LUCES Y SOMBRAS DE LA IGLESIA
INTRODUCCIÓN
Este libro quiere ser una respuesta a algunos temas polémicos, que siempre suelen sacarse a la luz, cuando se quiere denigrar
a la Iglesia por sus errores del pasado. Evidentemente, los hombres de la Iglesia, a lo largo de su historia bimilenaria, han
cometido errores y pecados, pero éstos, sin querer justificarlos, hay que comprenderlos dentro del contexto de su época y de
la mentalidad de aquellos tiempos, para no magnificar las cosas y no acusar a la Iglesia de sanguinaria, oscurantista,
retrógrada o cosas parecidas.
La Iglesia, ha dicho alguien, es sancta et meretrix, santa y pecadora. Está compuesta de personas humanas con sus
deficiencias. Incluso, ha habido Papas pecadores; pero, a pesar de las sombras del pasado, su luz sigue brillando como nunca
y sigue iluminando las sendas del mundo con los rayos de la sabiduría y de la verdad. La Iglesia católica es la Iglesia
fundada por Cristo, y Él prometió que nunca será destruida por las fuerzas del mal (Mt 16, 18). Ha pasado muchos momentos
difíciles, en los que parecía que iba a sucumbir ante el crecimiento de las herejías o ante el poder de los reyes o ante la
creciente incredulidad de los fieles. Pero siempre ha salido a flote y siempre estará presente en el mundo para guiarlo por
el camino de la paz y de la verdad.
Este escrito quiere ser una pequeña aportación para conocer mejor a nuestra Iglesia católica y amarla como se ama a una
Madre, con todos sus defectos y virtudes, y saber defenderla de aquellos que la ofenden y quisieran su desaparición. La
Iglesia, con sus luces y sombras, con sus santos y pecadores, es la Iglesia de Cristo.
Ojalá que todos los católicos estén plenamente convencidos de la verdad de nuestra fe y sepan compartirla con los demás como
buenos misioneros del reino de Dios. Les dedico este libro a todos los que buscan la verdad con sinceridad.
1.- LA INQUISICIÓN
El tema de la Inquisición es un tema recurrente, cuando se quiere manchar el prestigio de la Iglesia. Se habla de que la
Iglesia católica ha sido intolerante y sanguinaria, matando a miles de personas por el único pecado de no tener la misma fe.
Se habla de las torturas y de las hogueras de la Inquisición y se inflan los datos y se inventan tormentos, que sólo
existieron en la imaginación de sus enemigos. Hay, ciertamente, una leyenda negra que trata de presentarnos a la Iglesia como
una institución despiadada, donde los sacerdotes mataban sin compasión a los herejes y a las brujas. Pero nada más lejos de
la verdad.
Por eso, vamos a estudiar la historia en su verdadera dimensión para que la verdad hable por sí misma. Para ello nos
serviremos de los últimos estudios sobre la Inquisición, dados a conocer a través de las Actas del Simposio internacional
sobre la Inquisición, tenido en el Vaticano del 29 al 31 de octubre de 1998. Estas Actas presentan los estudios de treinta
especialistas de todo el mundo, de distintas creencias, con investigaciones sacadas de los archivos vaticanos de la
Congregación del Santo Oficio (antigua Inquisición) y de los archivos inquisitoriales españoles y portugueses o de otros
países. Estas Actas han sido publicadas para conocimiento de todo el mundo el año 2003 por la Editorial Vaticana. El profesor
Agostino Borromeo, profesor de historia en varias universidades, ha sido el encargado de editar esta obra, que fue comenzada
por iniciativa del Papa, que quería separar los mitos y leyendas de la realidad. Ahora ya se conoce la historia, nadie podrá
decir, a partir de ahora, que no sabía, a no ser que acepte ser un ignorante de la historia.
INQUISICIÓN MEDIEVAL
Los herejes cátaros o albigenses eran considerados enemigos del Estado y de la Iglesia, como si fueran criminales públicos o
terroristas, que se oponían al orden establecido. Decían que los espíritus eran creados directamente por Dios, mientras que
el mundo y todo lo material había sido creado por el diablo. Cristo, según ellos, no había podido ser hombre ni nacer de la
Virgen María, pues eso hubiera significado nacer pecador, pues la carne era creada por el demonio. Los creyentes, para
salvarse, debían ser puros ( cátaro significa puro) y debían vivir pobremente y renunciar al mundo y a las relaciones
sexuales que eran malas. Por eso, rechazaban el matrimonio, pues el procrear era colaborar con Satanás. Para ellos, era
preferible fornicar, que tener relaciones con la misma esposa. Además, invitaban al suicidio individual, dejándose morir de
hambre o asfixiarse, después de haber recibido de los jefes de la secta lo que ellos llamaban consolamentum, o dispensa de
todos los pecados, para ir directamente al cielo. Según ellos, no valía la pena vivir en esta tierra pecadora, obra del
diablo. Y ridiculizaban a los ricos y a los eclesiásticos, que vivían con lujos y comodidades.
Pero el problema no quedaba en tener ideas diferentes. Apoyados por algunos nobles, que se oponían a la Iglesia y al rey,
empezaron a destruir iglesias, matar sacerdotes y profanar objetos religiosos. Incluso, mataron al delegado papal, Pedro de
Castelnau en 1203. La predicación pacífica para convertirlos, llevada a cabo por el obispo español Diego de Osma y de santo
Domingo de Guzmán con predicadores dominicos y cistercienses, que llevaban una vida pobre y ejemplar, no dio muchos
resultados. Por eso, el Papa Inocencio III, en 1209, decretó una Cruzada contra ellos, que se habían hecho fuertes en algunas
ciudades del Languedoc (Francia) como Narbonne, Toulouse, Carcassonne, Beziers y otras. Todos ellos fueron vencidos por las
armas, aunque los cruzados actuaron, en muchas ocasiones, con crueldad.
Sin embargo, no desaparecieron y permanecieron muchos focos organizados en diferentes lugares. Y, no solamente de cátaros,
sino también de valdenses, josefinos, patarinos, arnaldistas y otros herejes. Los reyes eran despiadados con ellos, les
confiscaban los bienes, los metían en prisión, los privaban de cargos públicos e, incluso, muchas veces, los llevaban a la
hoguera.
Para evitar abusos y errores, en 1231, el Papa Gregorio IX organizó la Inquisición. Nombró delegados papales como
inquisidores que visitaran los distintos lugares del sur de Francia para que, en unión con los obispos locales, pudieran
determinar con imparcialidad quiénes eran realmente herejes y entregarlos a la justicia civil. Primero, se les concedía un
tiempo de gracia de unos 30 ó 40 días para que pudieran presentarse espontáneamente. Después, se pedía la colaboración de los
ciudadanos para denunciarlos y se les sometía a juicio. En 1252, el Papa Inocencio IV, de acuerdo con las costumbres de la
época, publicó la bula Ad extirpanda, con la que aceptaba que se pudiera usar la tortura para sacar la información a los reos
como hacían los tribunales civiles.
Al principio, no había normas claras y, para evitar abusos, el Papa, en 1262, ordenó que, cuando había tortura, debían
asistir los inquisidores para controlar a los empleados civiles que la ejecutaban. La tortura era solamente un medio para
conseguir información, no un castigo. De modo que, si el asunto era claro, no había lugar para realizarla. No obstante, todas
las informaciones, conseguidas bajo el tormento, no podían ser tenidas por válidas hasta que no se confirmaran por otros
medios.
Además, había normas claras para que no hubiera derramamiento de sangre ni mutilación como en los tribunales civiles. Y el
tiempo era limitado a una hora; mientras que en los tribunales civiles el tiempo era ilimitado. En cuanto a este punto,
digamos también que los tribunales de la Inquisición no inventaron ningún tormento ni instrumento nuevo. Asistía un médico
para vigilar la salud del reo y en todo eran mucho más benignos que los tribunales civiles.
Los inquisidores tenían como misión detectar a los herejes y conseguir su reconciliación con la Iglesia y, sólo en caso de
contumacia, entregarlos a las autoridades civiles. Si los hubieran entregado directamente a los tribunales civiles, hubieran
estado sujetos a muchos errores y abusos, y quizás a venganzas políticas, sin tener la posibilidad de eximirse de los
castigos con el arrepentimiento.
Por otra parte, como dicen los especialistas: Hay que recalcar que el empleo de la tortura, en esta época, es más bien rara
y el principal medio de coerción es la prisión . Y esto, porque el Papa Clemente V había determinado en 1311 que los
inquisidores no podían imponer la tortura sin el consentimiento del obispo del lugar, lo que la hacía más difícil. De ahí que
es digno de resaltar que en los fragmentos del proceso inquisitorial, que han llegado hasta nosotros, las alusiones a la
tortura sean raras .
Hubo abusos, pero, en general, se puede decir que se actuó con honradez y ecuanimidad, pues los inquisidores eran personas
honestas. Según los especialistas: De los procesos que se van publicando y también de biografías de inquisidores que van
apareciendo, se puede constatar que éstos eran, en general, personas con una formación jurídica elevada y que sus actuaciones
fueron muy mayoritariamente conformes a derecho, aunque hubiese sin duda abusos. Muchos de estos inquisidores escribieron
tratados de derecho inquisitorial de primer orden .
El derecho inquisitorial es un derecho privilegiado, como bien ha escrito el profesor Enrique Gacto, ya que contiene
sanciones más benignas que las del derecho penal ordinario o secular, en el que el delito de herejía es reprimido
inapelablemente con la pena de muerte. En cambio, el reo de herejía, rescatado por la jurisdicción inquisitorial, tiene
abierta una vía que le permite escapar a esta sanción máxima y, en efecto, la evita, siempre que confiese y manifieste su
arrepentimiento de forma suficiente .
Y ¿cuántos murieron por la Inquisición medieval en el sur de Francia? Según el registro del inquisidor Bernard Gui, la
Inquisición de Toulouse entre 1308 y 1323 envió a la muerte a 41 personas (de ellos 30 cátaros). No son, pues, miles y miles
como algunos alegremente hacen creer sin fundamento histórico .
En Inglaterra, donde nunca hubo Inquisición, en el siglo XIII, los cátaros eran arrestados y marcados con fuego al rojo vivo
y sus casas destruidas y confiscados todos sus bienes como primera medida. Y desaparecieron en pocos años.
Desde mediados del siglo XIV y durante el siglo XV, fueron muy raras las condenas a muerte, pues el período álgido de la
Inquisición medieval fue el siglo XIII. Y, prácticamente, sólo permaneció como Inquisición episcopal, dependiente de los
obispos, en Aragón y algunos puntos del sur de Francia.
¿Qué podemos decir de la Inquisición medieval? El gran historiador peruano Rubén Vargas Ugarte dice: La Inquisición, como
todas las instituciones que han perdurado a través del tiempo, nació de una necesidad social que hoy, tal vez, no somos
capaces de sentir, pero en los siglos XII y XIII no pudo menos de conmover a las multitudes y atraer la atención del poder
civil. La herejía... incitó a las masas a rebelarse contra los poderes constituidos y, especialmente, contra la Iglesia. La
inquisición fue el fruto de la reacción producida en los ánimos por el ataque lanzado contra la fe y las costumbres
tradicionales .
INQUISICIÓN MODERNA
La Inquisición medieval estaba prácticamente desaparecida, cuando en el siglo XVI, con el problema de los judaizantes
y moriscos, falsos convertidos del judaísmo y del islam, comienzan a presentarse nuevos problemas, acentuados con la
propagación de luteranismo en toda Europa. Por eso, se establecen las Inquisiciones portuguesa, romana y española con el fin
de controlar el desborde de estos herejes o apóstatas, que ponen en peligro la unidad nacional.
a) INQUISICIÓN PORTUGUESA
La Inquisición portuguesa fue creada en 1536. El Papa nombraba al inquisidor general, presentado por el rey, y el inquisidor
general con su Consejo, nombraba a los demás inquisidores. En Portugal había cuatro tribunales principales: Evora, Coimbra,
Goa para la India, y Lisboa para el sur del país y para Brasil. No se conocen cifras exactas de sentenciados a muerte, aunque
la mayoría fueron falsos judíos convertidos. Prácticamente, esta Inquisición, al igual que la española, actuaba con total
independencia. Por eso, no faltaron, de vez en cuando, algunos conflictos con el Papa. Fue suprimida en 1822.
b) INQUISICIÓN ROMANA
En cuanto a la Inquisición romana, instituida en los Estados Pontificios y otros lugares de Italia, comenzó oficialmente el
21 de julio de 1542 con la bula Licet ab initio del Papa Pablo III, con la finalidad de atajar el avance del protestantismo
en Italia. Se constituyó un tribunal central de seis cardenales como inquisidores generales, con la facultad de degradar a
los clérigos herejes y con la facultad de pedir la ayuda de las autoridades civiles para imponer las sentencias. Al
principio, se llamaba Santa, Romana y Universal Inquisición. El 29 de junio de 1908 se le cambió el nombre por Congregación
del Santo Oficio hasta 1965, en que se le dio el nombre actual de Congregación para la Doctrina de la fe.
Uno de los puntos importantes de esta Inquisición fue la censura de libros, que se había establecido poco después de la
implantación de la imprenta. Ya en 1544 la universidad de París había establecido el primer Índice de libros prohibidos. La
universidad de Lovaina lo hizo en 1546. Después, las Inquisiciones de España y Portugal establecieron sus propios Índices. En
ellos, generalmente, se establecía la prohibición de imprimir, vender y difundir libros prohibidos bajo penas pecuniarias y
pérdida de privilegios. Normalmente, se prohibieron los libros de herejes y de otros que incluían citas heréticas. Se
prohibió la impresión de libros espirituales de dudosa espiritualidad e, incluso, de Biblias que no tuvieran buena
traducción. No se prohibieron los libros científicos.
El primer Índice de la Inquisición romana es de 1548. El concilio de Trento preparó un nuevo Índice parecido al anterior. Pío
V instituyó expresamente una Congregación romana que se encargara del Índice en 1571. Esta Congregación fue suprimida por
Benedicto XV, al publicarse el código canónico de 1917, y sus atribuciones pasaron a la Congregación del Santo Oficio. La
última edición de libros prohibidos fue en 1948 y estuvo en vigor hasta 1966.
La Inquisición romana tenía jurisdicción en los tribunales de los Estados Pontificios, en la República de Génova, República
de Venecia, reino de Nápoles y en los ducados de Mantova, Módena, Parma, Saboya y Toscana; en el Estado de Milán y en las
ciudades de Besançon, Carcassonne, y Toulouse en el sur de Francia; uno en Malta y otro en Colonia, en Alemania.
Los archivos del Santo Oficio, que recogen toda la documentación relativa a estos tribunales, comprenden actualmente unos
4.500 documentos hasta 1903, aunque algunos se han perdido. En ellos, hay procesos a falsos místicos y a seguidores del
molinismo y quietismo, que eran desviaciones de la fe católica. También hay referencias a cuestiones de magia, brujería y,
por supuesto, a herejes protestantes. El único caso en que se trató de un científico es el caso de Galileo.
No se tienen cifras exactas de las sentencias de muerte en todas las sedes que dependían de Roma. Según el especialista
Andrea de Col, en las tres sedes de las que hay datos fidedignos, que son Roma, Venecia y Aquileia-Concordia, el total de los
ejecutados fueron 128. De ningún modo, miles y miles de que habla la leyenda negra .
Según el especialista Adriano Garuti: La pena capital era reservada al herético pertinaz, al reincidente. Contrariamente a lo
que se piensa frecuentemente, sólo un pequeño porcentaje de procedimientos inquisitoriales se concluia con la condena a
muerte .
El profesor Tedeshi afirma: Tengo la convicción de que las futuras investigaciones demostrarán que la pena de muerte fue
usada con menor frecuencia y con más respeto por la dignidad humana en los tribunales del santo Oficio (Inquisición) que en
los civiles .
Decía el cardenal Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI: Hace muy poco, un profesor italiano liberal,
estuvo investigando en unos cuantos procesos (en los archivos de la Inquisición), durante algún tiempo, y él mismo declaró
que le había defraudado bastante. En vez de encontrar grandes luchas entre la conciencia (de los reos) y el poder (de la
Iglesia), que era lo que él buscaba, lo que allí había eran procesos criminales ordinarios. Eso se debe a que el tribunal de
la Inquisición romana era bastante moderado. Los mismos procesados por algún delito civil, añadían cualquier factor religioso
como brujería, profecía, etc., a su delito, para que les enviaran ante el tribunal de la Inquisición .
Veamos ahora los tres casos más sonados y lamentables de la Inquisición romana por ser personajes importantes.
1. Jerónimo Savonarola (1452-1498)
Era sacerdote dominico, prior del convento de san Marcos de Florencia. Era muy rígido en moral y pedía que quemaran en la
hoguera a todos los que llevaban una vida libertina y eran gente de malas costumbres. El 7 de febrero de 1497 organizó en la
Plaza de la Signoria una hoguera de las vanidades, en la que ardieron objetos que simbolizaban los vicios: instrumentos
musicales, imágenes, joyas, naipes e, incluso, los libros de Boccacio y Petrarca por su contenido impúdico. Savonarola era
considerado como profeta por los florentinos y ejerció una enorme influencia en la población con sus ideales de pobreza y con
prédicas contra la corrupción, el lujo, el derroche y el afán de placeres de ricos y eclesiásticos de su tiempo.
Pero fue muy imprudente en sus denuncias de los abusos que se cometían. Profetizaba que Dios iba a mandar un salvador para
arreglar la situación de corrupción reinante y buscó la intervención del rey de Francia, Carlos VIII, para invadir la
república de Florencia y reformar la Iglesia y las costumbres, pero fue rechazado y se creó muchas antipatías ante la gente,
que antes lo seguía como a un profeta.
El Papa Alejandro VI tomó cartas en el asunto y el 7 de noviembre de 1496 le ordenó incorporarse a la nueva provincia
dominica toscano-romana, pero desobedeció. Por eso, el 13 de mayo de 1497, le llegó el decreto de excomunión, al que
respondió, reanudando sus prédicas y negando la validez del decreto de excomunión. Pero en la misma Florencia, sus opositores
asaltaron el convento de san Marcos, donde se encontraba, y lo hicieron prisionero. Fue condenado al patíbulo. Su cadáver
quemado, y sus cenizas echadas al río Arno. Murió con otros dos frailes, seguidores suyos, el 23 de mayo de 1498. Sus libros
fueron puestos en el Índice, pero fueron rehabilitados por el Papa León XIII en el siglo XIX.
Actualmente, ya no se le acusa de cismático o hereje por sus escritos e, incluso, hay quienes dudan de que la bula de
excomunión fuera válida. No fue un santo ni un hereje, fue un imprudente y desobediente, que, incluso, proyectaba un concilio
que juzgase y depusiese al Papa. Sin embargo, como en otros casos, se usó la violencia para imponer la verdad y la
obediencia, lo que realmente es de lamentar.
2. Giordano Bruno (1548-1600)
Fue un hombre genial, pero contradictorio. Rechazaba todo principio de autoridad. Irreverente hasta el punto de considerar a
los monjes como santos burros. Para él las religiones no eran más que supersticiones útiles. A Jesús lo veía como una
especie de mago y la Eucaristía como una blasfemia. Creía en la reencarnación y su filosofía personal era casi panteísta,
pues confundía a Dios con la naturaleza.
Viajó por toda Europa: Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. Y fue excomulgado por calvinistas y luteranos. A los luteranos
los consideraba la peste del mundo y deseaba su represión violenta y su exterminio por parte de los Estados. Expulsado de
todas partes, regresó a Italia, donde fue arrestado en Venecia y llevado a Roma. Tras ocho años de prisión, fue condenado por
la Inquisición como hereje contumaz, que no quería abjurar de sus errores. Murió en la hoguera el 17 de febrero de 1600 a los
52 años de edad.
Con motivo del jubileo del año 2000, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, en una carta enviada al
Congreso que, sobre este pensador, se celebró en la Facultad de Teología de Italia meridional, en Nápoles, manifestaba su
profundo pesar por la condenación de Giordano Bruno..., que fue un triste episodio de la historia cristiana moderna..., pues
la verdad debe ser testimoniada en el respeto absoluto de la conciencia y de la dignidad de cada persona.
3. Galileo (1564-1642)
Con relación al famoso caso Galileo, la mayor parte de la gente sólo conoce las cosas de oídas y, por falta de información,
muchos creen que fue condenado a la hoguera o poco menos. Pero veamos cómo sucedieron las cosas en la realidad.
Copérnico (1473-1543) era un sacerdote polaco que tenía un rudimentario observatorio en una torre de la catedral de
Frauenburg. Él fue el primero que afirmó que la tierra daba vueltas en torno al sol (sistema copernicano) y no, como hasta
entonces se afirmaba, que era el sol el que daba vueltas alrededor de la tierra. Su obra fundamental, Las revoluciones de los
mundos celestes, publicada en 1543, estaba dedicada al Papa Pablo III y su obra tenía el imprimatur (puede imprimirse) de un
cardenal dominico. Hasta la llegada de Galileo, se sucederán once Papas, que no sólo no desaprobaron esta teoría
heliocéntrica de Copérnico, sino que la alentaron como una hipótesis.
