirse, pero también debemos orar por ellos. Y el que no crea en la

Iglesia, por considerarla anticuada, inhumana, falsa o retrógrada, que busque en la historia de los últimos dos mil años una

institución, dinastía o religión, más perfecta que haya ayudado más a los hombres en su superación personal, humana y

espiritual.



10.- DESPRESTIGIAR A LA IGLESIA

En el mundo en que vivimos, pareciera que muchos medios masivos de comunicación y muchos periodistas, escritores o

directores de films, no tuvieran otra meta que desprestigiar a la Iglesia católica. Ciertamente que todo lo que suene a

escándalo de sacerdotes o de instituciones católicas parece ser un buen negocio. Por eso, con frecuencia, se inventan cosas o

se exageran o, aun en el caso de que sean ciertas, se repiten y se repiten, dando así la impresión de que la Iglesia católica

está podrida por dentro y no de que se trata de algunos casos aislados.

Para confirmar esto bastaría ver algunas películas como Mala educación, El crimen del Padre Amaro, Las hermanas

Magdalenas…

Precisamente, en este último film, que en algunos países tiene el título de En nombre de Dios, el director Peter

Mullan trata de insinuar que las religiosas Magdalenas, que regentaban unas lavanderías en Galway, Du Laoghaire y Kerry, en

Irlanda, que eran una especie de reformatorios para chicas, eran unas religiosas inhumanas, crueles y poco menos que

infernales. Para darle más veracidad al relato, dice el director que es una película de ficción, pero basada en hechos

reales.

El hecho de que la película recibió el León de oro del festival de Venecia, según algunos críticos, indica que no se

ha premiado su valor estético, sino el impacto que iba a producir en el público sin plantearse la cuestión de la verdad

histórica de todo lo que presenta. En realidad, las hermanas Magdalenas o hermanas de la misericordia de las Américas, como

se llaman, con 4.960 religiosas en el mundo entero, se dedican a la educación en escuelas y universidades, y atienden a

pobres y enfermos, incluso con sida. Puede verse su página web www.sistersofmercy.org.

Hasta la fecha no ha sido condenada ninguna religiosa por abusos como los que presenta la película, a pesar de que se

hicieron graves acusaciones contra una hermana. A esas casas – lavanderías – reformatorios eran llevadas las chicas por el

juez o por su propia familia, y estaban en régimen de privación de libertad. Las autoridades judiciales controlaban el centro

y lo supervisaban. De hecho, ha habido y sigue habiendo muchos reformatorios en todos los países del mundo. En Inglaterra

eran regidos por la Iglesia anglicana y no eran diferentes a los irlandeses, pero pareciera que sólo lo católico es digno de

ser acusado.

Como dice el gran periodista italiano Vittorio Messori: Toda esta película está construida para crear en el espectador un

sentido de opresión, de ausencia de aire y de libertad en una sociedad aplastada por el peso despótico, oscuro e insoportable

de la Iglesia. Pero la historia de Irlanda narra algo totalmente diverso: para seguir teniendo esos sacerdotes, esas monjas y

esos obispos, este pueblo ha sufrido siglos de martirio infligido por los protestantes ingleses… Este pueblo ha sembrado su

fe con heróica obstinación en una Commonwealth hostil, fundando la Iglesia católica en USA, Australia, Sudáfrica y Nueva

Zelanda. Un pueblo que, impulsado por la miseria y las persecuciones, partió desde su isla por pueblos enteros, con los

párrocos y monjas a la cabeza, hermanas Magdalenas incluidas .

En la Iglesia católica hay miles de casas de religiosas que se dedican a la educación de los pobres, al cuidado de

enfermos, a la recuperación de personas con problemas sicológicos o morales. ¿Es justo que solamente se hable de lo malo y

exagerándolo para que impacte más? Las hermanas Magdalenas tuvieron la valentía de pedir perdón en 1996, a todas las personas

que pudieron sentirse ofendidas, al momento de cerrarse estas tres casas lavanderías – reformatorios, que tenían en Irlanda.

Y también lo hicieron en el 2003, después de salir a luz esta película, que, en realidad, quiere presentar sólo cuatro casos

entre los miles de chicas que vivieron en esos establecimientos a lo largo de los años.

