martes, 29 de noviembre de 2011

ACLARACIONES DOCTRINALES

ACLARACIONES DOCTRINALES: Imágenes. Tradición. Biblia. Eucaristía. Virgen María. Iglesia católica. Purgatorio. El Papa.

TESTIMONIOS Henry Newman. Robert Hugh Benson. Vernon Johnson. Gilbert K. Chesterton. Ronald Knox. Juan W. Verkade. Irma Barsy. Kenyon Reynolds. Juan Tsching Hsiung. Sven Stolpe. Sigrid Undset. Cornelia de Vogel. Heinrich Schlier. Thomas Merton. Julien Green. Ephaïm Croissant. Max Thurian. Malcolm Muggeridge. Alec Guinness. Richard John Neuhaus. Luis Miguel Boullón. Joseph Ranalli. Raymond Ryland. James Pitts. Thomas Ricks. Robert Williams. Stephen Ray. Linda Poindexter. Marcus Grodi. Ed Fride. Cristopher Dixon. Rick Ricciardi. Larry Lewis. David B. Currie. John Davis. Burns Seeley. Jay Damien. Larry Blake. Kenneth Guindon. Steve Wood. Pam Forrester. Stuart Swetland. Michel Viot. Steve Clifford. Bod Sungenis. Al Kresta. Scott Hahn. Paul Thigpen. Graham Leonard. A los hermanos separados. El Credo. Convertidos que marcan el camino. Mi experiencia.

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

PÁGINAS WEBS INTRODUCCIÓN

Desde el tiempo de la Reforma, comenzada por Lutero en el siglo XVI, los grupos protestantes o de hermanos separados se han multiplicado indefinidamente. El Oxford Dictionary of the Christians (Diccionario de Oxford sobre los cristianos) habla de más de 28.000 iglesias cristianas, nacidas desde entonces. Por eso, la pregunta más elemental que surge es: ¿Es lo mismo ser cristiano de una o de otra denominación? Algunos evangélicos dicen: yo no soy de ninguna iglesia, yo soy de la Iglesia de Cristo. Con esto quieren decir que son de la Iglesia fundada por Cristo. Pero ¿pueden estar seguros? ¿Cómo pueden saber que están en la verdadera Iglesia fundada por Cristo y que todas sus doctrinas son las mismas que enseñó Jesús y sus apóstoles?

La mayoría de estas iglesias cristianas tienen diferencias importantes en la interpretación de la Biblia. Unas tienen sacerdotes y obispos, otras solamente sacerdotes, otras sólo tienen pastores laicos.

Casi todas aceptan el divorcio y los anticonceptivos o el aborto, en ciertos casos. Algunas aceptan el matrimonio de homosexuales y que ellos puedan ser ministros ordenados. En ciertas iglesias, aceptan que las mujeres puedan ser sacerdotes. Y así hay otras diferencias sobre el bautismo de niños o la comunión...

La falta de autoridad lleva a la falta de unidad y, si no hay unidad en la fe, ¿cómo podemos creer que esa iglesia es la Iglesia de Cristo?

Lamentablemente, la ignorancia de muchos católicos, que no conocen su fe y, sobre todo, no la viven, les hace buscar en otras iglesias lo que tienen en plenitud en la Iglesia católica. Alguien ha dicho: católico ignorante, seguro protestante. En cambio, muchísimos hermanos de otras iglesias cristianas, bien preparados en la Biblia, como pastores y teólogos, se hacen católicos, sobre todo en Europa y USA. Se han dado cuenta de que la Iglesia católica defiende las mismas cosas que los cristianos de los primeros siglos y en ella hay autoridad, unidad y universalidad. Ella es la misma Iglesia fundada por Cristo, que sigue existiendo en continuidad ininterrumpida desde Cristo hasta la actualidad. Para estos hermanos, el convertirse a la Iglesia católica es simplemente volver a casa. Se habían alejado por la Reforma y ahora vuelven a encontrar su propia casa, regresando a Roma, de donde salieron.

Ojalá que el testimonio de algunos protestantes convertidos a la fe católica pueda guiar a otros más en el camino a casa. Las puertas de la Iglesia están abiertas a todos. Y Dios sigue obrando maravillas de santidad y grandes milagros en los santuarios, especialmente marianos, como señal evidente de que Él sigue vivo en la Iglesia como hace dos mil años. En este libro, hablaremos solamente de los convertidos del protestantismo. En otro libro, hemos hablado ya de los convertidos ateos y judíos a nuestra fe. Si tú eres cristiano no católico o católico no practicante, este libro es para ti. Es posible que Jesús te hable a través de estas páginas, pues te sigue esperando y quiere marcarte el camino para que vuelvas a casa.

ACLARACIONES DOCTRINALES

Vamos a comenzar, aclarando algunas ideas sobre los principales puntos en discusión con los hermanos separados.

LAS IMÁGENES

Nuestros hermanos separados dicen que las imágenes son ídolos y que los que tienen ídolos son idólatras y, por tanto, se van a condenar, porque la idolatría está condenada en la Biblia como un gran pecado. Por eso, cuando algún católico se convierte a su fe, le ordenan que queme todas las imágenes y objetos religiosos de su casa.

Pero, ¿qué es ídolo? Según podemos leer en el diccionario de la lengua castellana, ídolo es la imagen de un falso dios, que no existe y, por tanto, ni oye, ni ve, ni entiende. Ahora bien, ¿podrían mostrarnos una sola imagen de un falso dios, que tengan los católicos? No existe ninguna. Las imágenes de Jesús son de verdadero Dios, porque Jesús es Dios. De las imágenes de María o de los santos, nadie dice que sean dioses, sino criaturas humanas ejemplares, que, al igual que los héroes, son un ejemplo para nosotros. Además, ellos existen y nos oyen y nos aman; y Dios quiere que los invoquemos para obtener por su intercesión muchas bendiciones, como lo enseña la experiencia de millones de católicos en el mundo entero.

En la parábola del rico Epulón vemos cómo él pide ayuda al santo Abraham y Jesús no dice que eso esté mal. Jeremías, ya muerto, intercede por el pueblo de Israel (2 Mac 15,14-16). El profeta Elías sigue haciendo milagros después de muerto (Eclo 48,13-15). Y en el Apocalipsis vemos cómo los veinticuatro ancianos presentan las oraciones de los santos, es decir, de los seguidores de Jesús (Ap 5,8;8,3-5).

Por otra parte, si las imágenes fueran cosa del diablo, ¿cómo explicar que nos ayuden a orar más y mejor? Las imágenes son recordatorios, para poder recordar más a Jesús o a los santos y así poder hacer más y mejor oración delante de su imagen que delante de la pared. Los primeros cristianos pensaban así y pintaron lindas imágenes en las catacumbas de Roma en los tres primeros siglos, durante las persecuciones. ¿Acaso en ese tiempo ya estaba el cristianismo falsificado?

Si tomamos a la letra el texto de Ex 20,4: No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, deberíamos prohibir absolutamente toda imagen de cualquier tipo. Deberíamos evitar tener fotografías de paisajes o de personas. Estaría prohibido el arte de la pintura o escultura. Incluso, deberíamos evitar llevar dinero en el bolsillo, pues también tiene imágenes de personas.

Dice la Biblia que Jesús es imagen de Dios (Col 1,15), ¿por qué no podemos tener sus imágenes para recordar y amar más a Dios en Él? Dice la Biblia que nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26-27). ¿Habría que quemar a todos los hombres por ser imagen de Dios? ¿Acaso el ser imagen de algo vivo es malo? Si Jesús hubiera vivido en este siglo, ¿no nos hubiera gustado estar con él en videos o películas y escuchar directamente sus palabras?

En la Biblia no se prohibe tener imágenes, sino solamente las de los dioses falsos, que no existen. En Num 21,8 se manda hacer una serpiente para que sean curados de las mordeduras de serpientes venenosas. En el arca de la alianza había dos querubines de oro (Ex 25,28), y también había querubines y figuras de otros animales en otros lugares (Ex 26,1;1 Reg 6,23.32;7,29).

Al igual que los judíos sacaban en procesión el arca de la alianza, nosotros llevamos en procesión las imágenes sagradas para honrar y venerar a las personas que representan. Nuestro homenaje va a las personas representadas y no al material de que están hechas las imágenes. Por eso, ofrecemos flores, velas y nos arrodillamos ante ellas como ante una persona digna de respeto. Un hijo se arrodilla ante su padre para pedirle su bendición. Josué se arrodilló ante el ángel (Jos 5,15), la sunamita se arrodilló ante Eliseo para pedirle ayuda (2 Reg 4,27), y los judíos se arrodillaban ante el arca de la alianza (Jos 7,6).

Así como los hermanos separados tienen una gran veneración por la Biblia y la colocan en un lugar importante y procuran no profanarla, usándola para cosas poco dignas, así las imágenes sagradas merecen nuestro respeto y debemos evitar usarlas para cosas poco dignas. Por eso mismo, deben ser hechas con buen gusto para que puedan inspirar devoción, porque una imagen mal hecha y de mal gusto, puede ser contraproducente. De ahí que los artesanos de imágenes deben tener sentido de la belleza. Al igual que sería una falta de respeto imprimir la Biblia con muchas faltas de ortografía, con dibujos de mala calidad o con borrones.

El año 787, en el segundo concilio de Nicea, cuando todavía no existían hermanos evangélicos, la Iglesia reconoció que es legítima la representación de Jesús en imágenes sagradas. Y allí definió: Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica, definimos con toda exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también la imagen preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de mosaico u otra manera conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios, en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y cuadros, en las casas y en los caminos, tanto las imágenes de Nuestro Salvador Jesucristo como las de Ntra. Señora Inmaculada, la santa Madre de Dios, los santos ángeles y de todos los santos y justos (Cat 1161).

San Juan Damasceno, que fue el principal luchador contra los iconoclastas (los que rechazaban las imágenes sagradas), dijo: La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios (Cat 1162).

Además, la experiencia enseña que las imágenes sagradas son poderosas para alejar el poder del maligno, que huye de todo lo sagrado. Lo puedo decir por propia experiencia. Por otra parte, Martín Lutero, el que comenzó la Reforma, aceptaba las imágenes, porque decía que eran el Evangelio de los pobres ¿Por qué seguirlo en unas cosas y en otras no?

LA TRADICIÓN

Cuando la Iglesia católica habla de la Tradición, se refiere a la Tradición apostólica, con mayúscula, o a aquellas tradiciones que forman el conjunto de verdades que los apóstoles recibieron de Jesús o por inspiración del Espíritu Santo, y que ellos transmitieron de viva voz, aunque algunas de estas cosas no estén escritas en la Biblia. No se habla aquí de tradiciones o costumbres humanas que pueden ser temporales o criticables. Por eso, la Tradición, o Tradiciones, en cuanto verdades de fe transmitidas desde los apóstoles, son fuente de fe para nosotros.

Pensemos en el primer concilio de Jerusalén (Hech 15). Allí los apóstoles, obispos y presbíteros, se reunieron para tratar el tema de si la Ley de Moisés debía ser obligatoria para los gentiles convertidos. Dicho de otra modo: si los gentiles debían obedecer ciertas enseñanzas del Antiguo Testamento (enseñanzas bíblicas) o no. El concilio, para decir que no estaban obligados, no recurrió a ninguna palabra de Jesús ni a ningún escrito del Nuevo Testamento. La base de su decisión fue la autoridad misma del concilio presidido por Pedro. El “nosotros creemos” (Hech 15,11) dicho por Pedro fue determinante. Y estas creencias no estaban escritas en ningún lugar.

El mismo Jesús apoyó la tradición oral, no escrita, de los fariseos y dice: Los maestros de la ley y los fariseos se sentaron en la cátedra de Moisés. Vosotros debéis obedecerlos y hacer lo que ellos dicen, pero no hacer lo que ellos hacen; porque ellos no hacen lo que dicen (Mt 23,2-3). Por eso, podemos preguntar: ¿dónde dice la Biblia que solamente la Biblia es la única fuente de fe? ¿Dónde se dice que las únicas verdades, que debemos creer, están en la Biblia?

Recordemos que hay verdades que no están en la Biblia. Léase Jn 21,25; Jn 20,30;2 Jn 12. En 2 Tes 2,15 se dice: Manteneos firmes y conservad las tradiciones, que habéis aprendido de nosotros de viva voz o por carta. Os alabo, porque os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido. Ver otros textos: 2 Tim 1,13;2,2; 1 Tes 2,13;3,4;4,2; 2 Tes 3,6; 1 Co 11,2 y 15,3.

Cristo no escribió ni mandó escribir; pues, si hubiera mandado escribir, quizás ahora hubiera 11 Evangelios o más. Cristo mandó predicar (Mc 16,16) y muchas cosas que se predicaron no están en la Biblia. Si se hubieran escrito todas las cosas que hizo Jesús, ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se hubieran escrito (Jn 21,25).

Cristo mandó predicar todo. Dice literalmente: “Id y bautizad..., enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,20). Y ¿cómo sabemos cuál es el todo, si no está escrito? Ahí está la Tradición apostólica, esa tradición de las cosas de fe, que se han transmitido por vía oral desde los apóstoles hasta nosotros. Algunas de estas verdades, la Iglesia con su autoridad las ha definido para ser creídas con seguridad como la virginidad de María o la presencia de Jesús en la Eucaristía o la Asunción o la Inmaculada Concepción de María. La Tradición apostólica aclara muchas dudas sobre cómo interpretar algunas verdades escritas en la Biblia, incluso sobre la divinidad de Cristo o sobre la resurrección, que muchos cristianos a lo largo de los siglos han negado y siguen negando.

Veamos lo que decía San Ireneo (140-205): “En todas las iglesias del mundo se conserva viva la Tradición de los apóstoles, pues podemos contar a todos y cada uno de sus sucesores hasta nosotros. Como sería largo enumerar aquí la lista de los obispos que sucesivamente ocuparon la silla de los obispos, que ordenaron los mismos apóstoles, basta citar la silla de Roma, la mayor y la más antigua de las Iglesias, conocida en todas partes y fundada por san Pedro y san Pablo. La Tradición de esta sede basta para confundir la soberbia de aquellos que por su malicia se han apartado de la verdad; pues, ciertamente, la preeminencia de esta Iglesia de Roma es tal que todas las Iglesias, que aún conservan la Tradición apostólica, están en todo de acuerdo con sus enseñanzas”.

San Ireneo nombra a los primeros Papas después de Pedro: Lino, Anacleto, Clemente, Evaristo, Alejandro, Sixto, Telésforo, Higinio, Pío, Aniceto, Sotero, Eleuterio. “No es preciso ir a buscar la verdad en otros, es fácil recibirla de la Iglesia. La enseñanza de la Iglesia es en todas partes y siempre la misma, se apoya en el testimonio de los profetas, de los apóstoles y de todos los discípulos. Recibimos esa fe de la Iglesia como un depósito precioso, encerrado en un vaso excelente. Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y toda gracia” (Contra los herejes 3.24,1).

Decía Tertuliano en el siglo II: “¿Quiénes sois vosotros y de dónde venís? Al principio estabais en el seno de la Iglesia católica, al separaros de ella ¿quién os dio la misión de predicar esas nuevas doctrinas? Todo aquel que habla en nombre de Dios debe ser enviado por Dios. Probad vuestra misión... Mostrad el origen de vuestras iglesias, exponed la serie de vuestros obispos, que se sucedieron desde el principio, de tal manera que el primer obispo haya tenido como garante y predecesor a uno de los apóstoles o a uno de los hombres apostólicos que permanecieron hasta el final en comunión con los apóstoles... Está bien establecido que toda doctrina que está de acuerdo con esas iglesias matrices y fuentes de fe, debe ser considerada como verdadera, puesto que contiene, sin duda alguna, lo que esas iglesias recibieron de los apóstoles, los apóstoles de Cristo y Cristo de Dios”.

Así pues, hay una Tradición oral, que se trasmitió desde los apóstoles. No olvidemos que la Biblia quedó establecida como tal con todos sus libros el año 393 en el concilio de Hipona y el año 397en el concilio de Cartago. Y, sin embargo, antes de que existiera la Biblia como tal, existía la Iglesia, y los fieles tenían una fe sólida y sin dudas, basada en la Tradición oral, guiados por la autoridad del Papa, sucesor de Pedro. Por eso, la Iglesia es necesaria según el plan de Cristo, y lo mismo el Papa. De otro modo, durante los cuatro primeros siglos, sin Iglesia y sin autoridad, sin Biblia y sin tradiciones auténticas, los fieles hubieran caído en el error y la Iglesia de Cristo hubiera desaparecido.

La Biblia y la Tradición son dos fuentes de la revelación, que se complementan. Pero, como dice el Catecismo católico: “Hay que distinguir esta Tradición apostólica de las “tradiciones” teológicas disciplinares, litúrgicas o devocionales, nacidas en el transcurso del tiempo en las iglesias locales. Éstas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición, recibe expresiones adoptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición, aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia” (Cat 83).

Sí, no podemos olvidar que la Iglesia enseña a través de la autoridad del Papa, que nos da garantía de que nuestra fe es auténtica, sobre todo, cuando el Papa enseña una verdad “ex cathedra”, es decir, con toda su autoridad, con el deseo de imponer una verdad de fe y costumbres para que sea creída por todos los fieles como revelada. En este caso, decimos que no se puede equivocar, porque es infalible; pues si se pudiera equivocar, diríamos que nunca podríamos estar seguros de ninguna verdad y, por tanto, cada uno podría opinar sobre cualquier cosa a su manera, y no habría UNIDAD.

Por eso, cuando la Biblia necesita interpretación, solamente el Papa, como representante de Cristo, puede interpretarla auténticamente. No es que el Magisterio de la Iglesia o la autoridad del Papa esté por encima de lo que dice la Biblia, sino que está a su servicio, pues el Papa nos ayuda a entenderla y a no equivocarnos en la interpretación. Cristo le dio su autoridad al decir: “Lo que ates en la tierra, será atado en el cielo y lo que desates en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt 16,19).

De este modo, vemos que la Escritura (Palabra de Dios escrita en la Biblia), la Tradición (revelación transmitida oralmente) y el Magisterio de la Iglesia, están íntimamente unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros y los tres se complementan para esclarecer la revelación de Dios a los hombres.

¿Qué pasa, cuando solamente tenemos la sola Escritura? Que cada uno la interpreta a su manera, como si fuera la máxima autoridad o el Papa de su Iglesia, y así hay tantas interpretaciones como personas. De ahí tanta división de los hermanos separados en miles de iglesias distintas.

LA BIBLIA

Es la Palabra de Dios escrita. “Hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios” (2 Pe 1,20). Pero hay en la Biblia “cosas difíciles de entender que los ignorantes y débiles interpretan torcidamente para su propia perdición” (2 Pe 3,16). Por eso mismo, dice san Pedro que “ninguna profecía (palabra) de la Escritura es de interpretación personal” (2 Pe 1,20). Entonces, si no es de interpretación personal ¿quién puede interpretarla auténticamente? Sólamente el Papa, con la autoridad recibida de Cristo para atar y desatar, mandar y prohibir (Mt 16,19).

Por consiguiente, la doctrina protestante del libre examen, es fuente de confusión, pues cada uno puede creer lo que cree que Dios le dice al leer la Biblia. Y, si cada uno puede interpretar la Escritura por su cuenta, debería prohibirse la predicación sobre la Escritura, pues eso lleva a condicionar y aceptar una determinada interpretación, que da el pastor o el líder del grupo. Igualmente, debería estar prohibido el escribir o hablar a otros sobre lo que nosotros creemos que dice la Biblia, pues podríamos estar abusando de su ignorancia o de su comprensión, pues, supuestamente, el Espíritu Santo enseña a todos por igual.

Una Biblia abierta sin buena interpretación es como una farmacia abierta sin farmacéutico o sin médico que recete, pues cada uno puede recetarse lo que quiera y busca lo que cree que más le conviene y se equivoca y, en vez de hacerle bien, le hará daño.

Todos hemos conocido en nuestro tiempo fanáticos fundamentalistas, que han llevado al suicidio colectivo con la Biblia en la mano. ¿Qué diríamos, si alguien toma al pie de la letra lo que dice Jesús: ¡Si tu ojo te hace pecar, sácatelo y tíralo, pues es mejor entrar en el cielo tuerto que con dos ojos ir al infierno! Si una señorita creyera que sus bonitos ojos son ocasión de pecado para los hombres y se los sacara para seguir la Biblia literalmente, diríamos que ha cometido un gravísimo error, por mala interpretación. Lo mismo habría que decir, si alguien se mutila una mano o un pie, porque con la mano peca continuamente y agrede a otros. Por ello, hay que entender el sentido y atender el contexto. Y debe haber una autoridad que pueda decir la última palabra en nombre y con la autoridad de Jesucristo, para que haya unidad en la fe como la tienen los católicos.

Porque ¿cómo saben los hermanos separados lo que es lo bueno y lo que es malo en cuestiones difíciles de las que no habla la Biblia? Por ejemplo, sobre el aborto, la eutanasia, los anticonceptivos, la fecundación artificial, la manipulación genética, la clonación o sobre ciertas teorías modernas sobre sexualidad, política, economía o medio ambiente.

Otro punto importante a aclarar es cuántos son los libros de la Biblia. La misma Biblia no lo dice. ¿De dónde saben los evangélicos cuáles y cuántos son los libros de la Biblia? Los recibieron así de la Iglesia católica en el siglo XVI. Precisamente, en ese siglo, Lutero, con su propia autoridad, dijo que los libros llamados deuterocanónicos (Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría y 1 y 2 de Macabeos) no eran auténticos. Pero estos libros del Antiguo Testamento están incluidos en la traducción griega de los LXX y los mismos apóstoles usaron esta traducción, de modo que, de las 350 citas del Antiguo Testamento que hay en el Nuevo, más de 300 son de la traducción de los LXX, luego quiere decir que los apóstoles los aceptaban. Además, Lutero, por su propia cuenta, rechazó la carta a los Hebreos, Santiago, Judas y el Apocalipsis. Luego Lutero no tenía la autoridad de Dios, pues actualmente todos los hermanos separados aceptan estos cuatro libros. Y, si Lutero se equivocó en algo tan importante como los libros de la Biblia, ¿podremos darle autoridad en otras cosas?

Podemos preguntar: ¿Por qué el Espíritu Santo esperó cuatro siglos para que estuviera completa la colección de libros del Nuevo Testamento? ¿Por qué los apóstoles no nombraron los libros inspirados para tener una regla segura de fe? La Iglesia primitiva parece que no tuvo mucha prisa. Por eso, podemos decir que el Nuevo Testamento no dio origen a la Iglesia, sino que, más bien, la Iglesia dio origen, con su autoridad, al Nuevo Testamento.

Primero es la Iglesia y después la Biblia completa. Además, ¿qué ocurriría si se descubre la carta a los de Laodicea (Col 4,16), que según algunos, Pablo escribió y se ha perdido? Para los católicos no supone nada, pero para los hermanos separados ¿supondría un reajuste de su fe?

Cristo no dijo: “id y repartid Biblias y el que la lea se salvará y el que no la lea se condenará”. En ese caso, la Iglesia cristiana hubiera sido un club de lectores de la Biblia. Pero ¿y los que no sabían leer? ¿No se hubieran salvado? ¿Y los que no han leído nunca la Biblia, no se podrán salvar? Pensemos que hasta el siglo IV no se sabía cuáles eran los libros de la Biblia. Y hasta la invención de la imprenta, las Biblias se copiaban a mano y los códices eran escasos, muy caros, y estaban normalmente en latín. Por eso, el pueblo no podía leer la Biblia. Y, después de la invención de la imprenta, hasta nuestros días, ha habido y sigue habiendo millones de personas que no saben leer. Por eso, la Iglesia católica ha sido y seguirá siendo la auténtica intérprete de la Palabra de Dios (oral o escrita). Tiene una experiencia de dos mil años. La Palabra de Dios no cambia. Por lo cual, cuando queramos interpretar actualmente algún pasaje bíblico, debemos ver cómo lo interpretaron tantos millones de católicos, que vivieron antes que nosotros, especialmente los grandes santos de los primeros siglos. San Jerónimo, era un gran sabio, que sabía hebreo, griego y latín, y tradujo toda la Biblia al latín ¿Acaso él, leyendo e interpretando la Biblia de acuerdo al sentir de la Iglesia y a la Tradición de los apóstoles, no creía en la virginidad perpetua de María? ¿y en la presencia de Jesús en la Eucaristía? ¿Cómo vienen ahora a decirnos que estamos equivocados? La palabra de Dios no cambia, las verdades de la fe son eternas y lo que Cristo enseñó y se escribió en la Biblia, no puede estar en contradicción con lo que los mismos apóstoles enseñaron y transmitieron a sus sucesores en la Iglesia católica.

Por eso, los maestros de la Biblia, los que transmiten la fe, deben hacerlo de acuerdo al sentir de la Iglesia. Veamos un ejemplo. El diácono Felipe, llevado por el Espíritu, se va al encuentro del eunuco etíope y le enseña la interpretación auténtica de la Biblia. Él es una persona autorizada, que había recibido la autoridad como diácono por la imposición de manos de los apóstoles. No basta leer la Biblia y entenderla con buena voluntad. El etíope no la entendía (Hech 8, 26-40). Los discípulos de Emaús no la entendían y Jesús les dice “Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas” (Lc 24,25). Ellos necesitaron de una persona autorizada que les explicara la Biblia de acuerdo a la interpretación de la Iglesia.

Leer la Biblia es bueno, pero leerla interpretándola a nuestra manera es malo. Hay que aceptar la autoridad de la Iglesia a través de la persona del Papa, que no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio; pues nos interpreta el auténtico sentido para que no nos equivoquemos. Por eso, el Papa, cuando define algo como dogma de fe, no lo hace arbitrariamente por su cuenta. Los últimos dogmas sobre la Inmaculada Concepción o Asunción de la Virgen María a los cielos ya eran creídos en toda la Iglesia y, después de consultar a los obispos del mundo, los definió para que nadie pudiera ponerlos en duda. La autoridad del Papa es un servicio a la fe para darnos seguridad de que lo que creemos es cierto y no haya lugar a dudas.

A muchos de nuestros hermanos separados, Jesús les podría decir lo que les dijo a los saduceos: “No entendéis las Escrituras ni el poder de Dios” (Mt 22,29). Sólo la Iglesia, fundada por Jesús, que desde el siglo primero, en el Credo de los apóstoles, se llama una, santa, católica y apostólica, es la “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15).

Muchos hermanos separados dicen que para salvarse sólo hay que tener fe en Jesús y aceptarlo como Salvador personal. ¿En qué parte de la Biblia se dice eso? En ningún lugar de la Escritura se habla de la sola fe para salvarse. La palabra sola fue puesta por Lutero, al traducir la Biblia al alemán, sabiendo muy bien que esa palabra no estaba en el original griego. Por eso, en ninguna parte, el Espíritu Santo inspiró a los autores sagrados a hablar de la sola fe como única fuente de salvación. Pablo dice a los gálatas que “somos salvados por la fe, que actúa por el amor” (Gál 5, 6). Y, claramente, en la carta de Santiago se nos dice que “la fe sin obras es una fe muerta” (Sant 2,26). Precisamente, por ello, Lutero con su propia autoridad, en contra de la voluntad de Dios, quitó esta carta de la lista de libros inspirados.

En muchos lugares, se nos dice que Dios juzgará a cada uno según sus obras (Rom 2,6; 2 Tim 4,14; Ap 2,23; 20,12; 22,12; Ef 6,8; 1 Co 3,8.13-15; Ez 18,30; Sab 61,13; Jer 25,14; 32,19).

“El Hijo del hombre pagará a cada uno según su conducta” (Mt 16,27) ¿Acaso podrá salvarlo la fe? La fe sin obras está muerta (Sant 2,17). En el juicio final (Mt 25) no se nos va a juzgar sobre la fe sino sobre las obras. Cuando el joven rico le pregunta a Jesús qué tiene que hacer para salvarse, Jesús no le dice: Ten fe y te salvarás, sino cumple los mandamientos (Mc 10,17-22).

LA EUCARISTÍA

El punto central y fundamental de la fe católica es Cristo; Cristo vivo y resucitado, presente entre nosotros en el sacramento de la Eucaristía como un amigo cercano, que siempre nos espera. El Evangelio es claro. Jesús afirma sin lugar a dudas: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6,34). “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Jn 6, 54). Algunos hermanos separados dicen que esto hay que entenderlo simbólicamente. ¿Simbólicamente qué? ¿El comer su carne y beber su sangre? ¿El tener vida eterna y resucitar en el último día? La vida eterna no es ninguna cosa simbólica, y no se puede decir que lo primero, comer y beber, es simbólico y lo segundo no.

Además, Jesús, en la última Cena, les dice seriamente Tomad y comed; “Esto es mi cuerpo” (Mt 26,26). Y en el original griego se dice: “Outo estin to soma mou”. Por tanto, no se puede traducir: “Esto simboliza mi cuerpo”. Sería ir contra la voluntad de Jesús y ofenderle gravemente al distorsionar sus palabras. Outo estin, significa: ESTO ES.

El mismo san Pablo nos lo aclara con su autoridad, interpretando auténticamente las palabras de Jesús. “El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso la comunión con el cuerpo de Cristo” (1 Co 10,16). Es como si nos dijera: ¿acaso alguno lo duda? Y para reafirmarlo más, insiste: “El que coma el pan y beba el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese cada cual y coma así el pan y beba el cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Co 11,27-29).

Para reafirmar nuestra fe en la Eucaristía podemos leer los escritos de los cristianos de los primeros siglos y veremos que la Iglesia ha entendido siempre los textos bíblicos, desde hace dos mil años, en el sentido de que, realmente, en la Eucaristía, está el Cuerpo y Sangre de Jesús. Podemos leer, por ejemplo, lo que dice la Didache, o doctrina de los doce apóstoles, hacia el año 70: “Nos reunimos en el día del Señor, partimos el pan y ofrecemos la Eucaristía, después de hacer confesión de nuestras faltas para que nuestro sacrificio sea puro” (c. 14,1). “Que nadie se atreva a acercarse a comer o beber la Eucaristía, si no ha sido antes bautizado” (ib. c. 9,1-5). Puede leerse también la primera carta del Papa san Clemente romano a los corintios capítulos 40 y 41, del año 96.

San Ignacio de Antioquia (†107) dice que los docetas: “se mantienen alejados de la Eucaristía y de la oración, porque no quieren confesar que la Eucaristía es la carne de Nuestro Señor Jesucristo” (Carta a los de Esmirna 7,1).

San Justino (100-165) en su Apología del siglo II, caps. 66-67 dice: “Llamamos a este alimento Eucaristía y sólo pueden participar de la Eucaristía los que admiten como verdaderas nuestras enseñanzas, han sido lavados por el baño de la regeneración y viven tal como Cristo nos enseñó. Porque el pan y la bebida que tomamos, no lo recibimos como pan y bebida corriente, sino que se nos ha enseñado que aquel alimento sobre el cual se ha pronunciado la acción de gracias es la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios encarnado: Tal es nuestra doctrina” (c. 66, 1-4).

LA VIRGEN MARÍA

Los Padres de la tradición oriental llaman a María “La Toda Santa” (panagia). En el siglo IV, mucho antes de que existieran los luteranos y otras iglesias cristianas, los Padres de la Iglesia ya hablan de María como Madre de Dios (Concilio de Efeso, año 431). Ella es Virgen y Madre.