La teoría de Copérnico se enseñaba en las universidades de la Iglesia, al igual que la teoría de Tolomeo. Pero Galileo, que
seguía la opinión de Copérnico, la afirmaba con total seguridad, como verdad absoluta. Y tenía expresiones de desprecio para
quienes no compartían su teoría. En sus cartas hay expresiones como imbécil, con la cabeza llena de pájaros, apenas digno de
ser llamado hombre, alguien que se ha quedado en la niñez, una mancha en el honor del género humano, etc. Por eso, cuando le
pidieron pruebas objetivas, sólo dio una, que era totalmente equivocada y lo es todavía, la prueba de las mareas oceánicas.
Decía que las mareas eran provocadas por la sacudida de las aguas a causa del movimiento de la tierra. Ahora sabemos que el
flujo y reflujo del agua del mar se debe a la atracción de la Luna. Al no dar pruebas convincentes de su teoría y, según
algunos de sus jueces, ir en contra del texto bíblico de Josué 10, 12: Detente, sol en Gabón, según el cual parece ser que el
sol era el que daba vueltas alrededor de la tierra, como siempre se había creído, fue condenado el 22 de junio de 1633. ¿A
qué fue condenado?
No fue condenado a muerte ni a prisión ni a ser torturado. Fue obligado a no presentar su teoría como verdad absoluta sino
como hipótesis. El texto de la sentencia decía que era temporal donec corrigatur, es decir, mientras no sea corregida la
doctrina propuesta como absoluta y se presente como hipótesis, pero él no estuvo ni un día en prisión ni le pusieron un dedo
encima. Sólo tuvo arresto domiciliario y, muy pronto, se le levantó la prohibición de alejarse de su villa. Sólo le quedó la
obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, que sólo duró tres años. Según algunos, esta
obligación la cumplió por él su hija religiosa.
No perdió la estima y amistad de obispos y científicos, que venían a su casa a visitarlo y siguió trabajando. Su principal
obra Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, la escribió después del proceso. Y murió a los 78 años
en su casa, siendo miembro de la Academia Pontificia de Ciencias. Al final de sus días, pudo escribir: En todas mis obras no
habrá quien pueda encontrar la más mínima sombra de algo que recusar de la piedad y reverencia a la santa Iglesia . La
famosa frase que, según algunos, dijo al ser sentenciado: Eppur si muove (Y, sin embargo, se mueve), es una de tantas
fábulas inventadas por los anticatólicos. Esta frase fue inventada en Londres en 1757 por Giussepe Baretti .
Sobre el caso Galileo, debemos decir, en primer lugar, que es un caso único en la historia de la Iglesia, en que se haya
condenado a un científico. Por eso, hacer un mito del caso Galileo está fuera de contexto. También hay que tener en cuenta
que nunca fue condenado por el Papa, sino por un tribunal eclesiástico (siete jueces contra tres). No hubo, ni podía haber,
una sentencia infalible, porque el Papa sólo es infalible, cuando habla ex cáthedra, es decir, con toda solemnidad para
imponer una verdad de fe y costumbres. El Papa no tiene autoridad sobre temas científicos.
El error de los jueces del tribunal estuvo en interpretar literalmente la Biblia y creer que el texto de Josué defendía el
sistema de Tolomeo. El error grave de Galileo fue querer imponer como verdad absoluta algo que no podía probar. Por eso, la
misma sentencia le impone que enseñe su opinión como hipótesis, lo que no era un error para aquellos tiempos. La primera
prueba experimental, indiscutible, de la rotación terrestre data de 1748, un siglo después. Y, desde 1741, la teoría
heliocéntrica había sido reconocida oficialmente por el Santo Oficio.
Algunos científicos del siglo XXI podrían decir que Galileo tampoco tenía razón, porque el sol también se mueve y no está
fijo como creía Galileo. El sol se mueve en torno al centro de la galaxia y la galaxia en torno al centro de un conjunto de
galaxias. Todo el Universo se mueve.
Ahora bien, decir que la Iglesia, por este caso, va en contra de la ciencia es ir demasiado lejos. De hecho, el primer gran
observatorio astronómico, el más antiguo del mundo, y que funciona desde 1579, es el del Vaticano. Y las primeras
universidades europeas y americanas fueron fundadas por la Iglesia.
¿Qué hubiera pasado, si Galileo hubiera estado en territorio protestante? El astrónomo protestante Kepler, por seguir su
misma opinión, fue expulsado del colegio teológico de Tubinga por sus compañeros protestantes y tuvo que abandonar Alemania y
refugiarse en Praga. De allí recibió una invitación para enseñar en territorio pontificio en la universidad de Bolonia.
Si hubiera vivido en Ginebra, probablemente, hubiera sido decapitado; simplemente por ser concubino y no estar casado con su
esposa, como hacía Calvino con los concubinos.
Lutero mismo decía sobre el sistema copernicano: La gente le presta oído a un astrólogo improvisado, que trata de demostrar
en cualquier modo que no gira el cielo, sino la tierra. Para ostentar inteligencia, basta con inventar algo y darlo por
cierto. Este Copérnico, en su locura, quiere desmontar todos los principios de la astronomía .
En resumen, podemos decir que hay que diferenciar bien los campos de la fe y de la ciencia. Ambas se complementan y nos
llevan a Dios. No puede haber contradicción entre ellas. Si apareciera alguna contradicción, algo anda mal en alguna de las
dos partes. O no es verdadera fe lo que se propone como tal, o no es verdadera ciencia. La verdadera ciencia nos lleva a la
fe, y la fe nos ayuda a investigar las maravillas de Dios dentro de los límites de respeto a los derechos humanos.
La lección que debemos aprender es que hay que evitar los fundamentalismos al interpretar la Escritura de un modo literal,
pues, como decía el cardenal Baronio: La Biblia nos enseña cómo se va al cielo y no cómo van los cielos, es decir, nos habla
de Dios y de cómo ser buenos para ir al cielo, pero no habla de verdades matemáticas o científicas. Y la Iglesia sólo tiene
autoridad en cuestiones de fe y costumbres.
De todos modos, el Papa Juan Pablo II en 1981 nombró una comisión de expertos para estudiar el tema de Galileo y sus
conclusiones se dieron a conocer el 31 de octubre de 1992. Galileo no fue rehabilitado, porque no había nada de qué
rehabilitarlo. Simplemente, después de estudiar exhaustivamente el tema con los documentos que se conservan en los archivos
vaticanos, el Papa Juan Pablo II reconoció el error de algunas autoridades de la Iglesia en este caso.
c) INQUISICIÓN ESPAÑOLA
La Inquisición española fue fundada por el Papa Sixto IV en 1478, y dos años más tarde ya estaba definitivamente establecida.
En la bula de fundación se establecía, entre otras cosas, la obligación de los reyes, de luchar contra los musulmanes, que
amenazaban Europa y estaban dentro de las fronteras españolas. También era preocupante el problema de los falsos conversos
judíos o judaizantes, que seguían viviendo su fe y predicándola a otros. Todo lo cual iba en contra de la unidad nacional. La
Inquisición nunca se entrometió con los judíos y musulmanes que vivían su fe, sino con los que se habían convertido a la fe
católica para obtener ventajas sociales y no la practicaban. Además, hay que tener en cuenta que los judíos eran mal vistos
por la población, debido a los altos intereses que imponían en sus préstamos. En varias oportunidades, había habido
linchamientos de judíos por parte del pueblo. En cuanto a los moriscos o convertidos del islam, que no vivían su nueva fe,
eran un peligro constante, porque se podían aliar con los piratas musulmanes, que asolaban las costas españolas. Incluso, se
rebelaron contra el Estado y hubo que reprimirlos con las armas hasta que fueron expulsados.
Los judíos fueron expulsados en 1492; pero, mucho antes, habían sido expulsados de otros países. En Inglaterra en 1290, en
Alemania en 1375, en Francia en 1394, en Portugal lo fueron en 1496 y así en otros países. Muchos de estos judíos expulsados
fueron recibidos en los Estados pontificios, país que nunca los expulsó.
El tribunal de la Inquisición española era mitad civil y mitad eclesiástico. El rey proponía al inquisidor general, que era
aprobado por el Papa, y el inquisidor general con su Consejo (llamado la Suprema), nombraba a los demás inquisidores.
El primer inquisidor general de España, nombrado por el rey y aprobado por el Papa, fue el famoso Torquemada, del que tanto
se ha hablado maliciosamente, en contra de la verdad. Según las investigaciones actuales, era un hombre bueno, humano y
austero. Hizo más suaves los procedimientos. Se esforzó en todo lo posible en evitar los errores y abusos cometidos por los
primeros inquisidores... Y no pueden ser tachadas de hipocresía las actas de Torquemada en las que recomendaba justicia y
misericordia, pues estos documentos, destinados a ser estrictamente confidenciales, permanecieron ignorados durante siglos .
No existe ningún documento fidedigno, donde pueda sustentarse que fuera inhumano y cruel. El colaborador de los Reyes
Católicos era un observante fraile dominico. No era un fanático ni un intransigente. Era un hombre recio y sano, exponente de
una edad eminentemente cristiana, donde todo el mundo creía y, por consiguiente, donde no tenía vigencia la heterodoxia
condenada por todas las leyes civiles de aquella sociedad .
Sus detractores, que desean convertirlo en el símbolo del fanatismo católico, lo han considerado como a un hombre piadoso y
tenebroso, de una piedad tenebrosa. Fue sin duda un hombre riguroso, pero no un perseguidor implacable; un hombre ferviente,
pero no inhumano. Esto es lo que podemos deducir a través del solo examen de sus instrucciones, que él mismo hizo publicar .
En esto, como en muchas otras cosas, la leyenda negra inventa y calumnia sin piedad, pero la verdadera historia aclara la
verdad.
El tribunal de la Inquisición no sólo veía el caso de herejía y apostasía, también veía otras cosas para evitar el deterioro
moral como blasfemias, bigamia, supersticiones o prácticas contrarias a la verdadera religión, brujería, hechicería o magia
negra, bestialismo, pecados homosexuales, idolatría..., pero de este tribunal estaban exentos los indígenas americanos.
Con relación a los tribunales españoles, de España y América, hay que decir que las prisiones eran más limpias y holgadas, y
con mejor trato que las civiles. A los que se condenaba a cadena perpetua, sólo estaban como máximo unos ocho años. Cuando se
utilizaba la tortura, como ya hemos dicho, sin derramamiento de sangre ni mutilaciones, debía estar presente un médico para
supervisar que no se pusiera en peligro la vida del reo. El tiempo máximo de tortura era de una hora. Los reos tenían un
abogado defensor de oficio, para ayudarles en su defensa. Y, además, los reos podían buscar a dos testigos de abono, para que
hablaran en su defensa.
Según el historiador inglés Henry Kamen: La humanidad y benignidad de la Inquisición española contrasta agudamente con las
invariables ejecuciones de los acusados por los tribunales seglares . Las historias espeluznantes de sadismo, imaginadas por
los enemigos de la Inquisición, sólo han existido en la leyenda .
Los herejes, dejados en manos del poder civil, hubieran llevado muchísima peor parte, pues la intolerancia era la norma
general y hubiera habido más fácilmente venganzas y manipulaciones políticas. Otra cosa importante es que la tortura de la
Inquisición española quedó abolida cien años antes de que fuera abolida en los tribunales civiles de España y de otros países
. De este modo, la Inquisición dio los primeros pasos en este punto de respeto de los derechos humanos.
En cuanto a la prohibición de libros heréticos o prohibidos por ir en contra de las buenas costumbres, se ha satanizado
también mucho a la Inquisición y se ha dicho que era intolerante y que reprimió el desarrollo cultural y científico español.
Esto es una gran mentira, pues el siglo XVI, el siglo de mayor actividad del tribunal de la Inquisición, es el siglo de Oro
de las letras y del adelanto español. La Inquisición no centró la censura en obras científicas, sino en obras de herejes o
que contenían frases heréticas. Como diría el profesor Julián Juderías: Los tres siglos de Inquisición corresponden,
precisamente, al período de mayor actividad literaria y científica que tuvo España y la época en que más influimos en el
pensamiento europeo. Todo eso, que se suele decir, de que nuestra intolerancia levantó una barrera entre España y Europa, son
cosas que ya no creen ni los niños de la escuela .
Por otra parte, en aquellos tiempos, se consideraba tan importante conservar la fe católica, para salvaguardar la unidad
nacional, que, de vez en cuando, se tenían autos de fe, que eran fiestas religiosas en las que se hacía una gran
manifestación de fe. En ellas, desfilaban las máximas autoridades en procesión y había una misa con sermón importante para
enfervorizar al pueblo, que asistía en masa, para autoafirmar la fe. También asistían los condenados con sambenitos. La mayor
parte de las veces, no había condenados a muerte. Si ocurría esto, después de la ceremonia, eran llevados a otro lugar,
donde se los quemaba o se les daba muerte por los empleados civiles, por no haber querido retractarse, pues hasta el último
momento tenían esta oportunidad. Según Henry Kamen: Se celebraron centenares de autos de fe sin que encendiera una gavilla .
Y ¿cuántos fueron muertos o quemados por la Inquisición española? En los tres siglos y medio de existencia (1478-1834), según
los especialistas, aunque no hay cifras exactas, serían entre 1.500 y 2.000. En la América española existían tres tribunales
de la Inquisición. En Lima (1569-1820) murieron 32; en México (1571-1820), según unos, fueron 20 o, según otros, unos 30; en
Cartagena de Indias (1610-1819) solamente 5 muertos.
Supongamos que fueran un total máximo de 2.000 los muertos por la Inquisición española. De éstos, según Bernardino de Llorca,
solamente fueron sentenciados a muerte 220 protestantes.
Por eso, como dice el historiador peruano Fernando Ayllón: El número de condenados a muerte por el tribunal de la Inquisición
no fue tan exagerado como decían sus detractores... En todo caso, el número de condenados fue mucho menor que en los demás
países europeos en que las guerras religiosas y las quemas de brujas multiplicaron por decenas, cuando no por miles de veces,
esta cifra. La leyenda negra contra el tribunal, conforme lo sostienen la mayoría de los investigadores hoy en día, resulta
por demás insostenible .
En los Estados, en donde el protestantismo había calado profundamente, no existía es verdad la Inquisición; pero, en su
defecto, existía algo peor: el capricho y la voluntad omnímoda de los reyes y príncipes o de los jefes confesionales, como
sucedía en los cantones suizos... El mundo protestante fue mucho más cruel e implacable en la persecución de quienes
profesaban doctrinas diferentes de las profesadas por ellos. En suma, las llamadas crueldades de la Inquisición no eran ni
pecado de la Inquisición ni culpa de España, sino naturales consecuencias del criterio dominante en asuntos procesales y
penales. Por ello, podemos terminar este epígrafe, diciendo que la Inquisición fue en todo mejor que la fama que dejó de sí .
LA QUEMA DE BRUJAS
Dice Gustav Henningsen, un especialista en el tema, que muy en contra de lo que comúnmente se cree, las persecuciones de
brujas no se debieron a la iniciativa de la Iglesia, sino que fueron manifestación de una creencia popular, cuya bien
documentada existencia se remonta a la más temprana antigüedad... Puede comprobarse lo mucho que tienen en común las
creencias brujeriles europeas, asiáticas y africanas. Las ideas, por ejemplo, de juntas secretas de brujas que, en sus
aquelarres nocturnos, celebraban banquetes a base de la carne de sus propios parientes; y la de que la brujería sea un poder
innato para dañar a otro, transformarse en animales y volar por los aires, las comparten los tres continentes... Para una
mente teológica, la brujería, tal como la concebía el pueblo, resultaba absolutamente inaceptable. Por eso, la Iglesia
desechó, desde el principio, dichas creencias como supersticiones paganas... De acuerdo con dicha postura reacia de la
Iglesia, no encontramos nada sobre las brujas en los primeros manuales del Santo Oficio .
No fue la Inquisición quien inició la persecución de las brujas, sino la justicia civil en los Alpes y en Croacia... Parece
ser que la legalización de la caza de brujas se debió a exigencias del pueblo ante las que sucumbieron, primero los
tribunales civiles y, poco a poco, tuvo la Iglesia que adaptarse a esta corriente. En realidad, la Inquisición no aparece
involucrada en este tipo de persecuciones con anterioridad al siglo XV... La exagerada suposición de que el Santo Oficio
(Inquisición) en el siglo XV y XVI hubiera quemado a 30.000 brujas, hace tiempo que ha dejado de tenerse en consideración por
la ciencia .
Sin embargo, la prensa populista todavía sigue hablando de millones de brujas quemadas por la Iglesia. Con
frecuencia, se saca a relucir un libro de 1486, escrito por un inquisidor alemán, Heinrich Institoris, llamado Malleus
maleficarum (martillo de las brujas). Este libro se imprimió en varias lenguas y tuvo muchas ediciones, pues en él se
reproducía la bula papal de Inocencio VIII, donde apoya la persecución de las brujas. Quizás este libro tuvo alguna
influencia negativa, según Henningsen, en algunos lugares del sur de Alemania y del sur de Francia, pero no lo tuvo, en
absoluto, en las Inquisiciones de España (1478), Portugal (1531) ni en la Romana (1542).
En España, el 14 de diciembre de 1526, el inquisidor general y el Consejo de la Suprema (supremo tribunal
inquisitorial) dio unas instrucciones, que no tienen parangón en el mundo entero. Dice Henningsen: ¿Dónde, en el resto de
Europa, encontramos paralelos a ordenanzas como éstas?:
- Cualquier bruja, que voluntariamente confiese y muestre señales de arrepentimiento, será reconciliada y readmitida en
el seno de la Iglesia, sin confiscación de bienes, sino recibiendo penas menores.
- Nadie será arrestado en base a confesiones de otras brujas.
- Los casos referentes a esta delicada materia, deberán ser siempre remitidos al inquisidor general y a su Consejo, la
Suprema (anexo, doc 4).
Con estas instrucciones se consiguió librar a España de la quema de brujas durante la mayor parte de un siglo, con la
excepción de algún caso que otro, en que se procedió sin consultar la causa y su sentencia con la Suprema, como estaba
ordenado… Cuando la quema de brujas volvió a introducirse en 1610 en el norte de España, el inquisidor general Alonso de
Salazar recorrió todo el país vasco español, portando un edicto de gracia… La actuación de Salazar contribuyó a que se
dejasen de quemar brujas en todo el imperio español .
Precisamente, el doctor Henningsen ha escrito un libro sobre el inquisidor Alonso de Salazar, titulado The witches
advocate (el abogado de las brujas).
Podríamos preguntarnos: ¿por qué no se publican y difunden estas instrucciones de los inquisidores generales
españoles, que son un ejemplo a nivel mundial y salvaron miles de brujas? En Portugal hubo muchísimos menos casos que en
España. La inquisición romana, en Italia, también tomó una postura crítica frente a acusaciones de brujería y exigió la
presentación de pruebas fehacientes. Estas instrucciones de la Inquisición romana son de 1624.
Veamos las cifras exactas. Según las investigaciones de Gustav Henningsen, presentadas en el Simposio Internacional sobre la
Inquisición, las cifras de la quema de brujas por la Inquisición, por inesperadas, resultan asombrosas. Para Portugal es 4,
para España 59 y para Italia 36 . Realmente, esto es asombroso, si lo comparamos con los países que no tuvieron la
Inquisición. Según el mismo Henningsen, en Polonia quemaron 10.000; en Francia 4.000; en Suiza 4.000; en Inglaterra 1.500; en
Dinamarca – Noruega 1.350; en Checoslovaquia 1.000; en el condado de Lichtenstein 300, sobre un total de 3.000 habitantes; y
en Alemania, mayoritariamente protestante, 25.000.
En los tres países en que había Inquisición (Portugal, Italia y España) los tribunales civiles quemaron en total 1.300.
Solamente unas cien, como hemos dicho, fueron debidas a sentencias de la Inquisición. Por eso, dice Henningsen: La
Inquisición fue la salvación de miles de personas acusadas de un crimen imposible .
Por este servicio a la humanidad y a la verdad (de librar de la muerte a miles de acusados de brujería, pues hubo unos 20.000
juicios llevados a cabo en los tribunales inquisitoriales), la Inquisición española merece la gratitud de todos los hombres
civilizados . Y lo mismo podemos decir de la Inquisición portuguesa o romana.
Como vemos, la leyenda negra ha creado el mito de que la Iglesia quemó miles de brujas sin piedad, lo que es totalmente
contrario a la verdad. Pero no faltan los incautos que lo siguen creyendo por ignorancia, y lo siguen repitiendo sin
fundamento alguno, aceptando así las insinuaciones maliciosas de los enemigos de la Iglesia en contra de toda verdad
histórica.
REFLEXIONES SOBRE LAS INQUISICIÓN
En primer lugar, debemos observar que los tribunales de la Inquisición introdujeron mejoras en el derecho penal, que para
aquellos tiempos eran novedades. Debía haber un médico para controlar la tortura, tenían derecho los reos a un abogado de
oficio y testigos de abono a su favor. El tiempo de tortura era limitado a una hora y no podía haber derramamiento de sangre
ni mutilaciones, como en los tribunales civiles.