También hay infinidad de libros en los que se ataca a la Iglesia católica. El libro de Dan Brown, El Código da Vinci,

publicado en el 2003, ha sido un best-seller, presentando a la Iglesia como una institución poderosa, antifeminista y

mentirosa. Según el libro, la Iglesia ha ocultado al mundo la gran verdad de que Jesús no era Dios y que había sido un simple

hombre, casado con María Magdalena, de la que tuvo una hija, llamada Sara, cuyos descendientes perduran hasta hoy. Según el

autor, el emperador Constantino, en el concilio de Nicea del año 325, recopiló los textos de los evangelios en los que se

hablaba de la divinidad de Cristo y prohibió los que lo negaban. Prácticamente, se dice que Constantino inventó la religión

cristiana, y que el Papa y las autoridades de la Iglesia han tratado de reprimir siempre por la fuerza (léase Inquisición) a

todos los herejes que querían defender la verdad de que Cristo no era Dios. Por otra parte, se presenta al Opus Dei como una

organización criminal, que no duda en matar a quienes se le oponen con tal de ganar dinero y poder dentro de la Iglesia. Y lo

peor de este libro es que presenta sus afirmaciones como científicas y afirma que todas las descripciones de obras de arte,

de edificios, documentos y rituales secretos, que aparecen en esta novela, son veraces.

Entre las grandes afirmaciones del libro, hay una que dice: Durante trescientos años de caza de brujas, la Iglesia

quemó en la hoguera nada menos que a cinco millones de mujeres . Pero ya hemos afirmado, al hablar de la Inquisición, que,

según las últimas investigaciones de los especialistas en el tema, sólo mató a 100 brujas. Mientras que en otros países no

católicos, como Alemania, fueron 25.000.

El autor, en ningún momento, menciona a los protestantes ni a los ortodoxos, como si la única culpable fuera siempre

la Iglesia católica. Pero el libro contiene gravísimos errores históricos. Si leemos los escritos de los santos Padres

anteriores al concilio de Nicea, podremos comprobar que todos ellos, sin excepción, creían en la divinidad de Jesucristo,

antes de que existiera Constantino. Afirma que el Papa Clemente V eliminó a los templarios en un plan maquiavélico y echó sus

cenizas al Tíber, cuando fueron eliminados por el rey de Francia y Clemente V no podría haber echado sus cenizas al Tíber,

pues vivía en Avignon. Habla de que los juegos olímpicos de la antigüedad eran en honor de Afrodita, cuando eran en honor de

Zeus. Y así hay otras muchas inexactitudes, que no lograrían pasar una prueba de la enciclopedia escolar. Pero para

desprestigiar a la Iglesia, parece que todo vale. Lo más lamentable es cuando este desprestigio viene de personas que se

consideran católicas.

A ellos habría que decirles lo que decía el gran teólogo Henri de Lubac: No puedo menos de admirar la conciencia de

tantos católicos que, sin haber hecho nada grande, sin haber pensado ni sufrido, sin ni siquiera tomarse el tiempo de

reflexionar, se convierten cada día, ante los aplausos de una multitud extranjera, en acusadores de su madre y de sus

hermanos. Muchas veces, al oírles, se me ha ocurrido pensar: ¡Cuánto más derecho tendría la Iglesia de avergonzarse de ellos!

.

Para terminar este apartado, veamos un caso concreto en el que el afán de desprestigiar a la Iglesia terminó en

alabanza a Ella, aunque estos casos no se difundan.

En los años siguientes a la primera guerra mundial, un joven llamado Gétaz, que ocupaba un alto cargo dentro del

socialismo suizo, recibió de su partido el encargo de elaborar un dossier para una campaña que se pretendía lanzar contra la

Iglesia católica. Gétaz puso manos a la obra, con la seriedad y el rigor propios de un político helvético, y recogió multitud

de testimonios, estudió la doctrina católica y la historia del cristianismo desde sus primeros siglos, de modo que en poco

tiempo logró reunir una amplísima documentación.

El resultado de todo aquello fue bastante sorprendente. Paso a paso, el joven político llegó al convencimiento de que

la Iglesia católica no podía ser invención de hombres. Dos mil años de negaciones, sacudidas, cismas, conflictos internos,

herejías, errores y transgresiones del Evangelio, la habían dejado, si no intacta, sí al menos en pie. Las propias

deficiencias humanas, que en ella se advertían a lo largo de veinte siglos, mezcladas siempre con ejemplos insignes de

heroísmo y de santidad, las veía como un argumento a favor de su origen divino: Si no la hubiera hecho Dios, concluyó, habría

tenido que desaparecer mil veces de la faz de la tierra.