En Is 7,14 se profetiza que una virgen dará a luz al Mesías y así lo atestigua Mat 1,23. Así lo enseña la tradición apostólica y así lo han dicho y afirmado todos los santos Padres de los primeros siglos. Por eso, una buena manera de considerar, si nuestra fe es la misma fe de los apóstoles, es conocer lo que dicen los santos Padres en sus luchas contra las herejías que existían en su tiempo, y que son parecidas a tantas otras de nuestros tiempos modernos. Si nuestra fe coincide con la de estos santos Padres de los primeros siglos, quiere decir que estamos en la verdad; pero si es distinta, podemos estar equivocados. En cuestión de fe, no vale la buena voluntad ni aceptar lo que buenamente dice un teólogo o pastor.

¿Qué decir de los hermanos de Jesús? La palabra hermano (ah, ahot) en hebreo y arameo tiene un significado amplio, significa los parientes próximos, pues en esas lenguas no existe la palabra tío, primo, sobrino o cuñado. Por eso, Abraham es tío de Lot (Gén 11,27) y se llaman hermanos. San Pablo llama hermanos a Tito y Epafrodito (2 Co 2,13; Fil 2,25), cuando solamente son hermanos espirituales.

“David reunió a los hijos de Aarón y a sus hermanos, ciento veinte” (1 Cro 15,4), pero se refiere a sus parientes. “Uno de aquellos días Pedro se puso de pie en medio de sus hermanos, que eran unos ciento veinte” (Hech 1,15). Eran hermanos espirituales.

Podemos ver otros textos de hermanos, que no son del mismo padre y madre: Gen 14, 14-16; 29,15; Jos 17,4; Lev 10,4; 2 Sam 19, 12-13; 1 Co 2,1; Mt 18,21.35.

Jesús mismo habla de “mis hermanos”, refiriéndose a sus discípulos: “Vete a mis hermanos y diles... Y María Magdalena fue a anunciar a los discípulos” (Jn, 20,17-18). Por otra parte, el que más se menciona como hermano de Jesús es el apóstol Santiago (Gal 1,19). Pero según Mt 10,2-4, de los dos apóstoles de nombre Santiago, uno es hijo de Alfeo y otro de Zebedeo. Por otra parte, la misma Biblia en Jn 19,25 dice que María tenía una hermana (pariente) casada con Cleofás, ¿no podrían ser sus hijos los pretendidos hermanos de Jesús, de que habla Mt 13,55?

Por otra parte, si Jesús hubiera tenido otros hermanos, ¿no hubiera sido lo normal que ellos se hubieran encargado de cuidar a María, después de la muerte de Jesús? Por eso, nunca se encontrará en la Biblia la palabra hijos de María, que sería una prueba irrefutable. Jesús es el (único) hijo de María (Mc 6,3). Hasta el mismo Lutero defendió siempre la virginidad perpetua de María.

Suelen nombrarse cuatro hermanos de Jesús: Santiago, José, Judas y Simón (Mc 6,3). Pero se aclara en Mt 27,56 que había una tal María, madre de Santiago (el menor) y de José, que no era la madre de Jesús. Y es de notar cómo el apóstol Judas y Santiago (el menor) se consideran servidores de Jesús y no hermanos de Jesús. Véase (Sant 1,1 y Judas 1,1).

Con relación a este tema podemos citar a san Jerónimo, el gran traductor de la Biblia al latín (la famosa Vulgata), que fue la traducción oficial de la Iglesia. San Jerónimo sabía hebreo, arameo, griego y latín. Y, estudiando la Biblia, entendió que se hablaba de la virginidad perpetua de María. Por eso, escribió en el año 383 un librito contra Helvidio, donde habla de la virginidad de María.

Algunos hermanos separados dicen que los católicos se han inventado el dogma de la Asunción y de la Inmaculada Concepción, porque sobre ellos no habla la Biblia. Pero Elías y Enoc subieron al cielo en cuerpo y alma (Gen 5,24; Heb 11,5; 2 Reg 2,11). Si a la muerte de Jesús muchos muertos resucitaron y se aparecieron en Jerusalén (Mt 27,53) ¿no podemos creer que Jesús se llevó a su madre en cuerpo y alma al cielo, resucitándola inmediatamente después de morir para que su cuerpo no se corrompiera en el sepulcro? Los escrituristas citan algunos textos bíblicos: “¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado?” (Cant 8,5). Se refiere a María que sube del desierto de este mundo, apoyada en su amado Jesús. Y sobre todo, Ap 12, donde se ve a María ya asunta en el cielo, gloriosa, como una reina coronada de doce estrellas.

Al respecto, en una carta del siglo IV de Dionisio el egipcio (o el místico) a Tibo, obispo de Creta, le habla de la Asunción de María al cielo. Esta carta fue publicada por primera vez en alemán por el doctor Weter de la facultad de Tubinga en 1887. También san Juan Damasceno, en 754, en una homilía, habla de la Asunción y cita la obra Historia Eutiquiana, libro II, capítulo 40, donde se habla que ya en el siglo V se habla de esto en Constantinopla.

Y sobre la Inmaculada Concepción, ¿no dice el Gen 3,15, que ella aplastará la cabeza de la serpiente (diablo), como si sobre ella no hubiera podido tener ni el más mínimo poder, porque no hizo el más mínimo pecado? ¿Acaso no dice el Evangelio que ella es llena de gracia (Lc 1,28), es decir, totalmente llena de gracia, sin la más mínima sombra de pecado ni siquiera del pecado original?

Y la misma Biblia dice: “Toda hermosa eres, amada mía, y no hay mancha en ti” (Cant 4,7). “Ella es resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, imagen de su bondad... Es más hermosa que el sol, supera todo el conjunto de estrellas y comparada con la luz, queda vencedora” (Sab 7, 26–29). Ella aparece en el Apocalipsis 12: “vestida de sol, con la luna baja sus pies y rodeada de una corona de doce estrellas” (Ap 12).

Que María es inmaculada forma parte de la tradición apostólica. Los Padres Orientales la llaman panagia (toda santa), sin sombra de pecado. San Agustín, al hablar de que todos nacemos con el pecado original, dice: “excepción hecha de la Santa Virgen María a la cual, por el honor del Señor, pongo en lugar aparte, cuando hablo del pecado” (De nat et gr I, 37,47). Y san Efrén, en el siglo IV, dice que ella es “mucho más pura que los rayos de sol”.

San Ireneo aprendió de labios de san Policarpo y éste del mismo apóstol san Juan que “María, siendo obediente, se hizo causa de salvación para nosotros y para todo el género humano… Por eso, la desobediencia de Eva, fue anulada por la obediencia de María”. ¿Acaso la Tradición no vale nada? ¿Por qué los evangélicos aceptan la Tradición católica sobre Navidad, Pascua, el canon de libros de la Biblia y no en otras cosas?

Los católicos no adoramos a María, sino que le damos honor, es decir, la veneramos. En la Biblia, Dios nos manda honrar al padre y a la madre (Ex, 20,12). En el original hebreo se usaba la palabra Kaboda, que quiere decir honrar, glorificar. Nosotros también podemos dar honor y gloria a María como debemos hacerlo con nuestros padres. Cuando rezamos el rosario, no la adoramos, sino le damos honor y gloria como a una madre, a quien le decimos las palabras más hermosas, que Dios mismo nos enseña en la primera parte del Ave María. El ángel, de parte de Dios, le dice: Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo. E Isabel, llena del Espíritu Santo, le dice: Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1). Así pues, podemos amar y honrar a María, porque es nuestra Madre, tal como Cristo nos la entregó desde la cruz, al decirnos a cada uno: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn. 19,27).

Invitemos a los hermanos separados a amar a María con las palabras bíblicas que Dios nos enseña: “Alégrate llena de gracia el Señor está contigo. Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Jesús)”.

Solo así cumplirán la profecía bíblica: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1,68).

LA IGLESIA CATÓLICA

Es la Iglesia fundada por Cristo. Ella es “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15). Nunca desaparecerá, porque tiene la promesa de Cristo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Y “las fuerzas del infierno no podrán contra ella” (Mt 16,18). A Ella se le ha encargado conservar el depósito de la fe como un tesoro que debe guardarse sin mancha (1 Tim 6,20; 2 Tim 3,12-14).

Para pertenecer plenamente a la Iglesia hay que bautizarse como católico, no necesariamente en el río, puede ser derramando agua sobre la cabeza del niño. A este respecto, un obispo ortodoxo halló el año 1875, en la biblioteca del hospital del santo sepulcro de Estambul, un libro llamado Didache (doctrina de los doce apóstoles), escrito hacia el año 70, que en el capítulo 7, nº 3, dice sobre la manera de bautizar: “Si no hay agua viva (corriente), derrama agua en la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

El bautismo es la puerta de entrada a la Iglesia. La Iglesia ha sido fundada por Cristo para darnos seguridad en nuestra fe y no dejarnos engañar por tantos falsos profetas. Por eso, ya en el año 107 decía san Ignacio de Antioquía en su carta a los esmirniotas: “Donde está el obispo, allí está la Iglesia, así como donde está Jesucristo allí está la Iglesia universal”. ¿Y las Iglesias que no tienen obispo? San Ambrosio de Milán decía en el siglo V: “Donde está Pedro (el Papa), allí está la Iglesia”.

San Jerónimo decía: “La Iglesia está fundada sobre la roca de Pedro” (Epist 43,3,7). Y el mismo Cristo dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18).

Algunos hermanos separados aceptan que Cristo nombró a Pedro como su representante y le dio su autoridad, pero no al Papa. Pero, si Cristo quería que la Iglesia permaneciera hasta el final de los siglos, ¿cómo iba a dejar que la Iglesia estuviera como un cuerpo sin cabeza? Hablar de Pedro es hablar de que Cristo quiere que su autoridad, al igual que la de los apóstoles, se transmita a sus sucesores. De otro modo, la Iglesia no existiría, al no tener autoridad visible, fundamento de unidad. “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef 5,25). Por eso, nosotros debemos amarla, a pesar de los errores de sus miembros.

EL PURGATORIO

La Iglesia católica ha recibido la tradición judía sobre el purgatorio, que Jesús en ningún momento rechazó. Los judíos, desde el siglo segundo antes de Cristo, ya creían en un tiempo de purificación después de la muerte. Por eso, en 2 Mac 12,43 se dice que Judas Macabeo mandó a Jerusalén dos mil dracmas de plata para ofrecer un sacrificio por los caídos en la batalla. Y dice el texto: “De no esperar que los caídos resucitarían, habría sido inútil y necio rezar por los difuntos, pero si consideraba que una magnífica recompensa les está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso, mandó hacer este sacrificio expiatorio a favor de los muertos para que fueran liberados del pecado”.

Los hermanos separados no aceptan este libro, pero deben aceptar, al menos, que los judíos creían en ese estado de purificación, al que nosotros llamamos purgatorio. Lo de menos es el nombre. Lo importante es que está en la Biblia el hecho de la purificación después de la muerte. Y eso lo creían también los judíos del tiempo de Jesús y él no lo criticó. Y lo siguen creyendo después de dos mil años los judíos actuales.

Pero hay otros textos. Dice el Apocalipsis que en el cielo “no puede entrar nada manchado” (Ap 21,27), luego todos deben entrar limpios de pecado y hay que purificarse antes de entrar. En 1 Co 3,15 dice Pablo: “Aquel cuya obra queda abrasada, sufrirá daño. Él no obstante se salvará, pero como quien pasa a través del fuego”. Incluso, Jesús dice claramente que hay pecados que se pueden perdonar después de la muerte: “Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará, pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará, ni en este mundo ni en el otro” (Mt 12,32). Dios nos pedirá cuenta hasta de una palabra ociosa (Mt 12,36).

¿Diremos que esos textos no son claros? La Tradición de la Iglesia nos los interpreta auténticamente para no equivocarnos. Así nos damos cuenta que, desde el principio, se creyó siempre en ese estado de purificación después de la muerte. En las tumbas de los primeros cristianos aparecen oraciones, pidiendo al Señor misericordia por los difuntos. El mismo Pablo desea esta misericordia para Onesíforo: “El Señor le dé hallar misericordia en aquel día cerca del Señor” (2 Tim 1, 18). Así lo entendieron los santos Padres. San Agustín dice, por ejemplo: “No hay duda de que las oraciones de la santa Iglesia, el sacrificio saludable y las limosnas que se distribuyen por sus almas, ayudan a los muertos, para que el Señor obre en ellos más misericordiosamente de lo que merecieron sus pecados. La Iglesia universal mantiene la tradición de los Padres: que se ore por aquéllos que murieron en la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo, cuando se les recuerda en el momento oportuno de la celebración de la Eucaristía” (Sermón 172,1-3; PL 38,936-7).

“Opongan los herejes lo que quieran, es un uso antiguo de la Iglesia orar y ofrecer sacrificios por los difuntos” (Libro de herejías cap. 53). Y él mismo ora por su madre santa Mónica y dice: “Señor, te ruego por los pecados de mi madre” (Confesiones IX, cap. 13). Y esto mismo podemos decir de todos los santos Padres de los primeros siglos.

EL PAPA

Algunos cristianos rechazan la infalibilidad del Papa, pero aceptan sin problema la infalibilidad del concilio de Nicea, por ejemplo. Todos creen que Dios usa hombres falibles y pecadores para comunicar su verdad infalible en la Palabra de Dios. Ahora bien, infalibilidad no quiere decir que el Papa es infalible en todo lo que dice, sino solamente, cuando habla de cosas de fe y moral, con toda su autoridad, como representante de Cristo, y quiere imponer una verdad para ser creída por toda la Iglesia. De otro modo, no es infalible y, mucho menos, cuando habla de cosas de astronomía o ciencias.

Un rey, por ejemplo, puede escribir muchas cartas, pero solamente las que promulga oficialmente con carácter de ley son las que obligan para ser respetadas por todos. Así el Papa puede hablar o escribir en privado o en público, pero mientras no quiera imponer una verdad con toda su autoridad a toda la Iglesia, no es infalible. Además, infalibilidad no quiere decir impecabilidad. Ha habido y podrá haber Papas pecadores, como lo fue Pedro, pero esto no le quita su autoridad.

Por otra parte, el hecho de que la Palabra de Dios no se interpreta por sí misma, hace necesaria una autoridad para poder determinar de modo infalible la interpretación de algunos puntos en particular. Y así como la Constitución de un país necesita ser interpretada por su Gobierno o por las autoridades competentes, así la Palabra de Dios debe ser interpretada con garantía de verdad y, sin dudas, por una autoridad exterior a ella. Esta autoridad es la que Cristo le dio a Pedro, al darle las llaves del reino de los cielos: “Lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo.” (Mt 16,19). “Apacienta mis ovejas” (Jn 21,15-16). “Yo he rezado por ti para que tu fe no se equivoque y tú confirma a tus hermanos” (Lc 22,32).

San Agustín decía: “Roma locuta, causa finita est” (Si Roma -el Papa- ha hablado, la cuestión se ha terminado). Para indicar que el Papa es quien tiene la última palabra.

Y esto puede comprobarse por la historia; pues, cuando el año 95 surgieron dificultades entre el clero y el pueblo de Corinto, para solucionarlas no acudieron a ningún apóstol. Aún vivía el apóstol san Juan en Éfeso. Acudieron al Papa de Roma y el Papa Clemente les escribió dos cartas para solucionar el problema definitivamente.

Hay un asunto que suele presentarse, cuando alguien quiere hablar en contra de la infalibilidad del Papa. Es la llamada “cuestión del Papa Honorio”. Un caso único en la historia de los Papas.

En el siglo VII, se planteó la cuestión de si Jesucristo tenía una o dos voluntades. Si cuando obraba, actuaba con voluntad humana o con las dos voluntades, correspondientes a las dos naturalezas. El Papa Honorio (625-638) recibió un día una carta del patriarca Sergio I de Constantinopla, donde le urgía a tomar posición en la polémica entre el patriarca Ciro de Alejandría, partidario de una sola voluntad, y el monje Sofronio de Jerusalén, partidario de que Jesús, persona divina actuaba con las dos voluntades en una unidad moral.

Honorio le escribió, diciendo que “un solo Jesucristo actuaba en las dos naturalezas las obras de la divinidad y de la humanidad”. Lo peor fue que mandó callar al monje Sofronio, que sostenía la verdadera doctrina de las dos voluntades. Entonces, Sergio de Constantinopla consideró que apoyaba la doctrina, que él sostenía, de una sola voluntad (de ahí viene el nombre de monoteletas, que se dio a estos herejes). Y la herejía se extendió y muchos obispos se contagiaron de ella.

El asunto llegó al concilio III de Constantinopla (680-680), donde Honorio fue condenado como hereje. Y lo mismo hicieron los dos siguientes concilios ecuménicos. Pero, en primer lugar, ningún concilio tiene autoridad para condenar a nadie sin la autorización del Papa reinante.

En segundo lugar, el Papa nunca afirmó la doctrina herética de la única voluntad de Cristo. En sus dos cartas a Sergio de Constantinopla, expone la doctrina correcta; pero de modo ambiguo y equívoco, lo que dio motivo a creer que fue un hereje. Además, estas dos cartas, fueron cartas privadas y no doctrina solemne, no tenían toda la autoridad, para poder ser consideradas infalibles.

Por eso, el Papa León II (681-683), del tiempo del III concilio de Constantinopla, dijo: “Honorio no extinguió la llama de la herejía como convenía a su autoridad, sino que por su negligencia la fomentó”. Así pues, reconoce que no fue hereje, sino imprudente. Pudo ser pecador, irresponsable o incapaz, pero no hereje. Durante algunos años después de Honorio, los Papas debían jurar “rechazar la herejía, cuyo fermento había introducido Honorio”.

En 1870, en el concilio Vaticano I, cuando se quiso definir la infalibilidad del Papa, surgió de nuevo este problema. Pero claramente se determinó que el Papa es infalible solamente, cuando habla “ex cathedra”, es decir, desde la cátedra, con toda su autoridad, con la intención de imponer una verdad para ser creída como tal por todos los fieles. Esto no se daba en las dos cartas escritas por Honorio a Sergio de Constantinopla. Actualmente, todos están de acuerdo en que Honorio no fue hereje, pues lo que dice en sus dos cartas es perfectamente ortodoxo. Él habla de una unidad de voluntades en Jesucristo, refiriéndose a una unidad moral de las dos voluntades existentes en Jesús. Por eso, se pudo definir la infalibilidad pontificia con toda tranquilidad como dogma de fe. Y podemos afirmar, sin ninguna duda, que ningún Papa de la historia se equivocó al hablar solemnemente, con toda su autoridad, en cosas de fe y costumbres. Y que todos los Papas, aun pecadores, iluminaron a la Iglesia con la luz de la verdad, revelada por Dios. Quizás Dios permitió este caso de Honorio para hacer más palpable su providencia sobre la Iglesia y reafirmar así la autoridad del Papa.

LUTERO (1483-1546)

Lutero fue el “reformador” del siglo XVI, que se apartó de la Iglesia y comenzó la gran división entre los cristianos. Él quería reformar a la Iglesia de sus vicios. Pero su afán de reforma lo llevó demasiado lejos y acabó separándose y organizando su propia iglesia. Él se creía inspirado directamente por Dios y nadie podía criticar sus ideas. Dice, por ejemplo: “En mil años a ningún obispo ha otorgado Dios tan grandes dones como a mí”. “Estoy cierto de que mis dogmas los he recibido del cielo. Mis dogmas permanecerán y el Papa sucumbirá”. “Mi evangelio no tiene origen humano, sino divino”. “Yo soy el profeta de los alemanes”. “Estoy cierto de que la palabra de Dios está en mí”.

Y, como profeta, es más que el Papa. Por eso, él mismo excomulga al Papa: “Del mismo modo que ellos me excomulgan en nombre de su sacrílega herejía, así yo, por mi parte, los excomulgo en nombre de la santa verdad de Dios”. Y, como jefe absoluto de su iglesia, organiza la misa evangélica, o santa cena, a su propio gusto.

Publicó un manual de rúbricas o Fórmula de la misa y comunión, y envió una bula, como si fuera el Papa de su iglesia. Y dice: “Mi doctrina no puede ser juzgada por nadie ni por los ángeles. Pues teniendo yo certeza de su verdad, quiero ser, por medio de ella, juez de vosotros y también de los ángeles como dice san Pablo (1 Co 6, 3). Quien no acepte mi doctrina, no alcanzará la bienaventuranza. Mi doctrina no es mía, sino de Dios”.

Al traducir la Biblia al alemán, sin saber muy bien el griego y menos el hebreo, trató de germanizar las expresiones para hacerlas más entendibles; pero, a veces, modifica el texto sustancialmente. Así por ejemplo, cuando Pablo dice que la ley produce cólera (Rom 4, 15), Lutero traduce: “La ley produce solamente cólera”. Donde se dice que el hombre es justificado por la fe (Rom 3, 28), él traduce: “El hombre es justificado por la sola fe”. Se inventa la palabra sola. Cuando alguien le criticó por esto, respondió: “El doctor Martín Lutero lo quiere así. Así lo quiero y así lo mando (sic volo, sic jubeo, sit pro ratione voluntas). Con esto he respondido a vuestra pregunta y os ruego no queráis responder más a tales asnos y a su vana palabrería sobre el vocablo sola, sino esto: Lutero así lo quiere y dice que él es un doctor sobre los doctores del Papado entero”. “A nadie se le prohíbe hacer otra traducción mejor… Pero yo no tolero que los papistas sean mis jueces, porque tienen aún orejas demasiado largas para eso y su rebuzno es demasiado débil para juzgar mi manera de traducir”.

Jerónimo Emser (†1527) descubrió 1400 errores en la traducción de Lutero. Incluso, excluye de la Biblia algunos libros por su propia voluntad. Dice: “La epístola de Santiago no es más que paja, pues no presenta ningún carácter evangélico”. “La carta a los Hebreos no es de san Pablo ni de ningún otro apóstol…, y también podemos hallar en ella leña, paja y heno”. “La carta de san Judas es un extracto de las de san Pedro y de otras… Es una epístola innecesaria que hoy día no se debe contar entre los libros fundamentales de nuestra fe”. “Sobre el Apocalipsis, yo no encuentro en este libro nada de apostólico ni profético”.

Así que, por lo menos, la carta de Santiago, de Judas, a los Hebreos y el Apocalipsis, para él no son inspirados por Dios.

Al Papa le tenía un odio cerval. En todos sus escritos vomita su odio contra el Papa con las expresiones más groseras y vulgares. Veamos algunos de sus apelativos: cerdo, burro, rey de los asnos, perro, rey de las ratas, lobo, oso-lobo, león, dragón, cocodrilo, dragón infernal, anticristo maldito, excremento del diablo. En su tratado Contra el Papado romano, fundado por el diablo, dice entre otras cosas: Infernalísimo padre san Paulo III… ¿De dónde le vienen a vuestra infernalidad esos poderes? El desvergonzado mequetrefe Paulo III convoca ahora a un concilio. Que por tal concilio le dé gracias el malvado demonio y no asistan a él sino el malvado demonio y su madre, su hermana, el Papa, los cardenales y demás residuos que hay en Roma de la infernal bozofia”. También le llama obispo de los hermafroditas, Papa de los sodomitas, apóstol del diablo, autor y maestro de todos los pecados y otras muchas cosas.

Pero su odio lo manifestó especialmente en los dibujos contra el Papa, que publicó en la Biblia y en otros escritos, especialmente en el Retrato del Papado, publicado en 1541. Estos dibujos, inspirados por él, los pintaba el famoso, Lucas Cranach el viejo y hay algunos que son muy groseros, con excrementos y cosas peores. Realmente, algo indigno de un cristiano y menos de un “profeta de Dios”. Antes de morir, dijo sobre estos dibujos en 1545: “Yo se que no puedo vivir largo tiempo y, sin embargo, tengo muchas cosas que sería preciso revelar acerca del Papa y de su reino. Por eso, he publicado estas figuras o imágenes, cada una de las cuales vale por todo un libro que se debe escribir contra el Papa y su reino diabólico. Que estas figuras sean mi testamento”.

“Yo muero en odio del malvado (el Papa), que se alzó por encima de Dios”. “Deseo que, después de mi muerte, conservéis una sola cosa: el odio al romano Pontífice”. Y quiso que el epitafio de su tumba fuera “En vida fui tu peste, muerto seré tu muerte, Oh Papa”. Con frecuencia, bendecía a sus seguidores y decía: “Que el Señor os llene de su bendición y de odio al Papa”.

Su odio al Papa no lo dejaba tranquilo ni a la hora de la muerte. Y lo mismo podemos decir sobre sus expresiones contra la Iglesia católica o contra las famosas Universidades de París, Lovaina y Colonia. Dice de la Universidad de París: “Es la madre de todos los errores de la Cristiandad y la mayor prostituta del espíritu, el mayor prostíbulo del anticristo, que es el Papa”.

Por eso y por mucho más, podemos suscribir lo que decía de él otro reformador, Enrique Bullinger (1504-1575), sucesor de Zwinglio en la sede de Zurich, en su libro Verdadera confesión de los servidores de la iglesia de Zurich, en el año 1545: “Lutero no guarda mesura alguna; sus escritos, en su mayor parte, no son más que estrépito y maledicencia. Va a lo suyo, despliega gran magnificencia y manda rápidamente al diablo a todos los que no se le rinden… Es claro como el día, y desgraciadamente innegable, que nadie ha escrito de cosas de fe y de cuestiones importantes y serias de una manera más salvaje y grosera e indecente que Lutero”.

Podemos hablar de otros muchos puntos, donde podemos ver también que Lutero no era ningún santo y menos un profeta de Dios. Por ejemplo, en cuestión del matrimonio decía: “El matrimonio es absolutamente obligatorio y necesario para quien tiene órganos de generación”. “La mujer no ha sido creada para ser virgen, sino para engendrar hijos”. “Las mujeres sólo sirven para el matrimonio o para la prostitución”. Opina que el adulterio debe ser castigado con la pena de muerte y dice: “Si la autoridad civil se muestra negligente y morosa, y no impone la pena de muerte, puede el adúltero marcharse a un país lejano y allí casarse en caso de que no pueda vivir en continencia, pero sería mucho mejor que muriese para evitar el mal ejemplo”. Cuando uno de los cónyuges no quiere convivir con el otro, “como cuando una mujer testaruda se empeña en no interesarse por nada, aunque el marido caiga diez veces en la impureza. Entonces, el marido puede decirle: Si tú no quieres, otra querrá; si la señora no quiere, venga la sirvienta”. “Yo detesto tanto del divorcio que prefiero la bigamia”.

De hecho, en 1539, Lutero, con Melanthon y Martín Bucer, le permitió al príncipe Felipe de Hessen, su protector, que tuviera dos mujeres y lo justificó, basándose en la Biblia y en que este asunto era necesario para el bien de la iglesia cristiana. Pero le aconsejó que no lo hiciera público. Y, cuando se enteraron muchos, le aconsejó mentir y decir que no estaba casado, sino que era su concubina. Dice así: “No se hundirá el mundo, porque uno, por un bien mejor y por causa de la iglesia cristiana, diga una buena y gruesa mentira. Una mentira necesaria, una mentira útil, una mentira que saca de apuros; una tal mentira, no siendo contra Dios, la tomo sobre mi conciencia”.

Escribió un libro Sobre los votos monásticos y otro sobre Por qué y cómo pueden las vírgenes abandonar el claustro según Dios, donde dice que los votos son algo antinatural; pues, para él, la unión sexual del hombre y de la mujer es de absoluta necesidad, y el matrimonio es obligatorio para una persona normal.

Él mismo nombraba a sus párrocos y obispos. Y escribe: “Los obispos, los sacerdotes, los monjes y las monjas (católicos), las misas y todo ese reino con sus dogmas y ministerios no son otra cosa que monstruosidades, ídolos, larvas, mentiras, la mismísima abominación puesta en el lugar santo, prostituyéndose con títulos de obispo y de Iglesia”.

En cuanto a tolerancia, era implacable con sus enemigos. A Karlstadt le prohibió predicar y publicar sus libros. A Zwinglio le tenía odio y dice de él en una carta a Melanthon del 27 de octubre de 1527: “Creo que es muy digno de santo odio por manejar tan desvergonzada y traicioneramente la palabra de Dios”. En 1543 escribió el libro Sobre los judíos y sus mentiras, donde dice que quienes toleren o protejan a los judíos serán responsables de sus abominaciones ante Dios y aconseja que sus escuelas y sinagogas sean quemadas y sus cosas destruidas y se les confisquen sus bienes. En su libro Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos incita a los príncipes a matarlos a todos por sus desmanes en la llamada “guerra de los campesinos”, donde masacraron a 150.000 campesinos. Dice: “Yo he dado muerte a todos los campesinos, cuando la revolución. Toda su sangre cae sobre mi cabeza, pero yo se la echo a nuestro Señor Dios que me mandó hablar de aquel modo”. Les decía a los príncipes: “La autoridad debe acosar, golpear, estrangular, ahorcar, quemar, decapitar y tullir a la plebe para hacerse temer del pueblo y mantenerlo manso”.

¿Podemos aceptar estas cosas de un enviado de Dios?

Entre las cosas buenas de Lutero, podemos mencionar su amor a María. Habla de ella como la “dulce Virgen y tierna Madre de Dios”. En su libro Comentario al Magnificat dice que “todos los loores a María se compendian en una palabra: Madre de Dios. Nadie puede decir de ella cosa más grande”. En su comedor tenía un crucifijo y una imagen de María con el niño. Aceptaba el bautismo de los niños y, sobre todo, Lutero conservó la creencia en la presencia real de Jesús en la Eucaristía y la defendió contra Ecolampadio, Zwinglio, Karltadt y Schwenckfeld. Sobre la Eucaristía, escribió dos libros: Confesión de la cena de Cristo y Que las palabras de Cristo: Este es mi cuerpo, siguen firmes contra los fanáticos. Dice: “Nos llaman devoradores de carne, bebedores de sangre, antropófagos, cafarnaítas, tiesteos, etc., como si fuésemos dementes, insensatos o furiosos que tenemos a Cristo incluido localmente y lo comemos a pedazos como el lobo devora una oveja y bebemos su sangre como una vaca bebe el agua”. “Aunque tuvieran razón, lo cual es imposible, al decir que en la Eucaristía no hay realmente sino pan y vino, ¿se habían de enfurecer y tronar contra nosotros con esas horribles blasfemias de Dios cocido, Dios empanado? ¿No debían tener respeto a la santa palabra de Cristo, no inventada por nosotros: Esto es mi Cuerpo”. También aceptaba la autoridad de los cuatro primeros concilios de Nicea, Constantinopla, Efeso y Calcedonia.

Lo más grave fue poner la autoridad de la iglesia en manos de los príncipes, que consideraron las cosas eclesiásticas como un asunto más de la administración pública. Así los príncipes fueron absolutos controladores de la religión en sus regiones y, con intolerancia, expulsaban a todos los que no seguían las doctrinas luteranas. Pero el cristianismo no mejoró con las reformas luteranas. De hecho, el mismo Lutero reconocía que, al implantar el luteranismo, no eran ellos mejores que los católicos. Decía en el otoño de 1533: “Nuestra vida es tan mala como la de los papistas”. “El aspecto de nuestras iglesias es miserabilísimo, pues los campesinos no aprenden nada, no saben nada, no rezan nada, ni se confiesan ni comulgan. Abandonaron lo papístico y desprecian lo nuestro”.

En resumen, podemos preguntar a quienes aceptan a Lutero como un santo y profeta de Dios: ¿Por qué aceptan unas cosas suyas y otras no? ¿Acaso todos los santos y Padres de la Iglesia y todos los doctores anteriores no tuvieron la sabiduría de Dios? ¿Todos ellos se equivocaron durante quince siglos? ¿Sólo Lutero tenía razón?