Por otra parte, si no hubiera existido la Inquisición, los tribunales civiles habrían enviado a la muerte sin compasión a
miles de herejes, considerados como enemigos del Estado. No era casualidad que los corsarios y piratas, que asolaban las
costas de España y América, eran protestantes, ingleses y holandeses. En ese caso, habría habido más crueldad y más errores
al no distinguir bien quién era y quién no era hereje. Y, por supuesto, habrían podido entremezclarse venganzas políticas o
personales.
Hemos anotado que en España, en tres siglos y medio, hubo un máximo total de 2.000 muertos. ¿Cuántos muertos habría habido,
si no hubiera existido la Inquisición? En Francia, las consecuencias de las guerras religiosas, fueron terribles. El 30 de
setiembre de 1566, los protestantes hicieron una masacre de católicos en la noche de san Miguel, que, por eso, se llamó
Miguelada. Y los católicos hicieron otra masacre de protestantes en la noche de san Bartolomé, en París, donde mataron unos
3.000, y otros tantos en provincias.
En Inglaterra, Enrique VIII se constituyó jefe de la Iglesia y, según el historiador Raphael Holisend, hizo matar a 72.000
católicos. Su hija Isabel I, en muy pocos años y también en nombre de un cristianismo reformado y, por tanto, purificado,
causó más víctimas (y con métodos más atroces) que la Inquisición (española, romana y portuguesa juntas) a lo largo de su
existencia . En 1649, los ingleses mataron en Irlanda, concretamente en Drogheda y Wexford, a miles de católicos; algunos
dicen hasta 40.000. Y negaron los derechos civiles a los irlandeses hasta 1913. Les prohibían poseer tierras, ejercer
profesiones liberales y el derecho al voto. No podían casarse con personas protestantes y tenían pena de muerte, si recibían
a un sacerdote o religioso.
Con relación a Calvino, enviaba mensajes al rey de Inglaterra, desde Ginebra, donde fue dictador religioso y civil durante 23
años, para exterminar a los católicos. Y le escribía: Quien no quiera matar a los papistas es un traidor, salva al lobo y
deja inermes a las ovejas .
El mismo Calvino, entre 1542 y 1546, en sólo cuatro años, envió a la muerte a 40 personas y 78 al destierro. Lutero mismo
consideraba normal la pena de muerte y él mismo incitó a los príncipes a la matanza de los campesinos, en la llamada guerra
de los campesinos, donde murieron unos 150.000.
Y podíamos seguir hablando de otros países protestantes o de lo que hacían los musulmanes con los cristianos, que
los esclavizaban y los mataban, si no aceptaban su religión. Por esto y por mucho más, podemos preguntarnos seriamente:
¿Hubiera sido mejor que no hubiera existido la Inquisición? A pesar de las muertes y torturas y de todos los errores y
excesos que pudo haber, ¿habría habido menos muertes sin la Inquisición? En los países que no tuvieron Inquisición como
Francia, Inglaterra, Alemania…, ¿no hubo muertos por cuestiones religiosas? ¿Cuántos habrían muerto en guerras de religión en
España y Portugal sin la Inquisición? ¿Y cuántas brujas habrían muerto? Por ello, sinceramente, creemos que el balance
general es muchísimo más positivo que negativo y que, por consiguiente, hablar de la Inquisición como de una institución
sanguinaria, cruel e inhumana, es lo menos acorde a la verdad. Sin ella, el mundo habría lamentado muchos más miles de
muertos.
Pero la enseñanza que debemos sacar de todo esto, es que la tolerancia religiosa debe ser una norma de vida y que nunca
debemos imponer la verdad por la fuerza de la violencia. La verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma
verdad . Por ello, el Papa Juan Pablo II pidió perdón el año 1982 y el 2000 por los excesos, errores e intolerancia de la
Inquisición.
2.- LAS CRUZADAS
Han sido descritas por algunos autores como guerras santas, en las que, en nombre de la religión, se cometieron muchas
masacres. Y esto suele decirse con el propósito de recalcar que la Iglesia siempre ha tratado de eliminar a sus enemigos en
nombre de su fe. Pero las cosas no son tan sencillas como parecen a primera vista. La historia es mucho más compleja de lo
que algunos creen y no se pueden poner clichés fáciles de intolerante, oscurantista, retrógrada, o cosas parecidas.
Según el historiador medievalista Franco Cardini, en un artículo aparecido en Avvenire, con el título Cruzadas, no guerras de
religión, las Cruzadas no fueron guerras para suprimir a los infieles o convertirlos a la fuerza. Los excesos y violencias,
que existieron, no se justifican. Pero no hay que olvidar que los seguidores del Islam destruyeron toda sombra cristiana en
Jerusalén entre 1009 y 1020. Los cristianos fueron perseguidos y sus casas saqueadas. La persecución duró unos diez años.
Después pudieron realizarse de nuevo peregrinaciones y se fueron reconstruyendo los lugares santos. El año 1078, los turcos
seléucidas conquistaron Jerusalén y de nuevo vinieron las persecuciones. Poco a poco, fueron cayendo las principales sedes
cristianas de Oriente. Incluso, Constantinopla estaba en peligro y pidió ayuda al Papa y a los reyes cristianos. En este
ambiente de defensa de la cristiandad y de Constantinopla en particular, comenzó un movimiento generalizado de querer
reconquistar los santos lugares. Este movimiento fue concretado en el concilio de Clermont en 1095 con el apoyo y el aliento
del Papa Urbano II, que fue el promotor de la primera Cruzada. Esta primera Cruzada, con todas sus vicisitudes, buenas y
malas, tuvo como resultado la conquista de Jerusalén el 15 de julio de 1099 por Godofredo de Bouillon. Durante cien años, los
cristianos estarán en Jerusalén; después serán expulsados y tratarán de reconquistarla sin éxito.
Según el historiador Thomas Madden, profesor de historia de la universidad de San Luis (USA) y autor del libro A concise
history of the crusades, hay muchos mitos con relación a las Cruzadas. Uno de ellos es que fueron guerras de agresión contra
un mundo musulmán pacífico. Esta es una afirmación completamente equivocada; pues, desde los tiempos de Mahoma, los
musulmanes intentaron conquistar el mundo cristiano. En el siglo XI, ya habían conquistado dos terceras partes del mundo
cristiano (Palestina, Egipto, Asia Menor, Norte de África, España…).
Otro mito es que, en la conquista de Jerusalén en 1099, masacraron a todos sus habitantes. Ciertamente, mataron a
muchos de ellos después de conquistarla, pero hay que recordar que, en aquellos tiempos, en todas las civilizaciones europeas
y asiáticas, la captura de una ciudad por la fuerza (por no haber querido rendirse) daba derecho a todos sus bienes e,
incluso, a sus habitantes. Lo mismo hacían los musulmanes. En cambio, en las ciudades musulmanas que se rindieron, los
cruzados respetaron a la gente y pudieron continuar libres profesando su propia fe.
Quizás parezca cruel el actuar de los tiempos medievales, pero hoy día se mata a un número muchísimo mayor en las
guerras, incluidos niños y mujeres inocentes, en bombardeos indiscriminados (recordemos Dresde, Hiroshima, Nagasaki…) y nadie
dice nada.
En cuanto a la Reconquista en España, tuvo carácter de Cruzada. Por ello los reyes españoles no participaron en las
campañas de Tierra Santa. Sin esta Cruzada de la Reconquista, España sería todavía musulmán y no habría dado al mundo tantos
misioneros y tantos santos.
Según el historiador Cardini: Las Cruzadas, entendidas como guerras santas contra los musulmanes, es una exageración.
En realidad, lo que interesaba era ayudar a los hermanos en Cristo, amenazados por los musulmanes.
Vittorio Messori dice: ¿Quién fue el agredido y quién el agresor? Cuando el año 638 el califa Omar conquista Jerusalén, ésta
ya era desde hacía más de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores del profeta invaden y destruyen las gloriosas
iglesias, primero de Egipto y luego del norte de África, llevando a la extinción al cristianismo. Toca luego a España, a
Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamará Turquía, donde las comunidades fundadas por san Pablo mismo, se convierten en
cúmulos de ruinas. En 1453, tras siete años de asedio, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El
rodillo islámico alcanza los Balcanes y, como por milagro, es detenido y obligado a retroceder ante los muros de Viena...
Todavía hoy, ¿qué país musulmán reconoce a los otros, que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto?
¿Quién se indigna ante el genocidio de los armenios ayer y de los sudaneses cristianos de hoy? El mundo, según los devotos
del Corán, ¿no está dividido en territorio del Islam y territorio de la guerra, esto es, todos los lugares todavía no
musulmanes que deben serlo, por las buenas o por las malas? Un simple repaso a la historia, incluso, en sus líneas generales,
confirma una verdad evidente: una cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión musulmana, desde los
inicios hasta hoy... ¿Deberán ser quizás los católicos quienes se hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel
intento de tener al menos abierta la vía de la peregrinación a los lugares de Jesús, que fue el ciclo de las Cruzadas? .
Evidentemente, no se justifican los abusos, excesos y masacres de los cruzados, sobre todo, en la conquista de
Constantinopla. Pero considero que nadie debe concluir de esto que la Iglesia es una institución que fomenta la violencia y
no la paz. Precisamente, no hay en el mundo entero una Institución que promueva más la paz que la Iglesia católica. Ya hace
muchos años, desde el concilio Vaticano II, la Iglesia ha hablado claro en favor de la libertad religiosa. Pero en muchos
países, los cristianos siguen siendo perseguidos y masacrados en pleno siglo XXI. Y no sólo en países comunistas como China y
Corea, también en países musulmanes y de mayoría budista e hinduista. Y ya sabemos que no faltan algunos musulmanes
extremistas que, en nombre de su religión, se creen con derecho a matar sin piedad en atentados terroristas. Por todo ello,
podemos concluir con algunas preguntas:
¿Fueron inútiles las Cruzadas? De ninguna manera. Desde el punto de vista comercial fueron extraordinariamente fecundas. Se
abrieron nuevas rutas comerciales. Los productos de Oriente se dieron a conocer en Europa y prosperó la industria. Se
desarrollaron las ciencias; cobró auge la geografía, la náutica, la medicina, las matemáticas, la astronomía, la
filosofía..., al contacto con los sabios bizantinos, judíos y musulmanes.
Por otra parte, no olvidemos que, como dice el historiador de la Academia francesa René Grousset: La catástrofe de 1453
(conquista de Constantinopla por los turcos) estuvo a punto de haber tenido lugar en 1090, y fue retrasada tres siglos y
medio .
Si eso no hubiera ocurrido, quizás ahora Europa sería musulmana y apenas habría cristianos en el mundo y menos en América. De
todos modos, creo que nadie puede dudar de que los últimos Papas han hecho y siguen haciendo más que cualquier otro líder
político o religioso del mundo por la paz. Con toda seguridad, sin la presencia de la Iglesia, el mundo sería mucho más
violento y peligroso. Ella es la mejor defensora de los derechos humanos. Sobre todo, con sus obras de caridad, de educación
y de ayuda a pobres, enfermos y necesitados del mundo entero.
3.- LA ESCLAVITUD
Éste es otro tema en el que gente sin escrúpulos y con supina ignorancia nombra a la Iglesia como causante de todos sus
males. Olvidan, o quizás no saben, que, incluso, antes del descubrimiento de América, ya los Papas habían hablado en contra
de la esclavitud. Por citar algunos Papas que la condenaron: San Gregorio Magno, Adriano I, Alejandro III, Inocencio III,
Gregorio IX, Pío II (año 1462), Leon X, Pablo III, Pío V (1568), Benedicto XIV (1714), Pío VII, Gregorio XVI y Leon XIII en
1888 con la encíclica Catholicae Ecclesiae.
La esclavitud era una práctica que se usaba desde muy antiguo y que los romanos habían legalizado. Pero, con el avance
musulmán sobre Europa, fueron muchos los miles de cristianos que tuvieron que soportar una dura esclavitud. Por esto, en la
Iglesia surgieron muchos grandes misioneros y santos, como san Juan de Mata, san Félix de Valois, san Pedro Nolasco, que
fundaron Órdenes religiosas como los Trinitarios y Mercedarios, para liberar a los cautivos.
Al descubrirse América, Colón, en su segundo viaje de 1496, llevó 300 indios esclavos a España, pero la misma reina Isabel la
Católica ordenó su regreso, imponiendo la libertad a todos sus súbditos americanos. En 1501, los Reyes Católicos dieron
rigurosas instrucciones al comendador Nicolás de Ovando para que los indios no fuesen tratados como esclavos sino como
hombres libres. Fueron muchas las cédulas reales y leyes para imponer esta norma de libertad para los indios. En los primeros
años de la conquista, no fue fácil imponer estas leyes puesto que tanto los indios como los españoles, pensaban que era
legítima la esclavitud como derecho de guerra. Según algunos historiadores, como fray Bernardino de Sahagún, los aztecas
hacían esclavos en las guerras y después los sacrificaban vivos a los dioses o se los comían. Los misioneros españoles
tuvieron mucho que hacer contra esta costumbre de los indígenas americanos y contra los mismos españoles. Incluso, las leyes
fueron duras para los que no acataban la ley, como ocurrió con Cristóbal Colón y con el mismo Hernán Cortés, que tuvo que dar
libertad a todos los esclavos que tenía trabajando en sus tierras y que había conseguido en la guerra.
Con relación a los indios, su esclavitud fue prohibida y los indios fueron dados en encomienda, como era el sistema usado en
España. Y la encomienda dio paso a la reducción de los indios en pueblos para ser mejor evangelizados. De este modo, como
dice el historiador Pereña, la corona española se adelantaba varios siglos a la abolición de la esclavitud en el mundo .
Con relación a la esclavitud de los negros, la situación fue totalmente distinta. Los Papas se opusieron rotundamente, pero
muchos teólogos y eclesiásticos la apoyaban en la práctica y hasta tenían esclavos negros en sus haciendas como trabajadores.
Los reyes españoles lo permitieron desde el principio como mano de obra, tanto para las minas como para las haciendas. El
tráfico de negros desde África fue realizado por compañías privadas, aunque con el beneplácito de los gobiernos. Los negreros
casi nunca fueron españoles. Eran la mayor parte portugueses, ingleses, holandeses, franceses y, por períodos más o menos
cortos, daneses, suecos, alemanes y norteamericanos. Normalmente, los españoles compraban los negros a los ingleses de
acuerdo a convenios. Los principales puertos españoles de América que los recibían eran Cartagena de Indias en Colombia y
Veracruz en México. Por Cartagena pasaron un millón de esclavos. No se sabe cuántos por Veracruz.
Según estadísticas, en 1872 había en Brasil 1.510.000 esclavos y 4.245.400 negros libres. En USA en 1860, 4.000.000 de
esclavos y 488.000 negros libres. En Cuba, en 1861, 370.000 esclavos y 232.000 negros libres. En Puerto Rico, en 1860,
41.000 esclavos y 240.000 libres. En México fueron liberados los 3.000 esclavos en 1810 y en Chile sus 4.000 esclavos en
1823. Perú lo hizo en 1824 y así en los demás países de habla hispana, que abolieron la esclavitud con la independencia.
Brasil fue el último país en abolirla en 1888.
Pero una cosa debemos observar, según el historiador inglés Henry Kamen: No se puede dudar que la legislación española para
los negros, como para los indios, era la más progresista del mundo en aquella época . Según varios historiadores de renombre
como Gilberto Freyre, Frank Tannenbau, Herbet S. Klein, Frederick Bower y José Antonio Saco, la crueldad no fue el signo
distintivo de la esclavitud de los negros en las posesiones españolas .
Una de las principales razones era, porque la mayoría de los negros habían sido catequizados y los consideraban como
cristianos con la misma dignidad ante Dios. Los eclesiásticos recomendaron constantemente la liberación de los esclavos.
Bower, por ejemplo, informa que, entre 1524 y 1650, fueron liberados incondicionalmente en Lima el 33.8% de los esclavos y en
ciudad de México el 40.4%. Por otra parte, es evidente que los españoles y portugueses no tuvieron prejuicios para asimilar
a la población negra y, por eso, había muchos matrimonios mixtos, lo que no ocurría en USA y en otras colonias británicas,
donde estaban prohibidos estos matrimonios.
Por poner un ejemplo, en 1830, en Surinam, Antillas holandesas, el gobernador ordenó que ningún negro fumara, cantara o
silbara en las calles de la ciudad; que, al acercarse un blanco a cinco varas, todo negro se descubriera y que no se
permitiera a ninguna negra llevar ropa alguna encima de la cintura. En USA, el liberador de los negros, el presidente
Abraham Lincoln, en un discurso en Charleston, Illinois, en 1858, dijo: No soy partidario de la igualdad social y política
entre la raza blanca y la raza negra. Existe una diferencia física entre ellas, que les impedirá siempre vivir juntas en
igualdad social y política. Existe, naturalmente, una situación de superioridad e inferioridad y mi opinión es asignar la
posición de superioridad a la raza blanca .
En USA se abolió la esclavitud en 1863, pero todavía tuvieron que pasar unos cien años hasta que los negros pudieran
disfrutar de sus plenos derechos civiles. Durante muchos años sufrieron discriminación. Martin Luther King (1929-1968), el
defensor de la resistencia no violenta a la represión racial, premio de la paz de 1964, fue asesinado por defender los
derechos de los negros en 1968. En Sudáfrica existía el apartheid... Pero lo peor de todo es la esclavitud en el mundo
musulmán.
En Zalzíbar, a fines del siglo XIX, había 200.000 esclavos en una población de 300.000 habitantes. En Mauritania, la
esclavitud fue abolida en 1982, y en algunos países, donde existe la sharia o ley extraída directamente del Corán, está la
esclavitud todavía vigente en pleno siglo XXI. Según Mahoma, el creyente puede suavizar la esclavitud, pero no abolirla y,
todavía hoy, las víctimas de las razzias de los árabes musulmanes tienen, como siempre, su meta los negros. Y en los países
donde conviven árabes y negros, como en el Sudán, los negros son sometidos a la fuerza a un trato cruel y permanente. En
cambio, la Iglesia ha rechazado oficialmente la esclavitud y, a través de sus misioneros, ha evangelizado a los negros como
no se hizo en los países protestantes. San Pedro Claver (1580-1654) en Cartagena de Indias bautizó y catequizó a 300.000.
También fueron grandes misioneros de los negros el Padre Alonso de Sandoval (1576-1652) y Diego de Avendaño (1594-1688). En
el Perú destacó Santo Toribio de Mogrovejo que trató a los negros como hijos y los liberó. El P. Francisco del Castillo fue
el infatigable apóstol de los negros en el Perú. Los eclesiásticos siempre aconsejaron la liberación de los esclavos y el
buen trato. Y, actualmente, la Iglesia sigue empeñada en liberar a los esclavos de la droga o del alcohol o de la pornografía
o de otros vicios.
La agencia de noticias Fides ha revelado el año 2004 que, cada año, un millón de niños son vendidos en los mercados de la
prostitución o son comprados para engrosar las filas de los ejércitos de países destrozados por la guerra, o, lo que es mucho
peor, son asesinados para extraer sus órganos vitales a precios astronómicos. En Tailandia, entre 1993 y 1995, la
prostitución infantil representaba entre el 10 y 16 por ciento del producto bruto. Un hígado de un niño, asesinado para
extraer sus órganos, alcanza en el mercado negro los 30.000 euros. Y muchos miles de niños son obligados a trabajar en
condiciones infrahumanas. Por eso, la Iglesia sigue levantando su voz a favor de los nuevos esclavos y ayudando a través de
sus obras sociales a todos los que puede.
4.- EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA
Otro de los puntos repetitivos de la leyenda negra son los abusos, injusticias y masacres cometidos en la conquista de
América por españoles y portugueses. Por supuesto que no faltaron abusos como en toda empresa humana, sobre todo, en las
guerras. Pero no hay duda de que los reyes españoles tomaron muy en serio la tarea de la evangelización y que ésa fue su
primera meta, sin descartar, por supuesto, otros intereses. La reina Isabel La Católica en su testamento, redactado en Medina
del Campo el 23 de noviembre de 1504, dice claramente: No permitan que los indígenas de las islas y tierra firme,
conquistadas o por conquistar, sufran el menor daño en sus personas y en sus bienes y, por el contrario, mando que sean
tratados con justicia y humanidad y que sean reparados todos los daños que hayan podido sufrir. El mismo Hernán Cortés dice:
Exhorto y ruego a todos los españoles que en mi compañía fuesen a esta guerra, que su principal motivo e intención sea
apartar y desarraigar de las dichas idolatrías a todos los naturales de estas partes y reducirlos, o a lo menos desear su
salvación y que sean reducidos al conocimiento de Dios y de su santa fe católica, porque si con otra intención se hiciese la
dicha guerra, sería injusta .
Ahora bien, es cierto que, con frecuencia, los españoles no se comportaron como buenos cristianos, sino como conquistadores
sin escrúpulos. Pero los incas y aztecas también lo eran y se mantenían en el poder gracias a la opresión violenta de los
pueblos sometidos. Cuando Pizarro llegó al Perú, los incas acababan de matar a 20.000 miembros de tribus rivales . Los incas
practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía o una epidemia. Las víctimas, a veces, eran niños,
hombres o vírgenes, que eran estranguladas o desolladas y, en ocasiones, se les arrancaba el corazón a la manera azteca .