El desenlace de todo aquel episodio fue muy distinto a lo que sus jefes habían planeado. Gétaz se convirtió al

catolicismo, se hizo fraile dominico, y en su cátedra del Angelicum, en Roma, enseñó durante muchos años, precisamente, el

tratado acerca de la Iglesia. Sus clases tenían el interés de ser, en buena medida, como un relato autobiográfico, como el

eco del itinerario de su propia conversión .


11.- PETICIÓN DE PERDÓN

El Papa Juan Pablo II tuvo la valentía de reconocer públicamente los pecados pasados de la Iglesia. Con motivo del jubileo

del año 2000, el 12 de marzo, en una ceremonia penitencial única y singular en la historia del cristianismo, pidió perdón y

dijo: Señor, Dios de todos los hombres, en ciertas épocas de la historia, los cristianos han consentido en ocasiones con

métodos de intolerancia y no han seguido el mandamiento del amor, desfigurando así el rostro de la Iglesia. Ten misericordia

de tus hijos pecadores y acoge nuestro propósito de buscar y promover la verdad con la dulzura de la caridad, plenamente

conscientes de que la verdad no se impone, sino por la fuerza de la misma verdad.

En la carta apostólica Tertio millennio adveniente decía: Es justo que la Iglesia asuma con una conciencia más viva

el pecado de sus hijos, recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del

espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la

fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo (N° 33).

Un capítulo doloroso, sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento, está

constituido por la aquiescencia, manifestada especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e, incluso, de

violencia en el servicio a la verdad. Es cierto que un correcto juicio histórico no puede prescindir de un atento estudio de

los condicionamientos culturales del momento, bajo cuyo influjo muchos pudieron creer de buena fe que un auténtico testimonio

de la verdad comportaba la extinción de otras opiniones o, al menos, su marginación... Pero la consideración de las

circunstancias atenuantes, no dispensa a la Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de tantos hijos

suyos, que han desfigurado su rostro, impidiéndole reflejar plenamente la imagen de su Señor crucificado .

El 26 de marzo del 2000, en su viaje a Tierra Santa y ante el muro de las lamentaciones de Jerusalén, pidió perdón a

los judíos: Dios de nuestros padres, Tú has elegido a Abraham y a su descendencia para que tu Nombre fuera dado a conocer a

las naciones, nos duele profundamente el comportamiento de cuantos en el curso de la historia han hecho sufrir a estos tus

hijos y, a la vez, te pedimos perdón, queremos comprometernos en una auténtica fraternidad con el pueblo de la Alianza.

El 4 de mayo del 2001, visitando Grecia y ante el arzobispo ortodoxo de Atenas, dijo: Soportamos el peso de controversias

pasadas y presentes y de persistentes incomprensiones. Sin embargo, en espíritu de caridad recíproca, pueden y deben ser

superadas, pues el Señor nos lo pide. Es necesario un proceso liberatorio de purificación de la memoria. Que el Señor nos

conceda el perdón que le imploramos por ocasiones pasadas y presentes en las que los hijos e hijas de la Iglesia católica

pecaron, con acciones u omisiones contra sus hermanos y hermanas ortodoxos.

El 23 de junio del 2001, en Kiev (Ucrania), pensando en Rusia, dijo: Mientras pedimos perdón por los errores

cometidos en el pasado y presente, aseguramos por nuestra parte el perdón por las ofensas recibidas. El deseo más vivo que

surge del corazón es que los errores de antaño no tengan que repetirse en el futuro.

El 6 de mayo del 2001, llegó a Siria y se descalzó para entrar en la mezquita de los Omeyas de Damasco y desde allí

pidió formalmente que no se hiciera mal uso de la religión para promover o justificar el odio y la violencia. La violencia

destruye la imagen del creador en sus criaturas y no debería ser nunca considerada como fruto de las convicciones religiosas.

Cada vez que los musulmanes y los cristianos se ofenden unos a otros tenemos que buscar el perdón que viene del todopoderoso

y ofrecernos mutuamente el perdón. Jesús nos enseña que tenemos que perdonar las ofensas de los otros para que Dios pueda

perdonar nuestros pecados.