CRISTIANOS NO CATÓLICOS

Como hemos dicho, los cristianos surgidos de la Reforma de Lutero no fueron modelos de santidad. Y, si en la Iglesia católica hubo excesos e inquisición, la intolerancia de Lutero y de sus seguidores fue peor. Veamos algunos casos. Los anglicanos ingleses evitaron a toda costa el mezclarse con las poblaciones aborígenes de sus colonias. En USA los indios fueron prácticamente exterminados en un genocidio sin precedentes en la historia. “El término exterminio no es exagerado y respeta la realidad concreta. Por ejemplo, muchos ignoran que la práctica de arrancar el cuero cabelludo era conocida tanto por los indios del norte como por los del sur. Pero entre estos últimos desapareció pronto, prohibida por los españoles. No ocurrió lo mismo en el norte… En 1703 el gobierno de Massachusetts pagaba doce libras esterlinas por cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la casa de indios, organizada con caballos y jaurías de perros, no tardó en convertirse en una especie de deporte nacional muy rentable”. Esta misma caza de indios se practicó también en Australia y en otros lugares e, incluso, también con los negros esclavos escapados de sus dueños. Y ¿qué decir del régimen del apartheid de Sudáfrica?

Estas cosas fueron inconcebibles para los colonizadores católicos españoles o portugueses, que se mezclaban con la población, dando lugar así a un rico mestizaje, que perdura hasta hoy. Pero muchos protestantes, basados en la Biblia, creían que los blancos tenían más derechos que los indígenas y podían marginarlos o exterminarlos.

Con relación a los evangelios alemanes, podemos decir que, en tiempos de Hitler, se organizaron los “deutschen christen” (cristianos alemanes) con el lema “Una nación, una raza, un Führer”. La iglesia evangélica era la iglesia del Reich e, incluso, en sus estatutos había un párrafo ario, donde se prohibía la ordenación de pastores que no fueran de “raza pura” y dictaba restricciones para el bautismo a quien no poseyera buenos antecedentes de sangre. Por eso, el cardenal Ratzinger ha podido decir: “La concepción luterana del cristianismo nacional, antilatino, ofreció a Hitler un buen punto de partida, paralelo a la tradición de una Iglesia de Estado, con un fuerte énfasis puesto en la obediencia a la autoridad política, que es natural entre los seguidores de Lutero… Un movimiento tan aberrante como el de los “cristianos alemanes”, no habría podido formarse en el marco de la concepción católica de la Iglesia”.

Otro caso es el de la Alemania comunista. Según el historiador luterano Gerhard Bieser, hubo tres mil de los cuatro mil pastores existentes, que eran informantes de la policía secreta del Estado, la terrible Staztsichereit, llamada Stasi. La colaboración de los pastores protestantes como espías no fue, dice él, “ocasional ni estuvo limitada al marco de la vida religiosa, sino que constituyó un problema estructural para la iglesia evangélica”.

Evidentemente, el hecho de que los pastores sean casados y velen por la seguridad de sus familias influye en esto, pero también es cierto que hay una larga historia de sometimiento al Estado desde tiempos de Lutero, que se sometió a la autoridad de sus príncipes protectores, de quienes dependía para vivir. Esto, por impuesto no se da en tan gran escala entre los católicos, que tienen, la autoridad del Papa con más libertad de acción por ser jefe de un Estado independiente.

El no estar casados los sacerdotes les da más independencia. Y, además, los católicos tienen un sentido más universal de su misión. Esto les falta también a las iglesias ortodoxas, que han sido prácticamente, iglesias sometidas a sus respectivos gobiernos de turno y les ha faltado sentido misional para extender la fe a otros pueblos.

Ser católico es ser universal y ser parte de la Iglesia fundada por Cristo hace dos mil años. Vale la pena ser católico y vivir nuestra fe en plenitud. A los malos católicos, Dios los juzgará, pero todos son invitados a pertenecer a la Iglesia católica y regresar a casa, si se han alejado de ella.

TESTIMONIOS

Vamos a presentar una serie de testimonios de hermanos separados, convertidos a nuestra fe católica. Se dan casos en los que la irrupción de Dios en sus vidas ha sido de modo milagroso. En otros, ha sido un proceso lento y doloroso que ha durado varios años.

Cada caso es distinto, no hay dos conversiones iguales. La conversión es un proceso personal, un encuentro entre el hombre y Dios, en el que se conjugan muchos datos y antecedentes personales. En muchos de estos casos hay un anticatolicismo heredado de las iglesias de la Reforma, que creen que los católicos no son bíblicos y, por tanto, no son cristianos, y los rechazan como paganos, como si creyeran en fábulas y doctrinas paganas, que les vienen desde Constantino.

Son miles y miles los protestantes que cada año se convierten a la fe católica, especialmente personas preparadas y estudiosas de la Biblia. En Inglaterra, en los últimos años, se han convertido unos 12.000 por año. En USA hay anualmente unos cien mil. Por eso, creemos que el testimonio de estos hombres, pastores y teólogos, que presentaremos a continuación, puede ayudarnos en la afirmación de nuestra fe católica y en sentirnos más seguros de que estamos en la Iglesia fundada por Cristo hace dos mil años.

JOHN HENRY NEWMAN (1801-1890)

Nacido en el seno de una familia anglicana de banqueros, en Londres, el 21 de febrero de 1801, John Henry Newman experimentó a los 15 años una “primera conversión”, como él la llamaba. En 1825, después de haber concluido sus estudios en Oxford, fue ordenado sacerdote anglicano. Tres años después era nombrado vicario de la iglesia de Santa María, anexa a la Universidad de Oxford.

En ese cargo, que mantuvo hasta 1843, cultivó amistad con personas cultas e iluminadas de la Inglaterra de aquella época. Fue promotor, a partir de 1833, del “Movimiento de Oxford”, una corriente religiosa dentro de la Iglesia anglicana, que promovía una “vía media”, un tercer camino, entre el protestantismo y la Iglesia católica. Dice en su Autobiografía: “Sucesivamente, y sin que pueda precisar el orden o fechas en mis palabras, yo hablé de la Iglesia de Roma como ligada a la causa del anticristocomo “uno de los muchos anticristos” o como Iglesia que tenía en sí misma algo “verdaderamente anticristiano” o “no cristiano”.

Pero, estudiando la historia de los herejes monofisitas y arrianos, se dio cuenta de que no podía mantener esa tercera vía y que debía permanecer anglicano o hacerse católico. Tuvo que sufrir muchas luchas interiores y exteriores para ser fiel a su conciencia y tuvo que esforzarse mucho en investigar la verdad en los santos Padres de la Iglesia de los primeros siglos hasta que llegó gradualmente a la verdad.

En 1843 decidió dejar su cargo de pastor anglicano y quedó reducido a un simple laico, aunque todavía no estaba decidido a hacerse católico por tener obstáculos como la devoción a la Virgen y a los santos.

Dice: “En 1843 di dos pasos muy importantes: 1) En Febrero hice una retractación formal de todas las cosas duras que había dicho contra la Iglesia de Roma. 2) En setiembre renuncié a mi beneficio de Santa María, Littlemore.

Entre los otoños de 1843 y 1845 yo me mantuve en comunión de laico con la Iglesia de Inglaterra, asistiendo, como de ordinario, a sus actos de culto y absteniéndome completamente del trato con católicos y de sus lugares de culto, y de aquellos ritos y prácticas religiosas como la invocación de los santos, que son características de su credo. Todo esto lo hacía yo por convicción, pues nunca pude entender cómo pueda nadie pertenecer a la vez a dos confesiones religiosas”. El 9 de octubre de 1845 abrazó el catolicismo.

“Desde el momento que me hice católico, no tengo naturalmente más historia de mis ideas religiosas que relatar. Al decir esto, no quiero decir que mi entendimiento ha permanecido ocioso o que haya dejado de pensar en temas teológicos, sino que no tengo variaciones que anotar ni he tenido angustia alguna de corazón. He estado en perfecta paz y contento, nunca he tenido una duda. Al convertirme, no me he dado cuenta de cambio alguno, intelectual o moral, operado en mi espíritu... Tampoco he sentido más fervor. Fue como llegar al puerto tras una borrasca, y la felicidad, que entonces sentí, permanece sin interrupción hasta el presente.

Tampoco me ha supuesto turbación alguna la aceptación de los artículos adicionales, que no se encuentran en el credo anglicano. Algunos los creía ya, pero ninguno de ellos ha sido para mí una prueba. Al ser recibido en la Iglesia católica, hice profesión de ellos con la mayor facilidad y lo mismo siento al creerlos ahora”.

“Voy a tomar la doctrina que los protestantes consideran la mayor dificultad: la de la Inmaculada Concepción (de María)..., que la bienaventurada Virgen María fue concebida sin pecado original. De hecho, cae por su propio peso decir que los católicos no han venido a creerlo por haber sido definido, sino que fue definido, porque ellos lo creían. Lejos de ser la definición, dada en 1854, una imposición tiránica al mundo católico, fue por todas partes recibida, al promulgarse, con el mayor entusiasmo. La definición se hizo a consecuencia de la petición unánime a la Santa Sede de toda la Iglesia para que la doctrina sobre la Inmaculada Concepción fuera declarada doctrina apostólica”.

Tras un viaje a Roma, en 1847, fue ordenado sacerdote católico. Uno de sus principales objetivos, entonces, fue demostrar a los ingleses que se puede ser buen católico y ciudadano leal. El Papa León XIII lo nombró cardenal en 1879.

Con él se convirtieron 22 pastores anglicanos y 11 profesores de la Universidad de Oxford y Cambridge. Se calcula que desde Newman hasta 1935, se han pasado a la Iglesia católica 900 pastores anglicanos.

ROBERT HUGH BENSON (1871-1914)

El anglicano Robert Hugh Benson en su libro Confesiones de un converso, escribe: “Durante 25 años viví en un ambiente clerical y durante nueve años fui pastor en una ciudad. Mi padre era la cabeza espiritual (arzobispo de Canterbury) de la comunidad anglicana de Inglaterra. Mi formación religiosa fue muy completa”.

“Los católicos romanos, creía yo, eran claramente corruptos y decadentes, eran los ritualistas y contaminados, y los protestantes eran radicales, ruidosos, extravagantes y vulgares”.

“Un día, (estando en Egipto) dando un paseo, entré, por pura curiosidad, en la iglesia católica del pueblo. Se hallaba rodeada de casas de adobe, no daba al visitante ninguna impresión de esa solidez y seguridad que suele proporcionar lo europeo, y su interior era poco atractivo. Sin embargo, ahora creo que fue allí donde algo parecido a la fe católica se agitó en mi interior. Obviamente, la iglesia formaba parte de la vida del pueblo. Estaba abierta, como las demás casas árabes y, aparte de sus fallos artísticos, era exactamente igual a otras iglesias católicas... Allí me planteé, por primera vez, la posibilidad de que Roma estuviera en lo cierto y de que fuéramos nosotros los equivocados. Mi desdén por la Iglesia católica empezó a impregnarse de respetuoso temor. Para tranquilizarme, entablé una profunda amistad con un sacerdote copto a quien, al volver a Inglaterra, envié un par de candelabros de bronce para su altar”.

“En Damasco recibí un nuevo golpe al enterarme por el periódico The Guardián de que el predicador, al que debía todos mis conocimientos de lo distintivo de la doctrina católica, se había sometido a Roma. Es imposible describir la sorpresa y el horror con que encajé la noticia”.

“En 1902, mientras paseaba con mi madre, le conté que había vuelto a tener inquietudes en relación con Roma. También le prometí que, si surgían de nuevo, se lo haría saber al momento. Nunca le agradeceré bastante el modo en que ella recibió mis confidencias. La mantuve informada, igual que a mi Superior, de las etapas de mi proceso y obedecí al pie de la letra los consejos de ambos. Leí todos los libros anglicanos que me recomendaron y consulte con todas las personas capacitadas que me propusieron”.

No creo que, en general, los polemistas católicos lleguen a comprender lo que un anglicano tiene que padecer antes de ser admitido en la Iglesia católica... Me refiero, sobre todo, a los conflictos internos... La perspectiva de cambiar de Iglesia supone perder lo más íntimo, lo más querido y conocido, para caer en un desierto descomunal, donde serás observado.

“Yo era ministro de una Iglesia que parecía no tener criterios claros y únicos ni siquiera en materias directamente relacionadas con la salvación de las almas... Tomemos como ejemplo un solo punto esencial: la doctrina sobre la penitencia. En realidad, yo ignoraba, si estaba permitido o no enseñar que era indispensable para obtener el perdón del pecado mortal. Prácticamente, todos los obispos lo negaban y, algunos de ellos, negaban incluso el poder de absolver... Y cada día con mayor claridad, me era imposible afirmar que la Iglesia de Inglaterra exigía la confesión sacramental”.

“Un amigo, sacerdote católico, me dijo que el mayor inconveniente con el que tropezó al convertirse fue el de verse obligado a negar la validez de su ordenación. Hasta entonces, había sido un pastor ritualista, que trabajaba abnegadamente entre los pobres de una importante ciudad inglesa y que, durante años, celebró diariamente lo que creía ser el santo sacrificio de la misa. Me contó que casi le asustaba hacer la primera comunión... Sin embargo, en el momento en que la sagrada forma tocó su lengua advirtió la diferencia. Me dijo que, desde aquel instante, no dudó un segundo; pues, hasta entonces, sólo había recibido pan y vino acompañados de una gracia no sacramental. Y que este nuevo don era ni más ni menos que el Cuerpo de Cristo”.

“Ahora puedo decir que retornar desde la Iglesia católica a la anglicana sería cambiar la certeza por la duda, la fe por el agnosticismo, la sustancia por las sombras, la luz brillante por la oscura penumbra, el hecho universal por una doctrina provinciana y carente de historia”.

“Los fallos del anglicanismo y del protestantismo, en general, son prueba de que su doctrina no es divina, los fallos en el catolicismo sólo demuestran que tiene un lado humano además de divino”.

Benson se convirtió en 1903 y, después de estudiar en Roma, fue ordenado sacerdote católico. Desde entonces, se dedicó a escribir libros para difundir la fe católica, siendo capellán de la Universidad de Cambridge.

VERNON JOHNSON

Pastor anglicano, nacido en 1873, ingresó a la Iglesia católica el 13 de setiembre de 1929. En su libro autobiográfico Un Señor, una fe, describe su trayectoria espiritual.

Dice: “La Iglesia católica es realmente la Iglesia fundada por Jesucristo; y fundada precisamente para custodiar la Verdad y enseñarla sin error a los hombres hasta el fin de los siglos. Sólo la Iglesia católica ha sido fundada por el mismo Dios sobre la roca del Pontificado, hecho éste, históricamente irrefutable, en virtud del cual sólo Ella puede, con verdad, proclamarse infalible en su divina misión de apostolado. Sólo Ella tiene poder y autoridad garantizados por Cristo, para guiar y alimentar a todos los hombres, como a ovejas congregadas en un solo rebaño y bajo un solo pastor... Mi primer encuentro con la Iglesia católica, considerada como realidad actual y viviente, ocurrió en Lisieux en el año 1925”.

“A fines de 1924, estando en cierto convento anglicano de religiosas, a donde había sido enviado para dar un retiro, la Madre Superiora puso en mis manos la Autobiografía de santa Teresita de Lisieux... ¡Imposible describir el estado en que me encontraba cuando, por fin, después de media noche, pude cerrar el libro! ¡Jamás escrito alguno había conmovido todo mi ser de aquella manera!”. Su visita a Lisieux en 1925, le impactó mucho.

El año 1926 repitió la visita y empezó a preguntarse sobre la unidad y autoridad de la Iglesia católica, considerando la posibilidad de que fuera la Iglesia verdadera, fundada por Cristo. Dice: “Autoridad y unidad: he ahí los dos interrogantes, las dos dudas terribles, que me asaltaron en Lisieux. Llegué a comprender que el Señor había fundado su Iglesia para que fuera Maestra divina del mundo; que le había prometido la asistencia perenne del Espíritu Santo, que habría de guiarla en la predicación y enseñanza de la verdad y que Él mismo, el Señor en persona, había de estar siempre con ella hasta el fin de los siglos... Decir que la Iglesia no tiene ya potestad para enseñar, equivaldría a decir que el Señor ya no está con Ella, en contra de lo que Él, tan categóricamente, le había prometido y tan incondicionalmente había asegurado”.

“Cuando partí de Lisieux, después de mi segunda visita, mi sentimiento dominante era que tenía ante mí una tarea abrumadora, casi imposible. ¡Tenía que realizar un estudio completamente imparcial acerca de la Iglesia católica y me encontraba totalmente perplejo en cuanto al modo de lograrlo!

Pensaba yo que si, por un imposible, llegase a persuadirme algún día de que Roma estaba en lo cierto, ello significaría para mí el trastorno de toda mi vida y el hundimiento de todos mis ideales; en una edad, además, en la que es casi imposible comenzar de nuevo; y eso sin contar la otra catástrofe mucho peor: el rompimiento de todos mis antiguos lazos de amistades espirituales y humanas... Algunas veces, desesperado del éxito estuve a punto de desistir y quería dar largas al asunto, dejando todo para más adelante”.

“Me atormentaba el pensamiento de otra pérdida más grande: aquellas almas tan numerosas que yo habría de poder conquistar en misiones como aquellas concurridísimas que yo mismo había organizado en las grandes ciudades fabriles y en otros muchos lugares de Inglaterra, gracias al celo y generosidad de muchos sacerdotes y seglares de nuestra Iglesia anglicana”. “Yo me preguntaba: ¿Por qué los obispos anglicanos enseñan doctrinas entre sí diferentes y, a veces, contradictorias? Y, cuando alguno me preguntaba a qué obispo debía obedecer, tampoco podía señalarle una autoridad que, de hecho, no existía entre ellos”.

“Lo único que me quedaba era ponerme en camino hacia la Iglesia católica. Para ello fui a vivir con un amigo católico para poder recibir de él las primeras instrucciones... Al fin, se fueron disipando las nubes y llegó la claridad. Después me fui a una Orden religiosa para instruirme por completo. Allí encontré la paz”.

Vernon Jonson hizo un largo camino, lleno de dificultades hasta llegar a la plenitud de la fe y de la verdad en la Iglesia católica, pero valió la pena, porque sólo en la verdad se encuentra la verdadera paz. En 1933 se ordenó sacerdote católico.

GILBERT K. CHESTERTON (1874-1936)

Famosísimo periodista, novelista, poeta y crítico literario, es una figura genial de la literatura inglesa y uno de los autores modernos más citados. Autor de novelas como Padre Brown, Ortodoxia o El hombre eterno. Bautizado anglicano, se alejó de la práctica religiosa. Dice en su Autobiografía: “Entre las cosas dudosas en las que me enredaba, me ocupé del espiritismo, sin tener siquiera la decisión de ser un espiritista... Mi hermano y yo solíamos jugar... con una tabla de ouija, pero éramos de los pocos que jugábamos con ella en broma. No obstante, no descarto completamente la sugerencia de algunas personas de que estábamos jugando con fuego e, incluso, con fuego del infierno... Lo único que puedo decir con completa confianza acerca del poder místico e invisible, es que todo es mentira”. “El ambiente general de mi niñez era agnóstico. Mis padres constituían la excepción..., porque creían en un Dios personal o en una inmortalidad impersonal”.

“Mis ideas se alimentaron casi exclusivamente de publicaciones anticatólicas... Sin embargo, (ahora que soy católico) creo que la Iglesia católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo... Los católicos, muy al contrario de todos los otros hombres, tienen una experiencia de diecinueve siglos. Una persona que se convierte al catolicismo, llega a tener de repente dos mil años. La Iglesia católica es obra del Creador y sigue siendo capaz de vivir lo mismo en su vejez que en su primera juventud. Y sus enemigos, en lo más profundo de sus almas, han perdido ya la esperanza de verla morir algún día”.

“Cuando la gente me pregunta ¿Por qué ha ingresado usted en la Iglesia de Roma?, la primera respuesta es: “Para desembarazarme de mis pecados”. Pues no existe ningún otro sistema religioso que haga realmente desaparecer los pecados de las personas... El sacramento de la penitencia concede vida nueva y reconcilia al hombre con todo cuanto vive, pero no lo hace como suelen hacerlo los optimistas, los hedonistas y los predicadores paganos de la felicidad. El don se concede mediante un precio y está condicionado por una confesión”.

En una oportunidad le preguntaron: ¿Por qué se hizo usted Católico? y respondió: “Porque quiero ser feliz. La dificultad para explicar adecuadamente el por qué soy católico consiste en el hecho de que hay 10.000 razones, que se pueden resumir en que el catolicismo es verdadero”.

“Sé que el catolicismo es demasiado grande para mí y aún no he explorado todas sus terribles y hermosas verdades. No sé explicar por qué soy católico, pero ahora que lo soy no podría imaginarme de otra manera. Estoy orgulloso de verme atado por dogmas “anticuados” y esclavizado por credos profundos (como suelen repetir mis amigos periodistas con tanta frecuencia), pues sé muy bien que son los credos heréticos los que han muerto, y que sólo el dogma razonable vive lo bastante para que se le llame anticuado”.

El párroco de Chesterton recordaba que “la mañana de su primera comunión era plenamente consciente de la inmensidad de la presencia real de Jesús”. Y cuando lo felicitó le dijo: Ha sido la hora más feliz de mi vida.

Chesterton defendió a la Iglesia y la fe católica en sus escritos y hasta fundó un semanario “G. K’s Weekly” para comunicar su pensamiento católico.

RONALD KNOX (1888-1957)

Gran humanista inglés, profesor de la Universidad de Oxford. Todavía siendo sacerdote anglicano, amaba a María, como escribe en su Eneida espiritual. La lectura del libro de Hugh Benson, Confesiones de un converso, le ayudaron mucho en su camino a la Iglesia. Le roía la duda de que no era verdadero sacerdote como anglicano y que sus misas no eran verdaderas ni estaba Jesús en la hostia consagrada que él tenía en sus manos, al celebrar la misa anglicana. Se retiró a meditar a la Abadía benedictina francesa de Farnborough y allí se convirtió definitivamente. Antes creía que hacerse católico era meterse a un rígido internado, donde se le prohibirían todas las libertades, como esclavos del Papa de Roma, y ahora se sentía libre con una fe segura y a toda prueba.

Se convirtió en 1917 y escribió el libro The belief of catholics (lo que creen los católicos). Tradujo la Biblia “Vulgata” de San Jerónimo al inglés y fue el más brillante convertido inglés después de Henry Newman.

JUAN W. VERKADE (1863-1946)

Nacido de familia calvinista holandesa, a los 18 años se negó a recibir el bautismo. En París, Verkade había entrado varias veces a las iglesias católicas como visitante. Pero en Huelgoat, asiste por primera vez a una misa. Al Santo, dice él, todos se arrodillaron: “¿Cómo? ¿Yo arrodillarme? Mi orgullo protestaba con todas sus fuerzas contra semejante humillación. Pero yo estaba allí en pie sobresaliendo entre todos; no podía hacer otra cosa y me arrodillé como los demás. Cuando los hombres se levantaron, también yo me levanté. Pero, al levantarme, algo había cambiado en mí. Era ya católico a medias, pues mi orgullo se había quebrantado. Me había arrodillado... Después de unos meses de lucha interior, estando en el pueblecito de Saint-Nolff asistía con frecuencia a misa y leía el Nuevo Testamento. Pensaba: “Si me hago cristiano, entonces lo seré de verdad y de verdad para mí quiere decir ser católico”. El 26 de agosto de 1893 recibió el bautismo en la capilla del colegio de los jesuitas de Vennes. Y fue profundizando su fe, leyendo libros, como la Autobiografía de santa Teresita del niño Jesús y las Confesiones de san Agustín... Se hizo religioso con el nombre de Fray Wilibrordo, y el 20 de agosto de 1902 se ordenó de sacerdote. Escribió su Autobiografía titulada Die unruhe zu Gott (El tormento de Dios).

IRMA BARSY

Irma Barsy, nacida en 1904 en Hungría, fue una gran escritora de familia evangélica luterana. Dice: “Durante los bombardeos de la segunda guerra mundial, corríamos al refugio. Un día, después del bombardeo corrí a la iglesia católica, ya que era día laborable y no suelen estar abiertas las iglesias protestantes... Y, junto a los demás fieles, me arrodillé ante la imagen de la Santísima Virgen... Los domingos, cuando no iba de excursión, asistía al culto evangélico. Pero mis sentimientos y emociones religiosos dependían de la predicación del pastor: buena o aburrida. En cambio, en las clandestinas visitas a los templos católicos, notaba, cada vez con más claridad, que me faltaba algo. Posteriormente, comencé a asistir los domingos a misa”.

“Después de la guerra, fui a Roma y fue casi un milagro entrar el Jueves Santo en la capilla Sixtina, donde su Santidad celebraba la misa. Estaba de rodillas en la Sala Regina, cuando el Papa pasó a pie por delante de nosotros y nos bendijo con su pálida mano. El domingo de Pascua, lo vi en la misa de San Pedro... El 8 de mayo de 1948 pude, por fin, ser hija de la santa Iglesia. Ante el altar de San Francisco de Asís, en la iglesia del convento, pronuncié mi Credo... Poco después, viví el día más feliz y más bello de mi vida; el día de mi primera comunión ¡Qué difícil resulta explicar con palabra humana lo que sentí en aquel instante! Aquel goce infinito del alma sólo podría expresarse con el celestial idioma de la música. Así era: la música de un coro invisible sonaba en mi alma, un canto de ángeles fluía por entre sus notas y me plegué en dichosa gratitud, con lágrimas de alegría, a la suave y amorosa mano de Dios... Es como si hubiese nacido de nuevo. ¡Todo me parece ahora tan claro y sencillo! Después de muchas dudas y luchas internas, después de largas odiseas, ¡por fin estoy en casa!”.

KENYON REYNOLDS

Próspero hombre de negocios, que ocupó cargos muy altos en la industria petrolera. Nació en 1892 y había sido educado protestante con rechazo a los católicos. Se casó con una mujer católica, que le hizo apreciar la Iglesia católica, pues la acompañaba a misa frecuentemente para no dejarla ir sola. Al perder a su esposa, se hace católico y se ordena sacerdote el 15 de agosto de 1951.

JUAN TSCHING HSIUNG

Nació en 1899 de familia confucionista. Después se hizo metodista y en 1937 se hizo católico. Los cristianos chinos tienen que agradecerle la traducción de los Salmos y el Nuevo Testamento. También colaboró en la publicación de las principales obras de la literatura católica al chino. Fue el primer representante chino ante la Santa Sede en 1947.

Él dice: “El poeta Dante fue mi guía hasta la puerta de la Iglesia católica. Pero ¿quién me movió a cruzarla? Han sido la Madre de Dios y su pequeña hija Teresa de Lisieux... Cuando estaba oculto en Shangai, un amigo católico me invitó a vivir a su casa. Allí se rezaba todas las noches el rosario en familia... El Padre Germán me prestó libros para leer y el 18 de diciembre de 1937 recibí el bautismo bajo condición en la capilla de la Universidad. En Shangai había nacido a la fe católica, pero fue en Hong-Kong donde se nutrió mi espíritu de fe”.

Juan Tsching Hsiung, fue uno de los católicos chinos que más ha influido en la propagación de la fe católica en su país.

SVEN STOLPE (1895-1996)

Escritor, nacido en Noruega en 1895. Dice en sus escritos autobiográficos: “Contraje la tuberculosis y en 1927 tuve que trasladarme al Agra-sanatorium en Suiza, donde me encontré con una treintena de estudiantes bávaros entre los que había muchos católicos. Durante una parte de mi estancia, compartí mi habitación con un teólogo católico, Siefried Huber. Quedé asombrado ante el nuevo mundo que se me abría, gracias a las conversaciones con mi compañero”. “Mis ensayos franceses condujeron a varios de sus lectores al catolicismo. Recibí cartas de personas que me mostraban su gratitud por haber contribuido a su ingreso a la Iglesia. Mi sorpresa era tanto mayor cuanto que yo mismo no era católico”.

“Después de la segunda guerra mundial, me dirigí con mi familia a París. Allí busqué contactos con círculos católicos y la providencia de Dios me condujo a la Abbaye Sainte Marie donde el Padre Charles Massabki me recibió en la Iglesia... La mayoría de mis libros de los últimos años, basados siempre en temas religiosos, fueron aceptados en la Suecia protestante más amablemente que mis anteriores obras... Además, consideré que mi labor había de ser despertar en Suecia el interés por la Edad Media católica. Por ello publiqué estudios detallados sobre personajes santos”. Ha sido uno de los más famosos escritores de Suecia.

SIGRID UNDSET (1883-1949)

Noruega, gran escritora, que recibió el premio Nóbel de literatura en 1928. Ha visto sus obras traducidas a muchos idiomas. En su relato Ma conversion au catholicisme (Mi conversión al catolicismo), traducido del noruego al francés por el Padre Bechaux, para la revista “Estudios”, dice: “En el protestantismo tal como aprendí a conocerlo, la desgracia está en que cada uno tiene su “convicción personal” y su propia fe... Yo no había dudado nunca que la Iglesia católica se identificara con la Iglesia fundada por Cristo. Para mí, la cuestión de la autoridad de la Iglesia católica era solamente una cuestión de autoridad de Cristo. Siempre había considerado a la Reforma protestante como la historia de una rebelión contra el cristianismo, aunque fuese una rebelión de creyentes y de cristianos animados por una intención piadosa... Tampoco me habían hecho gran impresión las objeciones habituales que oía contra el catolicismo como el escándalo de los malos católicos... El culto de los santos, que existe en la Iglesia desde sus orígenes, responde a una exigencia, que parece inmanente a nuestra naturaleza. Queremos honrar a los héroes... ¿Y el culto a María? He pensado siempre que era lógico y natural. Si se cree que Dios nos ha salvado, tomando nuestra carne y nuestra sangre, debemos tener para el Vaso del que Él formó su cuerpo de hombre, sentimientos que no se parezcan a ninguno de los que podamos tener para nuestros semejantes: un respeto, una ternura, un corazón compasivo... Si es verdad que el hijo de María es, a la vez, verdadero Dios y verdadero hombre, entonces, el hijo es Hijo y la madre es Madre para toda la eternidad, siendo Él el Creador y ella su criatura... Es difícil expresar con palabras lo que Dios me ha dado por medio de su Iglesia. Él mismo ha dicho que nos da su paz, pero esta paz no es la que da el mundo. Es de otra clase. Se la puede comparar quizás a la paz que reina en los abismos del océano”.

Sigrid Undset, fue instruida por Monseñor Kjelstrup y fue recibida en la Iglesia el 1 de noviembre de 1924. Ella encontró en la Iglesia católica una seguridad para su fe cristiana, que no podía encontrar en las iglesias surgidas de la Reforma.

CORNELIA DE VOGEL

Cornelia J. de Vogel es una historiadora holandesa. Dice en su escrito Hacia la plenitud católica: “Mi entrada en la Iglesia católica no ha sido una conversión en el sentido habitual de la palabra. No fue, entonces, cuando encontré a Cristo ni tuve entonces el verdadero contacto con Dios por primera vez en mi vida ni tuve por primera vez contacto con la comunidad de una Iglesia visible... Yo pertenecía a la Iglesia reformada neerlandesa. Pero, en el invierno de 1944-1945, hice mi entrada en la Iglesia católica...

No es que creyera que no se hallaban pecados ni apostasías en esta Iglesia, pero están absolutamente condenados por la doctrina y fuertemente combatidos en la práctica, mientras que en la Iglesia reformada, a que yo pertenecía entonces, el pecado estaba más o menos legitimado por la enseñanza, con una llamada al texto de la carta a los Romanos 7,14, sin que se enseñara a los creyentes la vigilancia y la lucha.