Atahualpa, para subir al trono, exterminó a toda la familia real de su hermano Huáscar, a quien asesinó con centenares de sus
familiares. Su cráneo lo guardaba para beber y su pellejo lo usaba como tambor. Según informa el jesuita José Acosta
(1539-1599) en su Historia natural y moral de las Indias, Huayna Capac, padre de Atahualpa, era adorado como un dios y, a su
muerte, mataron mil personas de su casa para que fuesen a servirle en la otra vida (VI, 22).
Las mujeres eran propiedad del Estado y ciertos funcionarios las seleccionaban y distribuían. Tenían esclavos, que eran
prisioneros de guerra o de origen hereditario. Según dice el historiador Guamán Poma de Ayala (1534-1617) en su Nueva
Crónica y buen gobierno, el régimen incaico estaba basado en el miedo y en la obediencia total.
El imperio incaico, dice Pedro Voltes, era un coloso con pies de barro. Por eso, pudo ser conquistado por Pizarro con 170
hombres. En el Perú antiguo no se pensaba en otra cosa que en obedecer y, preso y muerto Atahualpa, se siguió obedeciendo a
quienquiera que mandara. Y así lo hizo el último obrero y lo hizo el astrónomo y lo hizo el cirujano que practicaba
trepanaciones y el constructor que levantaba obras, que hoy siguen pasmándonos con sus misterios técnicos insolubles en sus
picachos de vértigo .
Según Guamán Poma de Ayala, al referirse a las ceremonias fúnebres de los Antisuyos, escribe: Son indios de la montaña que
comen carne humana. Y así, apenas tienen al difunto, que luego comienzan a comerlo, que no dejan carne sino todo hueso .
En cuanto a los aztecas, se sabe que hacían continuas guerras para tener esclavos que sacrificar a sus dioses. En 1485
habían sido sacrificados al dios Hvitzilopoctli más de 84.000 indios . Según fray Toribio de Motolinía, franciscano y gran
educador de los indios: Después que los españoles anduvieron de guerra y ya ganada México hasta pacificarse la tierra, los
indios amigos de los españoles, muchas veces, comían de los que mataban, porque no todas las veces los españoles se lo
impedían, sino que, algunas veces, por la necesidad que tenían de los indios, pasaban por ello, aunque lo aborrecían .
De modo que, no sólo hacían miles de sacrificios humanos, sino que se comían a los vencidos. Sin embargo, hay muchos que
hablan de que los conquistadores aniquilaron su cultura. Pero, cuando llegaron los españoles a América, encontraron que
ignoraban la rueda, la bestia de carga, la bóveda, la escritura, la moneda... y desconocían las técnicas que hacen posible
amplios cultivos agropecuarios. Por supuesto que la conquista, no fue obra exclusiva de los españoles. Apenas si llegaban a
América, cuando más, unos quinientos españoles por año. Hubiera sido imposible que tan pocos hubieran conquistado tan grandes
imperios, si no hubieran tenido el apoyo de tribus amigas, que querían liberarse del yugo de sus opresores. Según dice Hernán
Cortés en su III carta al Emperador, la conquista de México, el 13 de agosto de 1521, fue obra de 900 españoles contra más de
150.000 hombres, pero ayudados por las tribus amigas. Por eso, el gran historiador Arturo Arnáiz pudo afirmar: La conquista
de México la hicieron los indios y la independencia los españoles. Pues la conquista fue fundamentalmente lucha entre tribus
rivales y la independencia fue obra de los criollos, descendientes de españoles. Sin embargo, la gran despoblación de América
no se debió a las guerras sino a los efectos devastadores de las epidemias. Los españoles contagiaron enfermedades
desconocidas en América, como la viruela y el sarampión, que ocasionaron millones de muertos. Pero también los españoles
murieron en grandes cantidades, debido a las enfermedades tropicales.
En cuanto a los abusos de los españoles, la mayoría de los historiadores actuales reconoce que fray Bartolomé de las
Casas, cuando habla de ellos en su escrito Brevísima relación de la destrucción de las Indias (año 1542), está exagerando
mucho. El Padre Las Casas había sido encomendero y, al convertirse, su celo desmedido a favor de los indios le llevó a
exagerar en contra de los españoles. Él dice, por ejemplo, que los aztecas no mataban en México al año en sacrificios humanos
ni a cincuenta, pero historiadores como Alfonso Trueba dice: En el imperio azteca se sacrificaban veinte mil hombres al año .
El primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, un hombre prudente y honesto, afirma en una carta de 1531, dirigida al
capítulo franciscano reunido en Tolosa, que los indios tenían la costumbre de sacrificar 20.000 hombres cada año .
Sin embargo, todas sus exageraciones sobre los atropellos cometidos, fueron recibidas en la corte y se dieron las normas
oportunas. El mismo emperador Carlos V lo defendió contra sus detractores y lo nombró obispo de Chiapas. Sobre él, escribió
fray Toribio de Benavente, Motolinía, al emperador en 1555: Todos sus negocios han sido con algunos desasosegados,
escribiendo cosas con su apasionado espíritu contra los españoles .
En cuanto a las encomiendas, no fue un sistema de esclavitud ni un invento de los conquistadores para explotar a los indios.
Era una institución establecida en España desde hacía varios siglos y que los españoles transplantaron a América como el
mejor medio de educarlos. Después, la encomienda dio lugar a las reducciones en pueblos, pero fue oficialmente suprimida en
1718.
Recordemos que los españoles tuvieron que luchar contra la esclavitud que practicaban los indios y que era una costumbre
ancestral entre ellos. Dice fray Toribio de Benavente: En esta provincia de Tlaxcala, el año pasado (1536), libertaron más
de veinte mil esclavos y pusieron grandes penas para que nadie hiciese esclavo ni lo comprase ni lo vendiese, porque la ley
de Dios no lo permite .
Sobre la poligamia, anotemos que Moctezuma, en Tepic, tenía en su palacio mil mujeres y algunos afirman que tres mil entre
señoras y criadas y esclavas; de las señoras, que eran muchas, tomaba para sí Moctezuma las que bien le parecía . Y de los
principales señores de esta tierra hubo algunos que tuvieron a ciento, a ciento cincuenta y hasta doscientas mujeres. Entre
los señores y principales se repartían la mayor parte de las mujeres casaderas, dejando muy pocas para los pobres, que apenas
tenían, con quien casarse. Además, los señores robaban a las niñas para agregarlas más adelante al número de sus mujeres .
Y no sólo hablamos de México. Según el gran estudioso Salvador Madariaga en su libro El auge y ocaso del imperio español en
América, era normal la poligamia, la esclavitud y el canibalismo en América antes de la llegada de los españoles.
Por eso, los misioneros tuvieron una gran tarea en la evangelización. En México, en cada convento, había escuela y hospital.
En el siglo XV en México, había 300 conventos, que tenían escuelas externas para los niños del pueblo común y otra interna
para los hijos de los indios principales. En 1540, fray Toribio de Benavente escribe: Hay tantos alumnos indios que, en
determinados monasterios, hay 300, 400, 600 y hasta mil alumnos .
En Lima, en 1549, el obispo Loayza fundó un hospital, exclusivamente para indios, y él mismo vivía en el hospital y los
cuidaba. Por otra parte, los religiosos misioneros prestaron un inmenso servicio para la preservación de las lenguas
indígenas. Entre 1524 y 1572, escribieron 109 obras de bibliografía indígena; se esforzaron en aprender las lenguas de los
indios y predicarles en su propia lengua; y eran los primeros que se oponían a las autoridades políticas y militares,
luchando para que los tributos fueran justos y se evitaran los abusos de los encomenderos. Algunos escribieron importantes
libros sobre la cultura, religión, historia, medicina, arte, etc., de los indígenas. También fundaron las primeras
universidades de América como la universidad de San Marcos de Lima, en 1551, para españoles, indios y mestizos.
Un capítulo aparte y especial es el que se refiere a las Reducciones del Paraguay. Fueron dirigidas por los jesuitas, que
tuvieron que defenderlas de los peligros del contacto externo con comerciantes españoles. Por eso, estuvieron prácticamente
aisladas, pero también tuvieron que defenderlas de las excursiones de los paulistas que, desde Brasil, hacían razzias para
llevarse indios como esclavos (la esclavitud de indios estaba permitida en Brasil). Entre 1628 y 1630 los paulistas se
llevaron 60.000 cristianos de las Reducciones como esclavos. Por este motivo, los misioneros tuvieron que armar un ejército
que, con permiso de las autoridades españolas, tenían hasta armas de fuego. Sólo así pudieron defenderse. Algunos autores,
dicen que habitaban en las Reducciones paraguayas unos 150.000 a 200.000 indios. No eran, pues, unas pequeñas reservas
indias, sino una verdadera nación fuerte y organizada. Como referencia, pensemos que, en 1725, Buenos Aires sólo tenía unos
5.000 habitantes.
En 1700 había unos 250 jesuitas a su cargo. Los visitantes se admiraban de la prosperidad, al ver allí relojes, órganos y
toda suerte de instrumentos musicales, fabricados completamente por los indios. En algunos lugares, tenían astilleros para
construir sus propias embarcaciones. Había imprentas para imprimir textos, gramáticas, catecismos y libros espirituales.
Hablaban en guaraní, lo que fue decisivo para que esta lengua se conserve hasta hoy. Los castigos impuestos por los
misioneros eran muy benignos: unos días de cárcel o algunos azotes. Entre 1608 y 1768 vivieron en las Reducciones unos 1.500
jesuitas y, entre ellos, hubo 32 mártires.
Voltaire, el famoso filósofo francés, blasfemo y anticristiano, decía sobre las Reducciones: Cuando se arrebataron a
los jesuitas las misiones del Paraguay en 1768, los indios habían llegado al grado más alto de civilización que un pueblo
joven puede alcanzar… En las misiones se respetaba la ley, se llevaba una vida limpia, los hombres se consideraban como
hermanos, florecían las ciencias útiles y aún algunas de las artes más bellas y en todo reinaba la abundancia .
Según el historiador francés Clovis Lugon: Ninguna región de América conoció en la época una prosperidad tan general ni un
desarrollo económico tan sano y equilibrado . Algunos autores hablan de estas Reducciones como de las comunidades utópicas,
ideales, más perfectas y duraderas de la historia humana. Al momento de su extinción, estaban en plena prosperidad. Y su
extinción provino de causas externas. El gobierno español, infiltrado por masones e ilustrados racionalistas, decidió la
expulsión de los jesuitas de los territorios españoles de la península y ultramar. En ese momento, año 1767, en las
Reducciones había 769.869 cabezas de ganado bovino; 38.141 ovino; 139.634 caballos, mulas y burros, para darnos una idea de
su prosperidad .
Al ser expulsados, había en toda América 2.700 jesuitas, de los que 420 murieron durante la travesía hasta Cádiz, debido a
malos tratos, pues iban como prisioneros. A principios del Siglo XIX, lo poco que quedaba de las Reducciones fue arrasado en
las guerras de la independencia. Ahora sólo quedan, en la selva, unas ruinas ciclópeas de iglesias misionales, restos de
casas, talleres, graneros, como triste testimonio de la victoria de la Ilustración, es decir, del dominio de la Razón, sobre
Dios y el Evangelio.
Más datos sobre el esfuerzo de España en la evangelización de América: En 1623 había en la América hispana 70.000 iglesias, y
cada año partían a América unos 130 a 150 misioneros. En ese año, había más de 11.000 religiosos y muchísimos sacerdotes
diocesanos, trabajando en América. Muchos de ellos murieron mártires a manos de los indios o por otras causas, como
aquellos 40 jesuitas, asaltados en su viaje a América por piratas holandeses y que fueron asesinados por el delito de ser
papistas, en junio de 1570.
Por supuesto que entre los sacerdotes también hubo algunos que no fueron dignos. Y también a ellos los condenaba la
Inquisición. Pero hubo más de 30 santos y un gran número de mártires, que brillaron en la América hispana como una luz de
Dios en las tinieblas. Entre ellos, podemos citar a san Juan Diego, el de la Virgen de Guadalupe, los 3 niños mártires de
Tlaxcala y los beatos Juan Bautista y Jacinto de los ángeles (indígenas). El Venerable Francisco de la Cruz y Antonio Roa,
san Roque Gonzáles, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, beato Sebastián de Aparicio, san Felipe de Jesús, mexicano mártir
en Japón. San Pedro de san José Betancourt, venerable Antonio Margil de Jesús, beato Junípero Serra, santo Toribio de
Mogrovejo, san Juan Macías, san Martín de Porres, santa Rosa de Lima, santa Mariana de Jesús, beata sor Ana de los Ángeles y
Monteagudo, san Francisco Solano, san Luis Beltrán, san Pedro Claver (1580-1654), venerable Vicente Bernedo, beato José de
Anchieta (1534-1597), y tantos otros más .
En resumen, podemos decir con Lewis Hanke, historiador norteamericano: La conquista de América por los españoles fue uno de
los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y
sanguinaria .
Pero, a pesar de todo, pareciera que algunos hubieran deseado la conquista de América por los países protestantes, para
quienes los indios eran de raza inferior y no podían mezclarse con ellos en matrimonio. Ya es conocido lo que pasó en USA,
donde los indios fueron exterminados. En USA los indios que sobreviven son unos cuantos miles, mientras en América Latina la
mayoría de la población es india o mestiza. Pierre Chaunu, un historiador calvinista y, por tanto, nada interesado,
reconocía que la leyenda antihispánica en su versión norteamericana ha desempeñado el saludable papel de válvula de escape.
La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la
frontera oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró liberarse de este modo de su crimen, lanzándolo
de nuevo sobre la América católica . Desde 1636 se inició la guerra de exterminio contra los indios norteamericanos, porque
los indios eran considerados por los puritanos ingleses como Satán. Así lo dice el especialista norteamericano Roy H. Pearce:
Allí donde el indio se oponga al puritano, es considerado como Satán que se opone a Dios .
Las matanzas de indios eran promovidas por los autoridades. En 1703 el gobierno de Massachussets pagaba 12 libras esterlinas
por cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la caza de indios, organizada con caballos y jaurías de perros, no tardó en
convertirse en una especie de deporte nacional, muy rentable. El dicho: El mejor indio es el indio muerto, puesto en
práctica en USA, nace no sólo del hecho de que todo indio eliminado constituia una molestia menos para los nuevos
propietarios, sino también del hecho de que las autoridades pagaban bien por su cuero cabelludo. Se trataba de una práctica
que, en la América española, no sólo era desconocida sino que, de haber tratado alguien de introducirla de forma abusiva,
habría provocado, no sólo la indignación de los religiosos, siempre presentes al lado de los colonizadores, sino también las
severas penas establecidas por los reyes para tutelar el derecho a la vida de los indios .
Si por un imposible, España con Portugal se hubieran pasado a la Reforma, habrían aplicado los mismos principios que los
puritanos de Norteamérica. Un inmenso genocidio hubiera borrado del mapamundi la totalidad de los pueblos indios. Los
historiadores no se hubieran tenido que molestar en elaborar interpretaciones llamativas sobre la encomienda, la
evangelización... Les hubiera bastado, como a los sociólogos, con agenciarse el aparato fotográfico del turista ingenuo para
ver las reservas indias, un pobre rebaño de supervivientes testigos .
Por ello, decía el gran historiador Maltby: Fueran cuales fuesen los efectos de su gobierno, en la historia no hubo ninguna
nación que igualara la preocupación de España por la salvación de las almas de los nuevos súbditos . Y mientras en Europa,
desde el siglo XVI, seguían matándose en las terribles guerras de religión entre católicos y protestantes, en América se
vivía en paz. Por eso, el historiador mexicano Octavio Paz decía en 1974: Desde la segunda mitad del siglo XVI hasta finales
del siglo XVIII, la Nueva España fue una sociedad pacífica y próspera .
¿Valió la pena la conquista y evangelización de América Latina por los españoles? ¿Hubiera sido mejor que hubieran seguido
con sus prácticas crueles y con su atraso cultural? ¿Hubiera sido mejor la colonización al estilo norteamericano? Al menos,
todos podrán concordar que, con todos los errores y abusos, la colonización española fue la menos mala, por no decir la
mejor.
5.- ¿INTOLERANCIA CATÓLICA?
Hay algunos que todavía ven a la Iglesia católica como la causa de todas las desgracias de la humanidad. Niestsche, en su
obra El anticristo, acusa a la Iglesia de ser la causante de todas las calamidades del mundo moderno. Para él, que no tenía
fe, nada era más vergonzoso que ser cristiano. Aunque Niestsche lo decía, hablando directamente de la Iglesia protestante de
Dinamarca, algunos se lo aplican también a la Iglesia católica o piensan de la misma manera. Para muchos, la Iglesia católica
es la institución más intolerante que ha existido. Pero no olvidemos que los ateos, agnósticos o racionalistas de la
Revolución francesa, que se proclamaban los defensores de la libertad y de los derechos humanos, destruyeron por puro
vandalismo tesoros culturales y artísticos de muchas bibliotecas eclesiásticas y los monasterios de Cluny, Longchamp, la
abadía de Lys, los conventos de Saint Germain-des-Prés, Montmartre, Marmoutiers, la catedral de Macon, la de
Boulogne-sur-Mer, la Sainte Chapelle de Arras, el castillo de los templarios de Montmorency, los claustros de Conques y otras
innumerables obras de arte y de cultura antigua. En 1815, veintiséis años después del 1789, Europa era un campo desolado por
las guerras napoleónicas y las nuevas ideas revolucionarias.
Aquellos, que habían derrocado a Dios y habían colocado en su lugar a la diosa Razón y tanto hablaban de los derechos del
hombre, cometieron el más grande genocidio de la historia moderna en la Región de la Vendée. El historiador Secher habla de
genocidio de todo un pueblo en un territorio de 10.000 kilómetros cuadrados, donde masacraron unas 120.000 personas. Incluso,
destruyeron sistemáticamente casas, cultivos y ganado para matar de hambre a los supervivientes. El general jacobino
Westermann, que fue quien venció a los rebeldes, que no aceptaban las nuevas ideas, escribió al gobierno de París: La Vendée
ya no existe, ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños. Acabo de enterrar a un pueblo entero en las
ciénagas y los bosques de Savenay. Ejecutando sus órdenes, he aplastado a los niños bajo los cascos de los caballos y
masacrado a las mujeres que así no parirán más bandoleros. No tengo que lamentar ningún prisionero. Los he exterminado a
todos .
Y la deshumanización de estos revolucionarios llegó hasta tal punto que, con las pieles curtidas de los vencidos,
hicieron botas para los oficiales. Y hervían los cadáveres para extraer grasa y jabón. Algo superado sólo por las cámaras de
gas de los nazis, otro régimen ateo que persiguió a la Iglesia sin compasión. Y no digamos nada de los regímenes ateos de
Rusia o Laos o Vietnam. En Rusia, ¿cuántos millones fueron enviados a Siberia por el único delito de ser opositores
políticos? ¿Cuántos sacerdotes y religiosos encarcelados y asesinados por el único delito de creer en Dios? ¿Y las purgas de
Stalin? ¿Y los asesinatos en China y en otros países comunistas? Según el premio Nóbel de literatura Alexander Solzhenitzyn,
entre 1917 y 1959 hubo 60 millones de víctimas del comunismo en Rusia, de los cuales 20 millones lo fueron por motivos
religiosos. Los comunistas rusos mataron a 150 obispos, 100.000 sacerdotes y 100.000 monjes, casi todos ortodoxos, pero
también católicos. Según el informe de la KGB, la policía secreta soviética, dado a conocer en 1994, entre 1928 y 1952 fueron
asesinados 92 millones de rusos. El número se amplía inmediatamente, si se mira al conjunto de naciones, donde estuvo vigente
el comunismo: el total se acerca a 100 millones . En España, en la guerra civil de 1936, mataron a 6.500 sacerdotes. Los
revolucionarios franceses a 3.000.
En 1794, mataron los revolucionarios franceses a Antoine Laurent Lavoisier que fue uno de los principales
protagonistas de la revolución científica, que condujo a la consolidación de la química, por lo que se le considera como el
padre de la química moderna. Cuando el jefe del tribunal revolucionario pronunció la sentencia para ser guillotinado, dijo:
La República no necesita sabios. Los revolucionarios de la libertad, al igual que los ateos y agnósticos, que tanto hablan
contra la Iglesia por el caso Galileo, parecen no recordar el caso Lavoisier o Duhem o de otros científicos, a quienes ellos
liquidaron por no tener sus mismas ideas. El 10 de noviembre de 1793 los revolucionarios consagraron la catedral de Notre
dame a la diosa Razón. Se transportó desde la Opera un escenario y lo colocaron delante del altar. Su pieza central era una
montaña en cuyo pico se alzaba una estatua de la Filosofía. Por el nuevo templo desfiló una joven actriz, Mademoiselle Aubry,
vestida con una larga túnica blanca y un manto azul y armada con la lanza de la Ciencia. Estaba acompañada de un coro de
bailarinas, vestidas de blanco, y quemaron incienso ante el altar. La multitud cantó: “Tú, santa libertad, ven a vivir en el
templo y sé la diosa de los franceses”. Esta profanación despertó tal entusiasmo que, casi inmediatamente, dos mil
trescientas cuarenta y cinco iglesias fueron transformadas en templos de la Razón .
