lunes, 30 de mayo de 2011

Voces anticatólicas

Voces anticatólicas

Lic. Néstor Martínez

Hasta la reciente reforma realizada por el Papa Juan Pablo II, la Iglesia exigía dos milagros para la beatificación de un candidato a los altares, y otros dos más para la canonización. El Papa Wojtyla redujo esa exigencia a un milagro para la beatificación y otro más para la canonización.


Pero lo que algunos tal vez criticarían como excesiva facilitación del proceso es haber prescindido, hasta ahora, de la autorizada opinión del semanario “Voces del Frente”, que inexplicablemente no estaba siendo consultado sobre el tema y que por eso mismo, tal vez, con ánimo de reparar en algo tan grave omisión, ha cometido algo titulado “Juan Pablo II, ¿fue un santo?”, en donde esa profunda cuestión teológica es sometida al juicio experto de algunos no creyentes y otros que se dicen católicos, más un católico de verdad que, por alguna falla totalmente disculpable de la producción, llegó también a ser interrogado.


El trabajo que se toman los enemigos de Dios, de Cristo y de su Iglesia por hacer cumplir infaliblemente cada una de las palabras del Evangelio es realmente notable. “Si al amo de casa lo llaman Belcebú, cuánto más a los domésticos”, dijo el Señor. Y esas palabras podrían servir hoy de criterio infalible para detectar a los verdaderos domésticos y servidores de Cristo. Y, con ese criterio, no sólo Juan Pablo II, sino también Benedicto XVI, han sido ya canonizados por el juicio unánime de tantos de-formadores de opinión que no han tenido la gracia, en los ocultos designios de Dios, de recibir, por el momento al menos, el don de la fe.


No es para menos; la relación con Dios es la relación fundamental. Nada como la actitud que se tome ante la Revelación divina puede hacer surgir lo mejor y lo peor de cada uno. Algunos de los entrevistados en el sínodo organizado por el semanario frentista desnudan, sin saberlo tal vez, las profundas heridas espirituales que son propias del ser humano que reniega de su Creador o que rechaza reconocer su manifestación en la historia.

Y es que Juan Pablo II fue grande en serio, demasiado grande para algunos. Se comprende que el anticatólico visceral esté ofendido con Dios por la falta de tacto que demuestra haber suscitado un Juan Pablo II en momentos en que parecía, una vez más en estos 2000 años, que por fin se había podido liquidar a la Iglesia. Más todavía, el Imperio ateo que para muchos era el futuro –y la esperanza…– de la humanidad, se vino abajo, en buena parte, porque este Papa removió algunas piedras en su Polonia natal apoyando a un sindicato de obreros que reclamaban justicia al supuesto Partido de los obreros. Eso, obviamente, es muy difícil de perdonar.

Del lado irónicamente llamado “liberal”, el odio no es menor. Los abanderados del preservativo no pueden perdonar tampoco al Papa el que no haya caído de rodillas junto con ellos ante el altar de la nueva y algo desconcertante divinidad. Entre las bocanadas de incienso que tributan fervorosamente al látex salvífico, pueden verse sus rostros tensos en el anatema contra el hereje que se ha atrevido a decir la verdad sobre el asunto, de la cual se deduce que son ellos los promotores del genocidio al alentar la promiscuidad sexual en tiempos de SIDA con el solo garante, defensa y protección de la sobredimensionada goma.


¿Quién de los anatematizadores de Juan Pablo II y de Benedicto XVI tendría relaciones sexuales con una persona que supiese que es portadora de SIDA, “protegido” por el preservativo? Sin embargo, estos nuevos inquisidores laicos no dejan de alentar a los jóvenes a que realicen toda clase de experiencias, cuantas más y más variadas mejor, munidos de esa defensa infalible, a la vez que nos recuerdan día tras día que la hipocresía es patrimonio exclusivo de los católicos o tal vez de los creyentes en general.