Después de algunos años de orientación general, emprendí la traducción de la principal obra dogmática de san Atanasio: “Orationes contra Arrianos”. Con gran sorpresa, me encontré ante una teología puramente católica en todos los puntos esenciales. Es decir, comprobé que en todo aquello en que la Reforma del siglo XVI se opone a la doctrina de Roma, Atanasio se inclina hacia el lado católico... El estudio de los orígenes de la Iglesia modificó, poco a poco, mi visión sobre la Historia de la Iglesia. Comprobé, con evidencia, que, en toda la línea, la Iglesia antigua había comprendido el Evangelio en el sentido católico, que hay continuidad entre la antigüedad cristiana, la Edad Media y la Iglesia católica romana actual. Por otra parte, la tradición de la Reforma ha introducido una interpretación del Evangelio que no se remonta a la antigüedad y que no encuentra apoyo en sus representantes más ilustres como san Atanasio y san Agustín... ¿Quién estaba, pues, en el error? ¿La Iglesia de siglos, la Iglesia de Atanasio y Agustín, la Iglesia que construyó las catedrales de la Edad Media y que todavía hoy produce frutos de una santidad excepcional? ¿O los que en el siglo XVI se separaron de esta Iglesia para fundar otra tradición con una interpretación contraria a la que ha prevalecido desde los comienzos?”.

Escribió un libro Ecclesia Catholica, aparecido en Utrecht en 1946, donde da todos los argumentos que la llevaron a la Iglesia de Roma.

HEINRICH SCHLIER (1900-1978)

Fue un famoso escriturista luterano alemán. Él dice: “La herencia apostólica no puede estar contenida solamente en los escritos del nuevo Testamento”. “Yo he aprendido que la Iglesia católica ha enseñado infaliblemente desde el principio. La Iglesia existe antes que el cristiano individual. Ella es el Cuerpo de Cristo y, por tanto, siempre está antes que la suma de todos sus miembros. Nosotros recibimos la vida de la Cabeza (Cristo) a través de su Cuerpo que es la Iglesia”.

Otros pastores luteranos convertidos, de la misma época, son George Klünder y Eric Peterson; Rudolf Goethe fue ordenado sacerdote católico el 22 de diciembre de 1951, siendo casado; y Martin Giebner también se ordenó sacerdote el 19 de diciembre de 1953.

THOMAS MERTON (1915-1968)

Educado episcopaliano, dejó prácticamente la fe durante los primeros veinte años de su vida y se dedicó a vivir su vida con todos los gustos y placeres de la juventud moderna y alocada. Dice en su Autobiografía: “Cuando murió mi padre, me encontré completamente libre de todo lo que impedía el movimiento de mi voluntad para obrar a mi antojo. Imaginé que era libre. Fueron necesarios cinco o seis años para descubrir en qué cautiverio había entrado. La dura corteza de mi alma seca expulsó los últimos vestigios de religiosidad que, alguna vez, había albergado. No había lugar para ningún Dios en aquel templo vacío, lleno de polvo y basura, que entonces era tan celoso en guardar contra todos los intrusos, a fin de dedicarlo a la veneración de mi propia y estúpida voluntad”.

“Mi alma estaba simplemente muerta. Estaba vacía, era como un vacío espiritual, por lo que al orden sobrenatural se refiere. Eran sus facultades como cáscaras secas de lo que debían haber sido”.

Visitando Italia como turista, empezó a conocer un poco a Cristo, aunque tenía rechazo al catolicismo. Dice: “Fue en Roma donde mi comprensión de Cristo se formó. Allí fue donde vi por primera vez a quien ahora sirvo como a mi Dios y a mi Rey, y que posee y gobierna mi vida”.

Dios seguía sus pasos y “de repente, una noche me pareció que mi padre (muerto) estaba allí conmigo. El sentido de su presencia era tan vívido, tan real, tan sobrecogedor como si él me hubiera tocado el brazo o hablado conmigo. Todo pasó en un relámpago; pero, en aquel relámpago, instantáneamente, me sentí abrumado con una visión súbita y profunda de la miseria y corrupción de mi propia alma. Fui atravesado hondamente con una luz que me hizo comprender algo de la condición en que me encontraba. Me llené de horror ante lo que vi, todo mi ser se rebeló contra lo que dentro de mí había, mi alma deseaba huir... Ahora pienso que, por primera vez en toda mi vida, empecé verdaderamente a rezar, rezando al Dios que nunca había conocido para que viniera a sacarme de las tinieblas y me ayudara a liberarme de las cosas terribles que retenían mi voluntad esclavizándola”.

Después de un tiempo, empezó a buscar a Dios entre los cuáqueros, la iglesia sionista y otras iglesias cristianas. Un día entró en una librería y compró un libró “El espíritu de la Filosofía medieval”. Se sintió decepcionado, cuando se dio cuenta que era un libro católico, pero lo leyó. “Cuando hube dejado de leer este libro, empecé a tener deseo de ir a la iglesia”.

“Un fuerte impulso empezaba a afirmarse en mí y me sentía arrastrado mucho más imperativamente a la Iglesia católica. Por último, la tendencia se hizo tan fuerte que no pude resistirla. Le dije a mi muchacha que había resuelto ir a misa, por primera vez en mi vida. ¡La primera vez en mi vida! Eso era verdad. Había vivido varios años en el continente (europeo), había estado en Roma, había estado entrando y saliendo de mil catedrales e iglesias católicas y, sin embargo, no había oído misa. Si alguna misa se estaba celebrando en las iglesias que visitaba, me había escapado siempre, con alocado pánico protestante.

No olvidaré fácilmente lo que sentí aquel día (agosto de 1938). Primero, sentí en mí una tendencia dulce, fuerte, suave y pura que me decía: ¡Vete a misa! Era algo completamente nuevo y extraño esa voz que parecía moverme, esta convicción firme y creciente de lo que necesitaba hacer. Tenía una suavidad, una simplicidad que no podía explicarme fácilmente. Cuando cedí a ella, no se regocijó sobre mí, no me atropelló, sino que me llevó serenamente en la dirección determinada... Todavía estaba en verdad, un poco asustado de ir a una iglesia católica con propósito deliberado, con toda la demás gente, y acomodarme en un banco y abandonarme a los misteriosos peligros de esa cosa fuerte y rara que llaman su "misa".

Dios hizo un domingo muy bello. Y puesto que era la primera vez que había pasado realmente un domingo sobrio en Nueva York, me sorprendí de la atmósfera pura y tranquila de las calles vacías de la parte alta de la ciudad. El sol era resplandeciente... La gente entraba por la puerta de la iglesia completamente abierta... y, de repente, todas las iglesias de Italia y Francia se me aparecieron. La riqueza y plenitud del ambiente de catolicismo, que no había podido evitar de percibir y amar de niño, resurgieron en mí como un torrente; pero ahora iba a entrar en él, plenamente, por primera vez... La cosa que más me impresionó fue que la iglesia estaba llena, absolutamente llena, no sólo de ancianas y caballeros agotados, sino de hombres y mujeres, niños, jóvenes y viejos, especialmente jóvenes".

Un día lluvioso de setiembre siente de nuevo la voz que le apremia y se dirige a la iglesia del Corpus Christi de Broadway en Nueva York, para pedir el bautismo. El 16 de noviembre de 1938 recibe el bautismo condicionalmente. Entonces, pudo decir: "Todo fue muy sencillo, ¡Qué montañas cayeron de mis espaldas: Creo, Creo!”.

“Uno de los grandes defectos de mi vida espiritual en el primer año era la falta de devoción a la Madre de Dios. Creía en las verdades que enseña la Iglesia acerca Ntra. Señora, decía el Avemaría, cuando rezaba, pero eso no era suficiente. La gente no se da cuenta del tremendo poder de la Santísima Virgen. No sabe quién es, que por sus manos vienen todas las gracias, porque Dios ha querido que ella participe así en su obra de salvación de los hombres”. Pero su amor a Cristo y a María se hizo tan grande que algo dentro de sí mismo le hacía sentir deseos de entregarse totalmente. Por fin la gracia divina venció en él y, con veintiséis años, entró en la Abadía de los frailes trapenses de Kentucky (USA), donde ha vivido el resto de su vida como sacerdote católico.

Tomás Merton, un gran poeta y escritor norteamericano, de origen francés, que nos enseña que, por muy alejados que estemos de Dios, siempre Él nos sigue esperando y nos pide una entrega total para servirlo a Él y a los hermanos.

JULIEN GREEN (1900-1998)

Fue un famoso escritor y novelista norteamericano, de origen francés, que murió a los 98 años lleno de méritos. Dice de sí mismo: “Cuando era niño, mi madre me educó en la fe evangélica. Desde los seis o siete años yo le hacía muchas preguntas sobre la fe y ella me respondía lo mejor que sabía. A los 15 años leí un libro de un padre jesuita francés y un libro del cardenal de Baltimore que respondía a mis inquietudes. Y abracé la fe católica con gran entusiasmo hasta el día de hoy. Cuando le dije a mi padre que me había hecho católico, él me dijo: “Yo también me convertí al catolicismo hace un año cuando estaba en Inglaterra”. Este gran escritor decía: “Para mí escribir significa ser fiel a la verdad”.

EPHRAÏM CROISSANT

Era un antiguo pastor protestante francés, que se convirtió al catolicismo, y con su esposa fundó en 1974, una comunidad compuesta por laicos, consagrados y sacerdotes, célibes y casados. Se llama la Comunidad de las Bienaventuranzas y actualmente son ya 1.500 hermanos alrededor del mundo. Su página web es www.beatitudes.org.

MAX THURIAN

Ha sido uno de los teólogos evangélicos más importantes del siglo XX. Vivió varios años en la Comunidad ecuménica de Taizé, en Francia. Se convirtió y fue ordenado sacerdote en Turín en 1988. Fue miembro de la Comisión teológica internacional. Murió el 15 de agosto de 1996 a los 75 años.

MALCOLM MUGGERIDGE (1903-1990)

Murió el 14 de noviembre de 1990 en una residencia de ancianos de Sussex, al Sur de Londres. Fue brillante periodista del Manchester Guardian y del Daily Telegraph. Ha escrito varios libros. Fue Rector de la Universidad de Edimburgo en el curso de 1967-68. Era anglicano e ingresó en la Iglesia católica el 27 de noviembre de 1982. En su libro Conversión escribe:

"Fue una sensación de regreso al hogar, de recoger los hilos de una vida perdida, de responder al sonido de una campana que me llamaba desde hacía mucho tiempo, de ocupar por fin en la mesa el asiento tanto tiempo vacío”.

No hubo milagros espectaculares, ni éxtasis... Fue un proceso lento. “Una de las razones de que haya dudado tanto antes de hacerme católico fue mi desacuerdo con algunos elementos humanos que veía en la Iglesia católica. Y, sin embargo, como señaló Hillaire Belloc, la Iglesia no tiene más remedio que ser obra de Dios; porque, viendo muchas de las personas que han formado parte de ella, hay que concluir que no es posible que existiera, si no tuviera la ayuda de lo Alto...

La firme postura de la Iglesia católica en relación a la contracepción y el aborto, eso fue lo que finalmente me decidió a ser católico. La contracepción y el aborto han causado enormes estragos tanto entre los jóvenes como entre los mayores. Todo lo que de ello se sigue: practicas sexuales precoces, el libertinaje en las Universidades, haciendo del erotismo un fin y no un medio, son la consecuencia de haber violado el orden natural de las cosas. Del mismo modo que las gentes de la Roma clásica consideraban el comer como un fin, lo que les llevaba al vomitorio para seguir comiendo y volver a atiborrarse de golosinas, así la gente de hoy acaba en una especie de vomitorio sexual. La posición de la Iglesia católica en este punto es absolutamente correcta. E1 camino del Amor es el camino de la luz y únicamente a través de la cruz es como llegaremos a la resurrección”.

“El Padre Bidone, un sacerdote italiano ya fallecido, y la Madre Teresa de Calcuta, han sido las personas que más influencia han tenido en mi decisión final de ingresar en la Iglesia católica, aun cuando ha trascurrido un largo espacio de tiempo hasta que lo hice”.

“La Madre Teresa es una conversión viviente: resulta imposible estar a su lado, oírla, ver lo que hace y cómo lo hace, sin sentirse convertido en alguna medida… Su sencilla presentación del Evangelio y su alegría al recibir los sacramentos, atraen irresistiblemente a quien tiene ocasión de estar cerca de ella. Ningún libro de los que he 1eído, ningún discurso, ninguna ceremonia, ninguna relación humana o experiencia trascendental me han acercado tanto a Cristo ni me ha hecho tan consciente de lo que la Encarnación significa para nosotros... Cuando junto a la Madre Teresa rodábamos la película "Algo bello para Dios", lo hacíamos en el Hogar para moribundos, que anteriormente había sido un templo hindú y estaba muy pobremente iluminado. Nuestro cameraman Ken McMillan aseguraba que sería inútil tratar de rodar allí. No obstante, lo persuadí de que lo intentara e hiciera algunas tomas, justificándose con la utilización de un material de repuesto que, de ordinario, no se iba a utilizar. Cuando la película fue revelada, aquellas tomas aparecieron bañadas con una maravillosa luz suave, que, según el propio McMillan, no podía ser descrita en términos terrenales. Y, sin embargo, allí está en la película y en las fotos fijas tomadas. Para mí la explicación de todo esto es clara. Sin duda ninguna, la felicidad, expresión de amor, es luminosa y eso es lo que se pretende manifestar con los halos que figuran en torno a las cabezas de los santos en las representaciones de la Edad Media.

La cámara había captado esta luminosidad sin la cual, la película, no se habría impresionado, como el propio Ken McMillan comprobó, cuando usó el mismo material en circunstancias semejantes sin conseguir impresionarlo”.

“Ahora tengo 84 años; soy un octogenario que ha hecho muchas cosas que no debería haber hecho... Ahora vivo cada día, sabiendo que mi vida acabará pronto y, como Miguel Ángel al final de sus días, he amado a mis amigos y a mi familia. He amado a Dios y a su creación. He amado la vida y ahora amo la muerte como su término natural, sabiendo que, aunque la Cristiandad pueda terminar, Cristo vive”.

ALEC GUINNESS (1914-2000)

Ha sido un gran actor cinematográfico, que recibió en 1957 el Oscar al mejor actor por su destacada labor como cineasta, especialmente, en la película “El puente sobre el río Kwai”.

Nacido en Inglaterra, era anglicano por tradición, teniendo cierto rechazo a los católicos. En sus Memorias nos cuenta cómo estando rodando, en un pequeño pueblo de Francia, la película Father Brown (El detective), tuvo una experiencia que se le grabó para toda su vida y que tuvo mucha importancia en su conversión. Él hacía en la película de sacerdote católico. En un descanso de cuatro horas, se fue a dar un paseo por el pueblo sin quitarse su sotana. Y dice: “Era de noche. No estaba muy lejos, cuando oí unos pasos ligeros y una voz chillona, diciendo: Padre. Un chico de unos siete u ocho años me cogió de la mano, apretándola con fuerza, la balanceó y se puso a hablar sin parar. Estaba lleno de animación, saltaba, brincaba y no me soltaba. No me atrevía a hablarle por si 1e asustaba mi espantoso francés. Aunque yo era un completo extraño, pensaba que era un sacerdote y, por tanto, alguien de fiar. De repente, con un “Buenas tardes, Padre”, y una especie de reverencia lateral, desapareció por un agujero en un seto. Había dado un alegre y seguro paseo hasta su casa y a mí me dejó una extraña y tranquila sensación de júbilo. Mientras seguía mi paseo, reflexioné acerca de que una Iglesia que era capaz de inspirar una confianza tal en un niño, haciendo que sus curas, aunque sean desconocidos, sean abordables, no podía ser tan intrigante y tenebrosa como se suele pensar. Empecé a desprenderme de mis prejuicios, adquiridos hacía mucho tiempo”.

“El verano de 1955, fue muy feliz para mí. Un sábado por la tarde monté en mi bicicleta y, casi sin rumbo, pedaleé los cuatro kilómetros que me separaban de Petersfield y me detuve frente a la iglesia de Saint Lawrence... Le expliqué al párroco que era un anglicano, que deseaba ser instruido. Se mostró afable, en absoluto atosigante, y simpático, explicándome que él era un ex anglicano... Luego descubrí que había acogido en la Iglesia al capitán del grupo Cheshire, que tenía la Cruz de la Victoria. Quedamos en tener reuniones en las semanas siguientes... Al no encontrar ningún obstáculo en la iglesia de Saint Lawrence, decidí buscar lo peor en otra parte. Quería ver el catolicismo en su aspecto más tétrico y menos simpático. Por tanto, decidí ir unos días a un monasterio trapense, donde casi siempre hay silencio y se dice que la vida es desolada... Pusieron a mi disposición un monje para charlar con él cuando quisiera. El padre Robert Hodge había sido sacerdote anglicano en Dartmouth, tenía 50 años y no muy buena salud. Poseía un gran encanto y resultó ser casi un charlatán, siendo yo el que me refrenaba, salvo para hacer preguntas... Cuando los monjes celebraban la misa en privado, había como un sentimiento reverencial de Dios expandiéndose, como si llenara cada rincón de la iglesia y de todo el mundo”.

Poco tiempo después “fui a California para el rodaje de la película The Swan (E1 cisne), pero, antes de marcharme de Inglaterra, le había prometido al Padre Henri Clarke hacer todo lo posible para ir a misa todos los domingos. El 24 de marzo de 1956, el Padre Clarke aceptó mi reconciliación con la Iglesia, con tacto y bondad, en Saint Lawrence, Petersfield. Como incontables conversos antes y después que yo, sentí que volvía a casa y como si hubiera visto aquel lugar por primera vez”.

“Unos meses más tarde, cuando estaba en Ceylan, rodando The Bridge on the river Kwai (El puente sobre el río Kwai) mi esposa Merula también se convirtió. Cuando vino a verme durante unas semanas, pudimos celebrar nuestras primeras Navidades juntos como católicos, en una pequeña iglesia, cuyos costados se abrían a unas palmeras y la espuma de las olas rompía sobre una playa calurosa, de arena blanca, con pájaros tropicales, que revoloteaban sobre las cabezas de los fieles, en cuclillas en el suelo de tierra, vestidos con saris de vivos colores y con profunda devoción. Pese a que todo el mundo era pobre, aquel parecía un lugar abierto v soleado donde se reconciliaban todos los contrarios... De vuelta a Londres, pasaba por Kingsway a media tarde, cuando un impulso me obligó a correr. Con el corazón lleno de alegría y en un estado de excitación, corrí hasta que llegué a la pequeña iglesia católica, que había allí, donde nunca había entrado. Me arrodillé, recobré el aliento y durante diez minutos me olvidé del mundo... Me tranquilicé un poco, cuando me enteré que el excelente, brillante y extraordinariamente cuerdo Ronald Knox, había echado a correr alguna vez para visitar al Santísimo Sacramento... Una de las frases más penetrantes de Chesterton fue: “La Iglesia es la única cosa que salva al hombre de la degradante servidumbre de ser hijo de su tiempo... La Iglesia ha demostrado que no está moribunda”.

Alec Guinness, un anglicano convertido por la bondad de los sacerdotes y el testimonio de otros convertidos, ha descubierto que la Iglesia católica es parte del plan de Dios para nuestra vida.



RICHARD JOHN NEUHAUS

Escribe en la revista First Things (2001) en internet: ¿Por qué me hice católico? Dice: “Cuando el 8 de setiembre de 1990, el cardenal O’Connor de Nueva York me recibió en la Iglesia católica, yo hice un pequeña explicación de por qué me hice católico. Teniendo a todos mis amigos luteranos en la mente, dije: “A todos aquellos con quienes he caminado en el pasado, sepan que todavía seguimos caminando juntos. En el misterio de Cristo y de la Iglesia nada se ha perdido. Si ahora mi comunión con la Iglesia de Cristo es más plena, entonces mi unión con todos los que están en Cristo es más fuerte. Nosotros caminamos todavía unidos”.

Yo me hice católico para ser más plenamente lo que ya era siendo luterano. Yo no puedo expresar adecuadamente mi gratitud por toda la bondad que he recibido en la comunión luterana. Allí fui bautizado, aprendí mis oraciones, fui nutrido por la Escritura y conocí lo que se refiere al gratuito y maravilloso amor de Dios... Por mis treinta años como pastor luterano no tengo nada que rechazar, sino mis pecados y debilidades. El llegar a ser sacerdote de la Iglesia católica es el complemento y la plenitud de lo que comenzó hace años. Nada que es bueno es rechazado, todo es completado...

Para un cristiano eclesial, Cristo y la Iglesia, cabeza y cuerpo, son inseparables... Como decía san Cipriano, obispo mártir de Cartago: “El que tiene a Dios por Padre, debe tener a la Iglesia por Madre”. En cierto sentido, todo cristiano debe ser eclesial, pues no conoce el Evangelio sino a través de la Iglesia... Entre la Iglesia católica y la luterana había diferencias. Cuando ellos tenían una cuestión discutida, acudían a la autoridad del Papa. Nosotros, en cambio, acudíamos al sínodo de Missouri y la respuesta era comúnmente referida a la publicación oficial del sínodo, normalmente escrita por el Dr. Theodore Graebner en el The Lutheran Witness. Los católicos creían pertenecer a la verdadera Iglesia, nosotros pertenecíamos al sínodo de Missouri... Nosotros estábamos en desacuerdo con muchos protestantes, por ejemplo, en bautizar niños y en creer que Jesús estaba realmente y verdaderamente en la santa comunión. Yo, como pastor luterano durante treinta años, como pensador, escritor y editor de Una Sancta, un periódico ecuménico de teología, y más tarde Forum Letter, una publicación luterana independiente, trabajé por la unidad...

Mi decisión (de hacerme católico) fue una decisión de conciencia... Me entristeció que una denominación luterana de este país (USA) estaba revisando la enseñanza tradicional sobre moral sexual, especialmente con relación a la homosexualidad. Aseguraban que el estudio se estaba llevando sin ideas preconcebidas. Imaginemos esto. La obediencia a Cristo es obediencia a la verdad revelada, recibida como revelación en Jesucristo. Y ahora estaban llegando a otra enseñanza. Y después de un proceso democrático, con voto de la mayoría, se llegaría, citando por supuesto la Escritura, a otra enseñanza.

Los católicos creen que la autoridad fue dada por Dios a los obispos y sus sucesores, prometiendo estar con ellos para siempre. La enseñanza de los apóstoles y de las Iglesias apostólicas, basadas en la enseñanza de la Escritura, continúa hasta hoy (sin cambiarlas) y continuará hasta el fin de los tiempos. Los católicos creen que el Papa y los obispos pueden enseñar con infalibilidad. Ésta es una palabra que a muchos les da miedo. Pero no hay que temerla, significa simplemente que la Iglesia nunca será destruida, porque tiene la promesa de Jesús, que no permitirá que caiga en la apostasía. El Espíritu Santo no permitirá que la Iglesia enseñe algo, como dogma de fe, que sea falso...

Según dice el concilio Vaticano II, mis hermanos protestantes están, por virtud del bautismo y de su fe en Cristo, verdaderamente, pero imperfectamente en comunión con la Iglesia católica; lo que significa que yo estoy en comunión, aunque imperfecta con ellos... Estoy convencido que mi comunión con la Iglesia de Cristo es ahora más plena. Por tanto, la conclusión es que mi unión con todos los que están en Cristo, es ahora más fuerte. Nosotros seguimos todavía caminando juntos”.

Richard John Neuhaus, norteamericano, se convirtió en 1990 y en 1991 fue ordenado sacerdote católico.

LUIS MIGUEL BOULLON

Fue durante más de doce años pastor evangélico. Escribe sobre su conversión: “Una cosa que hacía era lanzar a mis chicos a discutir con los de la parroquia católica. Yo me aprovechaba de que los chicos católicos estaban muy mal formados. Como comentábamos a sus espaldas: sólo van a la parroquia a divertirse, para repartir cosas a los pobres y para hacer dinámicas de vida, pero de doctrina y de Escrituras no saben nada. Generalmente, los católicos tienen como una cierta vergüenza por mostrar todas las cartas sobre la mesa y, como no muestran todo con claridad, es muy fácil prender fuego a sus tiendas de campaña, porque dejan demasiados lados flojos...

Un día resolví ir a la parroquia católica a conversar... El sacerdote era lo que ahora se llama un “cura nuevo” con una guitarra en las manos y muchas ganas de acercarse a mí. Yo aprovechaba para sacarle afirmaciones que escandalizaban a mis feligreses. El pobre cura, nunca entendió que el ecumenismo, muchas veces, sirve más para rebajar a los católicos que para acercar a los separados...

Un día fui a la parroquia, pero no estaba el sacerdote de siempre. Salió a atenderme un sacerdote viejo y de mirada penetrante. Lo habían "castigado”, relegándolo, dándole el cuidado de la parroquia de nuestro pequeño pueblo. En los últimos treinta años, la población había pasado de ser mayoritariamente católica a una mayoría evangélica o no practicante... El sacerdote me recibió con amabilidad, pero con distancia. Le planteé algunas cosas de interés común. Noté que habían sido arrancados varios afiches que nosotros regalábamos cada cierto tiempo y que constituían verdaderos trofeos nuestros, plantados en tierra enemiga. Hablamos de casi todo. En doctrina empezó a morderme. Yo comencé a responder como de costumbre, citando con exactitud una cita bíblica tras otra para probarle su error.

Me dijo: Pastor Boullon, ya sabe que el demonio fue el primer evangélico. Eso me cayó mal. Me insultaba en la cara, tratándome de demonio. Y me dijo: Recuerde que el demonio intentó tentar a Cristo con la Biblia en la mano. Llegué a casa rabioso. No era posible que la misma Biblia pruebe dos cosas distintas. Eso es una blasfemia. Forzosamente, uno debe tener la razón y el otro malinterpreta. Consulté varios autores evangélicos. Me armé de fuerzas y volví al despacho parroquial. Me recibió amable. Le largué un discurso de media hora sobre la salvación por la fe y no por las obras, Concluí con el texto Hechos 16,31: “¿Qué debo hacer para salvarme? Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa”.

Cuando terminé, el sacerdote me dijo: ¿Continuará la lectura de San Pablo? Continúe con 1 Co 13, 2: “Aunque tuviera tanta fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada”. Por tanto, la fe no es la que salva. ¿Acaso no es el apóstol Santiago quien dice que también los demonios creen y tiemblan? (Sant 2,19). Porque “la fe sin obras es una fe muerta” (Sant 2,17). Cuando el joven rico pregunta a Jesús: ¿Qué tengo que hacer para salvarme? Él responde: Si quieres salvarte, guarda los mandamientos (Mt 19,17). No dice ten fe y te salvarás.

Para terminar me dijo: Busque en su Biblia y encuentre un solo texto que diga que sólo debe enseñarse lo que está en la Biblia. Ya imaginarán ustedes el resultado. Efectivamente, no encontré nada. En cambio, encontré pasajes bíblicos que le conceden la misma autoridad a las doctrinas transmitidas por vía oral o por tradición (2 Tes 2,15; 3,6; l Tes 4,2; 2,13; 1 Co 11,2; 11,23-24).

Pasada una semana, abrí mi corazón a mi esposa. Ella había sido mi compañera y confidente de penas y alegrías. Me escuchó con atención. Sus palabras fueron tan sencillas como su conclusión: debía alejarme inmediatamente del sacerdote católico y tratar de recuperar la confianza de mis feligreses. Teníamos una obligación de fe y teníamos que mantener una familia. No se hablaría más. El caso estaba resuelto para ella.

Yo seguí visitando furtivamente al sacerdote. Yo intentaba responder a las sabias preguntas con las que me desafiaba. ¡Cómo detestaba tener que darle la razón!... Recuerdo perfectamente una fría mañana, cuando recibí un aviso telefónico para que lo visitara en el hospital. Allí me enteré que tenía cáncer. Tomé la decisión de hacer pública nuestra amistad y lo visitaría a diario. La tensión llegó a crecer hasta llegar a agresiones verbales y amenazas de quitarme el cargo y el sueldo... Hasta que reuní a mis feligreses y les hice declaración de mi conversión... Mi esposa me expulsó de casa. Desde entonces y después de pasados años de mi conversión, nunca más he sido admitido en casa como padre y esposo.

Hoy los visito con tanta frecuencia como me lo permiten, pero sus corazones siguen muy endurecidos... El sacerdote, antes de morir, tuvo muchas palabras para mí, pero la que más me llegó fue el ofrecimiento de su vida por la salvación de mi alma. Dios escuche las plegarias de mi buen amigo en el cielo por mi esposa y mis seis hijos para que a su tiempo vivan la vida de gracia de la santa fe.

En abril del 2001 fui recibido en el seno de la Iglesia. En junio de ese mismo año, mi querido amigo entregó su alma al Señor, siendo muy llorado por todos cuantos lo conocimos. Le lloraron los enfermos y los presos que visitaba, los niños y jóvenes de catequesis, los pobres y necesitados que consolaba, los fieles que acudían en busca de consejo y perdón. En tributo a él, he escrito estas líneas.

Ahora, junto con ustedes, puedo acudir a los pies de María Santísima y pedir que, por amor a la divina sangre de su Hijo amado, obtenga la conversión de todos”.

“Donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y toda gracia” (San Ireneo, Contra los Herejes, 3,24,1).

JOSEPH RANALLI

Ha escrito su testimonio y dice así: “Yo nací en una familia católica que iba a misa todos los domingos. Mi esposa también había crecido en una familia católica, pero dejó de ir a la iglesia a raíz del divorcio de sus padres. Nos casamos y, aunque no íbamos a misa todos los domingos, bautizamos a nuestra primera hija Britney. Cuando nos mudamos a vivir al condado de Orange, buscamos una iglesia cercana y un vecino nos invitó a su iglesia Calvary Chapel (capilla del Calvario).

Después de algunos meses de estar asistiendo a esta iglesia regularmente y hacer amigos, empecé a sentir resentimiento contra la Iglesia católica. Veía que la gente de mi nueva iglesia hablaba del Evangelio con entusiasmo. Hablaban de nacer de nuevo, de que Jesús nos había perdonado los pecados y que debíamos recibirlo como Salvador y someterle nuestras vidas. Creíamos que en esta iglesia estaba la fe tal como la tuvieron los primeros cristianos. En los siguientes años, estudiando la Biblia y conociendo cristianos comprometidos, nos sentíamos contentos. Nuestro principal problema era que la mayoría de nuestros amigos y familiares eran todavía católicos.

Pero algo sucedió. Una familia vino a vivir junto a nosotros. Ellos eran John y Cheryl, convencidos católicos. Yo me quedé atónito de saber que antes de hacerse católicos ellos habían también pertenecido a nuestra iglesia Calvary Chapel en Costa Mesa, California. Yo no podía imaginar ese cambio. Otro día, un viejo amigo, Pat Bump, me dijo que él estaba formando un grupo católico de defensa de su fe. Pat y yo tuvimos muchas conversaciones durante meses. Mi padre me dio el libro Contestando a un fundamentalista, escrito por Fr. Albert Nevins y lo leí con avidez. Yo no sabía que la doctrina católica tenía bases bíblicas. Por eso, para solucionar mis dudas, fui a ver a nuestro pastor, pero no me las solucionó.