En 1789, la Asamblea nacional francesa reconoció que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Pero eran
derechos sin ninguna referencia a Dios, sólo porque así lo querían ellos y lo proclamaban. Por eso, podían dar leyes en
contra de Dios y de los derechos de los creyentes. Porque los derechos humanos, según ellos, sólo se fundamentaban en la pura
razón, que puede opinar de diferentes maneras, según convenga.
Por otra parte, consideraban que el poder procede del pueblo. Por tanto, cualquier autoridad que no venga del voto popular,
no tiene validez. Con esto estaban declarando la guerra abierta a la Iglesia, pues el Papa no es elegido por voto popular, la
Iglesia no es una sociedad democrática, sino jerárquica. De ahí que en 1790, en la Constitución civil del clero, se daban
normas para que las elecciones de obispos o párrocos fueran hechas por voto popular, incluso de no católicos y ateos. De la
misma manera, habría que votar para definir un dogma de fe. Como si todo lo legal fuera bueno o como si todo lo que se vota
por mayoría de votos fuera automáticamente bueno. En ese caso, ¿qué podríamos decir de las leyes del aborto o de la
eutanasia? Las autoridades deberían ser también automáticamente buenas, por haber sido elegidas por mayoría y ya sabemos por
experiencia que lo democrático no es siempre lo mejor, ni lo legal defiende siempre los derechos humanos.
Cuando la ONU elaboró la declaración de los derechos humanos en 1948 decía: Todos los seres humanos nacen libres e iguales
por dignidad y derechos. Ellos están dotados de razón y conciencia y deben actuar los unos hacia los otros con espíritu de
fraternidad. Aquí tampoco aparece Dios por ninguna parte. Por eso, la Iglesia no pudo firmar esta declaración. Y el Papa
Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris del 11 de abril de 1963, tuvo que aclarar bien los derechos humanos,
fundamentados en el Creador. Dice: Hemos de valorar la dignidad (de la persona humana), porque los hombres han sido redimidos
con la sangre de Jesucristo, hechos hijos y amigos de Dios por la gracia sobrenatural y herederos de la gloria eterna (No.
10) Y el Papa hace la conexión entre los derechos y los deberes del hombre y afirma que el orden espiritual, cuyos principios
son universales, absolutos e inmutables tiene su origen único en Dios verdadero, personal y que transciende la naturaleza
humana (No. 38).
Al respecto, es bueno saber que sólo gracias al cristianismo, ciertamente, se extendió el respeto a los seres humanos, en
cualquier situación. Es interesante saber, por ejemplo, que cuando el emperador Constantino reconoció el cristianismo, se
sintió obligado, desde el primer momento, a introducir cambios en las leyes dominicales, de modo que fuese fiesta para todos,
y a preocuparse de que los esclavos también pudieran disfrutar de algunos derechos .
Y en cuanto a los protestantes, ¿han sido más tolerantes que los católicos a lo largo de la historia? Comencemos diciendo que
Lutero odiaba a los judíos y escribió un libro en 1543 Sobre los judíos y sus mentiras, donde aconseja que quemen sus
escuelas y sinagogas, destruyan sus casas y les confisquen sus bienes. Incluso, afirma que quienes los toleren y protejan
tendrían que dar cuenta a Dios de sus abominaciones. En su libro Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos,
incita a los príncipes a matarlos por sus desmanes en la llamada guerra de los campesinos, donde mataron a unos 150.000
campesinos. A los teólogos de la universidad de París los llama grandes burros y a la Facultad teológica, Madre de todos los
errores de la cristiandad y la mayor prostituta del espíritu. No podía soportar a sus oponentes como Münzer, Karlstadt,
Schurf, Karg, Agrícola, Osiander, Flacius, Ecolompadio, Zwinglio... El 10 de diciembre de 1520 quemó públicamente en
Wittenberg todos los libros de leyes de la Iglesia: Decreto de Graciano, Decretales de Gregorio IX, Libro sexto de Bonifacio
VIII, Las Constituciones clementinas, el Derecho canónico, la bula Exsurge Domine, la Summa Angelica de Angelo Carletti, el
Chrysopassus de Eck y otras muchas obras más.
Calvino mismo perseguía a sus contrarios como Castellion, Alciato, Bolsec, Grocio y Servet, a quien quemó en la hoguera. La
tortura que se aplicaba en Ginebra, siendo Calvino dictador, no tenía límite de tiempo como en la Inquisición. A Gruet lo
torturaron durante un mes entero, mañana y tarde, desde el 28 de junio al 25 de julio de 1547 por ser su adversario personal
.
En la universidad de Oxford, hasta 1871, se exigía, para poder estudiar, la declaración de aceptación de la profesión de fe
anglicana. En cambio, la universidad católica de Padua, del siglo XVII, fue la primera universidad que aceptó estudiantes de
otras religiones.
Y podemos seguir hablando de la intolerancia de los musulmanes, que es evidente en nuestros propios días del siglo XXI. Hay
países como Sudán, Egipto o Arabia Saudita, donde, si un musulmán se convierte a cristiano, tiene pena de muerte. En otros
países, los cristianos son perseguidos y les hacen la vida imposible. Por eso, entre 1975 y 1995, el 40% de los cristianos
del Líbano abandonaron el país. Los países cristianos conceden libertad para edificar sus mezquitas, pero ellos no lo
conceden en sus propios países.
A los no musulmanes se les niegan sus derechos civiles y, en algunos países musulmanes, la persecución es respaldada por la
ley. Está la ley de la blasfemia, en virtud de la cual cualquier ciudadano puede acusar a un cristiano de haber hablado mal
del profeta. Está la Sharia o ley musulmana, que impone a todos sin excepción las normas del Corán. Precisamente, los
musulmanes no se distinguen en cuestión de tolerancia. A Salman Rushdie le impusieron la pena de muerte por publicar un libro
en el que decía algunas frases no muy correctas sobre el profeta Mahoma. Algo parecido le ha sucedido a Jean Claude Barrau,
el ensayista católico, que ha escrito la obra De l’Islam en general et du monde moderne en particulier. Los musulmanes
franceses quieren matarlo. Y no le perdonan por más que haya pedido perdón. Eso sí es intolerancia. Y más cuando se acude a
actos terroristas para imponer sus ideas. Y esto sin olvidar que en 1915, los turcos masacraron a 1.500.000 cristianos
armenios, un verdadero genocidio de todo un pueblo.
Podríamos hablar también de la intolerancia de los aliados en la segunda guerra mundial y de las masivas masacres, producidas
por las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en el Japón o de los bombardeos masivos contra ciudades alemanas. Sobre todo,
es dramático, como un ejemplo de horror, el caso del bombardeo de Dresde entre el 13 y 14 de febrero de 1945. Murieron
250.000, la inmensa mayoría civiles, indefensos e inocentes. Por eso, podemos preguntar: ¿quiénes son más intolerantes? ¿los
católicos, los protestantes, los ateos, los musulmanes? Que cada uno saque sus propias conclusiones, sin caer en las palabras
fáciles o aprendidas de memoria. Porque, como decía Jesús: El que esté sin pecado que tire la primera piedra (Jn 8,7).
6.- LA PENA DE MUERTE
Muchos anticlericales siguen considerando a la Iglesia como agresiva y violenta por haber permitido la tortura y la pena de
muerte en tiempos pasados. Ciertamente , la Iglesia a lo largo de los siglos consideró un derecho normal del Estado el
aplicar la pena de muerte a ciertos criminales.
En la actualidad, hay 90 países en el mundo que mantienen todavía en sus leyes la pena de muerte. Y no necesariamente en
países católicos, sino especialmente entre los musulmanes como Irak, Irán, Yemen o Arabia Saudita, donde pueden matar a
menores de 18 años. En otros países musulmanes, en donde está vigente la sharia, ley musulmana, hasta por adulterio se
condena a la pena de muerte, como a la señora Zafía de Nigeria. Y estas muertes, en países musulmanes, pueden ser por
degollación o lapidación.
Por supuesto que los países comunistas no se quedan atrás. Pero lo que más llama la atención es que en USA, el país de la
libertad, es donde más se viola el derecho a la vida, aceptando la pena de muerte en 38 Estados. Los medios para hacerlo
pueden ser inyección letal, cámara de gas, silla eléctrica o la horca. Pero antes de que se ejecute la sentencia, hay muchos
sentenciados a muerte que pasan años en el corredor de la muerte, con la consiguiente tortura y angustia mental.
El total de ejecutados desde 1977 a 1998 ha sido de 487 reos. Actualmente, hay más de 3.500 condenados a muerte. El año 1997
fueron ejecutados 74 en todo el país. Y lo más grave es que muchos eran inocentes. Según la revista Newsweek de USA y, de
acuerdo a investigaciones realizadas en 1998, de los últimos 487 ejecutados en ese país, 75 eran inocentes.
Y ¿qué dice la Iglesia en la actualidad sobre la pena de muerte? En el catecismo de la Iglesia católica, en la edición de
1997, en el N° 2267 se afirma: Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir
eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquel que lo ha cometido sin quitarle las posibilidad de redimirse, los casos en
los que sea absolutamente necesario suprimir al reo sucede muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos.
Y en la encíclica Evangelium vitae decía: La medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente sin
que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo, salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la
defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la
institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir, prácticamente inexistentes (No. 56). El Papa, en la noche de
Navidad de 1998, hablaba del recurso innecesario a la pena de muerte.¿Alguien le hace caso al Papa?
Sobre este punto de la pena de muerte, podríamos alargarnos, hablando del aborto, de la eutanasia, de la clonación,
de los anticonceptivos, de la fecundación artificial en laboratorio y de otros temas afines de bioética como los
experimentos con embriones humanos, en los que mueren miles y miles. Se fecundan los óvulos en el laboratorio y los embriones
sobrantes se congelan y se guardan en bancos de embriones, que después de cierto tiempo se desechan o sirven para suministrar
médula ósea y otro tipo de células compatibles para familiares enfermos. A esto se le llama progreso. Esta matanza de tantos
miles de seres humanos en laboratorio tiene la ventaja sobre el holocausto nazi en Auschwitz de que se hace en nombre de la
ciencia y está legalizado ya en muchos países. Y nadie protesta, porque se hace a ocultas sin mucha propaganda, aunque
realmente sea un verdadero genocidio de los seres humanos más indefensos, de los todavía no nacidos. Para algunos es muy
fácil decir que no son seres humanos hasta el momento de la implantación en el útero o hasta que tengan determinado
desarrollo. Pero ¿quién decide cuándo un embrión es un ser humano o no lo es? Quizás algún día el avance de la ciencia pueda
decir con claridad que la Iglesia tenía razón y que el ser humano comienza con la fecundación y que, desde ese momento, es
sujeto de derechos humanos y que no se le puede eliminar con la excusa de investigaciones científicas.
Es una contradicción que haya quienes estén en contra de la pena de muerte y sean partidarios del aborto. ¿Cuántos
millones de seres humanos inocentes mueren cada año por el aborto? Más de sesenta millones. Legalizar el aborto es declarar
legalmente la pena de muerte para millones de seres humanos no nacidos y, además, sin derecho a defensa.
7.- PÍO XII, LOS NAZIS Y LOS JUDÍOS
Antes de la muerte de Pío XII, en 1958, ya hubo algunos que lo acusaron de haber sido favorable al nazismo y de no haber
hablado en contra de las masacres de judíos. Esta acusación volvió a aparecer en 1963 con la publicación de El Vicario, una
pieza teatral de Rolf Hochhuth, un escritor alemán de izquierda. En esta obra polémica, sostiene que Pío XII estuvo más
preocupado por las finanzas vaticanas que por el exterminio de los judíos. Después de tres décadas, volvió a resurgir el tema
y, actualmente, hay muchos libros escritos sobre ello.
Comencemos por decir que en los años previos a la guerra, se produjo un constante acoso contra católicos y judíos por parte
del III Reich. Las persecuciones contra sacerdotes o seglares, enviados a campos de concentración, y las prohibiciones de
peregrinaciones, clausurando publicaciones católicas y escuelas, fueron constantes. Incluso, se intentaron múltiples
procesos a religiosos por abusos sexuales o tráfico de divisas. El más espectacular de estos procesos tuvo lugar en abril de
1936 contra 276 monjes y religiosas de Westfalia y Renania. En cuanto a los judíos, no podemos olvidar la noche de los
cristales (Kristallnacht) del 9 al 10 de noviembre de 1938 con la quema de negocios judíos y sinagogas.
Heydrich, jefe de la Gestapo, ya en 1935, en su escrito Metamorfosis de nuestro combate, (Wandlungen unseres Kampfes),
hablaba de las dos grandes amenazas contra Alemania: el judaísmo y el catolicismo. ¿Qué hizo la Iglesia? Pío XI, en 1931, en
la encíclica Casti Connubii había condenado la ley de esterilización obligatoria que entró en vigor en 1934. En 1941, la
valiente denuncia de algunos obispos, especialmente del obispo de Münster Mons. Clemens August Graft von Galen reveló
detalles de cómo fueron asesinados 800 enfermos en casas, especialmente preparadas para ello y la manera cómo comunicaban
noticias falsas a sus seres queridos sobre su fallecimiento. El obispo condenó con fuerza estos atropellos y denunció que ese
programa de eutanasia llevaría a la muerte a personas discapacitadas para el trabajo, a enfermos graves, ancianos y a los
soldados heridos, que regresaban del frente. Los tres sermones del obispo sobre este tema causaron mucha conmoción entre la
población civil y entre los soldados alemanes del frente. Por eso, los jefes nazis decidieron suprimir el programa y aplazar
el ajuste de cuentas con la Iglesia después de la victoria. No querían que los católicos se soliviantaran en el preciso
momento en que acababa de comenzar la guerra con la URSS.
En 1937, el Papa Pío XI publicó la encíclica Mit Brennender Sorge, en la que tuvo mucha influencia su secretario de Estado el
futuro Pío XII, y donde se habla claramente contra el nazismo y sus ideales racistas. El efecto de la encíclica, lejos de
calmar a los nazis, significó una asfixiante represión, volviéndose a las hostilidades por parte de las SS. y de la Gestapo .
El año 1939, al poco tiempo de asumir el Pontificado, Pío XII publicó la encíclica Summi Pontificatus, donde hablaba de la
necesidad de la paz y que su tarea sería buscar la paz entre los beligerantes. El periódico New York Times publicó un
artículo sobre la encíclica en primera página, el 28 de octubre de1939, donde decía: El Papa condena a los dictadores,
violadores de los tratados y al racismo. Fuerzas aéreas aliadas arrojaron miles de copias de la encíclica en tierra alemana
en un intento de avivar los sentimientos antinazis.
Entre el otoño de 1939 y la primavera de 1940, el Papa en persona aceptó hacer de intermediario entre los ingleses y los
militares alemanes que conspiraban contra el nazismo... Un grupo de generales estaba proyectando un golpe de Estado para
deponer a Hitler. Los conspiradores querían el retorno de Alemania a una democracia moderada y conservadora. Sin embargo,
antes de actuar, necesitaban la garantía inglesa de que las democracias occidentales no intentarían imponer a Alemania una
paz Wilsoniana. El Papa tendría que proporcionar estas garantías... Para el Papa se trataba de un plan sumamente arriesgado,
podía verse envuelto en una conspiración para eliminar a un tirano, lo que no sólo significaba exponerse él y exponer a sus
colaboradores, sino poner en grave peligro la vida católica en Alemania, Austria, Polonia e, incluso, Italia. Se trataba,
pues, de un hecho absolutamente desconcertante en la historia del Papado. El Papa fue consciente de ello y se tomó un día
para reflexionar y decidir. Al final, el Papa aceptó decidiendo, al mismo tiempo, mantener al margen a los responsables
oficiales de la política de la Santa Sede, es decir, a la Secretaría de Estado... Pero, poco a poco, la iniciativa
diplomática se desinfló, convirtiéndose en una desilusión para Pío XII .
El Papa hizo que el 23 de febrero de 1940, el Santo Oficio condenara la esterilización; y el 27 de noviembre de 1940 condenó
el homicidio eugenésico como proponían los nazis.
En 1940 envió telegramas de solidaridad a los soberanos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, cuya neutralidad había sido violada
por los alemanes (los habían invadido). Los telegramas causaron un gran revuelo y las violencias nazis contra L´Osservatore
Romano, que publicó los telegramas del Papa, mostraron las dificultades con que tropezaba cualquier intento de hablar por
parte del Vaticano .
En la crisis político diplomática con Hitler y Mussolini, provocada por los telegramas, el Papa declaró al embajador italiano
ante la Santa Sede que no tenía ningún temor a terminar en el campo de concentración o en manos hostiles .
En enero de 1940, el Papa dio instrucciones a radio vaticana para que revelara la espantosa crueldad de la tiranía salvaje
que los nazis estaban aplicando a los judíos y católicos polacos. Sobre estas transmisiones, el New York Times escribió una
editorial, donde decía: Ahora el Vaticano ha hablado con una autoridad indiscutible y ha confirmado los peores presagios de
terror, que emergen de las tinieblas de Polonia. En Inglaterra, el Manchester Guardian elogió al Vaticano como el más
enérgico defensor de la Polonia torturada.
Ese año, más de la tercera parte del clero secular alemán y la quinta del regular, o sea, más de 8.000 sacerdotes fueron
sometidos a medidas coercitivas, 110 murieron en campos de concentración, 59 fueron ajusticiados, asesinados o perecieron a
causa de los tratos recibidos .
El 20 de julio de 1942, una carta pastoral de los obispos de Holanda fue leída en todas las iglesias, donde se condenaba el
despiadado e injusto trato reservado a los judíos. La respuesta fue inmediata: la deportación de todos los católicos hebreos,
unos 40.000, llevados a la muerte.
Sor Pascualina Lehner, la franciscana alemana que durante cuarenta años, fue ama de llaves del Papa, dice: Cuando llegó la
noticia de lo que había sucedido en Holanda, yo recuerdo ver al Santo Padre entrar a la cocina a la hora del almuerzo,
llevando en sus manos dos folios escritos. Dijo: Contiene mi protesta contra la cruel persecución de los judíos y estaba a
punto de mandarla a publicar en L´Osservatore Romano de esta tarde. Pero ahora pienso que, si la carta de los obispos de
Holanda le ha costado la vida a cuarenta mil personas, mi protesta, que tiene un tono aún más fuerte, podría costarle la vida
quizás a doscientos mil judíos. No puedo asumir una responsabilidad tan grande. Es mejor permanecer en silencio ante el
público y hacer en privado, cuanto sea posible .
En el mensaje de Navidad de 1942, el Papa hizo mención de los centenares de miles de personas que, sin ninguna culpa de su
parte, y, a veces, por el solo hecho de su nacionalidad o su raza, han sido llevados a la muerte o a un progresivo
exterminio.
Este mensaje fue tomado en serio por las autoridades alemanas, que encargaron al embajador ante la Santa Sede decir que por
algunos síntomas, da la impresión de que el Vaticano esta dispuesto a abandonar su actitud de normal neutralidad y a tomar
decisiones contra Alemania, que, en tal caso, no carece de medios de represalias.
El 10 de setiembre de 1943, las tropas alemanas entraron en Roma. El 20 de setiembre, Herbert Kappler, representante de la
Gestapo en Roma, exigió a los judíos italianos que entregaran, en las 24 horas siguientes, cincuenta kilos de oro bajo pena
de deportación inmediata. El gran rabino de Roma, Eugenio Zolli, que después de la guerra se hizo católico, acudió al Papa,
porque sólo habían podido recoger 35 kilos y el Papa, con la ayuda de las comunidades católicas de Roma, le prometió los 15
kilos restantes, que después no fueron necesarios. Sin embargo, el 16 de octubre de 1943, las SS. por orden directa de
Himmler, arrestaron a 1.259 judíos, que fueron llevados a Alemania, donde la mayoría murió en las cámaras de gas.
Pero el Papa no permaneció inactivo, a pesar de tener en Roma a los alemanes que lo vigilaban. Desde setiembre, había
dado órdenes de que en todos los conventos, incluso de clausura, se recibieran judíos para evitar su arresto. Sólo en Roma,
155 conventos, (algunos de clausura), dieron asilo a cerca de 50.000 judíos. Al menos 30.000 encontraron refugio en la
residencia veraniega papal de Castelgandolfo. Sesenta judíos vivieron durante nueve meses en la universidad Gregoriana y
varios centenares en el mismo Vaticano. El cardenal Boetto de Génova salvó al menos ochocientos; el obispo de Asís escondió
trescientos judíos durante más de dos años; el obispo de Campagna salvó a 961 en Fiume. En total, más de 85.000 judíos
italianos fueron salvados por la acción directa de la Iglesia católica.
La gravedad de esconder judíos en conventos y edificios de la Iglesia era evidente dada la neutralidad vaticana,
pues esto podía ser considerado como un acto hostil contra los alemanes. La noche del 26 al 27 de noviembre de 1943, las SS.
y los fascistas irrumpieron en algunas instituciones católicas de Florencia e hicieron arrestos y deportaciones. El 21 de
diciembre, una irrupción también en Roma, en el Seminario Romano, en el Lombardo y en el Russicum preocupó mucho a la Santa
Sede, pues podía ser acusada de favorecer a los enemigos del Reich, pero la cosa no fue a mayores.