Es curioso que alguno de estos nuevos cardenales uruguayos haga profesión de apoyar la “razón” en contra del “misticismo”. La “razón” ¿es la que nos dice hoy que puede haber algo así como el “matrimonio homosexual”, que la ciencia se equivoca cuando señala inequívocamente el comienzo de la vida humana en la concepción, que el sexo no es algo natural sino culturalmente construido y que por tanto se puede cambiar a voluntad, que en definitiva la realidad no importa sino que lo decisivo es lo que se le antoje a la “libertad” de cada uno? ¿Eso es la “razón”, o es más bien el misticismo del caos y de la destrucción que sirve, quizá, en muchos casos, como sustituto invertido de la fe perdida o nunca encontrada?

¿Y por qué será que es el “misticismo” de los creyentes el que hoy día sigue defendiendo contra viento y marea cosas tan humanas, básicas y elementales como la vida del no nacido, la familia y el matrimonio entre un varón y una mujer? ¿La “razón” necesitará del dogma, entonces, para poder seguir diciendo que dos más dos son cuatro y que no es posible morderse la oreja?

No hay caso; si alguna vez el creyente tiene tentaciones contra su fe, está bien que recurra a la oración, los sacramentos, entre ellos la confesión, obviamente, pero tampoco es despreciable la ayuda que presta leer a los críticos del catolicismo, para contemplar el abismo de incoherencia en que se sumerge la mente humana cuando rechaza a su Creador. Introducen sutiles distinciones que les permiten alabar la homosexualidad y condenar la pedofilia, aunque las mentes aviesas y mal pensadas no dejan de barruntar que esta última no habría sido objeto de condena alguna si no hubiese terminado prendiendo en mala hora en algunos miembros del clero católico.


No fue por los denunciadores de curas que nos enteramos de que en EE.UU. y en Holanda hay movimientos pedófilos, ONG’s pedófilas, revistas y congresos pedófilos, y que hasta se quiso hacer un partido político pedófilo y que se celebra en algunos círculos, todos los años, el día del “amante de los niños”. No fueron sus gritos desgarradores los que nos despertaron a medianoche para hacernos tomar conciencia del peligro que corre la minoridad inocente, tal vez porque en esa misma hora estaban ocupados diseñando proyectos de ley de adopción de niños y niñas por parejas homosexuales. Es cierto, reconocemos que no se puede estar en todo.


¿Habrá que concluir finalmente, que el horrendo pecado de algunos clérigos tuvo al menos la virtud de hacer imposible que algún reformador iluminado y progresista propusiese legalizar la pedofilia en nuestro país? Por las dudas apresurémonos a festejar ahora, antes de que pasen algunos años.


Mientras tanto, el problema de fondo sigue siendo silenciado tenazmente. Cada año son asesinados en todo el mundo, en cifras totalmente conservadoras, 50 millones de seres humanos que son abortados en el vientre de sus madres. Cifras conservadoras, porque se refieren al aborto quirúrgico, cuando el más extendido hoy día es el aborto químico. Aquellos a los que les falta tiempo para usar la palabra “genocidio” cuando el Papa trata de evitar que se empuje a los jóvenes a cortejar al SIDA bajo el engaño del preservativo, no hacen oír su voz, que los oigamos nosotros al menos, para denunciar el genocidio más grande, sin lugar a dudas y sin discusión posible alguna, de toda la historia de la humanidad.


Hitler, Stalin y tantos otros quedan como simples aprendices torpes e ineptos ante esos mucho más de 50 millones anuales. Pero ¿se podrá creer que muchos de los que se desgañitan contra los Papas no sólo no hablan contra este exterminio masivo, sino que lo promueven apoyando la despenalización y legalización del aborto en nuestro país?