Yo amaba nuestra iglesia, estaba contento en ella y, además, recordaba mi vida vacía como católico. Por eso, creía que la Iglesia católica seguía vacía y que sus fieles estaban espiritualmente muertos. Yo no podía suponer que Dios quisiera que yo dejara mi Iglesia por la iglesia católica. Pero, estando un día en casa de Cheryl y John, nos invitaron a ir al día siguiente a misa y, aunque no tenía ningún interés, fuimos por curiosidad. Nuestros amigos comulgaron con mucha devoción. Yo me sorprendí de que hubiera muchos católicos comprometidos con su fe y me dieron algunos libros para leer. Después de pasar un fin de semana con parejas católicas, creo que algo cambió en mí sobre mis ideas sobre la Iglesia católica. Le dije a mi pastor que iba a estudiar en profundidad la fe católica y le pedí a Pat Bump que me proporcionara los escritos de los Padres de la primitiva Iglesia, que se suponía eran muy parecidos a las enseñanzas de la iglesia Calvary Chapel. Pero yo descubrí que eran semejantes a las ideas de 1a Iglesia católica. Después, decidí concentrar mis estudios sobre la sola fe y la sola Escritura, que son los pilares de las iglesias surgidas de la reforma. Ninguno de los Padres de la Iglesia primitiva habla de la sola Escritura o de la justificación por la sola fe. Y observé que había más de 28.000 denominaciones cristianas distintas, que estudiaban la misma Biblia, dando interpretaciones diferentes. Según iba profundizando, me iba dando cuenta de que la Iglesia fundada por Jesús era la Iglesia católica. Cuanto mas leía, más me convencía. Y así, poco a poco, surgió la idea de volver a la Iglesia católica para ser fiel a Cristo.

Ahora, mirando hacia atrás, veo que Dios nos ha bendecido a mí y a mi esposa más de lo que pudimos imaginar. Una de las bendiciones es estar unidos a mi familia en la Iglesia católica. Después de “regresar a casa” convertidos, tuvimos el privilegio de enseñar en la parroquia un curso sobre apologética y cómo defender la fe católica. Dios ha querido que compartamos nuestra fe renovada con muchos ex-católicos y con muchos católicos para afianzar su fe. Ahora evangelizamos cuanto podemos y procuramos hacer entender a todos que somos verdaderamente “evangélicos” en la Iglesia fundada por Cristo, que es la Iglesia una, santa, católica y apostólica”.

RAYMOND RYLAND

Nos dice: “Yo y mi esposa Ruth habíamos estudiado juntos y nos casamos antes de terminar la segunda guerra mundial. Yo estudié en la Universidad de Cambridge y, poco a poco, me di cuenta de que muchos de los estudiantes eran unitarios, es decir, que creían que Jesús era solamente un gran maestro moral y no Dios. Y así empecé yo a pensar. Después nos trasladamos al Seminario teológico de Nueva York y allí estuvimos durante tres años. Allí estudiábamos todas las tradiciones del protestantismo, cada una contradiciendo a la otra y todas basadas en la Biblia. Allí había estudiantes de muchas denominaciones. Decidimos pasarnos a la Iglesia episcopal, que decía tener una continuidad histórica con la primitiva Iglesia. El obispo episcopal de Washington me ordenó sacerdote en la catedral nacional. Allí serví en dos parroquias. Tres de nuestros hijos nacieron en esos años. Nosotros estábamos felices como episcopalianos; pero cada vez más, nos fuimos sintiendo en desacuerdo con lo que decían sobre la teología de la Iglesia primitiva. Cuanto más estudiaba yo la Iglesia episcopal, su teología y moral, más veía las diferentes opiniones que había dentro de ella.

Durante unas vacaciones de verano, fuimos a recibir un curso sobre la Iglesia ortodoxa en Sewanee, Tennessee. Fue muy interesante y yo y mi esposa nos sentimos atraídos por la Ortodoxia. Pero nos dimos cuenta de que, durante cientos de años, las iglesias ortodoxas no habían crecido. No habían evangelizado a nadie. Su propagación en nuestro país o en otros, se debía a la inmigración de gente ortodoxa. Pero ninguna de estas iglesias ortodoxas había demostrado un sentido universal. Los teólogos ortodoxos dicen que el concilio ecuménico es su máxima autoridad, pero en 1.200 años no ha habido ninguno. Ahora que no hay ningún emperador cristiano, ¿quién puede convocar un concilio? Si el patriarca de una de las iglesias quisiera hacerlo, sería inmediatamente desautorizado, porque no tiene autoridad sobre las otras iglesias, que no han solucionado el problema de la autoridad. Para ellos, el concilio ecuménico es la última autoridad y los decretos conciliares pueden ser infalibles, solamente después de que han sido recibidos en toda la Iglesia, pero no hay modo de determinar cuándo esto ha sucedido en el pasado...

A la hora de pensar en hacerme católico, mi mayor problema era someterme a la autoridad del Papa, pero cuando leí la Apología del cardenal Newman, todo se me iluminó. Y así, 16 años después de comenzar nuestra búsqueda de la verdad de Cristo, fuimos admitidos en la Iglesia católica. Previamente, durante varios meses, cada semana íbamos a recibir instrucción de un monje benedictino, cuya amistad nos ha enriquecido mucho.

Como católico he sido un laico en la Iglesia durante siete años. En estos años nos fuimos a vivir a Milwaukee (USA) para hacer mi doctorado en teología (católica). Después nos mudamos a San Diego para unirnos a la facultad de Teología de la Universidad Católica. Y, mientras enseñaba, fui ordenado como diácono permanente. Trece meses más tarde, mi obispo recibió una carta del cardenal Ratzinger, diciéndole que el Santo Padre Juan Pablo II había aprobado mi solicitud de ser ordenado sacerdote católico, siendo dispensado del celibato. Y, después de varios meses de exámenes y preparación, fui ordenado sacerdote hace doce años. Y ahora cada vez que estoy en el altar, le digo al Señor: Gracias”.

JAMES J. PITTS

Veamos un resumen de lo que dice sobre su conversión: “Hace dos años, yo estaba completando mi segundo año como pastor en la iglesia presbiteriana de Abilene, Texas, y se acercaba el vigésimo aniversario de mi ordenación como ministro. Yo amaba a Jesús, yo amaba ser pastor y amaba a mi congregación, a la que yo servía. En el verano de 1998, sin embargo, yo sentí la necesidad de una renovación espiritual en mi vida. Recuerdo cómo deseaba estar más cerca del Señor... Un amigo, sacerdote episcopal, me habló sobre un monasterio católico que ofrecía retiros espirituales. Era el monasterio de Nuestra Sra. de Guadalupe, abadía benedictina en Pecos, Nuevo México...

A mediados del verano, ya estábamos mi esposa Sandra y yo, disfrutando de la oración monástica, y cantando el oficio divino con los benedictinos. En los cinco años anteriores, yo estaba buscando una vida más sacramental y había llegado ya a creer en la presencia real de Jesús en la Eucaristía y, aunque yo sabía que la consagración del pan y del vino no podía tener lugar en la Iglesia presbiteriana, yo tenía la esperanza de incrementar las celebraciones de comunión, de una vez al mes hasta cada domingo.

La comunidad benedictina tenía adoración de 6,30 a 7,30 cada tarde. Una gran hostia (consagrada) era colocada en una custodia para adorar a Jesús. Todos estaban de rodillas. Después de unos minutos de leer la Biblia, yo miré la hostia y vi una luz radiante, que brilló como si saliera de ella. De pronto, un sentimiento de amor vino sobre mí, sin saber por qué. Yo me arrodillé de nuevo y oré al Señor. No podía apartar mis ojos de la hostia y decía: ¿Cómo puedo saber que tú estás aquí con nosotros, Señor?

Al otro día, celebró la misa Fr. Kevin en honor de la Virgen María, al conmemorar sus 20 años de sacerdocio... Él me dijo después de la misa: Yo amo a María. Ella es mi madre, la madre de todos. Ella es también tu madre.

La presencia de Cristo en la Eucaristía y el amor a María me llevó a abrir mi corazón a Dios. Durante la Cuaresma de 1999, en el fin de semana de la Fiesta de la Anunciación, yo y mi esposa Sandra fuimos recibidos en la Iglesia católica por el buen obispo de Alexandria, Luisiana. La Iglesia consideró válido mi bautismo, recibido 46 años antes en la Iglesia metodista”.

THOMÁS RICKS

Dice: “Yo crecí fundamentalista bautista en una zona rural de Carolina del Norte (USA). Al catolicismo sólo lo conocía por televisión y por las enciclopedias. Por eso, crecí sin ningún sentimiento anticatólico... Mi padre era pastor... Y yo llegué a ser predicador bautista... En una conferencia ecuménica, encontré a muchos devotos e instruidos católicos, que vivían profundamente su fe y sabían exactamente por qué eran católicos. Un domingo asistí a su misa. Era la fiesta del Corpus Christi y Fr. John Michael Beers celebraba la misa en la que citó a san Agustín, hablando de la Eucaristía.

Mi esposa y yo comenzamos a estudiar el catolicismo, del que sabíamos muy poco, y, cuando viajábamos, íbamos a la misa católica, en vez de ir al servicio bautista. Después de varios meses de estudio, encontramos a Fr. Conrad Kimbrough, un sacerdote de la diócesis de Charlotte, que fue providencial para nosotros. Este santo y sabio sacerdote, convertido él mismo, fue el instrumento de nuestra conversión. Nos recomendó leer los escritos de los Santos Padres de la primitiva Iglesia para ver cuál era la religión de los primeros cristianos. Cuando comencé a leer estos escritos como la Didache, la tradición apostólica de san Hipólito, la epístola de Papa san Clemente a los corintios o los escritos de san Ireneo, me admiré de que aquellas doctrinas, que yo había considerado como inventos medievales, por ejemplo la veneración de los santos o la oración por los difuntos, estaban claramente aceptadas en la antigüedad... Después leí las siete cartas de san Ignacio de Antioquía, que fue martirizado el año 107, y en ellas habla de la presencia real de Jesús en la Eucaristía y de la importancia esencial de la sucesión apostólica desde el principio. Por eso, me hice católico. El 1° de enero de 1994, mi esposa y yo, fuimos bautizados condicionalmente y recibidos en la Iglesia católica, recibiendo la primera comunión. Yo me sentí como un hombre que había vivido comiendo sólo pan y agua toda su vida, y descubre de pronto un suntuoso banquete al que es invitado... Me sentía como un hombre que toda su vida ha estado hablando de que debe construir una casa, pero nunca ha tenido un martillo ni una sierra para hacerlo. Ahora he descubierto todas las herramientas en la adoración eucarística, el rosario, el oficio divino, etc. Desde que hemos entrado a la Iglesia católica, Dios nos ha bendecido con tres nuevos hijos. Hemos vivido en distintos lugares y hemos encontrado maravillosos católicos y muchos convertidos. Cada conversión es única. Pero la conversión no es el final, sino el comienzo de un nuevo viaje de crecimiento. Desde hace dos mil años, Jesús ha estado presente en el sacramento eucarístico para hacernos santos”.

ROBERT IAN WILLIAMS

Él nos dice: “El comienzo de mi conversión fue la confusión dentro de los cristianos evangélicos. Yo creía en Cristo, creía que mis pecados habían sido perdonados y creía que conocía el Evangelio del Nuevo Testamento. También creía que todas las demás religiones eran falsas. A la Iglesia católica la veía como apóstata, llena de corrupciones medievales, y estaba convencido de que la Palabra de Dios era la única autoridad. Pero los evangélicos están divididos; por ejemplo, unos aceptan el bautismo de los niños y otros creen que sólo es para creyentes adultos. Estudié el asunto del bautismo y descubrí que el bautismo, exclusivamente de adultos, había comenzado en el siglo XVI. Esto fue la clave de la verdad y traté de convencer a cristianos evangélicos bautistas de esta verdad, pero me decían que eso era secundario.

Por otra parte, ninguno de los Padres de la Iglesia predica la justificación por sola fe. La teoría de que en el siglo IV, el emperador Constantino había empezado la corrupción de la Iglesia, me pareció menos creíble. Yo descubrí que los líderes de la primitiva iglesia creían en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, en la sucesión apostólica, en las oraciones por los difuntos y en el puesto especial del obispo de Roma. Por eso, como diría el cardenal Newman: el que estudia la historia, deja de ser protestante.

A mí me dijeron que la Iglesia católica había quemado copias de la Biblia, pero yo descubrí que la Iglesia había conservado la Biblia y había definido cuáles eran los libros inspirados, y sólo había prohibido las ediciones que eran traducciones heréticas, que atacaban a la Iglesia y al Papa como la de Tyndale. Además, antes de la Reforma, ya se había traducido la Biblia a las principales lenguas modernas...

Por otra parte, los cristianos bíblicos se preocupan mucho de condenar ciertas conductas de los demás. Por ejemplo, consideran que tomar licor es pecado y están convencidos que Jesús tomó sólo jugo de uva en la Última Cena o que el vino que multiplicó en las bodas de Caná no era alcohólico. Para algunos el bailar es una abominación, para otros el fumar o el comprar lotería y, sin embargo, casi todos ellos aceptan los medios artificiales anticonceptivos.

Por esto y por mucho más, yo me he hecho católico. Y no estoy solo. En los últimos años, muchos evangélicos conservadores han entrado en la Iglesia, a pesar de que el camino a la Iglesia está bloqueado por muchas falsas ideas y malas interpretaciones sobre lo que es la Iglesia. La Iglesia católica es como la pequeña piedra de la visión de Daniel que destruye la falsa imagen (Dan 2), es la semilla de mostaza que llega a ser un árbol grande. Es la casa edificada sobre roca”.

STEPHEN K. RAY

Cuando su mejor amigo, que era pastor evangélico, decidió con su esposa hacerse católico, él empezó a investigar el porqué de su decisión y, acudiendo a la Iglesia primitiva, encontró que era la auténtica Iglesia de Cristo, que se conservaba viva en la Iglesia católica. En su libro Crossing The Tiber cuenta cómo el 2 de enero de 1994 fueron, él y su esposa, por primera vez a una misa, acompañados de sus dos amigos, Al y su esposa Sally. Dice:

“A media misa, de pronto, me di cuenta que era la misma liturgia, con los mismos textos de la Escritura, que era celebrada a lo largo del mundo en Japón, Rusia, Nueva York, Israel, Egipto, Sudáfrica, India, Roma y en cualquier otra parte del mundo, y así había sido por dos mil años. La misma antigua liturgia que había sido celebrada por los apóstoles y Policarpo, Ireneo, Clemente, Cirilo, Atanasio, Agustín y todos los santos y predecesores de la primitiva Iglesia”.

“Mi esposa Janet y yo nunca hemos olvidado la experiencia de aquella primera misa y nunca olvidaré el lugar donde estuve sentado... Después de visitar aquella iglesia de Cristo Rey durante varias semanas, pedimos unirnos a ella. Pero tuvimos que estudiar por doce semanas, diferentes aspectos de la fe católica y así pudimos entrar en la Iglesia el domingo de Pentecostés... El domingo que fuimos recibidos en la Iglesia católica romana será recordado como uno de los más importantes de la vida. Era Pentecostés, 22 de mayo de 1994, y nos unimos junto a Rob Corzine, otro convertido de la Iglesia bautista”.

“Mi esposa y yo, en nuestra conversión a la fe católica hemos tenido la experiencia de ser cristianos en plenitud. Nosotros somos todavía evangélicos, en el mejor sentido de la palabra, y amamos y admiramos su fervor y su celo por la evangelización. El evangelismo nos enseñó a amar a Dios, conocer las Escrituras y seguir la verdad. El evangelismo fue una nodriza que nos llevó a la plenitud de la fe en la Iglesia católica. La profundidad de alegría y paz que acompañó nuestra conversión es inexpresable. Hemos descubierto que esta misma experiencia han tenido los que han cruzado el Tiber y han llegado a la fe del Papa de Roma, a la plenitud de la fe en la Iglesia católica”.

Stephen Ray, bautista y profesor de estudios bíblicos, en USA, encontró en la Iglesia la plenitud de su fe cristiana.

LINDA POINDEXTER

Linda Poindexter, norteamericana, esposa de John Poindexter, contralmirante de la Armada de USA, madre de cinco hijos, perteneció a la iglesia Discípulos de Jesús hasta los 20 años. Desde entonces, perteneció a la Iglesia episcopaliana, donde llegó a ser sacerdotisa desde 1986 a 1999 hasta que se convirtió a la Iglesia católica, como también lo hizo su esposo un poco más tarde.

En una entrevista que le hizo el periodista Stephen Ryan, corresponsal del periódico católico National Catholic Register de Inglaterra, le dijo:

“Me hice católica, porque entre los protestantes existe la tendencia a tener ideas propias y es lo que ha motivado la existencia de tantas iglesias distintas. Ellos no tienen una idea clara de la autoridad... Cuando comencé a interesarme por la Iglesia católica, lo primero que hice fue comprar el libro Apología del cardenal John Henry Newman... Más tarde, estando destinada a una parroquia (como sacerdotisa episcopaliana) me resultaba difícil orar en el mismo lugar de mi trabajo. Había una iglesia católica a pocos minutos y yo solía ir a orar. Me ponía una bufanda para tapar mi alzacuello. Recuerdo sentir un vago deseo, casi un anhelo: Ojalá un día pueda ser católica.

Adquirí muchos libros sobre María, pues sentía una gran inclinación a amar a María... También estoy convencida de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. No todo el mundo lo entiende y me entristece ver la indiferencia que hay hacia la presencia real de Jesús en la Eucaristía”.

MARCUS GRODI

Nos dice: “Yo era un ministro protestante, licenciado en teología y Biblia, pero me encontraba con una gran multitud de confusiones teológicas. Tenía muchas dificultades para interpretar correctamente ciertas ceremonias litúrgicas, que podían dividir a la Congregación. Mi preparación del Seminario no era adecuada para solucionar estos problemas... Yo me preguntaba: ¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida y para mi Congregación? ¿Cómo puedo conocer cuál es la verdad? En el protestantismo, cada denominación se basa en la Biblia para dar sus propias interpretaciones... Cada domingo yo interpretaba la Biblia a mis fieles, sabiendo que en un radio de 15 millas de mi iglesia, había docenas de pastores protestantes que interpretaban de diferente manera a como yo lo hacía. ¿Podía estar alguno de estos pastores en la verdad y yo en el error? A veces, cuando había diferentes interpretaciones en reuniones de pastores, lo decidíamos a votación. ¡Qué increíble!

En ese tiempo, mi esposa Marilyn, que había sido la directora del centro pro-vida me preguntaba cómo podíamos pertenecer a una denominación presbiteriana, que permitía el aborto de niños. Cuando ella se enteró que una parte de las donaciones de nuestra Congregación iban a la Asamblea general presbiteriana y era para pagar abortos, la situación se hizo insostenible.

Un día me enteré de que Scott Hahn, muy conocido mío, se había convertido a católico e iba a dar una conferencia en una iglesia católica. Yo decidí asistir de incógnito... El habló, usando la Biblia para apoyar todas las doctrinas católicas, sobre todo, de la misa y de la Eucaristía... Después de la conferencia, fui a saludarlo y me dio una breve explicación de sus luchas y de su conversión. Me sugirió comprar los cassettes y folletos sobre su conversión, que había a la entrada. Después de leerlos, comencé a leer otros libros católicos, especialmente, sobre los Santos Padres, cuyos escritos me ayudaron a comprender la verdad de la Iglesia católica antes de la Reforma protestante...

También leí los libros de Calvino, Lutero, y de otros reformadores para ver sus argumentos contra la Iglesia, y me di cuenta que sus argumentos contra la primacía del Papa no eran bíblicos. Tuve que reconocer que la posición católica era bíblica. El golpe de gracia vino cuando leí el Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana del cardenal John Newman. Entonces, se evaporaron mis dudas... Mi estudio sobre la fe católica había durado, más o menos, un año y medio. Mi esposa Marilyn y yo estudiábamos juntos y compartíamos juntos nuestros temores y esperanzas. Íbamos a misa semanalmente y, poco a poco, nos fuimos sintiendo bien, haciendo las cosas que los católicos hacen en la misa, excepto recibir la comunión.

Pero, en nuestro camino, nos encontramos con algún sacerdote que no consideraba necesaria nuestra conversión al catolicismo. También encontramos católicos que conocían poco su fe y cuya vida iba en contra de las enseñanzas morales de la Iglesia. Cuando yo y mi esposa asistíamos a misa, nadie nos daba la bienvenida ni nos saludaba. Pero, a pesar de esto, nosotros seguimos estudiando y orando y pidiendo la ayuda de Dios. Y, después de oír docenas de cassettes y leer docenas de libros, nos dimos cuenta de que no podíamos permanecer como protestantes. Habíamos descubierto que el catolicismo era verdadero y tuvimos que luchar contra nuestros prejuicios contra la Iglesia.

Un problema nuevo se nos presentó, porque Marilyn era divorciada y no podíamos casarnos hasta que ella consiguiera la declaración de nulidad de su matrimonio, pues había razones poderosas para conseguirla.

Ella empezó el difícil proceso y nosotros continuamos asistiendo a misa, esperando algún día poder comulgar y estar en plena comunión con la Iglesia. Después de nueve meses de espera, se solucionó el problema, nos casamos por la Iglesia católica y fuimos recibidos en Ella.

Yo me sentí, finalmente, como que había llegado a casa. Lloré lágrimas de alegría y gratitud en aquella misa, en la que pude acercarme a recibir a Jesús en la comunión. Y ahora me alegro como católico, no sólo de conocer la verdad, sino también de recibir a Jesús en la Eucaristía”.

Actualmente, Marcus Grodi dirige en USA la Cadena internacional de llegada a casa (Coming Home Network International), una institución que ayuda a pastores y fieles protestantes a regresar a casa en la Iglesia católica. Ha dirigido programas en la televisión católica EWTN, dialogando con convertidos para difundir la fe católica. Sus testimonios los ha publicado en su libro Journeys Home.

ED FRIDE

Nos dice: “Durante mis estudios en el colegio yo era un agnóstico. Un día, a la salida del colegio, un desconocido me dijo: Jesús te ama y tú debes entregar tu vida a Jesús. Yo ni siquiera creía que Jesús existía, pero acepté leer el libro que me dio: La cruz y el puñal. Lo terminé de leer en una noche y me siguió prestando varios libros más que hablaban de milagros, de hablar en lenguas y de ser llenos del Espíritu Santo. Todo ello me impactó mucho y me llevó a orar y a pedir ayuda a Dios. Un día, en plena oración, sentí la presencia de Dios y experimenté su amor con mucha fuerza. A la mañana siguiente, fui a ver al pastor de mi iglesia protestante. Él me dijo que mi experiencia era bíblica, pero que no lo entenderían en nuestra iglesia. Había encontrado a Jesús, pero había perdido a mi iglesia. Entonces oré para pedir que Dios me iluminara para saber a cuál Iglesia debía acudir. Terminada mi oración, me llamó un amigo católico y me invitó a la misa de la Vigilia pascual, pues estábamos en Semana Santa. La misa era en la catedral del Santísimo Rosario de Duluth, Minnesota (USA). Fue celebrada por el obispo Paul Anderson y fue una misa carismática donde habló de las experiencias del Espíritu Santo, parecidas a las que me habían sucedido, incluso el hablar en lenguas. Era mi primera experiencia de una misa católica y, cuando llegó el momento de la comunión, yo también me acerqué. Al comulgar, creí realmente que estaba recibiendo a Jesús, en ese momento sentí como si la voz de Jesús me dijera: Ahora estás en casa.

A los pocos días, comencé mi instrucción para llegar a hacerme católico. Mientras estudiaba en la Universidad de Minnesota, me enamoré de una linda chica con la que quería compartir el resto de mi vida. Un día estaba leyendo el Evangelio y me impactó en Mateo 19,12 lo que dice Jesús sobre seguirlo, renunciando al matrimonio por el reino de los cielos. No le di importancia, pero, durante las dos semanas siguientes, cinco amigos distintos me dieron un mensaje y era exactamente el mismo, el de Mateo 19,12.

Yo, al principio, me rehusaba; pero, poco a poco, lo tomé en serio y pensé seriamente en hacerme sacerdote. Al fin, entré en el Seminario y llegué a la meta el 29 de noviembre de 1986, ordenándome sacerdote para siempre. Ahora llevo ya 17 años de sacerdote. Estoy sirviendo como párroco de la iglesia Cristo Rey de Ann Arbor, Michigan (USA), que es una parroquia carismática de la diócesis, especialmente designada por el obispo para apoyar a todos los que están en el movimiento carismático católico. Me siento feliz de ser sacerdote y de servir al Señor y a su pueblo y hacer su voluntad. ¡Gloria a Dios!.

CHRISTOPHER DIXON

“Durante nueve años, yo serví al Señor como pastor de la Iglesia unida metodista en New Jersey (USA). Yo estaba contento y satisfecho de mi Congregación. Yo no creía que la unidad visible o la unidad doctrinal fuera necesaria para la Iglesia. Desde mis tiempos de Seminario, yo creía en la autoridad de la primitiva Iglesia y no dudaba de que los concilios de Nicea y Calcedonia, por ejemplo, hablaron con la autoridad del Espíritu Santo. En lo que no había pensado mucho era sobre qué había sucedido con esa autoridad a lo largo de los siglos siguientes. Yo suponía que la autoridad había estado en la Iglesia católica hasta la Reforma protestante. No había pensado en que los obispos de Nicea habían insistido en la divinidad de Cristo, pero también en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Leí el libro de John Henry Newman Apología pro vita sua, donde habla de su conversión del anglicanismo al catolicismo. Yo nunca había pensado sobre la cuestión de la autoridad en la Iglesia. Pero Newman habla claramente de que la Iglesia católica tiene la tradición que viene desde los apóstoles.

Entonces, empecé a cuestionarme los fundamentos de mi Congregación metodista. John Wesley había intentado hacer una renovación dentro de la Iglesia de Inglaterra sin separarse de ella. Él tenía un punto de vista anglicano de la Iglesia, de los sacramentos, etc. Por otra parte, me di cuenta de que la Iglesia católica representaba la unidad visible y doctrinal. Los reformadores habían decidido, de acuerdo a su criterio, qué tomar o dejar de la fe católica y el resultado era la desunión y el caos doctrinal. Sus seguidores siguieron este proceso de revisión y, como resultado, la autoridad de la Iglesia católica fue simplemente sustituida por la de Lutero y Calvino.

Para mi esposa Pat y para mí, era claro que no podíamos continuar en una Iglesia que no tenía autoridad ni unidad desde el principio. Cuando quisimos entrar en la Iglesia católica, el punto más difícil fue la Virgen María junto con la infalibilidad del Papa. Investigué estos asuntos hasta convencerme de que la Iglesia tenía razón. Mi esposa pidió orientación al Padre Joseph y se hizo católica en diciembre de 1995. En julio de 1997 yo también fui recibido en la Iglesia católica por el obispo John Smith de Trenton y así hemos llegado a tener la plenitud de la fe cristiana”.

RICK RICCIARDI

“Yo nací y crecí en una familia católica hasta que me convertí en evangélico por más de 20 años. Muchas veces, di mi testimonio en contra de la Iglesia católica. Pensaba que estaba equivocada al hablar de la tradición o de la salvación por las obras. Creía que los católicos no conocían el Evangelio, y así se lo decía a todos, hasta que me di cuenta de mi propia ignorancia.

Para los cristianos de otras tradiciones, la Iglesia católica aparece como extraña y anticuada. Solamente, cuando uno estudia la historia, descubre que muchas de las cosas que enseña la Iglesia están basadas en lo que han enseñado y practicado los cristianos de los primeros siglos de la cristiandad. Las raíces judías de algunas de estas tradiciones aparecen claras en algunas de estas prácticas. Las iglesias protestantes basan muchas de sus prácticas en las tradiciones de la primera generación de sus fundadores. Pero muchos de los protestantes actuales quieren cambiar algunas de estas tradiciones de sus mismas iglesias, queriendo “estar al día”. En muchas de estas iglesias, ahora se acepta el aborto, el matrimonio de homosexuales, mujeres sacerdotes o métodos anticonceptivos, cuando hasta el año 1930 todos, unánimemente, rechazaban los anticonceptivos.

Yo me hice primero bautista del sur en Louisiana (USA). Como bautista, empecé a estudiar seriamente la Biblia y a sentirme comprometido con las actividades de mi confesión. Un día de 1974, di mi primer sermón, de una hora, en mi iglesia. Después hice un llamado al altar y se acercó una jovencita a entregar su vida a Jesús. Fue uno de los días más hermosos de mi vida y yo sentía que estaba donde Dios quería que estuviera.

Estudié en un colegio bíblico y, durante varios años, mis puntos de vista anticatólicos fueron la constante de mi vida. Yo me sentía suficientemente preparado para responder cualquier objeción de los católicos y quería convertirlos a todos a mi nueva fe.

Desde 1974 a 1985, yo serví en diferentes iglesias bautistas. Yo era ministro de predicación, cuando no estaban los pastores, y daba clases bíblicas. Pero, cuando me mudé a Arizona en 1985, tuvimos la oportunidad, mi esposa y yo, de unirnos a las Asambleas de Dios, grupos pentecostales, que nos entusiasmaron. Con ellos estuvimos hasta abril de 1997.

En 1996 hice la primera visita a mis padres después de 10 años. Yo era el único de mis nueve hermanos que había dejado la casa y el único que no era católico.

El motivo de visitar a mis padres era para asistir a la boda de mi hermano Paul. Tuve la oportunidad de discutir con él, algunos días antes de su boda, sobre las creencias católicas. Pero Paul había estudiado en la Universidad franciscana de Steuvenville, tenía un título en teología y me dio muchas razones que me hicieron pensar en que podía tener razón.

El día de la boda, llegamos a la iglesia y me impresionó la misa. Cuando llegó el momento de la comunión, el sacerdote se acercó a mí, pensando que yo era católico, y me dio de comulgar. Yo sabía que no debía haberlo hecho, pero en el momento en que recibí la comunión, algo sucedió en mi corazón. Instantáneamente, yo creí en la presencia real de Jesús en la comunión. En ese momento, comenzó un deseo intenso de redescubrir la fe católica. Comencé a leer libros y revistas, oír cassettes y todo lo que pude encontrar.

El libro que más me impactó fue Pierced by A Sword de Bud Macfarlane. Le escribí y él me envió una copia del libro Surprised by truth de Patrick Madrid, donde habla de muchos testimonios de protestantes convertidos a católicos. Bud y Marcus Grodi fueron mis asesores, también influyó el testimonio de Jeff Cavins, pastor protestante convertido. Y así, poco a poco, llegué a convencerme de que si no me hacía católico, estaba desobedeciendo a Dios. Asistí con mi esposa a unos cursos de fe católica en la parroquia local en junio de 1997. El 9 de agosto, hice mi confesión general, mi primera confesión después de 25 años, y el 10 de agosto recibí la comunión, entrando formalmente a formar parte de nuevo de la Iglesia católica. Ahora estoy enamorado de mi fe católica. Y estoy especialmente agradecido, porque puedo recibir la Eucaristía”.

“Sólo ha de ser tenida por válida, aquella Eucaristía que es celebrada por el obispo o por quien tiene autorización de él” (San Ignacio de Antioquia (†107), en su Carta a los de Esmirna 8,1).

LARRY LEWIS

“Mi padre era pastor de las Asambleas de Dios y amaba mucho a Jesús. Cuando yo asistía a la iglesia, escuchaba, muchas veces, a algún predicador hablar de las maldades y errores de la Iglesia católica. Para algunos, era la gran Babilonia o el Anticristo. A mis treinta años fui ordenado ministro metodista.

Mi esposa Joetta se hizo amiga de una religiosa católica, Sor Mónica Marie, que era un alma de Dios, y era todo lo contrario de lo que yo había creído e imaginado. Mi primer encuentro con sacerdotes católicos fue, cuando estudiaba mi doctorado en la Universidad Oral Roberts. Allí encontré al Padre Amalor Vima, de la India, y llegamos a ser grandes amigos.