Mientras tanto, el Papa se preocupaba del abastecimiento de víveres de la población de Roma y usaba toda la
diplomacia para conseguir de ambos bandos en guerra, que Roma no fuera campo de batalla y así fuera protegido el gran tesoro
artístico y cultural de la ciudad. Por esto, después de la liberación, el Papa Pío XII fue considerado como el defensor de la
ciudad por los italianos. En cuanto a los judíos, mientras el 80% de los judíos europeos hallaron la muerte durante la
guerra, el 80% de los judíos italianos se salvó.
Por otra parte, el Papa, desde 1939, organizó un sistema de comunicaciones para entregar información a los familiares
de judíos, prisioneros o desplazados durante la guerra. Los datos sobre estas informaciones han sido sacadas del archivo
secreto del Vaticano y han sido publicadas en dos volúmenes, titulados Inter Arma Caritas, donde se puede observar la red de
asistencia a las víctimas de la guerra con listas de prisioneros, civiles y militares. Al principio, había 100 empleados para
atender las peticiones de información. En 1943, eran ya 600 empleados y se atendía a decenas de miles de peticiones diarias.
Según Pinchas Lapide (que prestó servicios de cónsul de Israel en Milán y entrevistó a los judíos italianos
sobrevivientes), en su libro Three Popes and the Jews dice que Pío XII contribuyó sustancialmente a salvar a 700.000 judíos,
y tal vez a 860.000, de la muerte segura a manos de los nazis. Y sigue diciendo: La Iglesia católica salvó más judíos durante
la guerra que todas las demás iglesias, instituciones religiosas u organizaciones juntas. Esto en contraste con lo conseguido
por la Cruz Roja o las democracias occidentales .
Sin embargo, a pesar de todo lo que hizo el Papa, muchos siguen diciendo que no fue valiente para hablar de los
horrores nazis y que debía haber hablado con más claridad y con más fuerza para descubrir los horrores que estaba perpetrando
el régimen nazi contra los judíos. Lo acusan de demasiada prudencia, de sus silencios culpables y de actuación insuficiente.
Lo que sí es cierto es que no se le puede tachar de pro-nazi ni de antijudío, ni de cobarde, pues, varias veces, manifestó
estar dispuesto a morir. Su secretario, el jesuita Robert Leiber, manifestó claramente, después de la guerra, que Pío XII no
conocía la realidad de los hechos (de la solución final judía) y que no era cierto que poseyera material informativo
absolutamente fiable y cuya fiabilidad considerase personalmente incontestable . Cierto que nunca en sus discursos pronunció
la palabra nazis o judíos. Habló en general. Decidió actuar mucho y hablar poco. Quizás para algunos debería haber hablado
más y con más fuerza contra los nazis. Pero olvidan que los aliados hablaron mucho menos que el Papa, porque tenían miedo de
aceptar a miles de refugiados judíos en sus propios países. Ellos estaban mejor informados y no quisieron hablar.
La Cruz Roja internacional y otras naciones neutrales como Suecia y Suiza optaron también por no protestar, dado que temían
que sus actividades humanitarias pudieran ser interrumpidas en los países bajo control alemán . Pero, si el Papa hubiera
denunciado a los nazis con fuerza, ¿hubieran éstos dejado de seguir con su política anticatólica y antijudía? No es oportuno
denunciar a un asesino que tiene a las víctimas a su merced, si no se tienen los medios de alejarlo inmediatamente de la
oportunidad de hacerles daño. Documentos nazis, publicados en 1998 y recogidos en el libro Pio XII e gli ebrei de Margherita
Marchione, revelan la existencia de un plan alemán, denominado Rabat-Fhon, que hubiera debido llevarse a cabo en enero de
1944 y que preveía que soldados de la octava división de caballería de las SS., disfrazados de soldados italianos,
conquistaran el Vaticano y eliminaran a Pío XII con todo el Vaticano. La causa de la represalia aparece explícitamente: la
protesta del Papa a favor de los judíos.
El diario de Goebbels confirma la información que ya se temía por aquella época de que Hitler pensó varias veces en
arrestar al Papa y hacerlo prisionero en Lichtenstein o en Munich. Si el Papa hubiera hablado fuerte, los nazis habrían
tenido el motivo apropiado para su propaganda de que el Papa era antialemán y lo habrían arrestado, los conventos hubieran
sido privados de su inmunidad y el Papa no habría podido salvar a tantos miles de judíos italianos con su acción directa.
Asimismo hubiera dado motivo para una sangrienta masacre de sacerdotes y seglares católicos en el III Reich. Si el Papa
hubiera hablado más, hubiera expuesto a la represalia la vida de millones de católicos en los territorios ocupados.
Una deliberada condena de Hitler y una condenación pública ¿hubiera arreglado algo? Pinchas Lapide dice: Ninguno de
nosotros quería que el Papa hablase abiertamente. Nosotros éramos todos refugiados. La Gestapo habría aumentado e
intensificado las persecuciones .
El obispo católico Jean Bernard, internado en el campo de Dachau, dice en sus Memorias que los sacerdotes temblaban
cada vez que llegaba una protesta de una autoridad religiosa, especialmente del Vaticano.
Robert Kempner, delegado de los Estados Unidos en el Consejo del tribunal de crímenes de guerra de Nuremberg,
escribió: Cualquier tentativa de propaganda de la Iglesia católica contra el Reich de Hitler, no sólo hubiera sido un
suicidio provocado, como ha declarado actualmente Rosenberg, sino que habría acelerado la ejecución de un número mayor de
sacerdotes y de judíos .
Los nuncios en Eslovaquia, Croacia, Rumania y Hungría consiguieron también evitar muchas muertes de judíos. El 14
de febrero de 1943, el nuncio en Bucarest recibía del presidente de la Comunidad judía de Rumania su agradecimiento por la
asistencia y protección de la Santa Sede a favor de los judíos. Mons. Roncalli, futuro Papa Juan XXIII, delegado apostólico
en Turquía, el 22 de mayo de1943, enviaba al Vaticano una comunicación en la que informaba que el secretario de la Agencia
judía para Palestina, Sr. Ch. Sarlas, había agradecido el apoyo de la Santa Sede a favor de los judíos de Eslovaquia. El
rabino jefe de Jerusalén, Herzog, manifestaba el 19 de julio y el 22 de noviembre de 1943 los sentimientos de sincero
agradecimiento y profundo aprecio por la actitud benévola hacia el pueblo de Israel y por el validísimo apoyo prestado por la
Iglesia católica al pueblo hebreo en peligro.
En 1943, Chaim Weizmann, que llegaría a ser el primer presidente del Estado de Israel, escribió: La Santa Sede está
prestando su poderosa ayuda donde es posible para aliviar la suerte de mis correligionarios perseguidos. En setiembre de
1945, Leon Kubowitzky, secretario general del Congreso judío mundial, agradeció personalmente al Papa sus intervenciones y
donó 20.000 dólares al Óbolo de San Pedro como signo de reconocimiento por la obra desarrollada por la Santa Sede, salvando a
los judíos de las persecuciones fascistas y nazis.
En 1955, la Unión de comunidades judías italianas proclamó el 17 de abril jornada de agradecimiento por la asistencia
recibida por el Papa durante la guerra.
El más ilustre de los judíos, Albert Einstein, dijo en Time magazine el 23 de diciembre de 1940: Las universidades como los
periódicos fueron reducidos al silencio en pocas semanas. Sólo la Iglesia católica permaneció sólidamente firme e hizo frente
a la campaña de Hitler, que suprimía la verdad. Yo no he tenido ningún interés en la Iglesia, pero ahora tengo un gran afecto
y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido el coraje y la constancia de defender la verdad intelectual y la verdad moral.
Yo debo confesar que lo que, alguna vez, he despreciado, ahora lo debo elogiar sin reservas.
Por eso, en 1954, el judío León Poliakov escribió que los extraordinarios esfuerzos humanitarios hechos por la Iglesia tras
el terror de Hitler, jamás podrán ser olvidados .
Francis Osborne, ministro pleniplotenciario británico ante la Santa Sede, no católico, que estuvo alojado en el Vaticano
desde junio de 1940 hasta el otoño de 1944, y que conoció bien al Papa, dice en una carta al Times de Londres, el 20 de mayo
de 1963: Pío XII era muy benigno, gentil, generoso, comprensivo. Una persona que he tenido el privilegio de encontrar a lo
largo de mi vida. Sé que, por su naturaleza sensible, estaba constantemente afligido por el trágico sufrimiento humano
causado por la guerra y, sin duda, él hubiera estado listo para ofrecer su vida por aliviar a la humanidad de las tragedias
del conflicto. Pero ¿qué cosa podría haber hecho más eficazmente?. Domenico Tardini, un cercano colaborador del Papa, dice
que en los meses de guerra, redujo su alimento y multiplicó sus penitencias hasta prescindir, entre otras cosas, de la
calefacción de sus habitaciones durante el invierno.
El general Montgomery escribió en el Sunday Times de Londres, del 12 de octubre de 1958, a los tres días de su muerte: He was
a great good man and I loved him (él fue un gran hombre y un buen hombre, y yo lo quería).
Golda Meir, primer ministro de Israel, con motivo de su muerte, envió un mensaje que decía: Cuando el terrible martirio se
abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó por las víctimas. Lloramos por un gran servidor de la paz . Al conocer
la muerte del Papa, el gran director de orquesta, el judío Leonard Bernstein, detuvo su batuta y pidió un momento de silencio
para honrar al Papa que había salvado la vida de tantas personas sin distinción de raza, nacionalidad o religión .
De hecho, al final de la guerra, los sobrevivientes y los primeros historiadores celebraron con unanimidad la solidaridad de
la Iglesia y de Pío XII con los judíos y su resistencia al nazismo .
¿Es preciso decir más? ¿Ochocientos mil judíos salvados no fueron suficientes? ¿Hubiera sido mejor hablar más alto y fuerte?
Entramos en un terreno de suposiciones, pero lo más probable hubiera sido que las represalias hubieran sido inmensamente
mayores y con muchos miles de muertos más. Por eso, estamos de acuerdo con el rabino David Dalin, que en un artículo
publicado, en The Weekly Standard, dice que Pío XII debe ser reconocido como justo en virtud de cuanto hizo por salvar a los
judíos del Holocausto .
En el verano del 2001 dijo: Si se leen atentamente los doce tomos publicados por la Santa Sede, si se consideran los
testimonios y los reconocimientos de los hebreos durante y después de la segunda guerra mundial y, si se leen los discursos
pronunciados por Pío XII en aquellos años, la conclusión es una sola: Pío XII ha estado tan cerca de los judíos como ellos
podían esperar .
8.- LOS TESOROS DEL VATICANO
No falta gente mal intencionada que habla de los tesoros del Vaticano, como si el Papa, y quienes viven con él, vivieran a
todo lujo como grandes multimillonarios, que se aprovechan de la ignorancia de la gente. Pero nada más falso. El Papa es un
trabajador que nos da ejemplo a todos de esfuerzo y sacrificio, que trabaja hasta altas horas de la noche, a pesar de sus
años. Quienes hablan de tesoros parecen imaginar cuartos llenos de lingotes de oro, de cofres llenos de joyas o de millones
de dólares. ¿Podrían decirnos cuáles y cuántos son estos tesoros y dónde están? Si se refieren a los tesoros culturales que
hay en el Vaticano, les diremos que estos tesoros, como cuadros, imágenes, ornamentos y libros antiguos, no tienen ningún
valor comercial. Están expuestos en museos, que todos pueden admirar. ¿Acaso hay alguna persona inteligente que cree que,
vendiendo todas las obras de arte del Vaticano o de las iglesias del mundo entero, se acabaría la pobreza del mundo?
¿Serviría para algo regalar todo el dinero recaudado? ¿Se solucionaría la pobreza del mundo, dando el dinero a los pobres?
Si no hay madurez personal, si no hay justicia social, no habrá desarrollo, sino más vicios y gastos en cosas inútiles.
Cuando el Papa Juan Pablo II hizo su primer viaje a Brasil, visitó a una familia en una favela. Conmovido, les dejó su anillo
de Papa, pero no lo vendieron. Lo conservan en la capilla del barrio como una muestra del amor del Papa por los pobres. Hay
que aclarar bien que no hay relación ninguna entre las supuestas riquezas del Vaticano y la pobreza en el mundo. No hay
relación de causa-efecto. A nivel oficial, la Iglesia recoge en todas las iglesias del mundo el óbolo de San Pedro, unos 70
millones de dólares, y los destina, exclusivamente, a lugares pobres del tercer mundo. Por otra parte, no hay que olvidar que
la Iglesia atiende a miles y miles de alumnos pobres, de enfermos (la mitad de los enfermos del Sida), leprosos y
discapacitados en todo el mundo, Tiene muchas instituciones dedicadas a la caridad. Recordemos las cuatro mil religiosas de
la Madre Teresa de Calcuta, por poner sólo un ejemplo. ¡Cuántos institutos religiosos dedicados a la educación de la
juventud como los Salesianos! ¡Cuántas instituciones para promover una vida más digna para los pobres!
No está de más recordar que la Iglesia fue quien comenzó a construir hospitales y universidades en Europa, quien promovió la
educación durante siglos, quien luchó contra la esclavitud y quien se preocupa más que nadie de los inmigrantes, huérfanos,
minusválidos o niños de la calle.
El Vaticano, como Estado independiente, tiene un presupuesto, que, en el año 2003, según Monseñor Sergio Sebastián,
presidente de la Prefectura de Asuntos Económicos, tuvo déficit, debido a obras de restauración de edificios dentro del
territorio vaticano.
Su presupuesto, en 1989, era menor que la mitad del que tiene el Parlamento italiano. Los católicos del mundo entero ofrecen
donaciones anuales menores a las que ofrecen a su iglesia los dos millones de americanos adventistas, o los testigos de
Jehová o los de la secta de Unificación o secta Moon, que invierten sus capitales en todo el mundo y, a veces, en cosas no
muy lícitas. Por eso, hablar de riquezas del Vaticano parece ridículo.
Y no olvidemos que las famosas riquezas vaticanas en obras de arte, fueron acumuladas por los Papas a lo largo de los siglos
y ahora son patrimonio de la humanidad. De hecho, en Roma, casi la mitad de la gente vive de los ingresos del turismo,
surgido precisamente por las inversiones de los Papas. Si se vendieran esos tesoros, sólo servirían para el disfrute de unos
pocos millonarios que las podrían comprar; ahora están al servicio y para el disfrute de todos, y lo mismo digamos de los
archivos y bibliotecas vaticanas con libros muy antiguos.
En cuanto al presupuesto de la Santa Sede como organización eclesial, el año 2003, según Mons. Sergio Sebastiani, tuvo un
déficit por tercer año consecutivo. El año 2003, el déficit fue de 9.5 millones de euros. Sus ingresos fueron de 203 millones
y sus gastos fueron casi 213 millones de euros.
En conclusión, nadie, en su sano juicio, podrá proponer que el Vaticano venda sus tesoros artísticos para regalar el dinero a
los pobres, pues el mundo perdería estos tesoros para beneficio de la humanidad, y los pobres no dejarían de ser más pobres.
El hecho de que, a lo largo de la historia, haya habido y pueda haber eclesiásticos, apegados a los poderosos y amantes del
lujo y la riqueza, no quiere decir que todos sean iguales. En la Iglesia ha habido, y siempre habrá, santos y pecadores.
9.- ESCÁNDALOS DE LA IGLESIA
La Iglesia, como institución humana, formada por seres humanos, ha sido, es y seguirá siendo, una institución imperfecta y
llena de errores y pecados. Felizmente, Cristo ha prometido que el poder del mal no la podrá destruir y, por tanto, que
permanecerá en pie hasta el fin de los tiempos (Mt 16,18).
Ya desde los primeros tiempos de cristianismo, aparecen muchas señales de debilidad humana. San Pablo habla de uno que vivía
con la mujer de su padre (1 Co 5,1). Habla de discordias (1 Co 1,11) y de falsos hermanos (2 Co 11, 26). Y dice: Cuando os
reunís en común, cada uno come primero su propia cena y, mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para
comer y beber? ¿Es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¡Qué voy a deciros! ¿Alabaros? En
esto no os alabo (1 Co. 11, 20-22).
Si leemos la historia del pueblo de Israel del Antiguo Testamento, observaremos igualmente la debilidad humana por todas
partes. El pueblo, con frecuencia, se alejaba de Dios y caía en la idolatría, que era una especie de infidelidad a la alianza
prometida. Y Dios enviaba profetas para hacerles volver al camino del bien y al cumplimiento de la Ley. Asimismo, a lo largo
de la historia de la Iglesia, siempre Dios ha enviado santos eminentes para reformar las costumbres y volver al pueblo al
camino de Dios.
Sin embargo, ciertamente, hay muchas cosas que lamentar en la Iglesia. Muchos de sus hijos actuaron con violencia y crueldad,
tuvieron costumbres indignas y apoyaron la mentira y la corrupción. Y no sólo los laicos, muchos sacerdotes llevaron vidas no
conformes a su estado, no respetaron sus compromisos y abusaron de los débiles. Incluso, no faltaron obispos, en ciertas
épocas, que compraban sus cargos al señor feudal, que era quien los elegía, pues los obispos eran en la práctica señores
religiosos, políticos, y militares. Por eso, la política se mezclaba con la religión.
Lo peor ocurrió en el siglo de hierro, siglo X, cuando familias poderosas de Roma, intervinieron en la elección del Papa y
nombraron Papas indignos. Los Papas eran también reyes de los Estados Pontificios, donados por Pipino el Breve el año 756. En
aquellos tiempos, el Papa era elegido por el voto popular de los romanos. Y ellos exigían normalmente italianos, que fueran
de su agrado. Ahí venía la actuación de las familias poderosas para imponer sus candidatos, como la tristemente famosa
Marozia.
Ella mandó matar a León VI el año 928, en que fue elegido. Esteban VII fue elegido ese mismo año por presiones de ella. Y,
después de dos años, también lo mandó matar. Entonces, Marozia decidió que debía ser elegido su hijo con tan sólo 25 años,
que se llamó Juan XI (931-935) y que murió en la cárcel.
Uno de los escándalos más tristes fue el de Esteban VI (896-897). Mandó desenterrar el cadáver de su antecesor Formoso y lo
juzgó ante un tribunal y echó sus cenizas al Tíber. Poco después, a Esteban VI lo asesinaron en la cárcel.
El cisma de Aviñón fue uno de los momentos más lamentables de la Iglesia y también en los que Dios manifestó más su poder. No
sólo con grandes santos, sino también no permitiendo que el cisma se prolongara indefinidamente. A la muerte de Gregorio XI,
el pueblo romano presionó a los cardenales a elegir un Papa italiano, gritando: Elegid un italiano o moriréis. Los
cardenales eligieron a Urbano VI, arzobispo de Bari, y comunicaron la elección a toda la cristiandad, pero Urbano VI resultó
ser un Papa austero, que quiso poner orden en la vida relajada de los cardenales y otros altos eclesiásticos. Entonces, un
grupo de cardenales, disgustados, declararon que la elección había sido nula por la coacción del pueblo romano y eligieron a
Clemente VII, que fijó su residencia en Aviñón. Muchos católicos, que no conocían las circunstancias, no sabían cuál era el
verdadero Papa y la cristiandad se dividió en dos bandos, según las simpatías. Por fin, en el Concilio de Constanza, después
de haber renunciado el verdadero Papa de Roma, fue elegido Martín V. Era el año 1417.
Ciertamente, ha habido Papas pecadores, pero Cristo no prometió la impecabilidad, sino la infalibilidad: Lo que ates en la
tierra será atado en el cielo y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo (Mt 16,19).
En cuanto a los escándalos, siempre hay que tener un mínimo de comprensión histórica del asunto y, sobre todo, no creer todo
lo que dicen los anticatólicos, que siempre exageran y fabrican leyendas negras. Ellos sólo ven lo malo. Y una historia,
donde sólo aparece lo malo, es falsa. Por eso, decía san Agustín que las medias verdades son mentiras enteras.
Un escándalo, suscitado en 1982, tuvo lugar con la quiebra del Banco Ambrosiano, cuyo principal accionista era el Banco del
Vaticano, que ahora se llama IOR (Instituto para Obras Religiosas). Parece que el encargado de las finanzas vaticanas,
Monseñor Paul Marcinkus, llevó una mala gestión. Pero hay que decir con claridad que los acreedores afectados del Banco
Ambrosiano, recibieron del Vaticano todo lo que se les debía por voluntad expresa del Papa Juan Pablo II. Algunos hablan de
500 millones de dólares en pérdidas. El escándalo fue mayor por motivo de que el gerente del Banco Ambrosiano, el Dr. Calvi,
se suicidó.
A raíz de esos sucesos, fue destituido Mons. Marcinkus y el Papa nombró un consejo rector de las finanzas vaticanas, dirigido
por cinco banqueros católicos de distintos países, y ahora el banco del Vaticano o IOR sólo invierte en obligaciones de
Estado.