¿Es presentable que en el mundo de los Rockefeller, los Ford, los Gates, los Soros, los Buffet, tipos que acumulan en sus arcas el equivalente al PBI de 30 o 50 países pobres, los defensores del oprimido tengan boca solamente para criticar las “riquezas” del Vaticano? Incluso los que hoy son de “izquierda”, por lo general, han puesto sordina a ese tipo de excesos verbales cuando se trata de los verdaderos poderosos, los que tienen el auténtico poder económico, político, militar. Que son, curiosamente y vaya coincidencia, los mismos que promueven el holocausto abortista en el mundo entero y que financian generosamente a los líderes locales que están dispuestos a ponerse al servicio de esas campañas filantrópico-homicidas. ¿Usted no desconfiaría?


El Papa no puede ofrecer incentivos semejantes a los que luchan por el derecho a la vida de todo ser humano desde la concepción, y tampoco puede poner en peligro la seguridad, la vida o los bienes de los que lo atacan valientemente desde debajo de la sombra protectora del “Informe Kissinger” y con el beneplácito de las Fundaciones Rockefeller y Ford y de la IPPF, solícitas madrinas todas ellas de

todo incansable defensor de los derechos de la muerte para los pobres del Tercer Mundo.


Ante todo esto, ¿qué más decir? Lo único que cabe es agradecer a Dios, con temor y temblor, por el don inmerecido de la fe. Y darnos cita para el Domingo que viene en Tres Cruces a celebrar la beatificación de Juan Pablo II. Eso sí, con la venia y el permiso de las “Voces del Frente” y de sus colaboradores, cuya autorizada opinión en estos temas jamás podremos valorar suficientemente. Muchos estuvimos ahí mismo cuando Juan Pablo II celebró aquella memorable Misa en su visita a nuestro país. Si algo lamentamos en estos años que han pasado, es no haber sido más fervorosos y entregados en nuestro compromiso con la fe católica que Juan Pablo II nos vino a predicar. Ahora le vamos a pedir que desde el Cielo interceda por nosotros y por todo el pueblo cristiano, para que la inmensa misericordia de Dios nos conceda a todos el no seguir cerrando los ojos ante la Luz.

martes, 24 de mayo de 2011

María Auxiliadora


María Auxiliadora

Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora.-En  griego, se dice con la palabra "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo".    Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia).

En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.

El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan"    En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo".    San Juan Damasceno, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación.

Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".    San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".    El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas.

El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica".    Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que, en los frios campos de Rusia, helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres.    Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida.    El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.   El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora.

La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna.    La Sma. Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.   "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen".

Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.   San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros".

lunes, 23 de mayo de 2011

JUAN PABLO II - La persona minusválida y el trabajo

Ioannes Paulus PP. II
1981 09 14
IntraText SC - Texto
  • IV. DERECHOS DE LOS HOMBRES DEL TRABAJO
    • 22. La persona minusválida y el trabajo