En 1995 pidió disculpas en nombre de todo los católicos por los errores ante los no católicos a lo largo de la

historia. También en una carta, en 1995, habló de la discriminación histórica a las mujeres y afirmó que, entre los

responsables, se encontraban no pocos miembros de la Iglesia, lo que lamentaba profundamente. Parecidos pronunciamientos ha

tenido en diferentes ocasiones con relación a la esclavitud, el racismo, la cercanía a los dictadores y hasta el caso

Galileo.

Sin embargo, como dice el Padre Bruno Forte, uno de los teólogos que elaboró el documento Memoria y reconciliación: La

Iglesia y las culpas del pasado, es importante anotar que el reconocimiento de los pecados ha sido siempre de modo

unilateral. ¿Quiere decir que sólo la Iglesia ha pecado? ¿Quiere acaso significar que es la más pecadora de todas las

religiones e instituciones? No. En absoluto. No estaría de más que los protestantes hicieran algo parecido o los mismos

ortodoxos que tanto han estado unidos a los gobiernos nacionales con todos sus errores, excesos, pecados e intolerancias.

Como dice le historiador italiano Cardini: Sería gratificante escuchar, por ejemplo, expresiones de pesar por parte de la

reina de Inglaterra por el tratamiento que se les dio a los católicos en su país, donde hasta el siglo XIX no tenían derechos

civiles. Y dice también: Tal vez los musulmanes deberían hacer su propia reflexión sobre las numerosas guerras santas

proclamadas en el pasado. Y yo añadiría: Y en el presente.

La Iglesia ha pedido perdón públicamente, ha reconocido que sus hijos, incluso los dirigentes eclesiásticos, no han sido

siempre santos. La Iglesia es una institución formada por hombres humanos y pecadores. El Papa ha pedido perdón por todos los

pecados de los católicos de todos los tiempos. Pero ¿acaso ella sola es pecadora? ¿Alguna institución humana puede decir que

es más santa que la Iglesia católica? Porque no debemos olvidar que, entre los pecadores, también han existido muchos santos.

La Iglesia es santa y pecadora al mismo tiempo. Ha tenido sus luces y sus sombras, y las seguirá teniendo, pero creemos poder

afirmar sin temor a equivocarnos que no ha existido en el mundo una Institución con más santos y con más obras de bien a

favor de la humanidad necesitada. Sin la Iglesia, la historia del mundo hubiera sido muy diferente, pero en negativo. Por

eso, a pesar de todo, la amamos y pedimos perdón con ella y por ella.


12.- LA IGLESIA CATÓLICA

Que la Iglesia no sea oscurantista e inhumana lo podemos ver en los Estados pontificios, que era el reino donde el

Papa ejercía como jefe de Estado. El último Papa rey fue el beato Pío IX, contra el que se ensañó la propaganda liberal del

siglo XIX, presentando a los Estados pontificios como los más terribles lugares y más atrasados del mundo. Durante casi

veinte años, con chorros de dinero y multitud de agentes secretos, se intentó por todos los medios provocar una mínima

apariencia de rebelión de los romanos contra sus “opresores clericales”. Habría bastado con un pequeño tumulto para permitir

que los Saboya intervinieran para “garantizar el orden”. No se consiguió provocar ninguno, de modo que los “italianos”

tuvieron que entrar en Roma, abatiendo las murallas a cañonazos, aprovechándose de la derrota francesa en la guerra contra

los prusianos de 1870. Roma estaba desprotegida tras la retirada de las tropas francesas, destinadas por Napoleón III a la

guerra contra Prusia.

Una vez abierta la brecha en la muralla de Roma, encontraron una ciudad desierta, con los postigos cerrados a modo de

protesta silenciosa. Y en lugar de ser aclamados como liberadores, a los recién llegados se les dio el calificativo de

“buzzurri” (forasteros). En los días que siguieron, ni un solo religioso fue maltratado por los romanos ni fue saqueada

ninguna iglesia, pese a tener, por fin, la posibilidad de vengarse del catolicismo y de sus sacerdotes, tras mil quinientos

años de “opresión”. Si no pasó nada, a excepción de algún alboroto provocado por los partidarios de Garibaldi y Mazzini, que

trajeron delincuentes de fuera y soltaron algún que otro “preso” de las cárceles, fue porque no había nada de que vengarse .