Otro escándalo, suscitado en estos últimos años, es el de los sacerdotes pedófilos en Estados Unidos. Los medios de
comunicación han tenido la oportunidad de airear a toda página y durante mucho tiempo este tema que ha desprestigiado a la
Iglesia, como si fuera la única institución perversa del mundo, donde todo es apariencia y mentira. Han hablado de miles de
casos, implicando, a veces, a empleados de colegios o parroquias u otras instituciones eclesiales.
Según un estudio serio de la universidad de Pensylvania, publicado el 2001, titulado Pedophiles and priests, serían
60 los sacerdotes suspendidos por abusos sexuales en 17 diócesis. Según datos de la Santa Sede, citados por ellos, en los
últimos 23 años, ha habido 56 casos de abuso sexual comprobado.
Según el instituto de criminalística John Jay de la universidad de Nueva York, durante 52 años (1950-2002), se presentaron
10.667 denuncias contra sacerdotes y diáconos. Sólo se tomaron en cuenta 6.700, de las que 1.000 fueron desestimadas y 3.200
no pudieron ser investigadas por muerte del supuesto agresor. La mayoría de estas denuncias fueron presentadas a partir de
1993, pero, según los expertos, es muy difícil comprobar las acusaciones por falta de pruebas. De hecho, los tribunales
norteamericanos sólo han condenado en estos 52 años a unos cien sacerdotes y diáconos entre los 109.694, que vivieron durante
ese tiempo. Lo cual quiere decir que la inmensa mayoría de sacerdotes ha sido y sigue siendo fiel a su ministerio y que no se
puede desprestigiar a una institución por unos pocos.
Sin embargo, lo importante de todo esto es que la Iglesia ha tomado las cosas en serio y el presidente de la
Conferencia Episcopal norteamericana ha podido decir públicamente que, después de las medidas tomadas, actualmente ya no hay
ningún sacerdote o diácono acusado que esté ejerciendo el ministerio pastoral. Otro punto a notar es que, según los
cardenales norteamericanos reunidos el 24-4-2002: Se ha destacado el hecho de que prácticamente todos los casos han visto
implicados a adolescentes, por lo que no puede hablarse de pedofilia auténtica. La inmensa mayoría de estos casos, se refiere
a sacerdotes homosexuales. Por eso, el Papa Benedicto XVI ha prohibido ser sacerdotes a quienes practican la homosexualidad,
presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay.
Pero lo triste del asunto es que el problema del abuso de menores es un problema social en USA. Según Charol Shakeshaft, el
15 % de los alumnos de colegios estatales sufren abusos sexuales por parte de profesores y personal del centro en algún
momento de su vida escolar. Esto sin contar que la mayoría de los abusos sexuales los sufren los niños y niñas en sus propios
hogares por sus mismos padres, padrastros, familiares... Incluso, según investigaciones recientes, el 10% de los
sicoterapeutas cometen estos mismos abusos. Y lo mismo ocurre con ministros de otras religiones. Por eso, según estudios, se
puede decir que, entre los sacerdotes católicos, el porcentaje de abusos es mucho menor que en cualquier otra profesión.
Otro caso, que se ha difundido por todo el mundo, es el de los sacerdotes pedófilos de Brasil. La revista brasileña
ISTOÉ publicó el 16 de noviembre del 2005 un informe en el que se decía que en Brasil, según una investigación del Vaticano,
había 1.700 sacerdotes comprometidos en crímenes sexuales. Sin embargo, nunca se ha realizado ninguna investigación por parte
del Vaticano sobre esto. Además, esos datos fueron tomados irresponsablemente de una encuesta, organizada por la Conferencia
episcopal brasileña, en la que se pedía información a 1.700 sacerdotes; sacerdotes encuestados, no culpables de ningún abuso.
Por eso, el cardenal Geraldo Majella, presidente de la Conferencia episcopal, envió una carta a la revista ISTOÉ para que
rectificara la información, diciendo que esa gravísima afirmación, que se publica como algo seguro, es una afirmación
calumniosa, carente de todo fundamento. ¿Algún medio de información a nivel mundial, de los que propagaron la noticia, ha
rectificado, diciendo que fue una calumnia de la revista? Pareciera que existe a nivel mundial una campaña manipulada para
desprestigiar a la Iglesia, y que por unos pocos se quiere manchar la honra de todos.
Para terminar este capítulo, nos referiremos también el escándalo protagonizado por Monseñor Emmanuel Milingo,
ex-arzobispo de Lusaka (Zambia), conocido sanador y exorcista, que provocó el desconcierto de millones de católicos del mundo
entero y ocupó las portadas de los periódicos durante varios meses por casarse con la divorciada doctora coreana María Sung
en la secta Moon. Había conocido a su esposa cinco días antes de la ceremonia, que se realizó en el hotel Hilton de Nueva
York, el 27 de mayo del 2001. Este matrimonio, no reconocido por las leyes italianas ni norteamericanas, duró dos meses.
Monseñor Milingo, en su libro El pez rescatado del fango, donde es entrevistado, dice: Fui de alguna manera,
obnubilado por los honores que me ofrecían, por los elogios de la gente que me escuchaba. Tal vez me manipularon
sicológicamente . Tenían, incluso, la idea de desarrollar su presencia en África gracias a mi nombre y a mis capacidades,
fundando una Iglesia católica paralela, aunque con abundante financiación, por lo que pude saber. Yo habría sido la cabeza de
la nueva Iglesia .
Cuando el Papa me recibió (después de todo el suceso) no discutió conmigo, no me acusó de nada… Juan Pablo II me edificó, vi
en él a un padre, que trataba de captar lo bueno que había en el hijo, porque era él mismo quien sentía que podía transformar
su corazón. Sólo me dijo: Vuelve a la Iglesia católica. Y yo volví. En ese momento, tomé conciencia de todos mis errores, las
cosas absurdas que había hecho, el perdón que tenía que pedir. Era como si se me hubiesen caído escamas de los ojos .
El infierno es terrible. Me salvé al borde del abismo . A todos los que me han conocido antes del profundo agujero negro,
pero también a quien me ha conocido únicamente a través de los medios de comunicación, quiero pedirles perdón, como ya lo
hice con las cartas al Papa .
¿Qué podemos decir sobre estos y otros tantos escándalos que han azotado y seguirán azotando a la Iglesia a través de
los siglos? ¿Justificarlos? No, cada protagonista tendrá su propia responsabilidad ante Dios. Nosotros debemos comprender,
orar y perdonar. Es muy fácil criticar; a veces, sin ponernos en el lugar del otro, sin comprender la mentalidad de la época.
¿Qué fácil les resulta, por ejemplo, a muchos evangélicos decir: la Iglesia católica está corrompida, ha habido Papas
pecadores, hay muchos sacerdotes pecadores. Por tanto, no puede ser la Iglesia fundada por Cristo. Pero Cristo no fundó una
Iglesia santa. Desde el principio, tenemos Judas. Por otra parte, podemos decirles a los hermanos protestantes que, hasta el
siglo XVI, los pecados de la Iglesia son pecados también suyos, pues ellos aceptan la Iglesia hasta la Reforma protestante.
Y, si ellos no se consideran parte de esa Iglesia primitiva-medieval con todos sus defectos, ¿dónde estaban ellos? ¿Pueden
contarnos su propia historia santa, sin ningún pecado?
Es fácil criticar el pasado. Veamos el presente de la Iglesia y comparémoslo con otras instituciones actuales, a ver si hay
alguna perfecta y con menos escándalos, proporcionalmente hablando. No olvidemos que la Iglesia tiene 1.100 millones de
fieles en todo el mundo. Y todos los escándalos de los católicos se los achacan a ella. Lamentablemente, muchos millones de
católicos son no-practicantes, católicos de nombre, que no aceptan las enseñanzas de la Iglesia en puntos importantes como el
aborto. ¿Serán ellos los que la acusarán? ¿No tendrá la Iglesia muchas más razones para avergonzarse de ellos? ¿La acusarán
los ateos y agnósticos? ¿Dónde ha habido regímenes ateos perfectos? ¿Pueden ellos gloriarse de su historia?
En la Iglesia católica, los santos abundan más que en ninguna otra institución y siempre ha sido así. Entre los Papas, ha
habido más de 80 santos, más de la tercera parte. Y lo mismo podemos decir entre obispos, sacerdotes y religiosas. La Iglesia
es un instrumento de Dios en el mundo, y nos proporciona los medios para llegar a la santidad. El ser santo o pecador
dependerá de la respuesta personal. Por eso, quisiera terminar con unas palabras de san Francisco de Asís.
Una vez, un hermano, muy susceptible a los escándalos, le preguntó: Hermano Francisco, ¿qué harías tú, si supieras que el
sacerdote que está celebrando la misa tiene tres concubinas a su lado? Francisco, sin dudar, un solo instante, le dijo muy
despacio: Cuando llegara la hora de la sagrada comunión, iría a recibir el cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del
sacerdote.
San Francisco quiso dejar en claro que, por muy pecador que sea el sacerdote, sigue siendo un ministro de Cristo. Al
confesar, perdona los pecados, y, al celebrar la misa, Cristo se hace presente a través de él. Por eso, debemos lamentar los
pecados de nuestros hermanos, debemos ayudarlos a corregirse, pero también debemos orar por ellos. Y el que no crea en la
Iglesia, por considerarla anticuada, inhumana, falsa o retrógrada, que busque en la historia de los últimos dos mil años una
institución, dinastía o religión, más perfecta que haya ayudado más a los hombres en su superación personal, humana y
espiritual.
10.- DESPRESTIGIAR A LA IGLESIA
En el mundo en que vivimos, pareciera que muchos medios masivos de comunicación y muchos periodistas, escritores o
directores de films, no tuvieran otra meta que desprestigiar a la Iglesia católica. Ciertamente que todo lo que suene a
escándalo de sacerdotes o de instituciones católicas parece ser un buen negocio. Por eso, con frecuencia, se inventan cosas o
se exageran o, aun en el caso de que sean ciertas, se repiten y se repiten, dando así la impresión de que la Iglesia católica
está podrida por dentro y no de que se trata de algunos casos aislados.
Para confirmar esto bastaría ver algunas películas como Mala educación, El crimen del Padre Amaro, Las hermanas
Magdalenas…
Precisamente, en este último film, que en algunos países tiene el título de En nombre de Dios, el director Peter
Mullan trata de insinuar que las religiosas Magdalenas, que regentaban unas lavanderías en Galway, Du Laoghaire y Kerry, en
Irlanda, que eran una especie de reformatorios para chicas, eran unas religiosas inhumanas, crueles y poco menos que
infernales. Para darle más veracidad al relato, dice el director que es una película de ficción, pero basada en hechos
reales.
El hecho de que la película recibió el León de oro del festival de Venecia, según algunos críticos, indica que no se
ha premiado su valor estético, sino el impacto que iba a producir en el público sin plantearse la cuestión de la verdad
histórica de todo lo que presenta. En realidad, las hermanas Magdalenas o hermanas de la misericordia de las Américas, como
se llaman, con 4.960 religiosas en el mundo entero, se dedican a la educación en escuelas y universidades, y atienden a
pobres y enfermos, incluso con sida. Puede verse su página web www.sistersofmercy.org.
Hasta la fecha no ha sido condenada ninguna religiosa por abusos como los que presenta la película, a pesar de que se
hicieron graves acusaciones contra una hermana. A esas casas – lavanderías – reformatorios eran llevadas las chicas por el
juez o por su propia familia, y estaban en régimen de privación de libertad. Las autoridades judiciales controlaban el centro
y lo supervisaban. De hecho, ha habido y sigue habiendo muchos reformatorios en todos los países del mundo. En Inglaterra
eran regidos por la Iglesia anglicana y no eran diferentes a los irlandeses, pero pareciera que sólo lo católico es digno de
ser acusado.
Como dice el gran periodista italiano Vittorio Messori: Toda esta película está construida para crear en el espectador un
sentido de opresión, de ausencia de aire y de libertad en una sociedad aplastada por el peso despótico, oscuro e insoportable
de la Iglesia. Pero la historia de Irlanda narra algo totalmente diverso: para seguir teniendo esos sacerdotes, esas monjas y
esos obispos, este pueblo ha sufrido siglos de martirio infligido por los protestantes ingleses… Este pueblo ha sembrado su
fe con heróica obstinación en una Commonwealth hostil, fundando la Iglesia católica en USA, Australia, Sudáfrica y Nueva
Zelanda. Un pueblo que, impulsado por la miseria y las persecuciones, partió desde su isla por pueblos enteros, con los
párrocos y monjas a la cabeza, hermanas Magdalenas incluidas .
En la Iglesia católica hay miles de casas de religiosas que se dedican a la educación de los pobres, al cuidado de
enfermos, a la recuperación de personas con problemas sicológicos o morales. ¿Es justo que solamente se hable de lo malo y
exagerándolo para que impacte más? Las hermanas Magdalenas tuvieron la valentía de pedir perdón en 1996, a todas las personas
que pudieron sentirse ofendidas, al momento de cerrarse estas tres casas lavanderías – reformatorios, que tenían en Irlanda.
Y también lo hicieron en el 2003, después de salir a luz esta película, que, en realidad, quiere presentar sólo cuatro casos
entre los miles de chicas que vivieron en esos establecimientos a lo largo de los años.
También hay infinidad de libros en los que se ataca a la Iglesia católica. El libro de Dan Brown, El Código da Vinci,
publicado en el 2003, ha sido un best-seller, presentando a la Iglesia como una institución poderosa, antifeminista y
mentirosa. Según el libro, la Iglesia ha ocultado al mundo la gran verdad de que Jesús no era Dios y que había sido un simple
hombre, casado con María Magdalena, de la que tuvo una hija, llamada Sara, cuyos descendientes perduran hasta hoy. Según el
autor, el emperador Constantino, en el concilio de Nicea del año 325, recopiló los textos de los evangelios en los que se
hablaba de la divinidad de Cristo y prohibió los que lo negaban. Prácticamente, se dice que Constantino inventó la religión
cristiana, y que el Papa y las autoridades de la Iglesia han tratado de reprimir siempre por la fuerza (léase Inquisición) a
todos los herejes que querían defender la verdad de que Cristo no era Dios. Por otra parte, se presenta al Opus Dei como una
organización criminal, que no duda en matar a quienes se le oponen con tal de ganar dinero y poder dentro de la Iglesia. Y lo
peor de este libro es que presenta sus afirmaciones como científicas y afirma que todas las descripciones de obras de arte,
de edificios, documentos y rituales secretos, que aparecen en esta novela, son veraces.
Entre las grandes afirmaciones del libro, hay una que dice: Durante trescientos años de caza de brujas, la Iglesia
quemó en la hoguera nada menos que a cinco millones de mujeres . Pero ya hemos afirmado, al hablar de la Inquisición, que,
según las últimas investigaciones de los especialistas en el tema, sólo mató a 100 brujas. Mientras que en otros países no
católicos, como Alemania, fueron 25.000.
El autor, en ningún momento, menciona a los protestantes ni a los ortodoxos, como si la única culpable fuera siempre
la Iglesia católica. Pero el libro contiene gravísimos errores históricos. Si leemos los escritos de los santos Padres
anteriores al concilio de Nicea, podremos comprobar que todos ellos, sin excepción, creían en la divinidad de Jesucristo,
antes de que existiera Constantino. Afirma que el Papa Clemente V eliminó a los templarios en un plan maquiavélico y echó sus
cenizas al Tíber, cuando fueron eliminados por el rey de Francia y Clemente V no podría haber echado sus cenizas al Tíber,
pues vivía en Avignon. Habla de que los juegos olímpicos de la antigüedad eran en honor de Afrodita, cuando eran en honor de
Zeus. Y así hay otras muchas inexactitudes, que no lograrían pasar una prueba de la enciclopedia escolar. Pero para
desprestigiar a la Iglesia, parece que todo vale. Lo más lamentable es cuando este desprestigio viene de personas que se
consideran católicas.
A ellos habría que decirles lo que decía el gran teólogo Henri de Lubac: No puedo menos de admirar la conciencia de
tantos católicos que, sin haber hecho nada grande, sin haber pensado ni sufrido, sin ni siquiera tomarse el tiempo de
reflexionar, se convierten cada día, ante los aplausos de una multitud extranjera, en acusadores de su madre y de sus
hermanos. Muchas veces, al oírles, se me ha ocurrido pensar: ¡Cuánto más derecho tendría la Iglesia de avergonzarse de ellos!
.
Para terminar este apartado, veamos un caso concreto en el que el afán de desprestigiar a la Iglesia terminó en
alabanza a Ella, aunque estos casos no se difundan.
En los años siguientes a la primera guerra mundial, un joven llamado Gétaz, que ocupaba un alto cargo dentro del
socialismo suizo, recibió de su partido el encargo de elaborar un dossier para una campaña que se pretendía lanzar contra la
Iglesia católica. Gétaz puso manos a la obra, con la seriedad y el rigor propios de un político helvético, y recogió multitud
de testimonios, estudió la doctrina católica y la historia del cristianismo desde sus primeros siglos, de modo que en poco
tiempo logró reunir una amplísima documentación.
El resultado de todo aquello fue bastante sorprendente. Paso a paso, el joven político llegó al convencimiento de que
la Iglesia católica no podía ser invención de hombres. Dos mil años de negaciones, sacudidas, cismas, conflictos internos,
herejías, errores y transgresiones del Evangelio, la habían dejado, si no intacta, sí al menos en pie. Las propias
deficiencias humanas, que en ella se advertían a lo largo de veinte siglos, mezcladas siempre con ejemplos insignes de
heroísmo y de santidad, las veía como un argumento a favor de su origen divino: Si no la hubiera hecho Dios, concluyó, habría
tenido que desaparecer mil veces de la faz de la tierra.
El desenlace de todo aquel episodio fue muy distinto a lo que sus jefes habían planeado. Gétaz se convirtió al
catolicismo, se hizo fraile dominico, y en su cátedra del Angelicum, en Roma, enseñó durante muchos años, precisamente, el
tratado acerca de la Iglesia. Sus clases tenían el interés de ser, en buena medida, como un relato autobiográfico, como el
eco del itinerario de su propia conversión .
11.- PETICIÓN DE PERDÓN
El Papa Juan Pablo II tuvo la valentía de reconocer públicamente los pecados pasados de la Iglesia. Con motivo del jubileo
del año 2000, el 12 de marzo, en una ceremonia penitencial única y singular en la historia del cristianismo, pidió perdón y
dijo: Señor, Dios de todos los hombres, en ciertas épocas de la historia, los cristianos han consentido en ocasiones con
métodos de intolerancia y no han seguido el mandamiento del amor, desfigurando así el rostro de la Iglesia. Ten misericordia
de tus hijos pecadores y acoge nuestro propósito de buscar y promover la verdad con la dulzura de la caridad, plenamente
conscientes de que la verdad no se impone, sino por la fuerza de la misma verdad.
En la carta apostólica Tertio millennio adveniente decía: Es justo que la Iglesia asuma con una conciencia más viva
el pecado de sus hijos, recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del
espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la
fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo (N° 33).
Un capítulo doloroso, sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento, está
constituido por la aquiescencia, manifestada especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e, incluso, de
violencia en el servicio a la verdad. Es cierto que un correcto juicio histórico no puede prescindir de un atento estudio de
los condicionamientos culturales del momento, bajo cuyo influjo muchos pudieron creer de buena fe que un auténtico testimonio
de la verdad comportaba la extinción de otras opiniones o, al menos, su marginación... Pero la consideración de las
circunstancias atenuantes, no dispensa a la Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de tantos hijos
suyos, que han desfigurado su rostro, impidiéndole reflejar plenamente la imagen de su Señor crucificado .
El 26 de marzo del 2000, en su viaje a Tierra Santa y ante el muro de las lamentaciones de Jerusalén, pidió perdón a
los judíos: Dios de nuestros padres, Tú has elegido a Abraham y a su descendencia para que tu Nombre fuera dado a conocer a
las naciones, nos duele profundamente el comportamiento de cuantos en el curso de la historia han hecho sufrir a estos tus
hijos y, a la vez, te pedimos perdón, queremos comprometernos en una auténtica fraternidad con el pueblo de la Alianza.
El 4 de mayo del 2001, visitando Grecia y ante el arzobispo ortodoxo de Atenas, dijo: Soportamos el peso de controversias
pasadas y presentes y de persistentes incomprensiones. Sin embargo, en espíritu de caridad recíproca, pueden y deben ser
superadas, pues el Señor nos lo pide. Es necesario un proceso liberatorio de purificación de la memoria. Que el Señor nos
conceda el perdón que le imploramos por ocasiones pasadas y presentes en las que los hijos e hijas de la Iglesia católica
pecaron, con acciones u omisiones contra sus hermanos y hermanas ortodoxos.
El 23 de junio del 2001, en Kiev (Ucrania), pensando en Rusia, dijo: Mientras pedimos perdón por los errores
cometidos en el pasado y presente, aseguramos por nuestra parte el perdón por las ofensas recibidas. El deseo más vivo que
surge del corazón es que los errores de antaño no tengan que repetirse en el futuro.
El 6 de mayo del 2001, llegó a Siria y se descalzó para entrar en la mezquita de los Omeyas de Damasco y desde allí
pidió formalmente que no se hiciera mal uso de la religión para promover o justificar el odio y la violencia. La violencia
destruye la imagen del creador en sus criaturas y no debería ser nunca considerada como fruto de las convicciones religiosas.