22. La persona minusválida y el trabajo

Recientemente, las comunidades nacionales y las organizaciones internacionales han dirigido su atención a otro problema que va unido al mundo del trabajo y que está lleno de incidencias: el de las personas minusválidas. Son ellas también sujetos plenamente humanos, con sus correspondientes derechos innatos, sagrados e inviolables, que, a pesar de las limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos y en sus facultades, ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre. Dado que la persona minusválida es un sujeto con todos los derechos, debe facilitársele el participar en la vida de la sociedad en todas las dimensiones y a todos los niveles que sean accesibles a sus posibilidades. La persona minusválida es uno de nosotros y participa plenamente de nuestra misma humanidad. Sería radicalmente indigno del hombre y negación de la común humanidad admitir en la vida de la sociedad, y, por consiguiente, en el trabajo, únicamente a los miembros plenamente funcionales porque, obrando así, se caería en una grave forma de discriminación, la de los fuertes y sanos contra los débiles y enfermos. El trabajo en sentido objetivo debe estar subordinado, también en esta circunstancia, a la dignidad del hombre, al sujeto del trabajo y no a las ventajas económicas.
Corresponde por consiguiente a las diversas instancias implicadas en el mundo laboral, al empresario directo como al indirecto, promover con medidas eficaces y apropiadas el derecho de la persona minusválida a la preparación profesional y al trabajo, de manera que ella pueda integrarse en una actividad productora para la que sea idónea. Esto plantea muchos problemas de orden práctico, legal y también económico; pero corresponde a la comunidad, o sea, a las autoridades públicas, a las asociaciones y a los grupos intermedios, a las empresas y a los mismos minusválidos aportar conjuntamente ideas y recursos para llegar a esta finalidad irrenunciable: que se ofrezca un trabajo a las personas minusválidas, según sus posibilidades, dado que lo exige su dignidad de hombres y de sujetos del trabajo. Cada comunidad habrá de darse las estructuras adecuadas con el fin de encontrar o crear puestos de trabajo para tales personas tanto en las empresas públicas y en las privadas, ofreciendo un puesto normal de trabajo o uno más apto, como en las empresas y en los llamados ambientes «protegidos».
Deberá prestarse gran atención, lo mismo que para los demás trabajadores, a las condiciones físicas y psicológicas de los minusválidos, a la justa remuneración, a las posibilidades de promoción, y a la eliminación de los diversos obstáculos. Sin tener que ocultar que se trata de un compromiso complejo y nada fácil, es de desear que una recta concepción del trabajo en sentido subjetivo lleve a una situación que dé a la persona minusválida la posibilidad de sentirse no al margen del mundo del trabajo o en situación de dependencia de la sociedad, sino como un sujeto de trabajo de pleno derecho, útil, respetado por su dignidad humana, llamado a contribuir al progreso y al bien de su familia y de la comunidad según las propias capacidades.

domingo, 22 de mayo de 2011

Los católicos adoran a la Virgen María?

Los católicos adoran a la Virgen María?

Esta pregunta viene de los que no profesan la fe católica regularmente. Esta revela una gran ignorancia de la doctrina católica. En la iglesia católica se adora solamente a un solo Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Es verdad que ciertas manifestaciones populares, que han visto los que hacen esta pregunta, pueden ser exageraciones que se prestan a ser mal interpretadas. Aquí mismo radica la importancia de conocer más nuestra fe para no caer en esas exageraciones.
Yo como sacerdote invito a los católicos con los que comparto la misa o algún tema, a que nunca dejen de evangelizarse. Y con esto no quiero que me mal entiendan esos pseudointelectuales que de inmediato piensan que hablar de evangelización es regresar a los tiempos de la conquista. Aquí hablo de la nueva evangelización que propuso el beato Juan Pablo II: que sea nueva en su ardor, nueva en su método y nueva en su expresión. Nunca vamos a poder conocer plenamente a Dios y por eso necesitamos de una constante y nueva evangelización.
Antes de cerrar este bloque quiero decirles a los que han visto a algunos católicos esas exageraciones en la profesión de la fe y por ellos dicen que todos los católicos son idólatras, permítame decirles que eso no corresponde a la enseñanza de la Iglesia católica.
La palabra latina “adoratio” designaba en su origen la simple genuflexión ante un ser considerado como divino o también a sus imágenes. En el sentido estricto que la palabra tomó después, designa el homenaje tributado a Dios como tal, y no puede rendirse a nadie más. Tal vez ahora usted preguntará el porqué entonces se arrodillan los católicos ante las imágenes de los santos. En un momentito más explico eso.
En la iglesia católica se adora la humanidad de Cristo, pero en cuanto que su persona es también divina, o al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, donde está el Cuerpo y la sangre de Cristo. Con esto queda claro que al único que adoramos en la Iglesia Católica es a Dios. Y esto se lo digo porque en lenguaje teológico, el culto de adoración es exclusivamente reservado a Dios y este se ha calificado como “latría” en oposición al culto de “dulía” que es el homenaje que excluye la adoración y este es tributado a los santos, a sus reliquias y a sus santas imágenes. A los santos y a la virgen no se les adoran, se les venera. Y ponerse de rodillas no quiere decir adoración, sino es un signo de humildad ante alguien que ya tiene el grado de santidad o sabemos que está en el Cielo. Ahora bien, la imagen de madera o yeso o de plástico del santo o de la Virgen nos remite a su persona, así como una foto nos remite a un ser querido que no tenemos cerca. Esto lo hablaremos más a profundidad en el tema de las imágenes y los santos. Sigamos hablando de la Virgen María.
A pesar de todos los privilegios con que Dios la creó, la Virgen María no debe ser adorada por nadie: ella es sólo una criatura. Por eso el lugar que le corresponde a su culto es esencialmente debajo de la adoración, que se tributa solamente a Dios. Sin embargo, por su maternidad divina, y por las gracias que en ella lleva anejas, es decir adjuntas María supera a todas las demás criaturas: Este culto que los católicos rinden a la Virgen María se designa del culto tributado a cualquier otro santo, que se llama “dulía”.
Los que no saben o no entienden la etimología de “dulía” y “latría” o su sentido teológico, o lo que expresan estos conceptos completamente distintos, pueden pensar lo que quieran. Pero la realidad es que la Iglesia católica sólo venera a los santos y a la Virgen, las exageraciones de algunos no corresponde a la auténtica doctrina de la Iglesia católica.
Con todo esto les invito a conocer mejor nuestra fe, rezar el rosario y pedir la intercesión de la Virgen María para poder llegar a la santidad.
Hasta la próxima, se despide Modesto Lule, sacerdote misionero del Instituto Servidores de la Palabra.
Dios les bendiga.
Padre Modesto Lule msp
Sacerdote Misionero del Instituto Servidores de la Palabra