Un día de 1996, le hablaron a mi esposa de las apariciones de la Virgen María, que tenían lugar desde 1981 en Medjugorje (ex-Yugoslavia), y la invitaron a una conferencia en Wichita (Kansas). Allí hicieron una oración de consagración al Inmaculado Corazón de María. A mí me pareció una oración demoníaca, como si tuviéramos que entregar nuestra vida a María en lugar de entregarla a Dios. Por eso, le pedí consejo al Padre Vima. El me dijo: ¿Alguna vez le has dicho a tu esposa: Te amo, te adoro y beso el lugar que pisan tus pies o algo parecido? ¿La has mirado con ternura a sus ojos y le has jurado un amor total y eterno? ¿Le has dicho palabras como: soy totalmente tuyo y para siempre? Pues esas mismas palabras de amor las usan los católicos al consagrarse a María como su reina y señora, manifestándole su amor para que por medio de Ella, puedan amar más y mejor a Jesús, pues María es el camino hacia Jesús.

Mi esposa compró un rosario después de la conferencia, pero me parecía que era como un ídolo, así que decidió llamar por teléfono a ver si le podían cambiar el rosario por otra cosa diferente. Le dijeron que sí, y cuando llegó, Bob y su esposa Johanna, que eran los dueños de la tienda, le hablaron de las apariciones de María en Medjugorje, donde habían estado de peregrinos. Bob había decidido hacer rosarios con sus propias manos para fomentar el rezo del rosario como pedía María.

Ese año gasté 5.000 dólares en libros, cassettes, videos y otros materiales para estudiar la fe católica hasta que nos convencimos que era la verdadera fe. Y he descubierto que mi amor a Jesús se ha incrementado al amar a María, que nos lleva a Jesús. El 12 de setiembre de 1997 le entregué los papeles de mi ordenación como pastor, a mi obispo de la Iglesia unida metodista, dejando atrás 30 años de ministro protestante para hacerme católico. Ahora sí, mi esposa y yo, podemos decir que estamos en casa.

En enero de 1998 hicimos un viaje a Roma y en marzo viajamos al santuario de María en Medjugorje para agradecerle a María nuestro ingreso a la fe católica, que tuvo lugar en la Vigilia de Pascua de 1998”.

DAVID B. CURRIE

Explica el camino de su conversión en su libro Born fundamentalist, born again catholic. Dice: “Nosotros éramos fundamentalistas, aceptando los dos pilares de la Reforma: la sola Escritura (única fuente de autoridad) y la sola fe (para salvarse)... A nivel práctico, fundamentalista significaba estar separados de los malos del mundo y de los errores del cristianismo liberal. Por eso, yo no bailaba ni iba al cine o al teatro, no fumaba ni tomaba alcohol de ninguna clase, ni jugaba a las cartas... Pensaba que era malo ser un cristiano liberal, pero mucho peor ser católico romano. Creíamos que los católicos no eran realmente cristianos, porque ellos no aceptaban la salvación por la sola fe. Por querer obtener la salvación por las buenas obras, ellos irían al infierno... Según nuestro punto de vista, la Iglesia había sido pura los tres primeros siglos hasta que llegó el emperador Constantino. Entonces, las enseñanzas de la Iglesia se corrompieron y sus miembros llegaron a ser cristianos nominales, es decir, católicos. Nosotros creíamos que muchas prácticas y tradiciones católicas fueron inventadas en la Edad Media para controlar al pueblo con el miedo y las supersticiones. Pero Dios había preservado a un resto, que había conservado la verdad, como los fundamentalistas”.

“Los domingos por la tarde, en nuestra iglesia, teníamos testimonios. La gente se levantaba y hablaba de lo que Dios estaba haciendo en sus vidas. Cuando yo escuchaba a algunos que Dios los había salvado de la Iglesia católica, recuerdo haber pensado que tenía mucha suerte de no haber nacido católico”.

“No me fue fácil decidirme a ser católico a los cuarenta años. Mis padres y tres de mis hermanos estaban dedicados a tiempo completo al servicio de la iglesia. Yo tenía muchos amigos dedicados a traer católicos “a Cristo”. Yo sabía que iba a perder su apoyo y la ayuda de mi extensa familia... Pero, cuando yo me convencí de que la Iglesia católica era la Iglesia de Cristo, no tuve duda de que debía unirme a ella. Si yo había descubierto la perla de gran precio, yo debía dar todo lo que tenía para comprarla”.

“Después de seis meses de hablar, estudiar, leer y orar juntos, mi esposa y yo recibimos la primera comunión el segundo domingo de Adviento. Después de presentar a mi esposa y mis seis hijos a la Comunidad, yo hablé unos minutos. Dije: Yo acepto todas las enseñanzas de la Iglesia, pero la mayor enseñanza que me ha traído hasta aquí ha sido la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esta doctrina es central y, sobre todo, verdadera”.

“Las indulgencias fueron el asunto más difícil de resolver en mi camino al catolicismo. Pero yo seguí el ejemplo de Chesterton. Él luchó consigo mismo en el asunto del celibato de los sacerdotes y religiosas. Finalmente, lo aceptó, porque había sido parte de la Iglesia en toda su historia. Él concluyó que, si todos los pensadores a lo largo del tiempo habían encontrado al celibato razonable y necesario para la Iglesia, entonces el problema era más bien con él que con la Iglesia... Él se sometió a la sabiduría de la Iglesia a lo largo de los siglos y aceptó esa enseñanza. Así hice yo”.

David Currie, hijo de un predicador fundamentalista norteamericano, que estudió teología en la Trinity international University, se siente feliz de ser católico con su esposa y sus hijos.

BURNS K. SEELEY

Describe así su proceso de conversión: “La convención general de la Iglesia episcopal de Seattle, de 1967, determinó admitir el aborto para salvar la vida de la madre, cuando había violación o incesto, o cuando el niño podía nacer enfermo de cuerpo o alma.

Hasta ese día, yo estaba contento como sacerdote ordenado de la Iglesia episcopaliana y creía que la Iglesia episcopaliana tenía la plenitud de la fe, en unión con la Iglesia católica y la ortodoxa.

Yo tenía la esperanza de que la Iglesia de Inglaterra y el resto de la comunión anglicana se distanciaría de esta decisión de la Iglesia episcopaliana norteamericana y le pediría una retractación. Pero esto no ocurrió. Por eso, yo no podía aceptar la comunión anglicana, que permitía o, al menos, toleraba lo que había sido rechazado por toda la cristiandad desde el comienzo, como puede verse en la Didache (Doctrina de los doce apóstoles), escrita hacia el año 70.

Pensé en hacerme sacerdote de la Iglesia ortodoxa, que tenía sacerdotes casados. Pero me di cuenta de que la Iglesia ortodoxa aceptaba el matrimonio de aquéllos que se habían divorciado, después de recibir el sacramento del matrimonio, y estando todavía vivos sus esposos. ¿Debería hacerme católico? Yo creía que la Iglesia católica estaba equivocada con relación a la infalibilidad del Papa. Sin embargo, pedí el consejo de un notable teólogo y ecumenista, el Padre John A. Hardon, jesuita. Él era amigo de mi familia y había dirigido en 1965 mi grado de master en teología medieval. Él me dirigió para estudiar a los Padres de la primitiva Iglesia y ver cómo creían en la infalibilidad del Papa. Además, estudié durante un año en una escuela teológica. Después de este año, el Padre Hardon aceptó un puesto de enseñanza en la Universidad de Ottawa y allí nos fuimos con él para seguir estudiando hasta que me convencí y decidí hacerme católico. Yo era católico ya en mis creencias en 1971, pero esperé hasta 1978 a ver si me aceptaban como sacerdote católico. Después de varios intentos infructuosos, fui recibido el 15 de agosto de 1978 en la Iglesia como laico, aunque ya mi esposa e hijos lo habían hecho con anterioridad.

Felizmente, después de varios años, el Papa Juan Pablo II, me dio un permiso especial para ser ordenado sacerdote católico, estando casado. Fui ordenado por el obispo Fremiot Torres, de Ponce, Puerto Rico. Ahora soy feliz de ser sacerdote en la Iglesia católica”.

“Aunque las lenguas del mundo son diversas, sin embargo, la autoridad de la tradición es una y la misma” (San Ireneo, Contra los herejes, 1, 10, 2).

JAY DAMIEN

“Mi familia era bautista, sólamente mi abuela materna era católica. Una vez le pregunté, ¿por qué eres católica? Me dijo: Porque la Iglesia católica ha sido la primera Iglesia, ¿por qué no va a ser la verdadera? Yo creía que el mundo estaba dividido entre bautistas, que eran los verdaderos cristianos, y los católicos, que estaban equivocados. Pero, cuando fui creciendo, me di cuenta de que mis amigos eran presbiterianos, congregacionistas, luteranos, metodistas o de otras denominaciones diferentes. Yo le pregunté un día a mi pastor: ¿Por qué hay tantas iglesias diferentes, basadas todas en la Biblia? ¿Cómo puedo estar yo seguro de la verdad? Él me dijo que el Espíritu Santo me daba la correcta interpretación de las Escrituras. Pero eso mismo hacían mis amigos y pensaban de diferente manera.

Estudié las doctrinas de distintas iglesias. Al final, me dije a mí mismo, que si no podíamos estar seguros de lo que Dios ha revelado, tampoco podemos estar seguros de si existe un Dios y así llegué a ser agnóstico y prácticamente caí en el ateísmo.

Yo tenía mucho rechazo a la Iglesia católica y este rechazo aumentó, cuando el Padre Emmett McLoughlin abandonó la Iglesia católica. Su caso salió en las primeras páginas de los periódicos. Él hablaba mal de la Iglesia católica en las iglesias bautistas locales y escribió un libro “Padre del Pueblo”, que yo compré para leerlo. Pero algunas cosas del libro me impactaron y me hicieron comprar más libros para poder conocer más el cristianismo primitivo. La primera cuestión fue conocer la historia de la Biblia, cómo la Biblia se había formado. El saber que la Iglesia primitiva había existido cuatro siglos antes de que se formara el canon definitivo de los libros de la Biblia, me chocó. Miles de mártires cristianos habían ido a la muerte por Cristo sin conocer el Nuevo Testamento. Si la Biblia era la única regla de fe, ¿cómo ellos habían conocido lo que debían creer? En estos cuatro primeros siglos, prácticamente, ninguna iglesia local tenía la Biblia completa, como se conoce hoy. El canon de libros inspirados fue determinado en los concilios de Hipona (año 393) y Cartago (año 397). Ni siquiera existían ya los escritos originales, sino copias hechas por manos católicas durante generaciones.

Leí libros sobre la Iglesia primitiva como la DIDACHE del primer siglo, conocido como Doctrina de los doce apóstoles, usado como catecismo para instruir a los paganos adultos convertidos. Ahí se dice claramente que el día del Señor (domingo) se reúne la asamblea en común para partir el pan (celebrar la Eucaristía). También se habla de bautizar, derramando el agua sobre la cabeza tres veces, mientras que los bautistas hablan sólo de inmersión.

Leyendo a Henry Newman en su Apología pro vita sua, reconocí cuán cierto era lo que él dijo: estudiar la historia de la Iglesia es dejar de ser protestante. Empecé a creer en Dios de verdad y a buscar su verdadera Iglesia. Mi libro favorito fue El espíritu del catolicismo de Karl Adam.

Me convencí de que la libre interpretación de la Escritura había llevado a mucha confusión y a miles de iglesias distintas. Según el estudio realizado por David Barret en 1983, había 20.800 iglesias cristianas, con una proyección de 22.190 para 1985. Según el centro de informaciones religiosas de la ONU, en 1989, había 23.000 iglesias cristianas. Si la proyección de Barret es correcta, el año 2.000 habría 26.000 iglesias cristianas distintas. Todo esto me hizo pensar. Además, tuve la oportunidad de oír al Padre Albert Braun, que había confesado antes de morir al Padre Emmett, que, como hemos dicho, había dejado públicamente la Iglesia, pero ningún periódico habló de su vuelta y conversión. A mí me había impactado mucho su retiro de la Iglesia después de 25 años de sacerdote católico. Él se había retirado, fundamentalmente, por no querer obedecer a sus Superiores, y justificó su salida, hablando mal de la Iglesia.

Yo me he hecho católico quizás por las oraciones de mi abuela materna, la única católica de la familia, que rezaba muchos rosarios por la conversión de la familia y que, como ella decía: “Si la Iglesia católica es la primera Iglesia, ¿por qué no va a ser la verdadera?”.

LARRY BLAKE

“Mi padre era metodista y mi madre de la Iglesia luterana sueca. Yo nací en setiembre de 1951 y fue bautizado en la iglesia episcopal de Quincy, Massachussetts, USA, pero participábamos en la iglesia luterana. Yo recuerdo, especialmente, la alegría de recibir la comunión. La comunión se daba una vez al mes, en Pascua y Navidad. Me casé con mi esposa Diana en 1974 y empecé mis estudios para ser pastor luterano. Fui ordenado pastor luterano en octubre de 1978. Siendo pastor en Deer River, Minnesota, hubo un encuentro ecuménico en una abadía benedictina y yo asistí. Celebraban los 1.500 años de la fundación de la Orden de San Benito y yo asistí a la misa solemne, que dejó en mí un recuerdo imborrable por la belleza de la liturgia y la universalidad de aquellos monjes, venidos de distintos lugares del mundo.

Me interesé en conocer más sobre la Iglesia católica y me hice amigo del Padre Coghill, franciscano. También decidí recibir cursos de teología católica en el Seminario de San Pablo en Minnesota. Seguí un curso sobre sacramentos, con especial acento en la Eucaristía, y leí lo que decían los Santos Padres de la Iglesia de los primeros tiempos. Así me di cuenta de que, cuando vino la Reforma, el concilio de Trento tuvo que reafirmar la doctrina tradicional de la presencia real de Jesús en la Eucaristía.

En 1992 ya estábamos, mi esposa y yo, pensando en hacernos católicos, después de orar y estudiar mucho.

Diana y yo fuimos recibidos en la plena comunión de la Iglesia católica el 10 de abril de 1993, vigilia de Pascua. Fue una maravillosa experiencia de fe y asistieron muchos de mis antiguos feligreses luteranos. El 11 de diciembre de 1999 fui ordenado sacerdote católico. Mi camino a la Iglesia ha llegado más allá de mi imaginación”.

Actualmente el Padre Larry Blake reside con su esposa y sus tres hijos en Penny, Victoria.

“Es preciso evitar a los herejes y amar con todo afecto cuanto pertenece a la Iglesia y mantener la tradición de la verdad”. (S. Ireneo, siglo II, Contra los herejes, III, 1, 4)

KENNETH R. GUINDON

Ha escrito el camino de su conversión en su libro El Camino Real (The King’s Highway). Era de familia católica norteamericana, pero a los 16 años se convierte en testigo de Jehová. En su libro nos cuenta cómo se alejó de sus padres y comenzó a trabajar con todas sus fuerzas por propagar su nueva fe. Trabajaba veinticinco horas a la semana, visitando casas y repartiendo propaganda. Ya sabemos que los testigos, no pueden recibir transfusiones de sangre ni votar en las elecciones ni tomar vacaciones ni asistir a celebraciones como cumpleaños, Pascua, Navidad, día de la Madre, pues son cosas del mundo. Tampoco aceptan ir al servicio militar ni honrar la bandera.

El Centro de su Organización está en Brooklyn, en Nueva York, donde tienen varios edificios con grandes imprentas en las que imprimen las revistas Atalaya y Despertad en 146 idiomas.

Ningún testigo puedo opinar en contra de lo que decide el consejo directivo de la Organización, que, supuestamente, recibe sus decisiones directamente de Dios y no pueden equivocarse. Prohíben que lean otras Biblias fuera de la suya: Traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras, que está traducida a propósito para negar que Jesucristo es Dios. Tampoco pueden leer otros libros religiosos, que no sean de su organización. Actualmente, en el mundo son unos 5 millones de miembros.

Dice Kenneth: “Yo estaba convencido, según nos decían, de que mis amigos católicos y protestantes serían destruidos para siempre en la batalla de Armagedón, de la que habla el Apocalipsis 16, 14-16. Yo estaba ciego y creía sus mentiras y promesas. Me disuadieron para que no fuera a la Universidad, porque allí encontraría enseñanzas mundanas e influencias y tentaciones que pondrían en peligro mi fe. Además, el tiempo era corto y en 1975 sería la gran batalla y el fin del mundo.

Por este motivo, muchos jóvenes fueron disuadidos de casarse o de tener hijos, porque quedaba poco tiempo y debían trabajar con todas sus fuerzas como testigos. Yo estuve trabajando cinco años como pionero a tiempo completo en Houlton (Maine). Después me llamaron a trabajar en los mismos cuarteles de Brooklyn para ayudar en la impresión de la propaganda a nivel mundial. Yo trabajaba en el piso 7 de la Calle Adams Street.

Me enamoré de Mónica, una testigo, que se fue de misionera a Costa de Marfil (África), pero el Presidente de la Organización, el Hermano Knorr, me dijo que debía esperar un año para ir de misionero donde ella estaba y me hizo firmar un compromiso por escrito para trabajar cuatro años más a tiempo completo antes de casarme. Me hizo esperar cinco años para casarme.

Después de estar siete meses en Costa de Marfil, un día me sentí muy enfermo con poliomielitis, sin poder caminar. No tenía seguro médico y sólo disponía de 12 dólares. ¿Quién iba a pagar las cuentas? Y yo me seguía preguntando ¿cómo era posible que Dios me hiciera esto a mí, su misionero? Mis compañeros me pagaron el viaje a Francia y allí estuve seis meses en un hospital, donde tenía un compañero de habitación, sacerdote católico, que tenía la misma enfermedad que yo, adquirida en la República centroafricana; tenía 48 años y estaba mucho peor que yo, pero no se quejaba como yo lo hacía.

Los testigos no quisieron hacerse cargo de mis cuentas y, al final, el Estado francés tuvo que condonarlas, a pesar de que los testigos hablan mucho de que la gente del mundo es gente de Satanás, porque no creen en la verdad.

Al estar mejor regresé a África y, después del tiempo previsto, me casé con Mónica. Al poco tiempo, ella quedó embarazada. Pensamos que era una catástrofe para nosotros, que debíamos dedicarnos a tiempo completo a trabajar. Hablé con el Presidente de la Organización, el Hermano Knorr, pero ni siquiera me invitó a sentarme. Me dijo que no podía ayudarnos y que debía pedir ayuda económica a mis padres, de quienes me había alejado hacía 14 años. Me aclaró que los misioneros debían ser solteros o no tener hijos para dedicarse completamente a la Organización. Por eso, decidimos regresar con nuestros padres, que nos recibieron con los brazos abiertos. Pero todavía seguimos con los testigos durante dos años más, hasta que decidimos buscar otra iglesia. Yo tenía 32 años y les había servido durante 16 años. Encontré un ex-testigo que me ayudó mucho a encontrar respuestas a las cuestiones que me planteaba y empezamos a asistir con Mónica a la primera iglesia bautista de Van Nuys. El profesor de historia y apologética Ed Gruss, que había sido también testigo, me aclaró muchas cosas y me devolvió la fe en Cristo Dios. Esto ocurrió en 1973 y yo me entregué a Jesús, reconociéndolo como mi Señor, mi Dios y Salvador. Para los testigos, al separarnos de ellos, éramos como muertos, nadie nos haría caso, éramos para ellos renegados.

Empecé a participar de la Iglesia bautista. Ellos dicen que el bautismo, para ser válido, debe ser por inmersión y sólo para adultos. Yo lo creía así y, por eso, había rechazado a los luteranos, metodistas y episcopalianos, porque bautizaban niños. A la Iglesia católica ni la consideraba, porque seguía creyendo, como dicen los testigos, que es la gran Babilonia y la gran Ramera de que habla del Apocalipsis. Estudiando mi fe bautista, fui ordenado ministro en febrero de 1975. De mi testimonio como ex-testigo, repartieron unos 100.000 ejemplares.

Pero en mi iglesia bautista empezaron a haber muchos problemas, cambiaron de pastor y muchos no lo aceptaron. Unas mil personas se retiraron para formar una nueva iglesia. Nosotros pedimos ser misioneros en Francia y allí fuimos a evangelizar. Cuando estaba en Biarriz, empecé a conocer un poco a los católicos y varias veces fui a la Abadía de Nuestra Señora de Belloc, cerca de Bayona, para hacer retiro y oración. Un día me encontré con una mujer católica, que había sido protestante y había escrito un libro donde ponía citas de los Padres de la Iglesia sobre la Eucaristía y el Bautismo, que me hicieron empezar a dudar y a investigar estos y otros temas. Al leer la historia de la Iglesia, sentí enormes deseos de conocer la verdad del cristianismo primitivo. Empecé a comprar libros, unos dos mil quinientos, para investigar. Uno de los libros que más me impresionó fue Conferencias sobre el protestantismo del cardenal Nicolás Wiseman.

Me hice amigo de un sacerdote católico, Claude Jean Marie, que me prestaba libros y trataba de aclararme mis dudas. También, de vez en cuando, iba a orar a la abadía y asistía a misa con los monjes. Poco a poco, me fui convenciendo de que la verdadera Iglesia era la Iglesia católica y el 10 de setiembre de 1987 fui recibido en la Iglesia por Monseñor Jean Chabbert, que me confesó. Mónica y yo nos casamos por la Iglesia y ahora formamos una familia feliz. Durante cuatro años, he estado trabajando en el programa de evangelización de la diócesis. Mi hijo menor, Daniel, ha estudiado en Salamanca y ahora está en Roma, preparándose para ser sacerdote.

Todavía amo a los bautistas, que son unos 33 millones en el mundo entero. Ellos me enseñaron a amar la Biblia, la familia, la Iglesia como institución, y a llevar una conducta moral digna. Aprendí mucho con ellos y les estoy muy agradecido, pero Jesús Eucaristía llegó a ser el centro de mi vida. Por eso, tuve que dejarlos, porque amo la verdad más que a cualquier otra cosa y debía ser fiel a Jesús”.

ANTONIO CARRERA

Fui católico durante los primeros 28 años de mi vida y, a partir de 1961, fui un enemigo enconado de ella, al hacerme testigo de Jehová. Permanecí 13 años encadenado a esta secta y ocupé en ella altos cargos de dirigente. Fui miembro del Comité de la Congregación, superintendente de campo, siervo de la escuela, conferenciante…

El primer contacto con los “testigos” suele ser deslumbrador. Te ofrecen ingresar a un mundo en el que todas las personas son excelentes, bondadosas y amorosas en grado máximo. En las primeras reuniones te aturden con tanto saludo y amabilidades, pero esto dura poco tiempo. Después, nadie se preocupará de ti, a no ser para ver si faltas a las reuniones o si no haces el trabajo de visitar hogares y ofrecer su literatura.

Desde el principio, te llenarán la cabeza de folletos y revistas de la secta, cobrándotelos naturalmente. Un miembro de la misma te instruirá semanalmente para que aceptes todas sus enseñanzas, aunque sean tales como dejar morir a un familiar antes de ponerle transfusión de sangre o tener odio contra toda religión y gobierno. En las cinco horas de reunión semanal, aparte de lo que estudies en tu casa, te inculcarán predicar más y repartir más libros, porque el fin del mundo está cerca y sólo se salvarán los que sean testigos. Yo vendí 4.800 libros y revistas, trabajé unas 3.600 horas.

Ellos dicen que son profetas (Atalaya, año 1962/212/15). Pero son falsos, porque en sus mismos libros de años atrás anunciaban el fin del mundo, que nunca llegó. Ante tantos errores, cambios e incumplimientos de profecías, nunca van a decir que se equivocaron, sino que Dios les está revelando las cosas progresivamente. Pero una cosa es revelación progresiva y otra revelación contradictoria.

El fin del mundo lo anunciaron en 1799, 1874, 1914, 1915, 1918, 1925 y 1975. En el estudio de las Escrituras de 1889, segunda serie, página 356, profetizaban que venía la extinción total de toda jerarquía falsa y del Papado para el año 1914 y se equivocaron. En el libro Millones, que ahora viven, nunca morirán, pp. 88-100, dicen que el año 1925 sería el regreso visible de Abraham, Isaac, Jacob y de los fieles profetas de antaño. Lo creyeron de tal modo que construyeron una hermosa mansión para alojar a los patriarcas en California. Este tema lo trato en mi libro El fraude del fin del mundo.

Desde 1879 a 1912, enseñaban, como verdad de Dios, que los judíos sí regresarían a Palestina. Desde 1932 y, usando también a Dios como revelador, hablan de que los judíos ya nunca serían una nación en Palestina, lo que ha resultado totalmente falso, pues sí es una nación poderosa en Palestina.

Aseguraron que en la década 1970-1980 vendría sin falta el fin del mundo y Dios destruiría a todos los inicuos de la tierra. Lo esperaban concretamente para 1975. En su libro Vida eterna, p. 29, dicen: “Los 6.000 años desde la creación del mundo, terminarán en 1975 y el séptimo período de mil años de la historia humana, comenzará en el otoño de 1975”. El milenio debía comenzar ese año 1975. En su libro Asegúrese, página 443, se dice: “Reinado de mil años de Cristo, precedido por la destrucción de todos los inicuos de la tierra”. Y en la revista Despertad, del 22 de abril de 1972, p 26, dicen: “A mediados de los años setenta hay una conmovedora esperanza de un magnífico alivio. Justamente 1975.

Entre los que vieron el engaño de la secta y la abandonaron conmigo estaban mi esposa e hijos, mi hermano Abel con su familia, y otros. Todo comenzó, cuando un testigo de muchos años me dijo que, si yo pudiera leer los libros antiguos de la Organización, que ya no editan, podría comprobar una multitud de cambios y errores en sus enseñanzas, las cuales, según ellos, están inspiradas por Dios. Esto me puso en graves dudas, que se confirmaron al examinar por mí mismo siete libros antiguos, del año 1918, que, por casualidad, cayeron en mis manos.

Otras enseñanzas falsas son que el cuerpo de Jesús no fue resucitado (Enseñanza en las Escrituras II, p. 129), que Satanás es el autor de la enseñanza del infierno eterno y de que el hombre tiene alma humana (Que sea Dios veraz, pp. 79 y 66). Y así muchas otras como que Jesucristo es el arcángel san Miguel.

Al retirarme de la secta, para ellos soy como un muerto. Han prohibido a todos los miembros hablarme, con la amenaza de ser ellos también expulsados. De hecho, ya han excomulgado a dos por el solo hecho de hablarme. Ahora doy gracias a Dios por conocer y vivir la verdad en la Iglesia católica”.

Antonio Carrera ha dado su testimonio en el Congreso de convertidos Camino a Roma, celebrado en Avila, en octubre de 2003. Actualmente, dirige una Asociación de afectados por las sectas para ayudar a los que necesiten orientación.



STEVE WOOD

Dice sobre su conversión: “Un amigo me aconsejó que leyera la Biblia. Pero ¿qué Biblia? Me decidí por la nueva versión inglesa (New English versión). Yo estaba asombrado de lo que leía y me parecía que Dios me hablaba a mí personalmente a través de la lectura de la Biblia. Acepté a Cristo como mi Salvador y me invadió una gran alegría y el sentimiento de que Él me había perdonado mis pecados. Después de haber encontrado a Jesús, me pregunté: “¿Dónde encontrar la Iglesia de Jesús?”. Yo no podía imaginar que necesitaría veinte años para contestar a esta pregunta. Empecé a frecuentar diferentes iglesias, sobre todo, la iglesia presbiteriana, pues yo había nacido en una familia presbiteriana. Pero me comprometí pronto con las Asambleas de Dios y después con la iglesia del Calvario (Calvary Chapel), que tenía una predicación poderosa y atractiva para los jóvenes. Sin embargo, empecé a estar en desacuerdo con algunas de las enseñanzas del pastor Chuck Smith y me di cuenta de que no podía permanecer más tiempo en esa iglesia, con la que tenía enormes diferencias doctrinales. Pronto llegué a ser pastor de una iglesia carismática interdenominacional y en 1978 fui ordenado ministro de esta iglesia, que no tenía unidad al ser miembros de diferentes iglesias, sin una base doctrinal común.

Quise estudiar más y fui con mi esposa Karen al Seminario teológico Gordon-Conwell de Massachusetts para aprender más teología. Aprendí que el bautismo de los niños era, no sólo algo permisible, sino importante, y bauticé a mi primer hijo recién nacido. Formé una iglesia propia y, como pastor de mi propia iglesia, podía tener libertad para introducir algunas innovaciones como la celebración semanal de la cena del Señor. Empecé a estudiar los escritos de los Padres de la Iglesia primitiva de los tres primeros siglos y la doctrina de los primeros cristianos me pareció de la Iglesia católica. Consideré la posibilidad de pertenecer a la Iglesia episcopal o a la Iglesia ortodoxa, pues todavía estaba lejos de la Iglesia católica. Pero, cuando alguien me explicó la posición de la Iglesia católica en asuntos como la salvación, comprendí lo fácil que es malinterpretar y acusar sin motivos.

Cuando en 1986, Scott Hahn y Gerry Matatics, dos de los más brillantes y celosos anticatólicos, compañeros míos de Seminario, se hicieron católicos, yo no lo podía creer. Empecé a leer libros católicos y a buscar sus respuestas a todas las preguntas que yo proponía. Por este tiempo, me comprometí también con el movimiento pro-vida y encontré católicos por todas partes.

Me di cuenta de que la Biblia habla de la indisolubilidad del matrimonio y muchos, en mi Congregación, eran divorciados, vueltos a casar, y algunos de ellos lo habían hecho con mi aprobación. Estaba pensando en hacerme católico por muchas razones, pues estaba en contra también de los anticonceptivos; pero me daba miedo, pues tenía una familia con cinco hijos y no sabía qué sería de mi futuro, si dejaba mi cargo de pastor. Al fin, me decidí por la fidelidad al Señor. A los pocos días de dejar mi iglesia y mi cargo de pastor, me condenaron a 60 días de prisión por haber participado en una marcha contra una clínica abortiva. Mi abogado me trajo libros católicos para leer y recibí la visita del obispo católico Mons. John Nevins, que me invitó a una misa, que se celebraría en la catedral después de nuestra liberación. Acepté la invitación.

En 1990, mi esposa Karen y yo, pasamos muchas horas estudiando la fe católica. Fuimos recibidos en la Iglesia el 1 de julio de ese año por el obispo John Nevins. Después de 20 años de búsqueda, por fin, había encontrado la Iglesia de Cristo, había llegado a casa. Al poco tiempo, el Vaticano organizó una cumbre internacional pro-vida. Los líderes de este movimiento en USA fuimos invitados, especialmente, a una audiencia con el Papa Juan Pablo II. Yo me quedé impresionado por su sencillez y su sabiduría. Yo le pedí que bendijera algunos rosarios para mi familia. Regresé a casa con la sed de trabajar en el apostolado a favor de las familias. Ahora nuestro libro de estudio principal es la Familiaris consortio del Papa”.

Steve Word, ex director del Instituto bíblico de Florida, ex-pastor interdenominacional, dice que cuanto más estudiaba las Iglesia primitiva, más se daba cuenta de que se parecía a la Iglesia católica.

PAM FORRESTER

“Yo crecí en una familia protestante. Durante años, fui una fervorosa creyente. Después de casada y, cuando ya tenía tres hijos, nos mudamos a vivir con mi esposo Mike a San Diego. Allí buscamos una iglesia, donde pudiéramos estudiar la Biblia y crecer como cristianos. Encontramos una iglesia, en la que por primera vez en mi vida, oí hablar de la doctrina de la eterna seguridad. Es decir, una vez que uno es salvado (por haber recibido a Cristo como Salvador) siempre estará salvado, nunca podrá condenarse. Así lo creían todos mis amigos y fieles de esta iglesia. Pero Mike y yo no estábamos muy convencidos de esto. Algunos miembros de la iglesia nos consideraban herejes por no creer firmemente en esta doctrina.