Cada vez que los musulmanes y los cristianos se ofenden unos a otros tenemos que buscar el perdón que viene del todopoderoso
y ofrecernos mutuamente el perdón. Jesús nos enseña que tenemos que perdonar las ofensas de los otros para que Dios pueda
perdonar nuestros pecados.
En 1995 pidió disculpas en nombre de todo los católicos por los errores ante los no católicos a lo largo de la
historia. También en una carta, en 1995, habló de la discriminación histórica a las mujeres y afirmó que, entre los
responsables, se encontraban no pocos miembros de la Iglesia, lo que lamentaba profundamente. Parecidos pronunciamientos ha
tenido en diferentes ocasiones con relación a la esclavitud, el racismo, la cercanía a los dictadores y hasta el caso
Galileo.
Sin embargo, como dice el Padre Bruno Forte, uno de los teólogos que elaboró el documento Memoria y reconciliación: La
Iglesia y las culpas del pasado, es importante anotar que el reconocimiento de los pecados ha sido siempre de modo
unilateral. ¿Quiere decir que sólo la Iglesia ha pecado? ¿Quiere acaso significar que es la más pecadora de todas las
religiones e instituciones? No. En absoluto. No estaría de más que los protestantes hicieran algo parecido o los mismos
ortodoxos que tanto han estado unidos a los gobiernos nacionales con todos sus errores, excesos, pecados e intolerancias.
Como dice le historiador italiano Cardini: Sería gratificante escuchar, por ejemplo, expresiones de pesar por parte de la
reina de Inglaterra por el tratamiento que se les dio a los católicos en su país, donde hasta el siglo XIX no tenían derechos
civiles. Y dice también: Tal vez los musulmanes deberían hacer su propia reflexión sobre las numerosas guerras santas
proclamadas en el pasado. Y yo añadiría: Y en el presente.
La Iglesia ha pedido perdón públicamente, ha reconocido que sus hijos, incluso los dirigentes eclesiásticos, no han sido
siempre santos. La Iglesia es una institución formada por hombres humanos y pecadores. El Papa ha pedido perdón por todos los
pecados de los católicos de todos los tiempos. Pero ¿acaso ella sola es pecadora? ¿Alguna institución humana puede decir que
es más santa que la Iglesia católica? Porque no debemos olvidar que, entre los pecadores, también han existido muchos santos.
La Iglesia es santa y pecadora al mismo tiempo. Ha tenido sus luces y sus sombras, y las seguirá teniendo, pero creemos poder
afirmar sin temor a equivocarnos que no ha existido en el mundo una Institución con más santos y con más obras de bien a
favor de la humanidad necesitada. Sin la Iglesia, la historia del mundo hubiera sido muy diferente, pero en negativo. Por
eso, a pesar de todo, la amamos y pedimos perdón con ella y por ella.
12.- LA IGLESIA CATÓLICA
Que la Iglesia no sea oscurantista e inhumana lo podemos ver en los Estados pontificios, que era el reino donde el
Papa ejercía como jefe de Estado. El último Papa rey fue el beato Pío IX, contra el que se ensañó la propaganda liberal del
siglo XIX, presentando a los Estados pontificios como los más terribles lugares y más atrasados del mundo. Durante casi
veinte años, con chorros de dinero y multitud de agentes secretos, se intentó por todos los medios provocar una mínima
apariencia de rebelión de los romanos contra sus “opresores clericales”. Habría bastado con un pequeño tumulto para permitir
que los Saboya intervinieran para “garantizar el orden”. No se consiguió provocar ninguno, de modo que los “italianos”
tuvieron que entrar en Roma, abatiendo las murallas a cañonazos, aprovechándose de la derrota francesa en la guerra contra
los prusianos de 1870. Roma estaba desprotegida tras la retirada de las tropas francesas, destinadas por Napoleón III a la
guerra contra Prusia.
Una vez abierta la brecha en la muralla de Roma, encontraron una ciudad desierta, con los postigos cerrados a modo de
protesta silenciosa. Y en lugar de ser aclamados como liberadores, a los recién llegados se les dio el calificativo de
“buzzurri” (forasteros). En los días que siguieron, ni un solo religioso fue maltratado por los romanos ni fue saqueada
ninguna iglesia, pese a tener, por fin, la posibilidad de vengarse del catolicismo y de sus sacerdotes, tras mil quinientos
años de “opresión”. Si no pasó nada, a excepción de algún alboroto provocado por los partidarios de Garibaldi y Mazzini, que
trajeron delincuentes de fuera y soltaron algún que otro “preso” de las cárceles, fue porque no había nada de que vengarse .
De hecho, si hoy Roma es una gran ciudad y quizás la más hermosa, artísticamente hablando, es debido a los Papas católicos,
que invirtieron mucho dinero para fomentar la cultura y el arte durante siglos. ¡Y cuántas veces intervinieron directamente
para salvarla de la destrucción, desde los tiempos de Atila hasta los de la segunda guerra mundial!
Desde el punto de vista puramente histórico, el papado es de hecho un fenómeno muy asombroso. Es la única monarquía, como
suele decirse, que se mantiene desde hace más de dos mil años, algo en sí inconcebible… Creo que fue Voltaire quien dijo que
había llegado el momento de que, al fin, desapareciera ese Dalai Lama europeo (el Papa) y la humanidad se librase de él. Pero
continuó. Esto nos indica que su supervivencia no se debe a la eficacia de esas personas, sino que ahí subyace otra fuerza.
Precisamente, la que se concedió a Pedro. Los poderes del infierno, de la muerte, no vencerán a la Iglesia .
Por eso, a pesar de los puntos oscuros de la Iglesia, es necesario reconocer sus puntos luminosos para valorarla en su justa
dimensión. Se habla muy fácil y ligeramente de los casos escandalosos de la Iglesia o de los sacerdotes malos, pero no se
habla de los millones de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que han sido encarcelados, torturados y asesinados a lo
largo de la historia por su fe católica. Para no irnos muy lejos, digamos que, el 8 de diciembre del 2000, el Padre Marco
Gnavi presentó al Papa Juan Pablo II nueve volúmenes con un catálogo de mártires del siglo XX en el que son recogidos 13.400
mártires documentados, de 106 países y de más de 300 Órdenes religiosas.
Sólo en España, durante la guerra civil de 1936-1939, murieron 6.832 sacerdotes, religiosos y religiosas. En el campo de
exterminio de Dachau, en Alemania, durante la segunda guerra mundial, murieron unos 3.000 sacerdotes. Pero esto parece que no
interesa mucho a los periodistas. El año 2000 murieron 31 sacerdotes y religiosos. El año 2001, fueron 30; el 2002,
asesinaron a 25. El año 2003 murieron 29 sacerdotes y religiosos. Sólo en Colombia mataron a 5 sacerdotes y una mujer laica
misionera. Y estos mártires se dan en distintos países del mundo. Si desean saber sus nombres concretos pueden verlos en
www.corazones,org/sacramentos/orden_sac/ clero_delitos.htm.
Y no hay que olvidar a los cientos de grandes santos que, en todas las épocas, ha dado la Iglesia para servir a la humanidad.
Solamente el Papa Juan Pablo II ha beatificado a 1.338 y canonizado a 482. Y hay cientos de Congregaciones religiosas, como
las misioneras de la Madre Teresa de Calcuta con sus 5.000 religiosas, que se dedican al cuidado de los pobres, enfermos y
necesitados. El año 2000 el Vaticano publicó un CD Rom Catholic Aid Directory (CAD) en el que el Consejo Pontifico Cor Unum,
organismo de la Santa Sede, encargado de promover y organizar las instituciones de caridad y asistencia de la Iglesia
católica, proporciona, en cuatro idiomas, la guía de 1.100 organismos u ONG’S, oficinas nacionales e internacionales
comprometidas en el campo socio – caritativo con sus direcciones, mails, etc. Son 1.100 instituciones de caridad de la
Iglesia, que ayudan, especialmente, en casos de catástrofes o necesidades sin distinción de religión y, para ello, piden
ayuda a las parroquias católicas del mundo entero o a otras instituciones. Ninguna institución en el mundo ha contribuido más
que la Iglesia a promover la paz y la unión entre los hombres. No olvidemos la inmensa labor realizada a favor de la cultura
ante la invasión de los bárbaros y cómo los benedictinos salvaron la cultura escrita, copiando los antiguos códigos y
salvándolos de la destrucción. La mayor parte de los sabios de la Edad Media eran eclesiásticos.
Además, la Iglesia ha transmitido la fe a través de los siglos. Ha sabido superar las herejías y mantener pura la fe
revelada. Nos ha transmitido el amor a Jesucristo y los valores humanos y espirituales, junto con la esperanza cierta en un
más allá eterno junto a Dios en el cielo. Por todo ello y por mucho más, la Iglesia es merecedora de nuestro reconocimiento y
de nuestra gratitud por siempre.
Quisiera citar unas palabras de Carlo Carretto en su libro Mañana será mejor:
¡Oh Iglesia, cuán contestable me resultas y, sin embargo, cuánto te amo! Querría ver desaparecer muchas cosas de ti
y, a pesar de todo, te necesito. Me has dado muchos escándalos y, sin embargo, me has hecho entender la santidad. He visto en
ti muchas cosas falsas, pero no he tocado nada más puro y bello.
¡Cuántas veces he sentido la tentación de separarme de ti y cuántas veces también he deseado morir entre tus brazos!
No puedo liberarme de ti. Además, ¿a dónde iría? ¿a construir otra? Y, si la construyera, sería mi iglesia y no la de
Cristo...
La Iglesia tiene el poder de darme la santidad y, sin embargo, desde el primero hasta el último de sus miembros son
pecadores. Tiene el poder omnipotente e invencible de celebrar el misterio eucarístico y está formado de hombres que se
debaten en la oscuridad y la tentación todos los días...
La Iglesia está edificada sobre piedras débiles, pero ¿qué importan las piedras? Lo importante es la promesa de
Cristo de que nunca fallará...
Los motivos para creer en la Iglesia no son las virtudes de los Pontífices, de los obispos o de los sacerdotes. La
credibilidad está en el hecho de que, no obstante los dos mil años de pecados cometidos por sus miembros, ella ha conservado
íntegra la fe y esta mañana he visto un sacerdote celebrar la misa y decir: Esto es mi cuerpo y he creído en la promesa de
Jesús y en que el pan que me daba en comunión era el mismo cuerpo de Jesucristo .
Como diría el Papa Benedicto XVI, cuando era todavía cardenal: La Iglesia católica se puede comparar con la luna. La luna no
tiene luz propia, sino que la recibe del sol, sin el cual sería oscuridad completa. La luna resplandece, pero su luz no es
suya, sino de otro. Los astronautas descubrieron que la luna es sólo una estepa rocosa y desértica. La luna es en sí y por sí
misma sólo desierto, arena y rocas. Sin embargo, es también luz y, como tal, resplandece en la oscuridad nocturna de la
tierra.
¿No es ésta una imagen exacta de la Iglesia? Quien la explora, descubrirá, como en la luna, solamente desierto, arena y
piedras, las debilidades del hombre y su historia a través del polvo, los desiertos y las montañas del mundo. Pero el hecho
decisivo es que también es luz en virtud de otro, del Señor.
Yo estoy en la Iglesia, porque creo que hoy, como ayer, no puedo estar cerca de Jesús, si no es permaneciendo en su Iglesia.
Yo estoy en la Iglesia; porque, a pesar de todo, creo que, en el fondo, la Iglesia no es nuestra sino suya. La Iglesia, a
pesar de las debilidades humanas, nos da a Jesucristo. Solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva
y poderosa, aquí y ahora. Sin la Iglesia, Cristo se evapora, se desmenuza, se anula. ¿Y qué sería de la humanidad privada de
Cristo?
Si estoy en la Iglesia, es por las mismas razones, porque soy cristiano. No se puede creer en solitario. La fe sólo es
posible en comunión con otros creyentes. La fe, por su misma naturaleza, es fuerza que une. Ésta, o es eclesial o no es tal
fe. No se puede tener fe por iniciativa propia o por invención .
REFLEXIÓN FINAL
Antes de terminar, quisiera dejar hablar a André Frossard, el gran convertido francés, que a los 20 años era un ateo
perfecto, como él mismo dice, y que se convirtió en un instante al entrar en una capilla del barrio latino de París, donde
estaba expuesto el Santísimo Sacramento en una custodia. Allí experimentó a Dios de una manera tan real y profunda que, a
los cinco minutos, salía de la capilla convertido en un católico de pies a cabeza.
No fue una emoción pasajera, fue algo que lo transformó para toda la vida. Él había sido socialista de izquierda, como su
padre, y, por experiencia personal, puede hablar de sus prejuicios y de cuán equivocado estaba al juzgar a la Iglesia
solamente por sus cosas negativas.
Al hablar de su conversión, dice: Habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde en una capilla del barrio latino en busca
de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado allí escéptico y
ateo de extrema izquierda..., volví a salir algunos minutos más tarde católico, apostólico y romano, elevado, alzado,
recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable... Fue un momento de estupor que dura todavía. Nunca me he
acostumbrado a la existencia de Dios .
Al abandonar la capilla de la calle Ulm sabía cuatro cosas, o mejor dicho veía cuatro cosas evidentes que todavía me
asombran: hay otro mundo, Dios es una persona, estamos salvados y, paradójicamente, estamos por salvar, la Iglesia es de
institución divina .
La Iglesia es de institución divina, porque es Dios quien le confía las almas, y no al contrario. Yo no le he dado mi
adhesión, más bien he sido conducido a ella como un niño a quien se lleva a la escuela cogido de la mano, o llevado a su
familia, a quien él no conocía. Esta sensación de connivencia, entre la Iglesia y lo divino ha sido tan fuerte, que siempre
me retuvo, no de evaluar los errores cometidos cada siglo por la gente de Iglesia, sino de tomar la parte por el todo... Su
santidad invisible me impresiona, sus debilidades e imperfecciones de aquí abajo me tranquilizan y me la hacen más próxima.
Sucede que tampoco yo soy perfecto. Desde el primer día, la Iglesia me ha parecido hermosa. Los cristianos de cuna, que a
menudo me han preguntado si la Iglesia no ha decepcionado al joven converso que yo fui, no se daban cuenta del contraste
absoluto que la Iglesia presentaba con el tinglado ideológico de mi infancia, donde se vivía, ahora lo veo claramente, a
expensas de algunas ideas cristianas desviadas de su fin, cortadas de sus raíces naturales, puestas en conserva y que
presionaban la tapadera.
El cristianismo y su Iglesia poseía los colores de la vida... Pero ¿cómo yo habría podido aprender algo útil y
verdadero sobre la Iglesia? Mis libros, mis Voltaire, mis Rousseau, mis exploraciones de la nada filosófica y mis fabricantes
de guerra civil, solamente me habían hablado de ella en términos difamatorios; se agarraban a sus pequeñeces y acentuaban sus
faltas; olvidaban sus buenas obras e ignoraban sus grandezas. Mis libros reconocían el antiguo poder de la Iglesia, pero lo
hacían para mejor censurar el uso que la Iglesia había hecho de él. Su historia era la de una larga y fructuosa empresa
dominadora con máscara filantrópica. La Iglesia predicaba humildad para obtener resignación y enseñaba la esperanza para no
oír hablar de justicia. Esos libros citaban gustosamente a los inquisidores, a los Papas pendencieros o a los gatitos
mitrados, según expresión de una dama. Pero nunca hablaban de los mártires ni de los santos, exceptuando a Juana de Arco,
que había sido víctima de los clérigos; y a Vicente de Paúl, cuya caritativa actividad evidenciaba las miserias y
deficiencias sociales de su tiempo. Se mostraban prolijos, hablando de la cabeza política de la Iglesia terrestre, pero mudos
en cuanto a su corazón evangélico. Yo conocía todo sobre el comportamiento despótico de Julio II, e ignoraba absolutamente
los encendimientos poéticos de Francisco de Asís.
No me habían dicho que, si la Iglesia no siempre había arrostrado en este mundo el buen combate, por lo menos había guardado
la fe y que únicamente la fe nos había hecho amistosa esta tierra. No habían dicho que la Iglesia nos había dado un rostro a
quienes no sabemos con exactitud, si somos dioses o gusanos cenagosos, si somos el adorno supremo del universo o un débil
retorcimiento de moléculas en una parcela de fango perdido en un océano de silencio. La Iglesia sabía, y constatamos que era
la única en saberlo en este siglo de terror, lo que son la deportación y la muerte, sabía que el hombre es un ser que no
cuenta finalmente más que para Dios.
No, no me habían dicho mis libros que la Iglesia nos había salvado de las desmesuras a las que, indefensos, estamos
entregados desde que no se la escucha, o cuando ella se calla. No me decían que la Iglesia, por sus promesas de eternidad,
había hecho de cada uno de nosotros una persona insustituible, antes que nuestra renuncia al infinito hiciera de nosotros un
átomo efímero, e indefinidamente recambiable, de baba o de espinazo del gran animal estático... No me decían mis libros que
sus dogmas eran las únicas ventanas horadadas en el muro de la noche que nos envuelve; y que el único camino abierto hacia la
alegría era el pavimento de sus catedrales, gastado por las lágrimas .
André Frossard, como tantos ateos convertidos, encontró en la Iglesia una familia y en Jesús Eucaristía el amor de su vida.
Por eso, la última frase de su libro es: Amor, para llamarte así, la eternidad será corta . Lo cual, dicho de otro modo, es:
Dios mío, ni toda la eternidad será suficiente para decirte cuánto te amo.
¡Dios mío! Entro en tus iglesias desiertas, veo a lo lejos vacilar en la penumbra la lamparilla roja de tus sagrarios y
recuerdo mi alegría. ¡Cómo podría haberla olvidado!... Porque hay otro mundo. Y no hablo de él por hipótesis, por
razonamiento o de oídas. Hablo por experiencia .
Yo no vi a Dios, pero vi su luz..., una luz de verdad, una luz enseñante que, al iluminar, informa y que, en un instante,
enseña más sobre la religión cristiana que diez libros de doctrina... La verdad cristiana es la misma, tanto si te llega como
un rayo de sol espiritual, como por el canal de la fe transmitida por la tradición. La coincidencia es absoluta y
perfecta... Creo que este argumento aboga con fuerza por la veracidad de la enseñanza cristiana (católica) .
Por eso, él decía con claridad y con la fuerza de la verdad, que conocía por experiencia sobrenatural, que la Iglesia
católica es de institución divina. Y nosotros debemos amarla, como él, a pesar de sus errores y pecados, con sus luces y
sombras, porque es nuestra Madre, que nos guía y nos enseña el camino hacia Dios.
CONCLUSIÓN
Después de haber analizado algunos temas polémicos, podemos decir que la Iglesia, como institución humana, a la que
pertenecen 1.100 millones de personas, tiene y ha tenido en el pasado sus luces y sus sombras. No todo se puede justificar.
No todo es santo en su historia de dos mil años. La Iglesia ha pedido perdón por ello.
De todos modos, cuando se habla de las culpas históricas de la Iglesia, no hay que desestimar el hecho de que la Iglesia es
la única realidad que ha permanecido idéntica en el curso de los siglos. Y, por eso, todo el mundo le pide cuentas y se cree
con derecho a criticarla. Pero ¿quién se atreve a criticar a los reyes de ciertos países, porque sus antepasados no fueron
tan buenos como debieron? ¿Quién le pide cuentas al ministro de justicia por los pecados en la administración de justicia
de varios siglos atrás? ¿A qué otra iglesia o religión le piden cuentas de sus hechos como lo hacen a la Iglesia católica?
Quizás, porque es, ha sido y seguirá siendo, una gran autoridad moral en el mundo, a muchos no les gustan sus intervenciones.
Puede ser que no estén de acuerdo con su doctrina o sus enseñanzas, pero deben reconocer, al menos, que la Iglesia ha tenido
muchísimas más luces que sombras, en su historia.
Para concluir, queremos citar las palabras de un gran profesor de historia y sociología de la universidad de Bruselas, que es
agnóstico, racionalista y ex-masón y, por lo tanto, poco favorable a la Iglesia. Sin embargo, es sincero y reconoce sus
valores. El doctor León Moulin dice: Los católicos habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, casi
sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre,
ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo, agnóstico, pero
también historiador que trata de ser objetivo, os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad. De hecho, a menudo no es
cierto lo que os imputan. Pero, si en algún caso lo es, también es cierto que tras un balance de veinte siglos de
cristianismo, las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas. ¿Por qué no pedís cuentas a quienes os las piden a
vosotros? ¿Acaso han sido mejores?
Sí, la Iglesia con todos sus errores y excesos del pasado, es una luz en la oscuridad y sigue siendo, con los miles de
santos, mártires, misioneros, educadores..., la institución más honorable y digna de respeto del mundo, que promueve la paz
entre las naciones, el amor entre los pueblos y difunde a todos los hombres la luz de la verdad, que Jesucristo vino a traer
a la tierra.
P. Ángel Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad
Pueblo Libre
Lima –Perú
Telf. 4615894
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lunes, 22 de noviembre de 2010
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