jueves, 12 de mayo de 2011

Comunidades y Nueva Evangelización

Comunidades y Nueva Evangelización


Joaquín Borderías Banzo
Presbítero




Con las palabras: "ABRID LAS PUERTAS AL ESPÍRITU" se abre una nueva época para la Iglesia, epoca suscitada por una profunda renovación de la Iglesia, de sus estructuras y métodos para llevar el Mensaje de Dios a la humanidad, y acercar la humanidad a Dios.
Desde la clausura del Concilio Vaticano II, y durante algunos años anteriores, van surgiendo como lenguas de fuego por toda la cristiandad nuevas experiencias, "corrientes de gracia", que van a ir creciendo y vivificando el Cuerpo de Cristo.
En estos últimos años, este fenómeno asociativo laical se ha caracterizado por una particular variedad y vivacidad.
Nuevas experiencias que van a ir cuajando en realidades llamadas: "LOS NUEVOS MOVIMIENTOS"

Después de más de 25 años de estos hechos y al comienzo del nuevo milenio se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, por boca de su Santidad Juan Pablo II resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a "remar mar adentro" para pescar: "Duc in altum" (Lc 5,4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo y echaron las redes. "Y habiéndolo hecho, recogieron una cantidad enorme de peces" (Lc 5,6)
Con esta invitación tenemos que mirar hacia adelante, confiando en la palabra de Cristo: las experiencias vividas deben suscitar en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas. Jesús mismo nos lo advierte: " Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no sirve para el Reino de Dios " (Lc 9,62).
El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia, sino que también la enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados carismas. Estos pueden asumir las más diversas formas, sea en cuanto expresiones de la absoluta libertad del Espíritu que los dona, sea como respuesta a las múltiples exigencias de la historia de la Iglesia; por eso me atrevo a decir que la realidad de las Comunidades nacidas al amparo de la "Corriente Gracia" llamada Renovación Carismática Católica son dones que el Espíritu va suscitando para enriquecer a la Iglesia de Dios
Estas comunidades sean grandes o pequeñas, son siempre gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una utilidad eclesial, ya que están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
El Concilio Vaticano II escribe: "Para el ejercicio de este apostolado, el Espíritu Santo, que obra la santificación del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, otorga también a los fieles dones particulares (cf. 1 Co 12, 7), "distribuyendo a cada uno según quiere" (cf. 1 Co 12, 11), para que "poniendo cada uno la gracia recibida al servicio de los demás", contribuyan también ellos "como buenos dispensadores de la multiforme gracia recibida de Dios" (1 P 4, 10), a la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4,16)".
Los grupos de la RCC y sus comunidades no nace a partir de una especie de fragmentación de la RCC, ni la IRCC se constituye con la simple agregación de las grupos y Comuidades; sino que hay un vínculo vivo, esencial y constante que las une entre si, que las hace necesitarse, cuidarse y amarse en Cristo Jesús, como espresión de la presencia viva del Espíritu en la Iglesia y su tarea en el mundo.
Ciertamente es inmensa la tarea que ha de realizar la Iglesia en nuestros días; y para llevarla a cabo no basta la parroquia sola. Por ésto, el Código de Derecho Canónico prevé formas de colaboración entre parroquias en el ámbito del territorio y recomienda al Obispo el cuidado pastoral de todas las categorías de fieles, también de aquéllas a las que no llega la cura pastoral ordinaria. En efecto, son necesarios muchos lugares y formas de presencia y de acción, para poder llevar la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida de los hombres de hoy.
Los Padres sinodales han considerado atentamente la situación actual de muchas parroquias, solicitando una decidida renovación de las mismas: un punto importante a tener en cuenta son las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas, donde los fieles pueden comunicarse mutuamente la Palabra de Dios y manifestarse en el recíproco servicio y en el amor; estas comunidades son verdaderas expresiones de la comunión eclesial y centros de evangelización, en comunión con sus Pastores"