De hecho, si hoy Roma es una gran ciudad y quizás la más hermosa, artísticamente hablando, es debido a los Papas católicos,

que invirtieron mucho dinero para fomentar la cultura y el arte durante siglos. ¡Y cuántas veces intervinieron directamente

para salvarla de la destrucción, desde los tiempos de Atila hasta los de la segunda guerra mundial!

Desde el punto de vista puramente histórico, el papado es de hecho un fenómeno muy asombroso. Es la única monarquía, como

suele decirse, que se mantiene desde hace más de dos mil años, algo en sí inconcebible… Creo que fue Voltaire quien dijo que

había llegado el momento de que, al fin, desapareciera ese Dalai Lama europeo (el Papa) y la humanidad se librase de él. Pero

continuó. Esto nos indica que su supervivencia no se debe a la eficacia de esas personas, sino que ahí subyace otra fuerza.

Precisamente, la que se concedió a Pedro. Los poderes del infierno, de la muerte, no vencerán a la Iglesia .

Por eso, a pesar de los puntos oscuros de la Iglesia, es necesario reconocer sus puntos luminosos para valorarla en su justa

dimensión. Se habla muy fácil y ligeramente de los casos escandalosos de la Iglesia o de los sacerdotes malos, pero no se

habla de los millones de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que han sido encarcelados, torturados y asesinados a lo

largo de la historia por su fe católica. Para no irnos muy lejos, digamos que, el 8 de diciembre del 2000, el Padre Marco

Gnavi presentó al Papa Juan Pablo II nueve volúmenes con un catálogo de mártires del siglo XX en el que son recogidos 13.400

mártires documentados, de 106 países y de más de 300 Órdenes religiosas.

Sólo en España, durante la guerra civil de 1936-1939, murieron 6.832 sacerdotes, religiosos y religiosas. En el campo de

exterminio de Dachau, en Alemania, durante la segunda guerra mundial, murieron unos 3.000 sacerdotes. Pero esto parece que no

interesa mucho a los periodistas. El año 2000 murieron 31 sacerdotes y religiosos. El año 2001, fueron 30; el 2002,

asesinaron a 25. El año 2003 murieron 29 sacerdotes y religiosos. Sólo en Colombia mataron a 5 sacerdotes y una mujer laica

misionera. Y estos mártires se dan en distintos países del mundo. Si desean saber sus nombres concretos pueden verlos en

www.corazones,org/sacramentos/orden_sac/ clero_delitos.htm.

Y no hay que olvidar a los cientos de grandes santos que, en todas las épocas, ha dado la Iglesia para servir a la humanidad.

Solamente el Papa Juan Pablo II ha beatificado a 1.338 y canonizado a 482. Y hay cientos de Congregaciones religiosas, como

las misioneras de la Madre Teresa de Calcuta con sus 5.000 religiosas, que se dedican al cuidado de los pobres, enfermos y

necesitados. El año 2000 el Vaticano publicó un CD Rom Catholic Aid Directory (CAD) en el que el Consejo Pontifico Cor Unum,

organismo de la Santa Sede, encargado de promover y organizar las instituciones de caridad y asistencia de la Iglesia

católica, proporciona, en cuatro idiomas, la guía de 1.100 organismos u ONG’S, oficinas nacionales e internacionales

comprometidas en el campo socio – caritativo con sus direcciones, mails, etc. Son 1.100 instituciones de caridad de la

Iglesia, que ayudan, especialmente, en casos de catástrofes o necesidades sin distinción de religión y, para ello, piden

ayuda a las parroquias católicas del mundo entero o a otras instituciones. Ninguna institución en el mundo ha contribuido más

que la Iglesia a promover la paz y la unión entre los hombres. No olvidemos la inmensa labor realizada a favor de la cultura

ante la invasión de los bárbaros y cómo los benedictinos salvaron la cultura escrita, copiando los antiguos códigos y

salvándolos de la destrucción. La mayor parte de los sabios de la Edad Media eran eclesiásticos.