Yo me preguntaba: ¿quién marca la diferencia y quién puede decidir dónde está la verdad y dónde está el error? Por eso, busqué una Iglesia en la que hubiera una autoridad y seguridad en la fe. Un día, después de leer el libro del convertido Tom Howard “Ser evangélico no es suficiente” (Evangelical is not enough), pensé que debería hacerme católica. Después leí el libro de Kart Keating Catolicismo y Fundamentalismo, y me convenció más aún.

Yo siempre me había cuestionado el por qué la fe personal debía basarse exclusivamente en la Biblia, cuando, durante muchos siglos, la gente no sabía leer y, cuando hay tantas traducciones diferentes. Y empecé a buscar libros protestantes para ver sus razones y leí los escritos de la primitiva Iglesia, en la que aparece claramente y, sin dudas, la presencia real en Cristo en la Eucaristía. Continué leyendo libros católicos para convencerme más. Vi un debate televisivo entre Fr. Mitch Pacwa, un jesuita, y dos eminentes apologistas protestantes (Walter Martin y John Ankerberg), en el que ellos no podían refutar las ideas católicas y no podían dar razones suficientes de sus propias opiniones.

Otro paso fue descubrir por qué algunos católicos se habían convertido en protestantes. Ninguno de ellos se había cambiado por la doctrina de la Iglesia católica, sino por razones prácticas y sin conocer a fondo su propia fe católica. Un día, incluso, fui a escuchar a un ex-sacerdote católico, llamado Brewer, para escuchar sus razones, pero fueron los mismos viejos ataques a la Iglesia sin dar razones escriturísticas e históricas de peso. Después de todas mis investigaciones, tuve que aceptar la verdad y en la Vigilia de Pascua de 1999 entré en la Iglesia católica. Mis cuatro hijos pequeños entraron también en la Vigilia pascual del 2000 con el permiso de mi esposo.

Ahora es grande mi alegría y, cuanto más estudio la Biblia, más me doy cuenta de que la doctrina católica en nada contradice la Biblia, y me siento feliz de ser católica”.

STUART SWETLAND

“Yo crecí en una familia protestante con fuertes sentimientos anticatólicos. Fui bautizado como luterano a los pocos días de nacer. Cuando tenía tres años, mis padres se mudaron Pennylvania y allí asistíamos a la iglesia metodista y a la iglesia bautista. Pero, según iba creciendo me iba haciendo preguntas y cuestionando mi fe. Y empecé a estudiar para encontrar respuestas a mis inquietudes.

En 1981 me fui a la Escuela Naval, en donde me gradué como oficial. En una ocasión fui con mi uniforme a la iglesia luterana y me dijeron que allí no era bien recibido, pues era una iglesia de paz y habían tomado una actitud contraria a la guerra de Vietnam. Por otra parte, el capellán que teníamos, celebraba servicios generales, donde pudieran sentirse bien los cristianos de todas las iglesias. Yo me alejé un poco de las prácticas religiosas y sólo asistía, de vez en cuando. Pero comencé nuevos estudios en Oxford y allí encontré algunos católicos, cuyas vidas me impresionaron favorablemente, a pesar de mis ideas anticatólicas. Leí los escritos de san Agustín, santo Tomás de Aquino y Henry Newman. Estudié la Biblia en profundidad y encontré una iglesia anglicana, que me ayudó a entender mejor la Escritura.

Por otra parte, había un capellán católico en la Universidad y le pedí que me enseñara sus puntos de vista. Durante dos años y medio, él, pacientemente, se reunía conmigo una vez por semana para enseñarme lo que dice la Iglesia católica y comencé a asistir a misa cada día. Me encantaba rezar, antes y después de la misa, delante del sagrario. Llegué a convencerme de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Los luteranos creen en la presencia real solamente durante el servicio de comunión. Una vez, yo observé al pastor luterano, cómo después del servicio litúrgico, echaba en una bolsa las hostias consagradas que habían quedado, porque decía que Jesús estaba solamente presente durante el servicio.

En la vigilia de Pascua de 1984, fui recibido en la Iglesia católica en la pequeña capilla de la Universidad de Oxford. Una vez convertido, sentí que no podía estar más tiempo en la Marina, donde no podía asistir a misa todos los días como yo quería. Retirado de la Marina, sentí deseos de entregarme completamente al servicio de Dios y entré en el Seminario. Fui ordenado sacerdote el 25 de mayo de 1991. Ahora sirvo como capellán en el Centro Newman de Oxford”.

MICHEL VIOT

Francés, de la Iglesia evangélica luterana de Francia, se convirtió al catolicismo el 28 de junio del 2001. Había sido inspector eclesiástico, rango equivalente a obispo. En una entrevista con Dominique Le Tourneau, decía que dio el paso definitivo a raíz de la declaración conjunta luterano-católica sobre la justificación, poco después de que el Sínodo de la Iglesia reformada francesa resolviera permitir la comunión eucarística también a los no bautizados. Dice: “He dejado todos los grados de la masonería, altos y menos altos, por el juicio negativo que la Iglesia católica tiene sobre la masonería. En efecto, mi deseo es llegar a ser sacerdote y creo que un sacerdote debe evitar ser motivo de división entre sus feligreses.

Soy feliz de la elección que he hecho, pero seré plenamente feliz, cuando haya sido ordenado sacerdote católico, porque es en el ejercicio del ministerio sacerdotal donde podré satisfacer los compromisos que he asumido en mi vida... Siempre me he situado entre los luteranos que no se resignaban al cisma definitivo con Roma. He seguido con mucho interés el diálogo teológico entre la Santa Sede y la Federación luterana mundial... Decidí dar este paso, porque siempre he creído que la unidad completa no se dará nunca sin la comunión con el obispo de Roma, reconocido como primado... Los luteranos deben descubrir que los dogmas marianos y eclesiológicos no afectan en nada a la mediación salvadora, única y universal, de Jesucristo. Al contrario, encuentra en ellos su sentido más pleno... Gracias al Magisterio, la Iglesia católica cuenta con una doctrina oficial. Mantiene una Cristología fundada en la Escritura y la Tradición, pero también ilustrada por la veneración mariana. Estoy convencido de que la mayor parte de las grandes herejías, por no decir todas, provienen de errores en Cristología. Ahora bien, para acertar en Cristología hace falta no separar a Jesús de su Madre... También la doctrina sobre los siete sacramentos me parece capital. A pesar de la crisis del sacramento de la penitencia en el catolicismo, no es comparable con la ausencia de su práctica en la mayor parte de las confesiones protestantes. Al menos, en el catolicismo se cuenta con una doctrina clara, que puede enderezar la situación.

Por otra parte, el hecho de que la ordenación sacerdotal sea un sacramento católico, ha impedido toda desviación en la celebración de la Eucaristía. Sólo quien ha sido ordenado sacerdote puede consagrar el pan y el vino. Nunca jamás, a pesar de la falta de sacerdotes, se podrá dar una “delegación pastoral” a un laico para celebrar la misa, cosa que se hace en número muy elevado de comunidades eclesiales protestantes”. Michel Viot ha escrito el libro de su conversión, titulado Du protestantismo a l’Église.

STEVE CLIFFORD

“Según los mormones o Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, la Iglesia fundada por Cristo cayó en total apostasía el año 420 y se llamó hasta hoy Iglesia católica. Pero, según ellos, la primitiva Iglesia, la verdadera, fue restaurada por Dios por medio de José Smith, el fundador de la Iglesia mormona. Yo nací en una familia mormona y nosotros sabíamos que nuestra Iglesia era verdadera. Mis padres procedían de los pioneros mormones, que se establecieron en Lago Salado. Nosotros vivíamos en Utah. Y, desde los primeros tiempos, todos mis familiares habían sido mormones.

En Utah las actividades, deportes, música, escuelas... se desarrollan alrededor de la Iglesia. Aproximadamente, el 77% de la población era mormona en mis tiempos jóvenes. En el mundo hay unos 60.000 misioneros o misioneras jóvenes, de 19 ó 20 años, que trabajan gratuitamente en distintos países durante dos años. Y todos los mormones deben pagar religiosamente el 10% de sus ingresos a su iglesia.

Yo casi no tenía contacto con gente no mormona y a ellos los considerábamos como extraños. Los mormones tienen cuatro libros considerados por ellos como Palabra de Dios: la Biblia, Libro del Mormón, Doctrinas y Convenios, y Perla de gran precio. En ellos, se permite la poligamia, y se habla de que los buenos mormones llegarán a ser dioses en el más allá.

Cuando yo abandoné Utah en 1968 para ir al ejército, mi obispo me dio una medalla en la que decía: “Soy miembro de la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días”. Estando en el ejército, conocí a Ana, una católica, con la que me casé en Alemania en 1971. Con frecuencia, asistía a misa con mi esposa y mis dos hijas y apoyaba como músico al coro. Pero no tenía ninguna intención de hacerme católico. A pesar de que no asistía a los servicios mormones, yo me proclamaba públicamente como mormón.

En enero de 1993, nos mudamos a Virginia y comencé de nuevo a asistir a misa regularmente. Mi esposa me daba libros para que los leyera, pero yo le decía: Nací mormón, crecí mormón y moriré mormón. Pero en noviembre de 1993, escuché la charla de un convertido del protestantismo a la Iglesia católica, que con sus investigaciones y estudios había llegado a convencerse de la verdad de la Iglesia católica. Empecé como loco a leer libros sobre los mormones, sobre el protestantismo y el catolicismo, buscando la verdad. Descubrí que era mentira que la Iglesia había llegado a la total apostasía y que había desaparecido en el año 420, como decían los mormones. Estudiando la historia de la Iglesia, me di cuenta de que las enseñanzas de la Iglesia católica eran las mismas ahora que en el primer siglo. No había evidencias de discontinuidad o de la total apostasía.

Además, me di cuenta de otras incongruencias en las enseñanzas de los mormones. José Smith había dicho, poco antes de morir, en 1844, en un sermón en el entierro de King Follet: “Hay pocos hombres que entienden el verdadero ser de Dios… Dios mismo fue una vez lo que ahora somos nosotros y es un hombre ensalzado”.

“Cuando me di cuenta de que estaba equivocado como mormón, me quedé triste. ¿Cómo podía ser engañada tanta gente? ¿Qué podía decir de todos los sacrificios y sufrimientos de mis antepasados como mormones? ¿Cómo yo podía retirarme de la línea de mis antepasados? Pero yo había encontrado la verdad y debía ser fiel a Dios y decidí hacerme católico, después de mucha oración y estudio. Un día, antes de mi bautismo, me sentí lleno de gozo ante una imagen de la Virgen de Guadalupe y me convencí plenamente de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. El 19 de febrero de 1994 recibí el bautismo, confirmación, confesión y comunión. Soy el primero de mi familia en dejar la Iglesia mormona, ellos se han sentido defraudados, pero yo y mi esposa rezamos para que ellos también encuentren el camino de la verdad en la Iglesia católica”.

KATHLEEN CLARK

Nacida en Salt Lake City (Utah), en el centro mundial de los mormones norteamericanos; de una familia mormona, que tiene sus orígenes en los primeros mormones del siglo XIX. Se casó con un católico y se convirtió. Ella y su madre son las únicas católicas de su familia. Ha dado testimonio de su conversión en el Congreso “Camino a Roma”, celebrado en Ávila (España) del 11 al 12 de octubre del 2003. Ella explicó, que, según la doctrina mormona, Dios Padre había sido un hombre, Adán, que llegó a ser perfecto. Que todos los buenos mormones, después de la muerte, llegan a ser dioses, lo que hace de su religión un politeísmo difícil de entender.

Según el libro de Mormón, los negros eran blancos, pero se convirtieron en negros, porque Dios los maldijo. Prohiben tomar té, café o bebidas alcohólicas; pero, por otra parte, son muy liberales en cuestión del divorcio o del aborto o de los métodos anticonceptivos.

Ellos aceptan la poligamia, que públicamente José Smith, el fundador, proclamó en Nauvoo en 1843 y esta misma Ley fue reafirmada por un concilio de su Iglesia, bajo el mandato de Brigham Young en 1852. Si no la practican en algunos países, es porque está prohibida por la ley civil. José Smith dejó al morir 27 viudas y 56 hijos.

Por otra parte, el libro de Mormón trae centenares de citas bíblicas literales de la Biblia del rey James de Inglaterra, publicada en 1611, mientras que José Smith vivió en el siglo XIX. Y creen que el presidente de su Iglesia es un profeta de Dios que no puede equivocarse, cuando habla en nombre de Dios.

Kathleen, al estudiar la historia de la Iglesia y ver que nunca había existido una apostasía masiva en la Iglesia y por otras muchas razones, se convirtió a la fe católica.

BOB SUNGENIS

“Mi conversión comenzó con una llamada equivocada de teléfono. Mi amigo Gerry Hoffman quería llamar a Bob Swenson y, por error, me llamó a mí. Al hablar con él, me dijo que estaba pensando seriamente en hacerse católico y me habló de todo lo que había descubierto en la Iglesia católica. Yo no lo podía creer. Un cristiano nacido de nuevo, creyente en la Biblia, que quería unirse a una Iglesia no bíblica, me parecía algo totalmente alocado.

A los pocos días, recibí de su parte muchos libros católicos para estudiarlos. Al principio, los leía con curiosidad, pero me sorprendió ver historias de evangélicos anticatólicos convertidos.

Yo había nacido en una familia católica, pero mis amigos cristianos me hicieron cambiar de ideas. Una noche, en enero de 1975, estaba leyendo el pasaje donde dice Jesús: “Venid a mí los que estáis agobiados y cansados que yo os aliviaré”. Y sentí que me lo decía directamente a mí. Yo le entregué mi vida a Jesús y me hice evangélico, porque algunos amigos me decían que los católicos creían en muchas tradiciones y creencias paganas. De este modo, yo me convertí en anticatólico, siguiendo los consejos de mis amigos protestantes y abandoné la Iglesia católica por 17 años.

Pero según iba conociendo más las enseñanzas evangélicas, más me daba cuenta de que no tenían unidad de doctrina y había infinidad de denominaciones distintas. Yo fui pasando de unas a otras. Me dediqué a estudiar la Biblia. Tenía 18 Biblias distintas para estudiar las diferencias. Escribí un libro titulado Recompensas en el cielo (Rewards in Heaven) en el que criticaba a los católicos y, a veces, también a los protestantes. Empecé a tener correspondencia con el teólogo evangélico Francis Schaeffer, pero él estaba en sus ideas muy cercano al catolicismo. Él me confesó que admiraba a la Madre Teresa de Calcuta y había trabajado en una ocasión con ella. Por mi cuenta, fui a estudiar teología al Seminario teológico de Filadelfia (USA). Uno de los profesores, Norman Shepherd, empezó a difundir la idea de que las obras eran necesarias para la salvación y que no bastaba la fe. Estas ideas “papistas” fueron refutadas por mí en su clase.

Después de recibir mi master en teología, trabajé como consejero bíblico en radio Familia (Family Radio). A mí me habían enseñado que el bautismo era meramente simbólico y no producía efectos reales en el alma, pero algunos me refutaron y empecé a estudiar el tema en profundidad. Como resultado, me di cuenta de que estaba equivocado. Y lo mismo ocurrió con otras doctrinas. Empecé a buscar la Iglesia verdadera, pero parecía que nunca la iba a encontrar. Sin embargo, algunos amigos convertidos como Gerry Hoffman, Bob y Julie Swenson, Scott and Kimberly Hahn, Thomas Howard… me indicaron el camino a casa.

Mis 17 años de protestante me hicieron ver claro que la sola Escritura era como decir “solo yo”, pues, al final, cada uno la interpreta a su gusto, creyendo que los demás están equivocados. Después de estudiar las vidas de Lutero y Calvino, me di cuenta también que muchas cosas sobre sus vidas, no nos las habían dicho en el Seminario. Estudié la doctrina de la Iglesia primitiva y me di cuenta de que la Iglesia católica por su antigüedad y universalidad, tenía el sello de su origen divino, a pesar de que algunos de sus miembros hayan sido pecadores. Pero hay que distinguir entre lo que hacen algunos de sus miembros y las enseñanzas de la Iglesia”.

Bob Sungenis, ex profesor de Biblia en la radio evangélica Family radio, quiere ahora ayudar a todos los hermanos protestantes a que encuentren el camino a casa en la Iglesia católica, donde se siente feliz de haber encontrado la verdad, que andaba buscando. Y dice: “Después de tantos años ahora veo claro que la Iglesia católica es la antigua e indestructible iglesia que Jesús estableció hace 2000 años”.

AL KRESTA

“Yo me retiré de los evangélicos por razones bíblicas e históricas. Nací en una familia católica en 1951, en New Haven, Connecticut (USA), pero mis padres no nos hablaban de Dios. Me hice un vagabundo, recorriendo el país. Buscando respuestas, me iba detrás del primer charlatán que hablara de Dios, fuera un extraterrestre o alguien que recibía mensajes cósmicos o los Hare Krishnas o los niños de Dios o los testigos de Jehová. En los testigos estuve metido el año 1975, pero al ver que no sucedía el fin del mundo, como ellos anunciaban, me retiré también. Después, entré a formar parte de una Comunidad donde eran vegetarianos, célibes y no tomaban tabaco ni licores ni drogas, pues querían purificar su cuerpo para llegar a ser maestros superiores como Jesús y dirigir a la humanidad hacia la perfección espiritual.

Leí libros de la Nueva Era, queriendo encontrar en ellos una conexión entre mis ideas y la Biblia. Pero no me llenaron. Un día unos jóvenes cristianos me dieron unos folletos bíblicos y los leí. Entonces pensé que debía hacerme cristiano y creer en la Biblia. La Biblia era para mí la máxima autoridad. Pero comencé también a estudiar la historia de la Iglesia de los tres primeros siglos, en los que, según los protestantes, el cristianismo era todavía puro. Devoré también los escritos del gran convertido Henry Newman y de otros autores ortodoxos y católicos.

Pero, entre 1982 y 1985, tuve algunos momentos de desánimo y me iba a descansar y meditar a la abadía trapense de Getsemaní (Kentucky), donde había vivido el famoso convertido Tomás Merton. Ése fue el lugar ideal para recuperar mi fe católica. Después de mucho orar y estudiar, pues no fue fácil, no pude seguir aceptando más el principio de la Sola Escritura. Sin embargo, todavía no me decidí y acepté un trabajo de pastor en una iglesia pentecostal, pero me decepcionó la falta de unidad doctrinal que había entre ellos. Yo había dirigido un programa de radio, en Detroit, entrevistando a muchos teólogos, líderes y pastores evangélicos, que compartían conmigo su descontento por las divisiones entre las distintas iglesias. Según el Oxford Dictionary of the Christian existen unas 28.000 iglesias cristianas distintas.

El 23 de mayo de 1993 entrevisté al Padre Peter Stravinskas y le pedí que me contestara a las cuestiones, que normalmente planteaban los protestantes a los católicos. Cuando yo le escuché, me dije: Yo soy católico, yo pienso en todo como él. Pero el dar el paso definitivo me costó, porque pensaba en mi familia y quedarme sin trabajo lo veía un problema serio.

Después de un período de intensa oración y estudio de la Biblia y de la historia de la Iglesia y estudiando las respuestas apologéticas de los católicos, decidí convertirme. Fui recibido de nuevo en la Iglesia en la parroquia de Santa Susana de Detroit, el Jueves Santo de 1992. Dos días más tarde, en la Vigilia pascual, fue recibida también mi esposa Sally y nuestros cuatro hijos: ¡Que alegría!”.

“Me maravillo de que tan pronto, abandonando al que os llamó en la gracia de Cristo, os hayáis pasado a otro Evangelio. No es que haya otro, lo que hay es que algunos os turban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo. Pero, aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea maldito. Os lo he dicho antes y ahora de nuevo os lo digo. Si alguno os predica otro Evangelio distinto del que habéis recibido, sea maldito” (Gálatas 1, 6-9).

SCOTT HAHN

Scott Hahn, teólogo presbiteriano, ha escrito un libro sobre su conversión y la de su esposa, que ha sido best-seller en USA. En él nos dice: “Mi abuela era la única católica de mi familia: una discreta, humilde y santa mujer. Mi padre me dio sus objetos religiosos, cuando ella falleció. Los miré con repugnancia y horror. Tomé el rosario entre mis manos y lo rompí, diciendo: Dios mío, líbrala de las cadenas del catolicismo que la han tenido aprisionada. También rompí sus libros de oración y los tiré a la basura, esperando que esa superstición sin sentido no hubiera condenado su alma... No siento el menor orgullo de haber actuado así, pero lo cuento para hacer ver lo profundas y sinceras que son las convicciones anticatólicas de muchos cristianos de la Biblia. Yo no era anticatólico por un fanatismo malhumorado, sino por convicción”.

“Los católicos no tienen idea de lo dura que resulta para los cristianos bíblicos aceptar las doctrinas y devociones marianas. Pero eran ya tantas las doctrinas de la Iglesia, que habían demostrado estar sólidamente basadas en la Biblia, que acepté dar también un paso de fe en esto. Y recé: María, si eres tan sólo la mitad de lo que la Iglesia católica dice que eres, por favor, presenta por mí esta petición al Señor. Y recé mi primer rosario. Lo recé muchas más veces y, tres meses más tarde, me di cuenta de que, desde el día en que yo había comenzado a rezar el rosario, aquella situación, aparentemente imposible, había cambiado. ¡Mi petición había sido escuchada! Y volví a tomar el rosario, que no he dejado de rezar desde aquel día”.

“En ninguna parte de la Biblia se dice: Tienes que aceptar a Jesucristo como tu Señor y Salvador personal. Es una buena cosa hacerlo, pero no era eso de lo que el Señor hablaba, cuando le dijo a Nicodemo en Juan 3,3 que tenía que nacer de nuevo. Jesús clarificó lo que Él quería decir al afirmar, tan sólo dos versículos más adelante: Tienen que nacer del agua del Espíritu, con lo que Él se refería al bautismo”.

“En mi clase de historia de la Iglesia un alumno me preguntó:

Profesor, ¿dónde enseña la Biblia que la Escritura es nuestra única autoridad? Veamos 2 Tim 3,16-17: Toda Escritura, inspirada por Dios, es útil para enseñar, para rebatir, para corregir y para formar en la justicia... Pero, cuando Pablo dice toda Escritura no dice sólo la Escritura. Y san Pablo a los Tesalonicenses (2 Tes 2,15) habla de guardar las tradiciones que recibisteis de palabra o por carta...

Estudié toda la semana sin llegar a ninguna conclusión. Llamé incluso a varios amigos, pero no hice ningún progreso. Finalmente, hablé con dos de los mejores teólogos de América y todos aquellos a los que consultaba se sorprendían de que yo les hiciera esa pregunta. Uno de ellos me dijo:

Scott, en realidad, tú no puedes demostrar la doctrina de sola Scriptura con la Escritura. La Biblia no enseña explícitamente que ella sea la única autoridad para los cristianos. En otras palabras, sola Scriptura es, en esencia, la creencia histórica de los reformadores, frente a la pretensión católica de que la autoridad está en la Escritura y, además, en la Iglesia y en la tradición. Para nosotros, por tanto, ésta es sólo una presuposición teológica, nuestro punto de partida, más que una conclusión demostrada... Nosotros, le dije, insistimos en que los cristianos sólo pueden creer lo que la Biblia enseña, pero la propia Biblia no enseña que ella sea nuestra única autoridad. Y le pregunté: ¿Cuál es para ti el pilar y fundamento de la verdad? La Biblia, por supuesto. Entonces ¿por qué la Biblia dice en 1 Tim 3,15 que la Iglesia es el pilar y fundamento de la verdad?.

“En ningún lugar, la Biblia reduce la Palabra de Dios a la sola Escritura. Más bien, la Biblia nos dice, en muchos lugares que la Palabra de Dios debe buscarse en la Iglesia: en su Tradición (2 Tes 2,15; 3,6), lo mismo que en su predicación y enseñanza (1 Pe 1,25; 2 Pe 1,20-21; Mt 18,17). Por eso, pienso que la Biblia sostiene el principio católico de sólo Palabra de Dios, en vez de sólo la Biblia... Los historiadores de la Iglesia están de acuerdo en que recibimos el Nuevo Testamento del concilio de Hipona (año 393) y del concilio de Cartago (año 397), los cuales enviaron sus decisiones a Roma para ser aprobadas por el Papa. ¿No le parece que del año 30 al 393 es demasiado tiempo para estar sin Nuevo Testamento? Además, había otros muchos libros que la gente de entonces creía que podían ser inspirados como la Epístola de Bernabé, el Pastor de Hermas y los Hechos de Pablo. Había también libros del Nuevo Testamento, como la segunda carta de Pedro, la de Judas y el Apocalipsis, que algunos consideraban que debían ser excluidos. Entonces, ¿quién tendría la decisión fidedigna y definitiva, si la Iglesia no enseñara con autoridad infalible?”.

“Como evangélico calvinista me habían enseñado que la misa católica era el sacrilegio más grande que un hombre podía cometer: inmolar a Cristo otra vez. Un día fui yo solo a misa... Observaba y escuchaba atentamente a medida que lecturas, oraciones y respuestas convertían la Biblia en algo vivo. Hubiera querido interrumpir cada parte y gritar: Eh, ¿queréis que os explique lo que están pasando desde el punto de vista de la Escritura? ¡Esto es fantástico! Pero, en vez de eso, allí estaba yo sentado, languideciendo por un hambre sobrenatural del pan de vida. Tras pronunciar las palabras de la consagración, el sacerdote mantuvo elevada la hostia. Entonces, sentí que la última sombra de duda se había diluido en mí. Con todo mi corazón musité: Señor mío y Dios mío. ¡Tú estás verdaderamente ahí! Y, si eres Tú, entonces, quiero tener plena comunión contigo. No quiero negarte nada... Pero, al día siguiente, allí estaba yo otra vez y así día tras día. No sé cómo decirlo, pero me había enamorado, de pies a cabeza, de Nuestro Señor en la Eucaristía. Su presencia en el Santísimo sacramento era para mí poderosa y personal”.

“La Vigilia Pascual de 1986 fue un momento de verdadera alegría sobrenatural. Recibí la combinación ganadora sacramental: el bautismo condicional, la confesión, la confirmación y la primera comunión. Regresé a mi banco y me senté al lado de mi acongojada esposa (no quería que me convirtiera). Le pasé mi brazo alrededor y empezamos a orar. Sentía que Cristo mismo, por medio de la Eucaristía en mí, nos abrazaba a los dos”.

“Amigos íntimos se distanciaron. Miembros de mi familia dejaron de hablarme y me dieron la espalda... Me hacían sentir como un leproso. Pero el dolor y la desolación no podían compararse con la alegría y la fortaleza que surgían de saber que yo estaba haciendo la voluntad de Dios y obedeciendo su Palabra. Comparados con el privilegio de ir diariamente a misa y recibir la santa comunión, mis sacrificios parecían mínimos”.

“Desde la conversión de Kimberly (mi esposa), podemos compartir todo esto en familia. Nos esforzamos por asistir diariamente a misa como familia en la Universidad. Con la Eucaristía, como centro de nuestras vidas, somos capaces de mostrarle a nuestros hijos cómo la Biblia y la liturgia van unidas, como el menú con la comida”.

“A los hermanos (separados) les falta nada menos que la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por decirlo de forma sencilla: ellos estudian el menú mientras nosotros disfrutamos de la comida. Pero, con demasiada frecuencia, ni siquiera (los católicos) conocemos los ingredientes y no podemos compartir la receta. ¿Acaso nos pide demasiado nuestro Señor a los católicos, al decirnos que hagamos más, mucho más, para ayudar a nuestros hermanos separados a descubrir en el Santísimo sacramento al Señor que tanto aman? Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará?.... Jesucristo nos quiere a todos en la Nueva Alianza que Él ha establecido por medio de su carne y de su sangre, la misma alianza que renueva en la santa Eucaristía... Él quiere que vivamos de acuerdo a la estructura familiar que ha establecido para su Iglesia en la tierra: el Papa y todos los obispos y sacerdotes unidos a Él. Volved a casa en la Iglesia fundada por Cristo. La cena está preparada y el Salvador nos llama. Dice en Ap 3,20: He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.

“Damos gracias a Dios por el regalo de nuestra conversión a Jesucristo y a la Iglesia católica que el fundó; porque sólo por la asombrosa gracia de Dios hemos podido hallar el camino de vuelta a casa”.

“La Iglesia está fundada sobre la roca de Pedro” (San Jerónimo, Carta 43, 3.7).

PAUL THIGPEN

El doctor Thigpen, norteamericano, fue ex–editor y escritor para varias revistas evangélicas. Era presbiteriano y fue pastor evangélico en Europa. También se hizo episcopaliano y después pentecostal, buscando siempre la verdad, hasta que haciendo estudios de doctorado en teología, llegó a convencerse de la verdad de la Iglesia católica. Él nos dice:

“En mis estudios de teología histórica he tenido el privilegio de leer a san Agustín, santo Tomás de Aquino, Newman, Chesterton, Merton y muchísimos otros, cuyos argumentos y experiencias personales me han llevado cada vez más cerca de la Iglesia católica. Comencé por ir a misa y rezar el Avemaría, hacía la señal de la cruz y rezaba a los santos. En mi oficina, había puesto una pequeña imagen de san José y un crucifijo en la pared. Mi esposa y mis hijos lo veían esto como extraño y yo no quería el divorcio ni la separación de mi familia. Por eso, la lucha por mi nueva fe duró varios meses. Un día, mi esposa me dijo que, si yo me hacía católico, ella me abandonaría. Por eso, decidí esperar. Desistí de ir a misa y pedí sabiduría y gracia a Dios en mis oraciones. Me preguntaba: ¿Podía yo ser un católico oculto, ir a misa ocasionalmente, llevar un crucifijo debajo de la camisa y rezar en privado a los santos? Hablé con mi esposa sobre la posibilidad de fundar una nueva congregación, donde las creencias fueran similares a las de los católicos, sin ser totalmente católicas. Pero me di cuenta de que yo no podría vivir mucho tiempo así, pues podría desobedecer a Dios.

Por eso, fui a la parroquia católica y empecé a asistir a las clases de preparación cristiana de adultos y de nuevo volví a asistir a la misa. El sacerdote no quiso presionar a mi esposa Leisa, que también asistía a las clases. Pero, en menos de tres meses, Leisa pasó de la resignación al interés y al convencimiento. Ella leía, oraba y pedía aclaración a un sinnúmero de cuestiones y mis hijos aceptaron nuestra decisión con tranquilidad y alegría.

El Domingo de Ramos fuimos recibidos en la Iglesia. Nos mudamos a otro Estado y encontramos una parroquia, donde hay calor humano, la liturgia es magnifica, la teología ortodoxa y el párroco es muy sabio. Algunas familias amigas nos han ayudado a aprender las prácticas católicas. Leisa ha leído con pasión las vidas de los santos y ahora ella me estimula a mí a seguir adelante en el crecimiento espiritual como católicos”.

Paul Thigpen es profesor de estudios religiosos en la Universidad estatal de Missouri, en Springfield, y es miembro de la parroquia de San José donde, junto con su esposa, es ministro extraordinario de la Eucaristía.

GRAHAM LEONARD

Ex-obispo anglicano de Londres, en una entrevista al semanario Católicos del siglo XXI, habla de su conversión y dice:

“Mi conversión al catolicismo viene de muy lejos, no fue de repente. Desde hacía muchos años experimentaba una gran preocupación ante los acontecimientos de la que era mi Iglesia, la Iglesia anglicana. Me preocupaba que cada día se diera más importancia a las interpretaciones privadas de la fe. Unas interpretaciones que dependían de la situación, del ambiente, de lo que Iglesia tuviera a bien decidir y opinar en cualquier momento.