Estas comunidades a pesar de tener grandes diferencias en su configuración externa tienen una profunda convergencia en la finalidad que las anima a participar responsablemente en la misión que tiene la Iglesia de llevar a todos el Evangelio de Cristo como manantial de esperanza para el hombre y de renovación para la sociedad.
Más allá de estos motivos, la razón profunda que justifica y exige la asociación de los fieles laicos como en Civitas Dei, es de orden teológico, es una razón eclesiológica, en total comunión con el Concilio Vaticano II, que ve en el apostolado asociado un "signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo".
Ante todo debe reconocerse la libertad de asociación de los fieles laicos en la Iglesia. Tal libertad es un verdadero y propio derecho que no proviene de una especie de "concesión" de la autoridad sino que deriva del Bautismo, en cuanto sacramento que llama a todos los fieles laicos a participar activamente en la comunión y misión de la Iglesia. El Concilio es del todo claro a este respecto: "Guardada la debida relación con la autoridad eclesiástica, los laicos tienen el derecho de fundar y dirigir asociaciones y de inscribirse en aquellas fundadas"
Por eso no depende del gusto del cura de turno, ni siquiera del obispo, el derecho nos lo da el ser bautizados

Criterios de eclesialidad para las asociaciones laicales
La necesidad de unos criterios claros y precisos de discernimiento y reconocimiento de las asociaciones laicales, también llamados "criterios de eclesialidad", es algo que se comprende siempre en la perspectiva de la comunión y misión de la Iglesia, y no, por tanto, en contraste con la libertad de asociación.
1º- El primado que se da a la vocación de cada cristiano a la santidad, y que se manifiesta "en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los fieles"(109) como crecimiento hacia la plenitud de la vida cristiana y a la perfección en la caridad.(110)
2º- La responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia, que la interpreta auténticamente. Por esta razón, cada Comunidad de Civitas Dei debe ser un lugar en el que se anuncia y se propone la fe, y en el que se educa para practicarla en todo su contenido.
3º- El testimonio de una comunión firme y convencida en filial relación con el Papa, centro perpetuo y visible de unidad en la Iglesia universal, y con el Obispo "principio y fundamento visible de unidad" en la Iglesia particular, y en la "mutua estima entre todas las formas de apostolado en la Iglesia".
La comunión con el Papa y con el Obispo está llamada a expresarse en la leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus orientaciones pastorales.
4º- La conformidad y la participación en el "fin apostólico de la Iglesia", que es "la evangelización y santificación de los hombres y la formación cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes".
Desde este punto de vista, Civitas Dei, pone todo su empeño en un decidido ímpetu misionero que le lleve a ser, cada vez más, sujetos de una nueva evangelización.
5º-El comprometerse en una presencia en la sociedad humana, que, a la luz de la doctrina social de la Iglesia, se ponga al servicio de la dignidad integral del hombre.
Los criterios fundamentales que han sido enumerados, se comprueban en los frutos concretos que acompañan la vida y las obras de las diversas comunidades; como son el renovado gusto por la oración, la contemplación, la vida litúrgica y sacramental; el estímulo para que florezcan vocaciones al matrimonio cristiano, al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada; la disponibilidad a participar en los programas y actividades de la Iglesia sea a nivel local, sea a nivel nacional o internacional; el empeño catequético y la capacidad pedagógica para formar a los cristianos; el impulsar a una presencia cristiana en los diversos ambientes de la vida social, y el crear y animar obras caritativas, culturales y espirituales; el espíritu de desprendimiento y de pobreza evangélica que lleva a desarrollar una generosa caridad para con todos; la conversión a la vida cristiana y el retorno a la comunión de los bautizados "alejados".