Además, la Iglesia ha transmitido la fe a través de los siglos. Ha sabido superar las herejías y mantener pura la fe

revelada. Nos ha transmitido el amor a Jesucristo y los valores humanos y espirituales, junto con la esperanza cierta en un

más allá eterno junto a Dios en el cielo. Por todo ello y por mucho más, la Iglesia es merecedora de nuestro reconocimiento y

de nuestra gratitud por siempre.

Quisiera citar unas palabras de Carlo Carretto en su libro Mañana será mejor:

¡Oh Iglesia, cuán contestable me resultas y, sin embargo, cuánto te amo! Querría ver desaparecer muchas cosas de ti

y, a pesar de todo, te necesito. Me has dado muchos escándalos y, sin embargo, me has hecho entender la santidad. He visto en

ti muchas cosas falsas, pero no he tocado nada más puro y bello.

¡Cuántas veces he sentido la tentación de separarme de ti y cuántas veces también he deseado morir entre tus brazos!

No puedo liberarme de ti. Además, ¿a dónde iría? ¿a construir otra? Y, si la construyera, sería mi iglesia y no la de

Cristo...

La Iglesia tiene el poder de darme la santidad y, sin embargo, desde el primero hasta el último de sus miembros son

pecadores. Tiene el poder omnipotente e invencible de celebrar el misterio eucarístico y está formado de hombres que se

debaten en la oscuridad y la tentación todos los días...

La Iglesia está edificada sobre piedras débiles, pero ¿qué importan las piedras? Lo importante es la promesa de

Cristo de que nunca fallará...

Los motivos para creer en la Iglesia no son las virtudes de los Pontífices, de los obispos o de los sacerdotes. La

credibilidad está en el hecho de que, no obstante los dos mil años de pecados cometidos por sus miembros, ella ha conservado

íntegra la fe y esta mañana he visto un sacerdote celebrar la misa y decir: Esto es mi cuerpo y he creído en la promesa de

Jesús y en que el pan que me daba en comunión era el mismo cuerpo de Jesucristo .

Como diría el Papa Benedicto XVI, cuando era todavía cardenal: La Iglesia católica se puede comparar con la luna. La luna no

tiene luz propia, sino que la recibe del sol, sin el cual sería oscuridad completa. La luna resplandece, pero su luz no es

suya, sino de otro. Los astronautas descubrieron que la luna es sólo una estepa rocosa y desértica. La luna es en sí y por sí

misma sólo desierto, arena y rocas. Sin embargo, es también luz y, como tal, resplandece en la oscuridad nocturna de la

tierra.

¿No es ésta una imagen exacta de la Iglesia? Quien la explora, descubrirá, como en la luna, solamente desierto, arena y

piedras, las debilidades del hombre y su historia a través del polvo, los desiertos y las montañas del mundo. Pero el hecho

decisivo es que también es luz en virtud de otro, del Señor.

Yo estoy en la Iglesia, porque creo que hoy, como ayer, no puedo estar cerca de Jesús, si no es permaneciendo en su Iglesia.

Yo estoy en la Iglesia; porque, a pesar de todo, creo que, en el fondo, la Iglesia no es nuestra sino suya. La Iglesia, a

pesar de las debilidades humanas, nos da a Jesucristo. Solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva

y poderosa, aquí y ahora. Sin la Iglesia, Cristo se evapora, se desmenuza, se anula. ¿Y qué sería de la humanidad privada de

Cristo?

Si estoy en la Iglesia, es por las mismas razones, porque soy cristiano. No se puede creer en solitario. La fe sólo es

posible en comunión con otros creyentes. La fe, por su misma naturaleza, es fuerza que une. Ésta, o es eclesial o no es tal

fe. No se puede tener fe por iniciativa propia o por invención .







REFLEXIÓN FINAL

Antes de terminar, quisiera dejar hablar a André Frossard, el gran convertido francés, que a los 20 años era un ateo

perfecto, como él mismo dice, y que se convirtió en un instante al entrar en una capilla del barrio latino de París, donde

estaba expuesto el Santísimo Sacramento en una custodia. Allí experimentó a Dios de una manera tan real y profunda que, a

los cinco minutos, salía de la capilla convertido en un católico de pies a cabeza.

No fue una emoción pasajera, fue algo que lo transformó para toda la vida. Él había sido socialista de izquierda, como su

padre, y, por experiencia personal, puede hablar de sus prejuicios y de cuán equivocado estaba al juzgar a la Iglesia

solamente por sus cosas negativas.