En realidad, ha sido siempre así desde la Reforma del siglo XVI. El profesor Powicke lo dijo con claridad de esta manera: “Lo que se puede decir definitivamente de la Reforma en Inglaterra es que ésta fue un acto de Estado”. La Iglesia de Inglaterra tuvo que someterse a los objetivos políticos de la monarquía. Para ello, dejó de ser la Iglesia católica de Inglaterra para pasar a ser la Iglesia de Inglaterra.

Según la Conferencia de Lambeth, una especie de Sínodo de todas las iglesias anglicanas del mundo, cada iglesia, en cada país, es libre de determinar cómo entender su fe. Cuando me di cuenta de todo esto, comprendí también que ya no podía seguir ejerciendo mi ministerio sacerdotal en estas condiciones. La aceptación del sacerdocio femenino fue el detonante, porque representó el creer en algo que antes la Iglesia nunca había requerido como materia de fe. Fue un paso más dentro de este proceso de subjetivismo, según el cual cada uno es libre de creer lo que quiera. Ya había pasado con la fe en la resurrección.

Mi esposa hubiera querido hacerse católica antes que yo, pero no me lo había querido decir nunca para no presionarme, debido a mi responsabilidad dentro del anglicanismo. Ella, como yo, ha sido muy feliz desde que entramos en el catolicismo. Tenemos dos hijos y cinco nietos. Aceptaron nuestra decisión, pero decidieron seguir siendo anglicanos. Los pastores que, como yo, se han hecho católicos, trabajan como cualquier sacerdote católico: en las parroquias, como capellanes de Universidades, en hospitales, como profesores. Uno de ellos, es ahora vicario general de la diócesis católica de Westminster. En mi caso concreto, he recibido el nombramiento honorífico de prelado de su Santidad y esto ha sido visto por los ex anglicanos como una aprobación del Santo Padre y una bienvenida, que ya habíamos recibido localmente.

En mi ministerio, me he concentrado en dar retiros espirituales a los clérigos diocesanos. Hace sólo unas semanas he dado un retiro a los benedictinos de Inglaterra. Ahora confío en Dios totalmente y, porque creo en Dios, creo en la Iglesia que Él nos ha dado y, por eso, tengo esperanza”.

Monseñor Graham fue obispo auxiliar de Londres por treinta años y fue recibido en la Iglesia católica el seis de abril de 1994. Dos semanas más tarde, fue ordenado sacerdote católico por el cardenal Basil Hume en su capilla privada de Londres. Su esposa fue recibida en la Iglesia unas semanas después. El dice: “Nosotros dos hemos recibido la más maravillosa bienvenida y hemos sentido que hemos entrado en una familia de amor. Yo siento como que he vuelto a casa... Ahora tengo más deseos de orar. Ahora reconozco la vocación única de María, elevada al más alto honor entre todas las criaturas. Tengo devoción a los santos y pido su intercesión. También oro por los difuntos. Incluso, el confesarme es para mí una fuente de alegría. Estoy agradecido a Dios por lo que ha hecho en mí, aunque me doy cuenta de que todavía falta mucho para llegar a ser lo que Él quiere de mí”.

“Donde está Pedro (el Papa) allí está la Iglesia” (San Ambrosio)

SHAN KYDD

Madre de la princesa Diana de Inglaterra, se convirtió en 1994 y ha usado su gran influencia para hacer obras de caridad. Hace poco ha recolectado mucho dinero para hacer la primera capilla católica en una isla de Escocia y organizar viajes a Lourdes para niños discapacitados.

JOHN GUMMER

Parlamentario británico, ministro del gabinete de Margaret Thatcher y John Major, fue votado en 1995 y 1996 por la BBC de Londres como el parlamentario que más ha hecho internacionalmente por el medio ambiente. Es un convertido del anglicanismo y, en una entrevista que le hicieron en Madrid, en diciembre de 2001, cuando asistió al Congreso de Madrid “Camino a Roma”, dijo que los políticos católicos parecen pensar que deben dejar su fe en casa, cuando van a hacer política. Él es un gran político y un gran católico.

En los últimos años del siglo XX, ha habido un promedio de 12.000 anglicanos convertidos cada año en Inglaterra y muchos miles más entre los episcopalianos (anglicanos de USA). En noviembre de 1992, la Iglesia de Inglaterra aceptó la ordenación sacerdotal de mujeres. En los siguientes dos años, se pasaron a la Iglesia cuatro obispos, entre ellos John Mulagada, obispo de Eluru en la India. También se convirtieron varios cientos de pastores, un miembro de la familia real, dos ministros de Estado y miles de laicos. A partir de 2003, en que se aceptó la consagración episcopal de Gene Robinson, reconocido homosexual norteamericano, que tiene su pareja, se han incrementado las conversiones, sobre todo en USA.

En otros países, también se dan movimientos masivos de conversiones. Concretamente, en Brasil, donde varios pastores y teólogos protestantes se han convertido. Entre ellos, el bautista Francisco de Almeida Araujo, que se convirtió con toda su familia y ahora es diácono permanente en la diócesis de Anápolis. Alexandro Ricardo de Lima, que era luterano; Alberto Martins, de las Asambleas de Dios; Cleodon Amaral, que se ha ordenado sacerdote católico y otros muchos más.

CONGRESOS CAMINO A ROMA

La Institución Miles Jesu (soldado de Jesús), fundada por el sacerdote español Alfonso María Durán y que tiene su sede en USA, está organizando Congresos internacionales de convertidos cada año desde 1996. El 2000 hubo un Congreso en Roma, donde asistieron unos 700 convertidos. El 2003 hubo un Congreso nacional en Ávila (España) el 11 y 12 de octubre, donde dieron testimonio Antonio Carrera, ex-testigo de Jehová; Padre Paul Vota, ex-miembro de la Nueva Era y hoy sacerdote; Aixa Maria Kaddur, ex-musulmana; Luis Fernández, ex-pastor evangélico; Etsuro Sotoo, escultor japonés continuador de Gaudí en las esculturas del Templo de la Sagrada Familia de Barcelona, y otros.

En noviembre de ese mismo año tuvo lugar en Viena (Austria) el VIII Congreso internacional. Entre los participantes estuvieron presentes John Gummer, parlamentario británico; Linda Poindexter, ex-sacerdote episcopal de USA; Crista Meres, escritora luterana; Timoteo Aytar, ex-musulmán; David Rey, ex-bautista; Inge Thürkauf, periodista luterana; Stefan Thiel, ex-pastor luterano y otros más, en total unos quinientos.

En la reunión de Ávila, el fundador del movimiento Miles Jesu, contó que en Ucrania se habían pasado a la Iglesia católica 40 parroquias ortodoxas y él mismo había recibido en su Institución, ese año 2003, a tres sacerdotes ortodoxos convertidos.

El 2003, el Papa Juan Pablo II nombró obispo auxiliar de la arquidiócesis de Westminster en Inglaterra a Alan Stephen, ex-pastor anglicano convertido en 1994, ordenado sacerdote católico en 1995, y que desde 2001 era vicario general de la arquidiócesis de Westminster.

A LOS HERMANOS SEPARADOS

Quisiera hacerles algunas preguntas para que vayan pensando:

¿De qué iglesia es usted? Porque hay miles de iglesias cristianas distintas y quisiera saber a cuál de ellas pertenece usted. ¿Quién fundó su iglesia? ¿Y dónde estaba su iglesia en el siglo X ó XII ó XIV? ¿Cuántos miembros tenía? ¿Podía usted nombrarme uno solo de sus miembros más conocidos en esos siglos? Si usted cree que su iglesia fue fundada por Jesucristo, ¿podía demostrarme, como lo hace la Iglesia católica, que hay una continuidad ininterrumpida desde los apóstoles hasta ustedes? ¿Tienen ustedes obispos y sacerdotes como los tenía la primitiva Iglesia? ¿Sabía usted que hay verdades que no están escritas en la Biblia? Lea el Evangelio de san Juan 20,30 ó 21,25. Cuando se habla de algo que no está escrito en la Biblia, ¿cómo sabe usted si es bueno o malo? Por ejemplo, sobre la eutanasia, la clonación, los anticonceptivos, el aborto por violación de la madre o porque va a nacer el niño enfermo... ¿Quién es la máxima autoridad de su iglesia? ¿Quién lo ha nombrado? ¿Por qué se deja enseñar por su pastor o por otras personas, si usted cree que cada uno puede interpretar la Biblia por su cuenta con la luz del Espíritu Santo? ¿Qué haría usted, si no está de acuerdo con su pastor en la interpretación de una verdad importante de la Biblia? ¿Fundaría otra iglesia? ¿Se iría a otra? ¿Viviría simplemente a su manera sin pertenecer a ninguna iglesia? ¿Dónde dice la Biblia que para salvarse hay que aceptar a Jesús como Salvador personal? Usted niega la autoridad del Papa, pero en su iglesia ¿quién tiene la autoridad para decidir la auténtica interpretación de la Biblia? ¿La mayoría de votos?, ¿el pastor? Si no hay una autoridad exterior a la Biblia, ésta se convierte en un libro de confusión y de división. ¿Acaso cree usted que ninguna iglesia tiene la verdad completa? ¿Es que la verdad no es una sola? ¿Acaso vale lo mismo creer en la verdad a medias o sólo en parte? En su iglesia ¿ha habido grandes santos, entregados totalmente al servicio de Dios como los hay tantos y tan grandes en la Iglesia católica hasta nuestro días? ¿Cuáles son esos santos de su iglesia? En la Iglesia católica hay cerca de dos millones de consagrados a Dios en castidad perpetua, siguiendo el consejo de Jesús (Mt 19,10-12; 19,29-30) y de san Pablo (1 Co 7,32-40). ¿Cuántos célibes consagrados hay en su iglesia? ¿Acaso ustedes se creen salvados por el sólo hecho de haber aceptado a Cristo como Salvador? Dice san Pablo: “Los que una vez iluminados, gustaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, gustando la Palabra y los prodigios del siglo venidero, y cayeron en apostasía, es imposible que sean renovados otra vez a penitencia” (Heb 6,3-6). “Así, pues, el que cree esta en pie, cuide no caiga” (1 Co 10, 12 ). ¿Por qué dice usted que la palabra rosario o purgatorio no están en la Biblia? ¿Acaso debe estar escrito todo lo que yo debo hacer o evitar? ¿Debe hablar la Biblia de fútbol para que yo pueda jugar al fútbol? ¿Dónde prohíbe rezar el rosario? ¿Dónde prohíbe tomar té o bebidas alcohólicas? ¿Conoce usted lo que enseña la Iglesia católica sobre las verdades de fe?

¿Acepta Ud. lo que dice Lutero: “Sé pecador y peca fuertemente, pero confía con más fuerza todavía y alégrate en Cristo”?.

¿Cree que Lutero era un profeta de Dios? ¿Por qué no sigue sus enseñanzas en cuanto a la Virgen María, o la Eucaristía, que son como las católicas?

Le recomiendo leer los escritos de Lutero y compararlos con los de los Padres de la primitiva Iglesia para conocer la diferencia y ver lo que creían aquellos primeros cristianos. Y verá que los primeros cristianos creían lo mismo que los católicos actuales, porque la Iglesia, fundada por Cristo, es una sola y la verdad es una sola y no cambia. Por eso, la verdad revelada por Cristo está en su totalidad en la Iglesia. Si amas a Jesucristo, el hombre-Dios, Jesús de Nazaret, ámalo totalmente. Él te espera en la Eucaristía como un amigo. Y quiere que recites con nosotros el Credo o símbolo de los apóstoles.

EL CREDO

El símbolo de los apóstoles o Credo de los apóstoles se llama así, porque resume fielmente la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo o credo bautismal de la Iglesia de Roma, que fue fundada por san Pedro. San Ambrosio dice sobre él que “es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles y a la cual él llevó la doctrina común” (san Ambrosio, symb 7).

Este símbolo o credo, llamado también “primer catecismo romano”, fue estructurado en el siglo II, sobre una base que existía desde tiempos apostólicos, y se extendió rápidamente por todo el Occidente. En su primera redacción, transmitida por san Hipólito en su Tradición apostólica (año 215) decía así:

Creo en Dios, Padre todopoderoso y en Jesucristo, Hijo de Dios, que nació del Espíritu Santo y de la Virgen María, fue crucificado bajo Poncio Pilato, muerto y sepultado, resucitó al tercer día, subió a los cielos, está sentado a la derecha del Padre, vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y en la resurrección de la carne.

Pero en vista de algunas herejías, se añadió Creo en la comunión de los santos (algunos negaban la veneración a los santos), el perdón de los pecados (negaban la potestad de perdonar los pecados) y añadieron la palabra católica. De modo que, en el siglo VI, existía ya el Credo tal y como lo recitamos actualmente en todas las iglesias del mundo y como lo aprenden de memoria todos los niños católicos desde la infancia. Así nos lo transmitió san Cesáreo de Arlés en el Sermón. Y dice así:

Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

¿Puedes tú recitar el Credo apostólico con nosotros? ¿Puedes decir con nosotros “Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”, como lo afirma el concilio de Nicea del año 325 y el concilio de Constantinopla del año 391?

MI EXPERIENCIA

A lo largo de mis años de sacerdote y misionero en el Perú, he podido relacionarme con hermanos separados. En muchos casos, he visto hombres buenos con deseo de amar a Dios y buscar la verdad en lo que dice la Biblia. He apreciado su espíritu apostólico para compartir su fe y las bonitas canciones que cantan en sus iglesias. Pero he podido también darme cuenta del gran vacío que hay en sus iglesias, que son salones de cine o carpas o salones llenos de sillas; pero donde falta el sentido de lugar sagrado. Además, sólo se abren cuando hay culto.

Por otra parte, con frecuencia, les falta caridad en su trato con los católicos. Cuando se convierten, rompen todas las imágenes de su casa, sin respetar los derechos y creencias de sus familias. Son insistentes en decir que esto o lo otro no está en la Biblia, pero no se cuestionan, como hemos visto en las páginas anteriores, que los principios de la sola Escritura o la sola fe son principios que no están en la Biblia. Además, muchas iglesias creen en cosas que no están claras en la Biblia y que las han recibido por tradición de sus propias iglesias desde sus fundadores. Algunos creen que “una vez salvado, salvado para siempre”, o la predestinación o la necesidad de la Biblia para salvarse. Hablan de que la salvación viene por la sola fe y no por las obras, pero exigen, después, oración, ayuno, ofrendas y diezmos o predicar su fe, como si no fueran obras buenas. En algunos casos, usan mantos sagrados para curar o las manos “sagradas” del pastor o la oración “sagrada” del predicador. Con frecuencia, se nota en muchas iglesias el afán del dinero y se predica con insistencia sobre dar ofrendas y diezmos. En muchos telepredicadores se aprecia mucha exageración en sus gestos y en su doctrina. Falta en sus reuniones esa majestad y belleza de la liturgia, el silencio en la oración, que es tan importante para comunicarnos con Dios, y, sobre todo, falta seguridad en su fe. Pareciera que los predicadores fueran dueños de la verdad, cuando hablan con tanta seguridad de temas, muchas veces, controvertidos en sus mismas iglesias. Insisten mucho en que la enfermedad no es querida por Dios, rechazando así el valor inmenso del sufrimiento ofrecido a Dios con amor. Por supuesto que hay que orar por la salud, pero si no se sanan, no necesariamente es por falta de fe.

En una palabra, quisiera decirles a todos mis hermanos separados que busquen tener más amor a los demás. Porque “ya podría conocer todos los secretos y todo el saber (y la Biblia entera), ya podría tener una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada y no valgo nada” (1 Co 13,2).

MI EXPERIENCIA

A lo largo de mis años de sacerdote y misionero en el Perú, he podido relacionarme con hermanos separados. En muchos casos, he visto hombres buenos con deseo de amar a Dios y buscar la verdad en lo que dice la Biblia. He apreciado su espíritu apostólico para compartir su fe y las bonitas canciones que cantan en sus iglesias. Pero he podido también darme cuenta del gran vacío que hay en sus iglesias, que son salones de cine o carpas o salones llenos de sillas; pero donde falta el sentido de lugar sagrado. Además, sólo se abren cuando hay culto.

Por otra parte, con frecuencia, les falta caridad en su trato con los católicos. Cuando se convierten, rompen todas las imágenes de su casa, sin respetar los derechos y creencias de sus familias. Son insistentes en decir que esto o lo otro no está en la Biblia, pero no se cuestionan, como hemos visto en las páginas anteriores, que los principios de la sola Escritura o la sola fe son principios que no están en la Biblia. Además, muchas iglesias creen en cosas que no están claras en la Biblia y que las han recibido por tradición de sus propias iglesias desde sus fundadores. Algunos creen que “una vez salvado, salvado para siempre”, o la predestinación o la necesidad de la Biblia para salvarse. Hablan de que la salvación viene por la sola fe y no por las obras, pero exigen, después, oración, ayuno, ofrendas y diezmos o predicar su fe, como si no fueran obras buenas. En algunos casos, usan mantos sagrados para curar o las manos “sagradas” del pastor o la oración “sagrada” del predicador. Con frecuencia, se nota en muchas iglesias el afán del dinero y se predica con insistencia sobre dar ofrendas y diezmos. En muchos telepredicadores se aprecia mucha exageración en sus gestos y en su doctrina. Falta en sus reuniones esa majestad y belleza de la liturgia, el silencio en la oración, que es tan importante para comunicarnos con Dios, y, sobre todo, falta seguridad en su fe. Pareciera que los predicadores fueran dueños de la verdad, cuando hablan con tanta seguridad de temas, muchas veces, controvertidos en sus mismas iglesias. Insisten mucho en que la enfermedad no es querida por Dios, rechazando así el valor inmenso del sufrimiento ofrecido a Dios con amor. Por supuesto que hay que orar por la salud, pero si no se sanan, no necesariamente es por falta de fe.

En una palabra, quisiera decirles a todos mis hermanos separados que busquen tener más amor a los demás. Porque “ya podría conocer todos los secretos y todo el saber (y la Biblia entera), ya podría tener una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada y no valgo nada” (1 Co 13,2).

Si aman a Jesús de verdad, búsquenlo en la Eucaristía de las iglesias católicas y lo encontrarán junto a María su madre y nuestra Madre. Amén.

“El mayor tesoro de la Iglesia es Jesús Eucaristía”

CONVERTIDOS, QUE MARCAN EL CAMINO

Se ha dicho, frecuentemente, que todos los convertidos son “molestos”, porque toman la fe con tal fuerza que, a los católicos comunes, les parecen un poco fanáticos. Pero es que, cuando uno se enamora de Cristo, no puede menos de sentir un fuego interior que lo lleva a compartirlo con todos los que le rodean. Incluso, hasta entregar su vida totalmente a su servicio. Algunos de estos convertidos desde el primer momento de su conversión intuyeron por una gracia especial de Dios que la Iglesia católica era la Iglesia fundada por Jesucristo.

Veamos tres ejemplos significativos, dos judíos y un ateo.

ALFONSO DE RATISBONA

Era un hombre rico, hijo de un banquero judío, y totalmente descreído, pero el día 20 de enero de 1842, entró por curiosidad en la iglesia de san Andrés delle Fratte, de Roma. Allí se le apareció la Virgen María y, en un instante, cambió totalmente su vida, hasta el punto de dejar a su novia, con quien se iba a casar en poco tiempo, y hacerse sacerdote, llegando a ser un santo: san Alfonso de Ratisbona.

Él cuenta cómo conoció intuitivamente las verdades de la fe católica. Dice así:

“Todo lo que sé es que, al entrar en la iglesia, ignoraba todo; que saliendo de ella, veía claro. No puedo explicar ese cambio, sino comparándolo a un hombre a quien se despertara súbitamente de un profundo sueño; o por analogía, con un ciego de nacimiento que, de golpe, viera la luz del día; ve, pero no puede definir la luz que le ilumina y en cuyo ámbito contempla los objetos de su admiración. Si no se puede explicar la luz física ¿cómo podría explicarse la luz que, en el fondo, es la verdad misma? Creo permanecer en la verdad, diciendo que yo no tenía ciencia alguna de la letra, pero entreveía el sentido y el espíritu de los dogmas. Sentía, más que veía, esas cosas; y las sentía por los efectos inexpresables que produjeron en mí. Todo ocurría en mi interior; y esas impresiones, mil veces más rápidas que el pensamiento, no habían tan sólo conmocionado mi alma, sino que la habían como vuelto al revés, dirigiéndola en otro sentido, hacia otro fin y hacia una nueva vida. A partir de ese momento, mis prevenciones contra el cristianismo se borraron sin dejar rastro, lo mismo que los prejuicios de mi infancia. El amor de Dios ocupaba el lugar de cualquier otro amor”.

EUGENIO ZOLLI

Fue gran rabino, jefe de la Sinagoga de Roma. Cuando se convirtió a católico, se dedicó a dar clases en la Universidad gregoriana de Roma, y a todos sus alumnos les decía: “Vosotros, que habéis nacido en la religión católica, no sois conscientes de la riqueza que habéis recibido desde la infancia por la fe y la gracia de Cristo; pero yo, que he llegado a la fe después de un largo trabajo de años y años, aprecio la grandeza del don de la fe y siento toda la alegría de ser cristiano católico”.

Cuando le preguntaron algunos por qué no se había hecho protestante, respondió: “Protestar no es testimoniar. ¿Para qué han esperado 1500 años para protestar? La Iglesia católica fue reconocida por el mundo cristiano como la verdadera Iglesia durante quince siglos seguidos. Después de estos quince siglos nadie puede decir que la Iglesia católica no es la Iglesia de Cristo sin plantearse serios problemas. Yo admito la autenticidad de una sola Iglesia, aquella que fue anunciada a todos por mis propios antepasados, los doce apóstoles, que, como yo, han salido de la sinagoga”.

Y defendió el primado del Papa en un libro titulado La confesión y el drama de Pedro, que dejó inconcluso a su muerte. Aprendamos de él a amar a Jesús hasta las últimas consecuencias y dejarlo todo por él.

ANDRÉ FROSSARD

Era periodista y llegó a ser el escritor católico francés más grande del siglo XX, miembro de la Academia francesa. Se convirtió el 8 de julio de 1935, cuando tenía 20 años. Cuenta en su libro Dios existe, yo me encontré, el momento clave de su conversión, cuando era un “perfecto ateo”, que ni siquiera se planteaba la existencia de Dios, como no se planteaba la existencia de caperucita roja o de los siete enanitos. Él dice que su experiencia de Dios lo llevó instantáneamente, no sólo a la Iglesia católica, sino a conocer intuitivamente las verdades que la Iglesia ha enseñado durante siglos; especialmente, la presencia real de Jesús en la Eucaristía, pues desde la custodia, donde se adoraba la hostia consagrada, recibió la oleada de amor y de luz que cambiaría para siempre su vida. Por eso, creía, sin lugar a dudas, que la Iglesia verdadera, la auténtica, fundada por Cristo, es la Iglesia católica.

Dice así: “Entré por casualidad en una capilla de Paris… y salí católico algunos minutos más tarde. Algunos cartesianos se han permitido sugerir que yo habría quizás salido protestante de un templo (protestante) o musulmán de una mezquita. ¿Puede concederse a un decorado tan grandes poderes mágicos? Todo lo que puedo decir es que yo ha sido hecho católico aquel día; católico de pies a cabeza, católico sin ningún género de dudas y no protestante o musulmán, ni judío. Quedé tan sorprendido de verme cambiado en jirafa a la salida de un zoo”.

“Después de mi conversión, me di cuenta de que hacía mucho tiempo la Iglesia había plasmado en fórmulas lo que se me había revelado de otra manera. Los sacerdotes no habían pasado por la misma experiencia; sin embrago, sabían e, incluso, tenían todavía mucho que enseñarme”.

“Yo no vi a Dios, pero vi su luz… una luz de verdad, una luz enseñante que, al iluminar, informa y que, en un instante, enseña más sobre la religión cristiana que diez libros de doctrina… La verdad cristiana es la misma, tanto si te llega como un rayo de sol espiritual como por el canal de la fe transmitida por la tradición. La coincidencia es absoluta y perfecta… Creo que este argumento aboga con fuerza por la veracidad de la enseñanza cristiana (católica). Siento que haya sido utilizado tan pocas veces”.

“Al salir de la capilla de la calle Ulm, sabía cuatro cosas, o mejor dicho, veía cuatro cosas evidentes que todavía me asombran: hay otro mundo; Dios es una persona; estamos salvados y, paradójicamente, estamos por salvar; la Iglesia (católica) es de institución divina… La Iglesia es de institución divina, porque es Dios quien le confía las almas y no al contrario… Yo no le he dado mi adhesión; he sido conducido a ella como un niño a quien se lleva a la escuela cogido de la mano, o llevado a su familia, a quien él no conocía. Esta sensación de connivencia entre la Iglesia y lo divino ha sido tan fuerte, que siempre me retuvo, no de evaluar los errores cometidos en cada siglo por la gente de Iglesia, sino de tomar la parte por el todo… Su santidad invisible me impresiona, sus debilidades e imperfecciones de aquí abajo me tranquilizan, y me la hacen más próxima. Sucede que tampoco yo soy perfecto”.

El conoció instantánea e intuitivamente, por revelación de Dios, las verdades de la fe católica, sobre todo, de la Eucaristía y, por eso, amó y vivió nuestra fe hasta las últimas consecuencias. Y dice:

“¡Dios mío! Entro en tus iglesias desiertas, veo a lo lejos vacilar en la penumbra la lamparilla roja de tus sagrarios y recuerdo mi alegría. ¡Cómo podría olvidarlo! ¿Cómo echar en olvido el día en que se ha descubierto el amor desconocido por el que se ama y se respira; donde se ha aprendido que el hombre no está solo, que una invisible presencia le atraviesa, le rodea y le espera: que, más allá de los sentidos y de la imaginación, existe otro mundo, al lado del cual el universo material, por hermoso que sea, no es más que vapor incierto y, reflejo lejano de la belleza de quien lo ha creado? Y no hablo de él por hipótesis, por razonamiento o de oídas. Hablo por experiencia”.

CONCLUSIÓN

Después de haber visto algunos de los muchos testimonios que podríamos presentar sobre cristianos convertidos a la fe católica, vemos algunas constantes que se repiten. Todos han descubierto en la presencia real de Jesús en la Eucaristía el mayor tesoro de la Iglesia y, por eso, se enamoran de Jesús Eucaristía hasta el punto de ir a misa y comulgar con la mayor frecuencia posible. Otro descubrimiento grande es el de María, como Madre nuestra e intercesora ante su hijo Jesús. Quizás el amar a María y rezar el rosario les resulta difícil al principio a casi todos los convertidos; pero, una vez que han aceptado a Jesús Eucaristía dentro de la Iglesia, poco a poco, aceptan a María y llegan a enamorarse también de la Madre de Jesús y la reconocen como Madre.

El descubrimiento de que todas las verdades de la fe católica las creían también los cristianos de los primeros siglos, les da mucha seguridad. Esa seguridad falta siempre en las iglesias nacidas de la Reforma protestante.

En algunos casos, como en el de Malcolm Muggeridge, la firme postura de la Iglesia católica en cuanto a la contracepción, lo decidió a ser católico. Ciertamente, hasta 1930, todas las iglesias protestantes rechazaban los anticonceptivos y, a partir de esa fecha, los aceptaron, basándose por supuesto en la Biblia. En algunas iglesias, hasta aceptan el aborto, en ciertas circunstancias, y dan su aporte para apoyar campañas abortivas. En otras iglesias, se acepta el matrimonio de homosexuales, la ordenación sacerdotal de mujeres o el divorcio.

En algunos casos, fue decisivo el conocer la fe católica, asistiendo a misa, invitados por algún amigo católico, o ir unos días a alguna abadía para ver cómo viven y oran los monjes. También les ha sido muy útil el conocer testimonios de otros convertidos y relacionarse con ellos.

Al convertirse, todos hablan de un sentimiento de felicidad por haber regresado “a casa”. Algunos hablan de pasar el Tiber (río de Roma), como si dijeran que han llegado a Roma, a la Iglesia, que tiene su centro en Roma. Todos tienen el sentimiento de que estaban extraviados y vuelven al hogar.

Muchos de estos cristianos tenían fuertes sentimientos anticatólicos, porque les habían enseñado que los católicos no son cristianos bíblicos y tienen creencias paganas. Pero, al estudiar detenidamente la Biblia, descubrieron que la Biblia los llevaba directamente a la Iglesia católica. Sobre todo, les ha llamado la atención el haber sido “engañados”, pues, al estudiar la historia de la Iglesia, se han dado cuenta de que esas creencias, supuestamente paganas, las creían también los cristianos de los tres primeros siglos; pues ellos tenían imágenes, amaban a María y creían en Jesús Eucaristía. Por eso, como decía Henry Newman, el gran convertido del anglicanismo: El protestante, que estudia la historia de la Iglesia, deja de ser protestante.

Invito a todos los católicos a profundizar su fe y vivirla en plenitud, a sentirse felices de ser católicos y a compartir su fe con los que no la tienen. A todos los no católicos les deseo que estudien la Biblia y la historia de la Iglesia con sinceridad y profundidad para descubrir en ella, la plenitud de la verdad y no sus ideas con su interpretación personal de la misma.

En la Iglesia hay UNIDAD y universalidad. Hay autoridad a través del Papa y los obispos, que vienen en continuidad ininterrumpida desde Cristo y los apóstoles y, sobre todo, hay miles y miles de ejemplos de santidad. Solamente el Papa Juan Pablo II ha hecho beatos a más de 1.350, y santos a más de 485. En estos últimos años, después del concilio Vaticano II, se han fundado más de 350 congregaciones religiosas de derecho pontificio. Lo cual nos habla de que la Iglesia católica está más viva que nunca y que, a pesar de los errores y pecados de algunos, que siempre los habrá, la Iglesia fundada por Cristo sigue en pie, fundada en la Roca de Pedro.

Por eso, a todos los no católicos, que se convierten, y a los ex-católicos que regresan les decimos: Bienvenidos a casa, Cristo los espera.

Que Dios los bendiga por María. Su hermano para siempre. Ángel Peña O.A.R. Parroquia La Caridad Pueblo Libre – Lima – Perú Tlf. 461-5894

“Donde está Jesucristo Allí está la Iglesia católica“ (San Ignacio de Antioquía, Carta a los de Esmirna 8,1)

BIBLIOGRAFÍA

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Nota.- Se pueden ver otras muchas historias de convertidos en www.chnetwork.org/converts.htm

Apenas habrá en USA cien personas que odien a la Iglesia católica, pero hay millones que odian lo que erróneamente suponen que es la Iglesia católica. (Cardenal Fulton Sheen)

Para conocer la fe católica pueden dirigirse a: http://ar.geocities.com/magisterioiglesia/pa/escritos_padres.html (sobre escritos de los Santos Padres).

www.aciprensa.com www.apologetica.org www.basilicapress.com www.catholic.com www.catholicexchange.com www.catholicfamilies.org www.CatholiCity.com www.catolicos.org www.chnetwork.org www.cuf.org www.electriciti.com/~answers www.encuentra.org www.envoymagazine.com www.esglesia.org www.ewtn.com www.iclnet.org/resourses/christian-history.html www.ignatius.com www.io-online.com/james/index.htm www.minutodedios.org www.osv.com www.riialp.org www.secondexodus.com www.sophiainstitute.com www.vatican.org www.vatican.va www.vidahumana.org www.zenit.org