CONCLUYENDO
Sin embargo, es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración. El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del " hacer por hacer ". Tenemos que resistir a esta tentación, buscando " ser " antes que " hacer ". Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: " Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria " (Lc 10,41-42). Con este espíritu, antes de someter a vuestra consideración unas líneas de acción, deseo haceros partícipes de algunos puntos de meditación sobre el misterio de Cristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral.


CAMINAR DESDE CRISTO
No nos satisface ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!
No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.
En las COMUNIDADES es donde se pueden establecer aquellas indicaciones programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios- que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura.



OBJETIVOS DE LAS COMUNIDADES
La santidad
En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad.

La oración
Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración. Sabemos bien que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos: " Señor, enséñanos a orar " (Lc 11,1) Civitas Dei debe ser ESCUELA DE ORACIÓN alla donde se encuentre, instrumento en manos del Maestro.
Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica trinitaria de la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial, pero también de la experiencia personal, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar

La Eucaristía dominical
El mayor empeño se ha de poner, pues, en la liturgia, " cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza ". Es preciso insistir en este sentido, dando un realce particular a la Eucaristía dominical y al domingo mismo, sentido como día especial de la fe, día del Señor resucitado y del don del Espíritu, verdadera Pascua de la semana.

El sacramento de la Reconciliación y corrección fraterna Civitas Dei debe ser lugar de amar en familia y como tal no puede perder la presepecrtiva de la Corrección Fraterna, en todas sus formas, ni debe olvidar el encuentro personal del hijo pródigo con el Padre desde el Sacramento de la Reconciliación, primer paso para una corrección fraterna fructífera.
Escucha de la Palabra
No cabe duda de que la primacía de la santidad y de la oración sólo se puede concebir a partir de una renovada escucha de la palabra de Dios.
Hace falta, queridos hermanos y hermanas, consolidar y profundizar esta orientación, incluso a través de la difusión de la Biblia en las familias.

Anuncio de la Palabra
Las Comunidades de Civitas Dei han de caracterizarse por ser " servidores de la Palabra" en el compromiso de la evangelización, es indudablemente una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio.
La " llamada " a la nueva evangelización, sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: " ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! " (1 Co 9,16).
Nos hemos de dirigir sin esconder nunca las exigencias más radicales del mensaje evangélico, atendiendo a las exigencias de cada uno, por lo que se refiere a la sensibilidad y al lenguaje, según el ejemplo de Pablo cuando decía: " Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos " (1 Co 9,22).

La Comunión
Otro aspecto importante en que será necesario poner un decidido empeño es el de la comunión (koinonía), que encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nosotros " un solo corazón y una sola alma " (Hch 4,32).

En resumen:
Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tiene CIVITAS DEI en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.