Al hablar de su conversión, dice: Habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde en una capilla del barrio latino en busca

de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado allí escéptico y

ateo de extrema izquierda..., volví a salir algunos minutos más tarde católico, apostólico y romano, elevado, alzado,

recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable... Fue un momento de estupor que dura todavía. Nunca me he

acostumbrado a la existencia de Dios .

Al abandonar la capilla de la calle Ulm sabía cuatro cosas, o mejor dicho veía cuatro cosas evidentes que todavía me

asombran: hay otro mundo, Dios es una persona, estamos salvados y, paradójicamente, estamos por salvar, la Iglesia es de

institución divina .

La Iglesia es de institución divina, porque es Dios quien le confía las almas, y no al contrario. Yo no le he dado mi

adhesión, más bien he sido conducido a ella como un niño a quien se lleva a la escuela cogido de la mano, o llevado a su

familia, a quien él no conocía. Esta sensación de connivencia, entre la Iglesia y lo divino ha sido tan fuerte, que siempre

me retuvo, no de evaluar los errores cometidos cada siglo por la gente de Iglesia, sino de tomar la parte por el todo... Su

santidad invisible me impresiona, sus debilidades e imperfecciones de aquí abajo me tranquilizan y me la hacen más próxima.

Sucede que tampoco yo soy perfecto. Desde el primer día, la Iglesia me ha parecido hermosa. Los cristianos de cuna, que a

menudo me han preguntado si la Iglesia no ha decepcionado al joven converso que yo fui, no se daban cuenta del contraste

absoluto que la Iglesia presentaba con el tinglado ideológico de mi infancia, donde se vivía, ahora lo veo claramente, a

expensas de algunas ideas cristianas desviadas de su fin, cortadas de sus raíces naturales, puestas en conserva y que

presionaban la tapadera.

El cristianismo y su Iglesia poseía los colores de la vida... Pero ¿cómo yo habría podido aprender algo útil y

verdadero sobre la Iglesia? Mis libros, mis Voltaire, mis Rousseau, mis exploraciones de la nada filosófica y mis fabricantes

de guerra civil, solamente me habían hablado de ella en términos difamatorios; se agarraban a sus pequeñeces y acentuaban sus

faltas; olvidaban sus buenas obras e ignoraban sus grandezas. Mis libros reconocían el antiguo poder de la Iglesia, pero lo

hacían para mejor censurar el uso que la Iglesia había hecho de él. Su historia era la de una larga y fructuosa empresa

dominadora con máscara filantrópica. La Iglesia predicaba humildad para obtener resignación y enseñaba la esperanza para no

oír hablar de justicia. Esos libros citaban gustosamente a los inquisidores, a los Papas pendencieros o a los gatitos

mitrados, según expresión de una dama. Pero nunca hablaban de los mártires ni de los santos, exceptuando a Juana de Arco,

que había sido víctima de los clérigos; y a Vicente de Paúl, cuya caritativa actividad evidenciaba las miserias y

deficiencias sociales de su tiempo. Se mostraban prolijos, hablando de la cabeza política de la Iglesia terrestre, pero mudos

en cuanto a su corazón evangélico. Yo conocía todo sobre el comportamiento despótico de Julio II, e ignoraba absolutamente

los encendimientos poéticos de Francisco de Asís.

No me habían dicho que, si la Iglesia no siempre había arrostrado en este mundo el buen combate, por lo menos había guardado

la fe y que únicamente la fe nos había hecho amistosa esta tierra. No habían dicho que la Iglesia nos había dado un rostro a

quienes no sabemos con exactitud, si somos dioses o gusanos cenagosos, si somos el adorno supremo del universo o un débil

retorcimiento de moléculas en una parcela de fango perdido en un océano de silencio. La Iglesia sabía, y constatamos que era

la única en saberlo en este siglo de terror, lo que son la deportación y la muerte, sabía que el hombre es un ser que no

cuenta finalmente más que para Dios.

No, no me habían dicho mis libros que la Iglesia nos había salvado de las desmesuras a las que, indefensos, estamos

entregados desde que no se la escucha, o cuando ella se calla. No me decían que la Iglesia, por sus promesas de eternidad,

había hecho de cada uno de nosotros una persona insustituible, antes que nuestra renuncia al infinito hiciera de nosotros un

átomo efímero, e indefinidamente recambiable, de baba o de espinazo del gran animal estático... No me decían mis libros que

sus dogmas eran las únicas ventanas horadadas en el muro de la noche que nos envuelve; y que el único camino abierto hacia la

alegría era el pavimento de sus catedrales, gastado por las lágrimas .

André Frossard, como tantos ateos convertidos, encontró en la Iglesia una familia y en Jesús Eucaristía el amor de su vida.

Por eso, la última frase de su libro es: Amor, para llamarte así, la eternidad será corta . Lo cual, dicho de otro modo, es:

Dios mío, ni toda la eternidad será suficiente para decirte cuánto te amo.

¡Dios mío! Entro en tus iglesias desiertas, veo a lo lejos vacilar en la penumbra la lamparilla roja de tus sagrarios y

recuerdo mi alegría. ¡Cómo podría haberla olvidado!... Porque hay otro mundo. Y no hablo de él por hipótesis, por

razonamiento o de oídas. Hablo por experiencia .
Yo no vi a Dios, pero vi su luz..., una luz de verdad, una luz enseñante que, al iluminar, informa y que, en un instante,

enseña más sobre la religión cristiana que diez libros de doctrina... La verdad cristiana es la misma, tanto si te llega como

un rayo de sol espiritual, como por el canal de la fe transmitida por la tradición. La coincidencia es absoluta y

perfecta... Creo que este argumento aboga con fuerza por la veracidad de la enseñanza cristiana (católica) .

Por eso, él decía con claridad y con la fuerza de la verdad, que conocía por experiencia sobrenatural, que la Iglesia

católica es de institución divina. Y nosotros debemos amarla, como él, a pesar de sus errores y pecados, con sus luces y

sombras, porque es nuestra Madre, que nos guía y nos enseña el camino hacia Dios.




CONCLUSIÓN

Después de haber analizado algunos temas polémicos, podemos decir que la Iglesia, como institución humana, a la que

pertenecen 1.100 millones de personas, tiene y ha tenido en el pasado sus luces y sus sombras. No todo se puede justificar.

No todo es santo en su historia de dos mil años. La Iglesia ha pedido perdón por ello.

De todos modos, cuando se habla de las culpas históricas de la Iglesia, no hay que desestimar el hecho de que la Iglesia es

la única realidad que ha permanecido idéntica en el curso de los siglos. Y, por eso, todo el mundo le pide cuentas y se cree

con derecho a criticarla. Pero ¿quién se atreve a criticar a los reyes de ciertos países, porque sus antepasados no fueron

tan buenos como debieron? ¿Quién le pide cuentas al ministro de justicia por los pecados en la administración de justicia

de varios siglos atrás? ¿A qué otra iglesia o religión le piden cuentas de sus hechos como lo hacen a la Iglesia católica?

Quizás, porque es, ha sido y seguirá siendo, una gran autoridad moral en el mundo, a muchos no les gustan sus intervenciones.

Puede ser que no estén de acuerdo con su doctrina o sus enseñanzas, pero deben reconocer, al menos, que la Iglesia ha tenido

muchísimas más luces que sombras, en su historia.

Para concluir, queremos citar las palabras de un gran profesor de historia y sociología de la universidad de Bruselas, que es

agnóstico, racionalista y ex-masón y, por lo tanto, poco favorable a la Iglesia. Sin embargo, es sincero y reconoce sus

valores. El doctor León Moulin dice: Los católicos habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, casi

sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre,

ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo, agnóstico, pero

también historiador que trata de ser objetivo, os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad. De hecho, a menudo no es

cierto lo que os imputan. Pero, si en algún caso lo es, también es cierto que tras un balance de veinte siglos de

cristianismo, las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas. ¿Por qué no pedís cuentas a quienes os las piden a

vosotros? ¿Acaso han sido mejores?

Sí, la Iglesia con todos sus errores y excesos del pasado, es una luz en la oscuridad y sigue siendo, con los miles de

santos, mártires, misioneros, educadores..., la institución más honorable y digna de respeto del mundo, que promueve la paz

entre las naciones, el amor entre los pueblos y difunde a todos los hombres la luz de la verdad, que Jesucristo vino a traer

a la tierra.
P. Ángel Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad
Pueblo Libre
Lima –Perú
Telf. 4615894
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